VII

El barrio lúgubre en el centro de Ciudad Zamora era una colación de casuchas variopintas, en el fondo de una colina de pavimento agrietado, como un enjambre de hongos renuentes a la podredumbre. Jonás reparó en el portón herrumbroso que protegía el porche de la casona de dos plantas y muros bajos. La pintura hace años que la erosión había despejado, dejando un remanente costroso y amarillento... y los ventanales de grueso armazón eran velados por paneles de oscurecimiento y crisoles de coloración púrpura.

Carlos se acercó al portón oxidado, y acarició el candado y las cadenas petrificadas.

—¿Cuánto tiempo llevará encerrado?

—Unos diez años a lo sumo—el sacerdote consultó un reloj de Hello Kitty, como vaticinando una catástrofe—. Trabajamos juntos para la Fundación Trinidad, persiguiendo al Ladrón de Mérida... y se retiró con un jugoso bono para casarse con su novia y montar un negocio de botánica y medicina naturista en esta ciudad.

—¿Padre, deberíamos entrar a la fuerza? —Carlos parecía preocupado—. Este barrio parece abandonado...

—No—Jonás comprobó que no hubiera dispositivos balísticos apostados en los armazones, viendo a través de un pequeño tubo metálico de ocho centímetros, cuya rareza anómala le proporcionaba las características de un telescopio—. Te explotará la cabeza con un canto de sirena—negó el presbítero—. Desde que su esposa lo dejó, se ha convertido en un hombre de lo más excéntrico... y su colección horripilante de dríadas y mandrágoras te pondrán la piel de gallina—extrajo el revólver de la funda—. Su jardín autosuficiente le ha permitido un aislamiento total, y sus investigaciones fundacionales lo convierten en un sujeto peligroso. ¿Memorizaste los Cánticos que te enseñé?

Carlos palideció, y se alejó del portón. Extrajo de su bolsillo una cápsula blanda rellena con azufre, y asintió lentamente... conteniendo la respiración. Había decidido enseñarle fundamentos de Misticismo, en caso de encontrarse con un mago negro en su cruzada, y comenzó por dominar los principios de la universal y práctica Magia Planetaria: los Planetas Elementales. Por supuesto, su nivel era precario... no le llegaban ni a los talones a Magos de Segundo Nivel como Ariel Sananes o Okeanos. 

Lo que se entiende como «magia» es la influencia en las leyes de causa y efecto, aplicadas a diferentes escalas de cuantificación, utilizando principios y lineamientos que, siguiendo un orden establecido, pueden propiciar y modificar una cadena de acontecimientos para lograr un resultado. Un ritual, según la doctrina, puede incluir una receta de movimientos, posturas de manos, ingredientes, cánticos, palabras y entonaciones... así como disponer de una fuente de energía, para alcanzar la alteración o manifestación de un fenómeno. Un hechicero puede requerir de estos protocolos, como un computador al que se le introducen comandos, para modificar la estructura misma del universo.

Se medía la capacidad del mago en niveles, según la cantidad de protocolos y recursos que requiera para ejecutar una conjuración. Los niveles comprendidos por la Fundación Trinidad y el Convenio de Salem iban desde el Primer Nivel, con rudimentos místicos y enseñanzas autodidactas capaces de replicar milagros; el Segundo Nivel, que exploraba un conocimiento avanzado de las leyes universales y un dominio de las ramas esotericas potencialmente variado; el Tercer Nivel, es la interpretación de una persona con la capacidad para manejar grandes transformaciones de la energía y materia, quienes fueron conocidos como los héroes de la antigüedad e hijos de los dioses. Los Magos Oficiales e Irregulares de Tercer Nivel en el Registro Fundacional, eran menos de cincuenta y la mayoría eran Magos Negros sin identificar, declarados terroristas como el Barón Garmendia y los enmascarados de la Cumbre Escarlata. El Cuarto Nivel, el Pináculo de los Dioses, era un tabú en los conceptos del Misticismo: representa una consciencia superior y una comprensión metafísica capaz de alterar el axioma universal conocido como la inquebrantable Ley de Adonai; aquella apoteosis mística solo podía pertenece a una persona que ha trascendido su humanidad para unirse al panteón de los venerados o a las legiones demoníacas como un Duque Infernal. 

Jonás escuchó un chirrido de bisagras y una figura de altura descomunal y pelambre oscura apareció desde el interior de la casa. Su fisionomía era la de un hombre de dos metros completamente abandonado al descuido alimentario... y su andar desgarbado se precipitó hasta el portón herrumbroso. Reconoció el rostro severo de Ronny Urbano bajo la barba espesa y el cabello azabache... y sus ojos marchitos le devolvieron una sonrisa simiesca.

—¿Cómo estás? —Le sonrió Jonás.

—Vuelto verga—asintió el gigante—. ¿Trajiste plantas?

—¿Comenzaste a sembrar coca y marihuana?

Ronny asintió lentamente, y Jonás se frotó las manos con una sonrisa cómplice. Por supuesto, aquel ser zarrapastroso no era ni la sombra del muchacho lozano y fortachón de prodigiosa fuerza y resistencia que lo apoyó en la persecución del Ladrón de Mérida, hace ya más de diez años; a cambio de la Tinaja Sagrada, una reliquia capaz de curar la Saetas que un mago negro lanzó a las piernas de su entonces novia. ¿Quién lo diría? El hombre se mudó con ella, le pagó la inscripción a la Universidad Oriental, y cuando se graduó como doctora... lo mandó al carajo. ¡Mujeres! ¿Y ellas son el sexo débil?! Ronny había sido un vigoroso joven de grandes sueños, pero toda persona herida se ve forzada a la metamorfosis... y del fantasioso hombre solo quedó la crisálida cadaverica de un corazón esmerilado.

El interior de la casa era un invernadero rebosante de macetas bajo filtros cristalinos, y pilares de los que se adherían enredaderas con frutos carnosos de atractivo aroma. Todas las superficies estaban cubiertas de tierra húmeda, y apestaba a clorofila y fertilizante. De las vigas del techo colgaban macetas con hongos... y en las mesas y estantes se apilaban colecciones vegetales y semillas de toda índole... conformando una colección extraña de rarezas botánicas en frascos herméticos y tinturas destiladas. Ronny era un aficionado al estudio de la criptobótanica, e invertía todas sus ganancias de las investigaciones fundacionales en más semillas, esporas e injertos: mandrágoras, dríadas lloronas, raíces de propiedades mágicas e híbridos antinaturales que producían frutos indescriptibles. 

Jonás estudió una mesa de trabajo repleta de papeles salpicados de tierra, con diagramas de árboles tiránicos y un mapamundi garrapateado con símbolos y tachones.

—¿Sigues buscando el Jardín del Edén?

Ronny tomó asiento en un taburete, y puso calentar una olla en una cocina eléctrica, conectada a un generador. 

—Está acá, sí—asintió con voz ronca—. Puede que en el Arco Minero o... los bloques de onice hallados en Canaima—se encogió de hombros, incapaz de mirar a los ojos—. ¿Cómo es afuera?

—Caos y muerte—anunció el Padre, y se mordió el labio inferior—. Todo sigue igual... Mejor, quédate encerrado.

Ronny se rascó la barba descuidada. Estaba muy flaco, y los huecos en sus mejillas delataban una insuficiencia nutricional severa. 

—Esto es horrible.

—¿Quieres dar una vuelta?

—No tengo nada que buscar afuera...

—Te estás pudriendo acá adentro como una planta de mierda—Jonás enrolló una hoja de cannabis dentro de un papel, y lo selló con saliva—. Seguro tu mujer se casó con otro y tiene hijos, y tú aún llorando como un huevón.

—¡Padre! —Carlos se cruzó de brazos con los ojos abiertos como platos—. No sea tan cruel con el pobre hombre.

Pero Ronny soltó una carcajada, y se palmeó los muslos con las manos de uñas mugrosas.

—Sí, entiendo—miró por primera vez a Jonás a los ojos, rebosantes de salmuera melindrosa—. Cuando no tienes a nadie a quien cortarle tu mierda de día... ¿Cómo se llama eso? He pasado tanto tiempo solo, escuchando el ruido dentro de mi cabeza... que tengo miedo de mis propios malos pensamientos.

—Hijo—el Padre colocó una mano sobre el hombro huesudo del gigante—. Nadie conoce la profundidad de tu melancolía tanto como tú... así que no seas tan duro contigo mismo—posó el porro en sus labios, y sacó su encendedor de gas inagotable—. Báñate, remata esas plantas de mierda y vamos con las prostitutas—aspiró el humo y exhaló una nube nacarada—. ¿Quieren hamburguesas o perros callejeros? El Colegio Cardenalicio me envía mensualmente demasiado dinero como para no gastarlo en drogas, alcohol y mujeres—sonrió, sereno, afectado por los químicos—. Que rico.

Carlos apretó los labios.

—Padre...

—¿Sí, hijo?

—A lo que vinimos...

Jonás asintió, lo había olvidado por completo, y apagó el cigarro en la tierra húmeda de una maceta con una majestuosa rosa del desierto.

—Ronny—el Padre Jiménez se inclinó ante el herbolario—. ¿Qué sabes del Demonio del Meridiano?

La reacción del hombre fue incierta, tembló visiblemente y se pasó una mano por la boca.

—¿Por qué dijiste ese nombre?

—Trabajaste para el Departamento de Análisis como Investigador de Grado Especial—Jonás cruzó los dedos sobre el regazo—. Participaste en una redacción del Demonio del Meridiano, pero antes de llegar a grandes conclusiones, la investigación se estancó y el informe fue borrado. Los agentes fundacionales del caso, contigo a la cabeza, fueron trasladados a la búsqueda del Jardín del Edén—clavó sus ojos en los de Ronny—. ¿Qué descubrieron? ¿Y por qué la información en los servidores referente a esta entidad requiere autorización o simplemente fue borrada?

Ronny sirvió la infusión, y le agregó miel y limón a sus tazas. Jonás lo olió con mesura, debía tener cuidado pues ya no poseía la astilla de la Vera Cruz y era vulnerable a las maldiciones y los venenos. En su paladar descubrió una mezcla maravillosa de hierbas relajantes, que junto a la marihuana... provocó una inusitada frescura en su cerebro. El gigante se levantó del taburete y se dirigió a una estantería de madera hinchada para extraer un papelografo enrollado... que desplegó sobre los utensilios de una mesa de trabajo. La impresión de aquel pergamino ictericio y rugoso le arrancó a Carlos una exclamación...

El óleo de una criatura horripilante se desdibujó en un papiro de dos codos de longitud, con colores empantanados pero horriblemente conservados con matices claroscuros que evocaban una renuente sensación nauseabunda... sobre criaturas indescriptibles que vagaban en las superficies estériles de planetas muertos. La entidad plasmada en un arrebato de alienación artística era infinitamente repulsiva, y el paisaje moribundo de picachos puntiagudos y valles rojizos era recortado por un firmamento nebuloso tachonado de estrellas oscuras y coronado por una procesión de soles negros... ajeno a toda concepción universal del horror cósmico y caos inverosímil. El ser era un humanoide ataviado en una grasienta túnica de monje, hace eones descolorida por la erosión de los cítricos vientos cósmicos... cuyas manos y pies huesudos de largos apendices delataban un acervo de humanidad en su estructura. Bajo su axila derecha se descansaba un manuscrito de pesadilla, concebido por los horripilantes innombrables del Culto de los Huesos: el todopoderoso y maligno Libro de los Grillos, encuadernado en la piel de neonatos sacrificados y cuyas páginas escritas con sangre son capaces de inducir locura. Pero, la malformación más escalofriante de aquella entidad antropomorfa era su larga y pesada cabeza de artrópodo miriápodo, color escarlata oscuro y rematada en tenazas puntiagudas capaces de inyectar venenos inimaginables en sus presas. Era una aberración quimérica extraída de los más profundos bajíos infernales, donde convergen los fluidos pecaminosos de los humanos degenerados, y dan paso a formar nauseabundas que pululan en vectores desconocidos por nuestros conceptos.

—El autor de esta pintura fue un francés del siglo pasado—dijo Ronny, estudiando con espléndido horror la espeluznante e hipnotizante creación—. El hombre llegó a Venezuela huyendo de los horrores de la guerra, y la pintó, según sus nietos, atraído en sueños magnéticos por los horrores de una criatura que intentaba establecer lazos con nuestro mundo. La inspiración artística que provoca el Hombre con Cabeza de Ciempiés es un fenómeno fascinante de estudiar, pues aparece a lo largo de la historia y en distintas culturas... como un ser adorado o temido. Algunos artistas del renacimiento lo plasmaron en pinturas, esculturas y estructuras... y los arqueólogos han encontrado culturas tribales en las que se le destinan sacrificios humanos.

»Basamos nuestra investigación en los textos que dejó el desaparecido Jesús Herrera hace más de quince años, desgajando sus especulaciones sobre los Mundos Posibles y las dimensiones superpuestas de nuestra propia Burbuja Universal, que dan forma y sustancia a la Convergencia Armónica de la Humanidad. Trabajamos por meses, recopilando relatos oníricos, pinturas, manuscritos y demás obras relacionadas a la entidad presente en las ensoñaciones artísticas de los seres sensibles... y llegamos a conclusiones horripilantes sobre los conceptos del tiempo, que la organización fundacional desterró y archivó secretamente.

»Yo trabajé remotamente desde mi terminal, en mi estudio personal, pues me volví adicto al trabajo... para intentar olvidar mis dolencias. Muchos investigadores del Departamento de Análisis fueron despedidos, silenciados o desestimados... pero lo cierto es que nuestras conclusiones revelaron las postrimerías del universo, capaces de horrorizar a los hombres más respetados de la organización. Fuimos rápidamente trasladados al Caso Jardín del Edén, y la investigación fue clausurada junto con todos los datos recopilados... pero, descubrimos secretos sobre esta Entidad, tras armar un rompecabezas inimaginable, que ocasionaron más preguntas que respuestas.

»El Demonio del Meridiano, el Dios de los Innombrables, Hombre con Cabeza de Ciempiés o... Azzaroth... cuál sea su nombre. Es una entidad que va más allá del tiempo, y existe simultáneamente en cada momento y en ninguno, pues su verdadera identidad es la de un hombre del futuro que entró en contacto con una fuerza primigenia. Se trata de un teórico Mago de Cuarto Nivel que existirá en el futuro cercano... y conformará parte de un ciclo en la Sinfonía de Vida y Muerte. Nuestra comprensión del universo es la de una estructura tridimensional y lineal de espacio-tiempo newtoniano, conjugado por dilataciones einstenianas... pero, en el terreno oscuro de la mecánica cuántica, las concepciones del tiempo lineal se fusionan bajo una única sintonía: pasado, presente y futuro... transcurren al compás de una sinfonía horripilante. La teoría establece que todo lo que ocurre y lo que pudo haber ocurrido, ha transcurrido en cursos paralelos y que solo somos conscientes de uno de estos emplazamientos cuánticos. Por eso, si al cruzar la calle sientes la sensación nauseabunda y súbita de ser atropellado, a pesar de estar en el carril despejado... puede que no estés equivocado.

»La causalidad de esta entidad y su propósito continúan siendo un misterio irresoluble... lo único que obtuvimos a través de Rituales de Descenso con Innombrables del Mundo Onírico que lo idólatran, son consensos y declaraciones apocalípticas de una Gran Rebelión... y un Demiurgo tiránico que engulle y regurgita un río de almas. En los infinitos Mundos Posibles, esta entidad gobierna como la Corrupción, ajena a las Leyes de Adonai... es la antítesis del Altísimo y su panteón de egregores. 

»Pero no sé más nada, pues los agentes fundacionales de alto grado me metieron esa sonda eléctrica por el culo... y olvidé lo más importante y desconcertante de esta aberración cósmica. Solo puedo decir que, es mejor que la Humanidad ignore aquello que gobierna en las profundidades siderales, donde no existe la materia... y los dioses son incapaces de escuchar nuestras plegarias, pero ellos sí. 

Ronny levantó el pergamino, y lo enrolló nuevamente.

—Gracias, Ronny—asintió Jonás, y se levantó—. Lo tengo claro ahora.

Carlos frunció el ceño.

—¿Nos vamos?

—Espera—Ronny rebuscó en un cajón—, casi me olvido de esto—sacó una pequeña esfera de vidrio, cuyo centro era una espora fosforescente cubierta de púas—. Es una semilla del Jardín del Edén encontrada en una cantera del Arco Minero—se la ofreció, como una manzana de oro—. He escuchado las noticias por la radio... y deberías llevarla contigo.

—Pero...

—No te preocupes, Padre—sonrió el gigante—. Estaba esperando que alguien importante viniera para dársela. Llévatela, y seré libre...

Jonás tragó saliva, estudió el rostro demacrado de Ronny y desenfundó la pistola.

—El suicidio es un pecado mortal—colocó el cañón en su pecho—. Y ya has vivido suficientes infiernos.

Ronny cerró los ojos, como esperando una bendición. El sacerdote jaló el gatillo, y el disparo resonó húmedo en el salón repleto de plantas silenciosas...



—Salvador...
Despertó en penumbra, con un incesante martilleo escarbando su cráneo... como escuchando los retazos de una cancioncilla moribunda que agoniza en los instrumentos de ángeles muertos. El punto rojo de una cámara de grabación empotrada en un trípode a su diestra, parecía captar cada movimiento imperceptible en los músculos de su rostro... y la voz de Beatriz Guzmán sentada a su lado, murmuraba plegarias a dioses invisibles. Estaban ellos dos solos en un cuarto desprovisto de muebles y ventanas, posiblemente en el subsuelo de algún búnker secreto, a excepción de una mesa metálica que los separaba de una puerta blindada y la cámara de vídeo.
Salvador intentó levantarse, y reparó en los torniquetes ceñidos en sus extremidades que lo ceñían al respaldo y los apoyabrazos de la silla metálica. Estaba inmovilizado, y un agotamiento frío se cernía en los músculos de su cuerpo... como una mantilla rígida de debilidad. Miró al suelo, y descubrió el pentagrama de sal dibujado alrededor suyo... reteniendo la energía bioeléctrica en sus vías sanguíneas. Intentó cerrar su órbita microcósmica al colocar la lengua en el paladar, pero el cosquilleo punzante en su pecho confirmó sus sospechas: estaba retenido en un Círculo de Anulación. 
—¿Salvador?
—Presidenta—su voz sonó seca y metálica—. ¿Está bien?
—No puedo moverme...
—Nos han atrapado—sentía la boca seca—. Creo que los del Cartel...
Pero no pudo seguir hablando, porque la puerta se abrió y ante ellos apareció un fantasma que se creía muerto en Montenegro: la figura altiva y portentosa de Martín Bolívar, clasificado con el alías de Pajarón, un mago negro que se hizo pasar por el Fiscal General de la República... escondiendo su verdadera identidad de la época bolivariana. Vestía túnica y estola roja, con la barba afeitada, dándole a su carácter la semejanza de un procer severo de inconmensurable sapiencia. En su calva relucía una diadema aurífero coronada con doce piedras preciosas del tamaño de huevos de serpiente. La aguja de oro en su pecho relucía con una esmeralda tallada en forma de eneagrama... y su aspecto lóbrego le abdicó la imágen de un obispo hereje oficiante de misas negras dedicadas al ardiente Baal y el Negro Thoth. 
—Buenos días, señora presidenta—sonrió, con los labios rojos entonando una musical floritura—. Buenos días, Diácono García—no respondieron. Su silencio fue inmutable... pero el demonio iracundo de sus tripas despertó para revolver sus vísceras con gritos afónicos—. Perdón, nuestra reunión pudo haberse dado en otras circunstancias. 
Salvador cerró los puños.
—Maldito...
El Pajarón había entrado como un rey penitente, flanqueado de siniestros alfiles de vestimenta militar y rasgos inconfundibles: eran los líderes mutantes de los guerrilleros que tomaron las calles principales y embajadas de Nueva Bolívar. Los ojos lacrimosos del Piromaníaco, la máscara del Espectro y la delgadez de la diminuta Bruja del Guayabal; eran los tres cabecillas de la guerrilla asesina que teñía las avenidas de sangre y respondía con una lluvia de balas a cada intento de sofocar el golpe por parte de los civiles descentralizados y las autoridades sin cuartel.
—Felicidades por su campaña—la felicitó el hombre—. El resultado fue aplastante, y aunque intentamos posicionar a Florentino Duarte como ganador electoral, la opinión pública dijo lo contrario y las evidencias salieron a la luz. El Cartel del Llano contrarió sus declaraciones sobre la lucha contra la corrupción y decidió eliminar la amenaza... pero, hemos decidido negociar su posición con el Italiano. La necesitamos para lograr nuestros objetivos, dada la reputación de Florentino Duarte y el ostracismo al que fueron condenados los políticos del Partido Nueva República.
Beatriz levantó sus ojos oscuros como dos pozos de brea.
—¿Dónde está mi familia?
—Pronto los verá, tenga paciencia—dijo el Pajarón—. Me he presentado ante vuestra presencia para exponer los motivos que nos impulsaron a consolidar un partida capaz de heredar el totalitarismo del finado Rómulo Marcano, y es que nuestra misión no es otra que engrandecerse la república bolivariana y extender el sueño de una gran nación capaz de codearse con las grandes potencias mundiales.
—¿Y se han aliado con el Cartel del Llano, la Guerrilla Colombiana y las facciones de Hezbollah para conseguirlo? —Replicó Salvador, luchando con los grilletes—. Este país nunca cambiará... Siempre seremos los marginados de otras naciones. Unos severos y desobedientes perdedores que solo piensan en el egoísta beneficio propio.
—Intenten ver más allá de su territorialidad—concluyó el hombre, y se posicionó frente a ellos como una figura imponente—. Este país y su gente, es solo una pieza defectuosa en un gigantesco engranaje que lleva años funcionando... y que nos dirige a todos a un funesto desenlace—frunció los labios en una media sonrisa, estirando el silencio—. Más allá de los negocios ilícitos del cartel, y las células terroristas que pululan en nuestra región... existe una cúpula tiránica que gobierna el mundo moderno a través de redes globales y disputas hegemónicas por el dominio sobre los mercados internacionales. ¿Por qué creen que el presidente norteamericano, William Björk, busca doblegar al Panarabismo con aranceles y sanciones?
»Ese hombre, tres veces reelegido por la economía más poderosa del planeta, es una marioneta más del sistema bajo el amparo de un terrible grupo elitista que gobierna el mundo desde una isla invisible, oculta en alguna región del océano. Los horrendos rituales que estos «Sonetistas» ofician en sus islas privadas, han desequilibrado la estructura del mundo... y sus elixires inmortales, codiciados tesoros, controlan a los magnates y gobernantes, por simple selección artificial. Gigantes corporativos como la empresa Shengou y gobiernos, cuya posición en el mercado es inamovible, son siervos de estas figuras sombrías... que buscan dividir los pueblos y distraernos con guerras y crisis económicas, para que nuestro atraso les siga permitiendo extender su dominio. Hace más de doscientos años que su rueda comenzó a girar... y cambiarán al mundo a su imágen y semejanza, sin importar cuántas vidas se pierdan.
»Mediten un poco—sugirió el Pajarón y se frotó las manos—. Con la acumulación de tensiones en el Bloque del Panarabismo tras su absorción de países satélites, en su lucha contra el dominio económico del Imperio Yankee y el Gigante Asiático... se prevé un conflicto armamentista que podría inundar el mundo de fuego y sangre. Esta cúpula secreta jamás permitirá que se funde un bloque ajeno a su propuesta hegemónica, dejarán que la corrupción infecte los gobiernos mediocres de nuestras naciones vecinas y desestabilizarán cualquier economía en desarrollo, capaz de rivalizar con los pilares que sostienen su modelo geopolítico de dominio. 
»Los Sonetistas van más allá: controlan las masas con sus leyes de causa y efecto, han moldeado y aislado las estructuras sociales modernas... mientras ofrecen millares de niños a sus dioses sanguinarios y abren las rejas del Averno para que los demonios puedan vagar por la tierra. ¿No es el inmemorial horror del Sabbath de Walpurgis su época de vendimia? ¿Cómo esta secta se ha posicionado en la cima sin contraer pactos demoníacos con presencias intangibles de otras realidades? Se está librando una guerra invisible que hace retumbar los cielos, y remover a las criaturas del fondo oceánico... el Panarabismo ha dividido el mundo y las potencias amenazadas podrían desencadenar el ultimátum profetizado desde los albores del amanecer.
»Un verdadero horror se avecina, señora presidenta, y en el Manifiesto para las Naciones se exponen las cláusulas a seguir para derrocar esta sociedad parasitaria... y conducir nuestro mundo a una utopía invulnerable y armónica. La Cofradía de Nabucodonosor busca el sueño de Bolívar, Páez, Miranda y mi persona, Andrés Bello; nuestro anhelo de fundar una gran nación que abarque la América toda. ¡Nuestro deber es fundar un bloque continental y independiente de los mercados extranjeros! ¡Enriquecer nuestras naciones sometidas por el yugo inglés y asiático! ¡Ellos, los poderosos, tratarán de frenar nuestro auge, pero somos fuertes! ¡Este país sentará las bases contra la globalización tóxica! ¡Los Padres que fundaron esta nación se enorgullecerán de que el pueblo se rebele una vez más contra el vil despotismo que otra vez triunfó!
Beatriz torció el gesto, y carraspeó para aclararse la garganta.
—Su propósito les causaría el vómito a los fundadores de esta república—dijo. Frunció el ceño, y desde la silla, prisionera, parecía agrandarse—. Bolívar, Sucre, Páez y esa bola de presuntuosos no eran más que jugadores... de una tetra que se les fue de control. La revolución de las colonias solo era cuestión de cambios morales... lo único que hicieron fue encender la chispa de un mar de pólvora que terminó ensangrentado sus supuestas naciones liberadas. Eran rebeldes, cobardes y brutos... y nos heredaron una nación disfuncional de colectivos mediocres y gobernantes usureros. ¡Eran masones derrochadores y violadores que creían en fruslerías mágicas! ¡Nunca fueron los héroes del progreso democrático como nos enseñaron los libros! ¡Solo eran otra aristocracia criolla formada por racistas de mierda!
La sonrisa del Pajarón se borró, miró por encima del hombro al Piromaníaco y este asintió. Por un momento, Salvador tembló al pensar que quemaría viva a Beatriz... pero el hombre de párpados enfermos salió de la celda. El Espectro y la Bruja del Guayabal lo secundaron, y únicamente quedó el Pajarón.
—Es muy triste—dijo, miró a la presidenta con gesto sombrío—. El pueblo la ama, sus esperanzas están depositadas en usted—se acercó más a la mesa y se inclinó para clavar su mirada ardiente en Beatriz—. Pero, déjeme decirle una cosa: ser amado no tiene precio, pero ser temido... No hay mierda más excitante.
La puerta se abrió y entraron los guerrilleros del cartel embutidos en uniformes militares, mientras el Piromaníaco y Espectro traían consigo a un hombre amordazado y a una niña pequeña. Trajeron una silla, y sentaron al hombre del otro lado de la mesa... que rompió a llorar con solo ver a su esposa e hija en aquella situación. Su nombre era Daniel Guzmán, rondaba los treinta años y era periodista; usaba una barbita característica en su rostro juvenil y el cabello engomado como un actor famoso. La pequeña era Victoria, de ocho años, muy aplicada y respetuosa. El deber de Salvador fue proteger a esa familia, y les falló... 
—Lo siento—repetía Beatriz, llorando desconsoladamente—. Lo siento mucho, mi amor.
—¡Mamá! —Rompió a llorar la niña.
Daniel negó con la cabeza, incapaz de hablar por la mordaza en su boca. Se estremecía con el rostro enrojecido, botando espumarajos de sus labios constreñidos.
—Ahora, señorita presidenta—sonrió el Pajarón, cuando la Bruja del Guayabal regresó, empujando un carrito metálico repleto de instrumentos de tortura—. Lo ideal sería poseer su cuerpo con un conjuro oscuro, que busca empujar su consciencia a un segundo plano... para que un intruso pueda usurpar su dominio físico—levantó un martillo—. Pero, el proceso de intercambio requiere una imposición mental significativa. Antes del ritual, tenemos que debilitar su espíritu... preferiblemente, triturando su voluntad.
Salvador apretó las muelas. 
—Maldito...
Beatriz intentaba calmar a su hija con consuelos en vano. El Pajarón agarró a la niña por el cuello y la separó de su padre inmovilizado... Los gritos fueron espantosos, eran tan intensos que creía que su cabeza podría explotar en cualquier momento. 
—Un presidente debe tomar decisiones importantes—declaró el Pajarón, levantando a la vociferante niña por el pescuezo—. El futuro de una nación depende de su determinación—apuntó el martillo a la presidenta—. Decida, señorita Beatriz Guzmán, ¿a quién matemos primero? ¿A su querido esposo o a su hija pequeña?
Un grito indescriptible emanó de la garganta de Salvador, y pataleó y se retorció como un gusano preso en una telaraña maldita. Beatriz torció el gesto, y negó con la cabeza... Gimiendo de espanto y sollozando. Daniel negó con la cabeza, con el rostro pálido... pidiendo a gritos que lo eligieran como sacrificio: clavó sus ojos en Beatriz, se torció con convulsos espasmos y agitó la cabeza para llamar la atención de su esposa. Debían escogerlo a él, no había otra manera. Pero, Beatriz estaba paralizada: el horror se apoderó de su semblante, y era incapaz de pensar con claridad. 
—¿El hombre se ha ofrecido como digno esposo? —El Pajarón soltó a la niñita, que intentó correr a los brazos de su mamá... pero el horroroso Espectro y el mísero Piromaníaco se lo impidieron—. Es un caballero este señor—se posó detrás de Daniel como una sombra de muerte. Beatriz cerró los ojos, torturada hasta los huesos y presa de calambres malignos—. Un hombre debe dar la cara por sus hijos. La familia siempre será lo más importante, y es su deber protegerla.
El hombre miró a Beatriz, intentando consolar a su esposa con la mirada mientras esperaba el sangriento desenlace... temiendo el dolor, pero aceptando su destino. El Pajarón levantó el martillo sobre su cabeza, y el movimiento frenético de su brazo fue como un latigazo. La pequeña niña miró a su madre en señal de súplica, y la cabeza metálica del arma se hundió en su coronilla con un crujido húmedo... Sus ojos perdieron fulgor, y cayó de rodillas, presa de indescriptibles temblores mientras los gritos de una madre hacían estremecer las cuatro paredes y los ladrillos con dolorosos estertores. El suave cráneo reventó como una fruta pulposa, esparciendo materia rojiza por el suelo ante las embestidas del martillo.
Daniel lloró, gimió, se retorció y laceró las muñecas... intentando desprenderse de la silla. Un par de guerrilleros tuvieron que contener su ímpetu para evitar el vuelco, y tras el cese de los gritos de la morena... Salvador pudo notar que un hilo de sangre medraba desde la mordaza: el hombre se había destrozado las muelas en su arrebato colérico. 
—Presidenta...
Pero Beatriz no podía responder, se afianzó en su temple una fisura indivisible... incapaz de despegar los ojos del cadáver infantil, cuya cabeza deshecha era un recordatorio sublime del Mal en la Tierra. Salvador hizo un esfuerzo herculeo por romper los torniquetes en sus muñecas... sintiendo las venas de sus brazos agolparse de sangre, pero estaba fijado al respaldo. No podía conjurar sin posturas de manos, cánticos o signos... Estaba atado en cuerpo y mente a la Atadura, y los vanos intentos de dirigir el enfoque de su cerebro al terreno de la imaginación, se desvanecían en oscuras insinuaciones de migraña y palpitaciones sordas.
El Pajarón agarró a Juan Guzmán por el cabello, y estrelló su cara contra la mesa metálica. Salvador no pudo parpadear... mientras aquel martillo diabólico destrozaba dientes, mandíbula y tejido. Sintió la sangre tibia salpicar su rostro como las proclamaciones de una bendición episcopal... Vio aquel rostro desmoronarse y ceder con una explosión de dientes, hueso, pelo y sangre. El martillo desfiguró a Juan hasta lo irreconocible, pero su cuerpo nunca dejó de temblar: se revolvió como una lombriz. La sangre, roja y espesa, cubrió la mesa metálica como un manto repugnante... manchando su uniforme fundacional y zapatos con gotas de muerte. 



—Yo creo en muchas cosas que no he visto, y ustedes también, lo sé—dijo Ariel ante el repique de los tambores. Se había quitado la camisa, exhibiendo su torso huesudo tapizado de tatuajes cabalísticos que relucían como signos de fuego endrino—. No se puede negar la existencia de algo palpado, por más etéreo que sea—levantó las manos y saltó sobre las puntas de sus pies descalzos—. No hace falta exhibir una prueba de decencia, de aquello que es tan verdadero—describió un giro con su cuerpo. Susurrando al tabaco encendido en sus dedos para invocar al espíritu de Flegeton en su carne—. El único gesto es, creer, o no...
Algunas veces, hasta creer llorando—Mister África guio a Jericó y Sebastián con los tambores. Repitieron la embestida con las palmas y las luces parpadaearon, como insufladas por la repentina presencia de seres invisibles—. Se trata de un tema incompleto porque le falta respuesta—el judío detuvo sus giros, bajó la cabeza y su pecho se hinchó al dar un profundo trago al picante licor en su otra mano—. Respuesta, que alguno de ustedes, quizás... le pueda dar—se agitó como una flor golpeada por una galerna—. Es un tema en tecnicolor para hacer algo útil del amor—dio un pisotón, y pronunció un aullido nervioso—. ¡Para todos nosotros, amén!
Míster África se levantó para servirle como Banco a Ariel mientras se convertía en Materia de Flegeton, el perverso espíritu del Hades; y y le quitó la botella al judío, para beber y rociar con escupitajos su piel pálida. El alcohol se evaporó al contacto, elevándose en jirones nebulosos mientras el Rey Materia se retorcía al recibir a su invitado, proveniente de cavidades inexploradas, asiduo a inframundos esquivos a la razón. 
La Caja de Espíritus en el caballete parecía vibrar con una pulsación imperceptible. Era un cubo de madera oscura con armazón de plata y jeroglíficos tallados en su relieve, formando los Sigilos Mágicos de la Llave Mayor de Salomón... En cuyo interior relucía un revestimiento de oro, que contenía la esencia divina de un poderoso diablo, encerrado físicamente por el Proyecto Florentino, encabezado por el dictador Marcos Pérez Jiménez durante los años cincuenta. Este secreto gubernamental nació en el círculo ocultista del caudillo, que buscaba imitar el modelo del Arca de la Alianza de la mitología judeocristiana, para atrapar a un poderoso demonio del Llano Negro; como el legendario coplero Florentino, quien venció al Diablo en un enfrentamiento de contrapunteo. Nadie sabe por qué medio se fabricó y cómo fue utilizada, ya que los archivos relativos al artefacto fueron destruidos tras la caída de la dictadura, y la Caja de Espíritus fue decomisada por la Fundación Trinidad. Puede que el Barón Garmendia, el oscuro poseedor del Anillo de Salomón, haya estado involucrado en el asunto. 
La Caja de Espíritus de Pérez Jiménez era uno de los artefactos místicos más poderosos del país, y el diablo desconocido en su interior era una poderosa fuerza, capaz de desatar una maldición sin precedentes en el que osara abrir sus cerrojos. Ariel Sananes requirió la presencia de Flegeton, e invocó la Potestad de los Sefirot... en el Círculo Mágico dibujado alrededor del caballete, cuyo Núcleo era la Raíz del Árbol, Kéter, desde el que se derivan los principios complementarios: Jojmá, la Sabiduría del Padre Primordial; y Biná, la Inteligencia Femenina. Ambos sefirot representaban el equilibrio de una balanza, en cuyo centro era enaltecido el sefirá Keter. Los tres Signos conformaban la trinidad Arik Anpin: el Gran Rostro. El Triángulo Supremo de los Arquetipos, pues en él todo es inmaterial, pura fuerza sin forma ni materia. La Estructura del Circuito era el Sello de Salomón, Símbolo de la Kabbala y el Dominio Demoníaco.
Flegeton pronunció un cántico, realizando movimientos rítmicos y pasados, acomposando el repique de tambores con los temblores de su propio cuerpo. Su conjuro de activación era un Cántico Positivo, similar al procedimiento del Hechizo Inverso... catalizando energía ambivalente para liberar las Ataduras del Demonio.

Oh, ¿qué será?, ¿qué será?
Que anda suspirando por las alcobas
Que se oye susurrando en versos de trova
Que anda combinándonos preguntas locas
Que anda en las cabezas, anda en las bocas
Que anda ascendiendo por hartos huecos
Que están hablando alto en la bodega
Y grita en el mercado, ¿qué cosa es esa?

Es la naturaleza, será, que será
Que no tiene certeza y nunca tendrá
Que no tiene concepto, y nunca tendrá
Que no tiene tamaño...

Las bombillas del salón penumbroso parpadearon, y Míster África sintió la presencia indescriptible de un aquelarre de súcubos malignos de pieles grisáceas y alas pardas, revoloteando en la estancia y arañando su espalda con delicadas zarpas. No podía contarlas, pero estaban allí, y eran horribles... como seres alienígenas que visitaban nuestra corteza desde otras constelaciones, ajenas a nuestro espiral galáctico y conceptos cosmogónicos. Se acercaban a su oído para susurrar un galimatías ininteligible de sonidos imposibles de replicar... y bailaban, esperando el festín de carroña bajo el augusto de una entidad abismal de los Negros Tártaros que parecía llenar el edificio con su fosforescencia semicórporea y cerosa. 

Oh, ¿qué será?, ¿qué será?
Que vive en las ideas de esos amantes
Que cantan los poetas más delirantes
Que juran los profetas emborrachados
Está en la romería de los mutilados
Está en la fantasía de los infelices
Está en el día a día de las meretrices
En todos los bandidos y desvalidos
En todos sus sentidos, será qué será
Que no tiene decencia y nunca tendrá
Que no tiene censura y nunca tendrá
Y le falta sentido

Flegeton saltó con una voltereta, y Jericó gritó de espanto al presenciar los tentáculos de vapor que salían despedidos de la Caja de Espíritus. La tiza blanca del Círculo de Transmutación parecía enervar el pandemonium interno del poseso, cuya fuerza mística y ademanes violentos podían destrozar los nervios de cualquier espectador... y cuya sombra difuminada en el claroscuro asemejó la de un diablillo de cola porcina y pronunciada cornamenta. 

Oh, qué será, qué será
Que ningún aviso podrá evitar
Que tampoco los presos puedan desafiar
Que todos los caminos tendrán que cruzar
Donde todos los signos van a consagrar
Y todos los niñitos a investigar
Y todos los destinos van a encontrar
Y el mismo padre eterno que nunca fue allá
Al hombre nuevamente lo bendecirán
Apagando al infierno su llama final
Porque no tiene caso volver a rodar
Por la falta de juicio

El judío se petrificó con los ojos en blanco, tirado por un cable indivisible que parecía suspender su cuerpo a milímetros del suelo, conectándolo a un mundo aparte y macrocósmico... descargando cientos de alaridos solares, pulsaciones atómicas y latidos planetarios; viajando desde inconmensurables estrellas, pobladas por legiones demoníacas de estirpes ajenas al designio, en cuyas venas corrían los ríos dorados de la infinita consciencia. Transportando los quasares a su médula espinal, y descargando trillones de pulseres en las vértebras desalineadas de su columna... hasta provocar el convulso éxtasis de la cuestión y el conocimiento. Gritando y perseverando, como el gigante Sísifo y su empresa y condena titánica. 
Míster África pronunció el nombre completo de la presidenta con brío al espíritu conectado a la fuente universal de la esencia cósmica... y los tamborileros quebrantaron el silencio con los nervios destrozados para finalizar la conjuración con una oda mefitica.

Oh, ¿qué será?
Que me despierta por la noche, y me hace temblar, me hace llorar
Son fantasmas, son fantasmas, siento la puerta tocar tres veces...
¡Oh, ¿qué será?!
Van suspirando por las alcobas y susurrando versos de trova
¡Ponte a escuchar!

El hombre llenó sus mejillas de licor y bañó la espalda de Ariel con un escupitajo... provocando un alarido satánico, como provocado por un latigazo capaz de abrir las carnes y fustigar los riñones. La Caja de Espíritus desprendía vapor, y los cerrojos de su tapa saltaron con crujidos metálicos. Intentó cerrarla nuevamente, pero estaba tan caliente al tacto que le causó ampollas en los dedos. 
Ariel palideció, con los ojos en blanco, y cayó al suelo con la nariz ensangrentada... presa de una intrusión en su fragmentada carne: era azotado por la gula de los espíritus inferiores, que buscaban sorber con sus putrefactas encías los resquicios de su esencia. Los tatuajes ceruleos en su piel ribeteada de cicatrices parecían arder e hincharse, cobijado por el estremecimiento nervioso que lo hacía boquear y patear el vacío sideral entre las estrellas.
Míster África extrajo la cuerda trenzada de piel curtida de su chaqueta, y lo lanzó al cubo oscilante sobre el caballete.
—¡Influyo en ti, Santísima Muerte! —Proclamó, y el trozo de cuero se enroscó alrededor del cubo... convirtiéndose en una víbora manchada—. ¡Te ordeno volver a tu sepelio, bestia iracunda! ¡Damballah Wédo te azotará y quemará por mi voluntad! ¡RECUERDA QUIÉN TE ENGENDRÓ! ¡ESPÍRITU NEFASTO! ¡Padre Cielo y creador que gobierna la mente y equilibro cósmico. Damballa! ¡El Gran Maestro Serpiente que creó el cosmos usando sus siete mil bobinas para trazar las estrellas y los planetas! ¡Mudando su piel de serpiente, Damballa creó todas las aguas de la Tierra!
Pero el sufrimiento de la serpiente terminó con un silbido ahumado cuando sus escamas ennegrecieron y murió... devorada por el calle infernal de la Caja de Espíritus. Ariel parecía zarandeado por cientos de zarpas acuáticas, botando espumarajos rosáceos por la boca y sangrando por la nariz... Jericó colocó su cinturón entre sus mandíbulas para minimizar el daño mientras el Justiciero de Ciudad Zamora ejercía su influencia electromagnética sobre aquella Caja de Pandora, que encerraba un millar de espíritus terribles y fuerzas negativas.
Míster África volvió a acercarse al artefacto, mientras el caballete de madera desprendía volutas de humo negro y el calor ondeaba como las crestas de un mar aceitoso o los miasmas supurantes de una fosa ignominiosa. Sebastián Landaeta levantó su barra de acero, y descargó un batazo espectacular en el cubo... que se dobló a la mitad tras chocar contra la solidez inexpugnable de los arcanos jamás hallados por los hombres. La presencia gigante estaba furiosa, y su frenético batir de alas draconianas provocó el estremecer de las superficies y calar bajo sus membranas... como un viento mentolado solo perceptible a través del tuétano del hueso. Su aliento maligno era un eco sepulcral del vacío estelar... y su hedor se remontaba a edades antediluvianas, en mares cáusticos bajo casquetes polares, poblados de rumiantes fangosos y ciegos cardumenes. 
El chillido espectral que emergió del cubo ardiente fue suficiente para trastornar a un puritano: un largo y agudo aullido de gargantas desgarradas, perentorio de un infierno degenerado de almas torturadas. La sombra diabólica proyectada por el fulgor místico de la Caja de Espíritus era un presagio terrible: una iracunda y alargada figura negra como la tinta que rectó, hinchada de malignas postrimerías, como una encarnación del impío Mefistófeles. 
Míster África levantó las palmas, con los dedos como garfios en escuetas garras, y gritó para imponerse ante el altivo Demonio, de proporciones insondables... Burlón e indómito, estirado cual mancha grasienta en la pared. El vórtice de negatividad pellizcó su piel con estática chispeante... e intentó imaginar que aquella corriente translúcida de cauce incognoscible era de una fragancia púrpura. Gritó aún más fuerte, con un aullido belicoso para convocar a sus ancestros tribales de la espesa sábana de sangre: antiquísimos Lúases sin nombre, pero agresivos y protectores con sus congéneres... y el estallido barómetrico del remolino se fue cerrando, tibio y sedoso como la seda violeta, exhibiendo gasas inmateriales y líquidos aceitosos. Jericó lo secundó con un Hechizo Inverso, canturreando una melosa ovación a los obscenos placeres de la carne... y fue cerrando sus manos, soportando el peso intangible del mar adriático de electrones y negatrones ionizados, que pasaban por su cuerpo, saturando sus vías energéticas. 
Las voces de los muertos dieron ímpetu a su conjuración, y un perfume angelical gozó de ensimismado estruendo con la apertura de puertas y el caer del polvo saturnal.
—¡In nómine Patris et Fílii et Spíritus Sancti! —La silueta de Jesucristo apareció a su diestra, con un abrigo de plumas de cuervo... arrastrando las tinieblas. El sacrosanto espectro realizó la Señal de la Cruz, y pronunció una plegaria eucarística en alto latín; que Míster África comprendió someramente desde su reducida percepción, ofuscada por el deslave energético—. ¡Ven Espíritu Santo y desde el cielo envía un rayo de tu luz! —El vórtice invisible fluyó en desorden, golpeando las paredes y ventanas—. ¡Ven padre de los pobres, ven dador de las gracias, ven luz de los corazones! —La corriente fue disminuyendo, y Míster África consiguió penetrar en el Círculo Mágico con las manos en alto... empujando una descomunal carga al corazón de los sucesos—. ¡Consolador óptimo, dulce huésped del alma, dulce refrigerio! —Cada paso lo agotó, pero la voz mesiánica del Redentor cobijó su alma ardiente, y le permitió seguir cerrando aquel remolino de entropía—. ¡Descanso en el trabajo, en el ardor tranquilidad, consuelo en el llanto!
»¡Oh Luz Santísima: llena lo más íntimo de los corazones de tus fieles! —El hombre siguió empujando la marea feerica, cerrando el vértice con sus brazos azogados—. ¡Lava lo que está manchado, riega lo que es árido, cura lo que está enfermo! ¡Doblega lo que es rígido, calienta lo que es frío, dirige lo que está extraviado! —Gritó, y su cuerpo chocó contra la muralla de vibraciones... empujando con la barbilla y el pecho... sintiendo los talones resbalar contra el inamovible Pacto—. ¡Concede a tus fieles que en Ti confían, tus siete sagrados dones! —Consiguió atravesar la vesania conteniendo el aliento, y cerrando los brazos en abrazo simbólico alrededor de la Caja de Espíritus—. ¡Dales el mérito de la virtud, dales el puerto de la salvación, dales el eterno gozo! —Gritó, extrayendo de sus pulmones un esfuerzo indescriptible para devolver al demonio a su tormento físico—. ¡Amén!
El silencio cayó sobre la estancia, y Míster África cayó de rodillas... sudando a cántaros por el esfuerzo desmesurado. Sentía su cuerpo temblar ante el caballete, y una opresión en el pecho insoportable... como ahogado por una cadena demoníaca que lo arrastra a las profundidades abismales del océano cambrico y sus fosas inimaginables de negro apogeo. La mano cristiana se posó en su espalda y remitió aquella aflicción con un candor inusitado, y consiguió soltar el gas ponzoñoso de sus pulmones... El calor hogareño reemplazó el frío martirio, y el espectro divino a su lado se encogió para frotar su cuero cabelludo con un óleo perfumado de vid e incienso. 
—Siempre supe que eras una perrita—lo consoló Jonathan Jiménez, acariciando su cabeza con aceite ungido—. ¡No te atrevas a lamer mis manos!
Míster África se rezagó ante aquel fantasma, incapaz de creer lo que ante sus ojos obró: el Padre Jiménez había resucitado; y fue participe de un jolgorio interno desconocido. Carlos Orsetti también había entrado en la estancia, y sostenía un crucifijo de plata con los ojos cerrados y el rostro pálido.
—¿Qué carajos? —Ariel había despertado de su inconsciencia, tendido en el suelo como un presidiario enviado al Calvario... a punto de ser fijado a la cruz por sendos clavos oxidados—. ¿Estamos muertos?
—No—Jericó humedeció su frente con un paño, y comprobó con una linterna la posibilidad de coágulos sanguíneos en el cerebro del judío, según el protocolo del Ritual de Descenso—. ¿Qué día es hoy? ¿Recuerdas tu nombre?
—Más importante aún—dictó Ariel con una sonrisa de satisfacción en su rostro fámelico—. Sé dónde está la presidenta.
—Bien—dijo Jonathan, y se posicionó en medio de la habitación, junto al caballete con el cubo. Miró a cada uno, sonriendo como un lunático—. Tenemos que ir allá inmediatamente—se dirigió al Justiciero de Ciudad Zamora—. Que gusto volver a verlo, Sebastián. Necesito que vayas a la celda 116, y suspendan el proceso de criogenización—comenzó a dar órdenes—. ¡Ariel y Míster África! 
—¡Señor! —El hombre se colocó en posición de firme y realizó una venía—. ¡Me alegra mucho que esté aquí!
Jonathan asintió, sonriendo.
—¡Levántense y beban café! ¡Iremos inmediatamente al arsenal de Artefactos Místicos! ¡Tenemos que armarnos para una batalla ultra violenta por el futuro del país! —Se dirigió a los jovenes—. ¡Agente García, necesitamos saber qué ocurre en el país! ¡Carlos, ese llamado no se va a transmitir solo! ¡Muevánse, soldados! ¡El tiempo apremia, y cada minuto se muere alguien que necesita nuestra ayuda!
—¡Señor! —Jericó encendió el computador—. ¡El Cartel del Llano ha enviado un ultimátum en las redes para desestabilizar el país! ¡Ha pedido que se retiren todos los oficiales al mando de cuerpos policiales y militares... que resisten a la toma del Italiano! ¡Han declarado que tienen a la presidenta, y que si el pueblo no se rinde... la van a matar en plena avenida! ¡La capital está ardiendo, y las ametralladoras no dejan de maldecir las calles! 
—¡Carlos! —Exigió Jonathan Jiménez—. ¡Enciende la cámara y transmite este mensaje en todas tus redes! ¡Diez millones de seguidores están esperando tu pronunciamiento! ¡Es hora de que el pueblo venezolano se movilice a las calles! ¡Vamos a recuperar nuestra nación!

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