VIII

—Tres de la tarde con cuarenta, y la avenida principal que conduce al Palacio de Jaspe y las embajadas se ha convertido en un verdadero baño de sangre—la periodista era una rubia despampanante, que narraba desde el estudio con rostro preocupado... Mientras los informes pasaban rápidamente en el tablero inferior—. Las revueltas han continuado desde la mañana del cuatro de Marzo, y las principales calles del país se han visto abarrotadas por los seguidores de la presidenta electa, Beatriz Guzmán, que se presumía desaparecida... hasta que el Cartel del Llano se proclamó, tomando la capital y expulsando al gabinete ejecutivo de Beatriz para ser ejecutados en la vía pública.

»La situación en Nueva Bolívar es precaria, siendo tomada por oficiales militares sublevados en coalición con los líderes hampistas, y asesinando a sangre fría a todo aquel que se oponga a su golpe. Las cifras de muertos rondan más de trescientos, y los heridos se cuentan por mil... mientras que las autoridades policiales se suman a los civiles en una lucha sangrienta que no parece tener fin. Las imágenes de esta guerra civil son un reflejo del caos subyacente en nuestra sociedad—se mostraron vídeos y fotografías de protestas, cadáveres ensangrentados y la barricada que levantaron los guerrilleros—. Se espera que al anochecer se pronuncien organizaciones internacionales, buscando una solicitud para el golpe anarquista... pero se prevé que la cifra de muertos aumente conforme aumenta la violencia en las calles.

»Se asume que la presidenta Beatriz se encuentra atrapada en el Cuartel del Sol—se mostró un vídeo corto, tomado desde la azotea de un edificio, sobre un marcha de más de doscientas personas abarrotando una avenida en dirección al inmenso cuartel militar... mientras la barricada de militares les disparaba una ráfaga ametralladora—. Por ahora, la barricada interpuesta por los militares rebeldes ha repelido todo intento de llegar al sitio... y las esperanzas del pueblo se ven comprometidas ante los líderes mutantes, que oponen una resistencia desmedida contra los fanáticos heterogéneos de Beatriz. Las imágenes que aparecen en pantalla muestran los actos atroces de estas figuras polémicas, que muestran cualidades inhumanas como controlar el fuego y detener automóviles con la mente.

»Una gran concentración, proveniente de todo el país, se dirige a la barricada por orden del influencer Carlos Orsetti, más de dos mil personas se precipitan en una estampida humana para liberar a la presidenta Beatriz y sacar al Italiano del Cuartel del Sol. Los vídeos transmitidos de la marea de gente nos llega gracias a un estudio de grabación sobre un edificio cercano a la avenida. ¡Es demasiada gente! —La periodista se interrumpió para escuchar unas palabras de los de producción—. ¡Señores venezolanos! ¡Me informan que Carlos Orsetti está transmitiendo desde las alturas... montando lo que parece ser un ave de gran envergadura! —La máscara de preocupación de la mujer se resquebrajo en un rostro ilusionado por el espectáculo—. ¡Allá viene! ¡Pídele a los del lugar que giren la cámara para verlos! —La toma giró al cielo soleado de nubes gaseosas, donde una gigantesca guacamaya de plumaje rojo y pico curvo remontaba el vuelo... manejada por cinco jinetes. Las lágrimas saltaron de los ojos de la mujer, y rompió a llorar en plena televisión. Renunció a su falsa moderación y miró a la cámara como nunca en su carrera—. ¡Es hermoso! ¡Increíble! ¡Ha llegado el día de nuestra liberación! ¡Salgan todos a la calle! ¡Vamos todos a la capital! —Se dirigió a producción—. ¡Me informan que cambiaremos nuestra transmisión a la de Carlos Orsetti! 

—¡TODOS A LA CALLE! —Anunció el joven con el cabello revuelto por la brisa. Desde su toma se podían apreciar las cumbres montañosas y los techos de los edificios. El batir de las alas de ocho metros parecía el oleaje distante de una playa inmensa... Desde la cola larga se avistaba el colorido plumaje de los colores selváticos: amarillo, verde, azul y rojo—. ¡VINIMOS VOLANDO DE CIUDAD ZAMORA PARA SACAR A LA PRESIDENTA! ¡ES HORA DE REBELARNOS CONTRA LAS FUERZAS QUE NOS QUIEREN OPRIMIR! ¡SALGAN, PELEEN, GRITEN! —Dirigió su teléfono a tierra, grabando a los miles de valientes venezolanos armados con palos y fuegos artificiales... levantando los puños para entonar el Himno Nacional, en su avance indetenible contra la tiranía—. ¡EL REY MATERIA ARIEL SANANES, EL SEÑOR VUDÚ JOSÉ MIGUEL URDANETA, EL PRESBÍTERO CATÓLICO JONATHAN JIMÉNEZ Y EL JUSTICIERO DE CIUDAD ZAMORA! ¡SE HAN UNIDO PARA DERROCAR AL CARTEL! ¡BENDITO SEA DIOS! ¡CANTEN AL SEÑOR, PORQUE HA HECHO COSAS MARAVILLOSAS! ¡DEN A CONOCER SU ALABANZA EN EL MUNDO ENTERO! ¡¡¡PORQUE EL DÍA DE GLORIA HA LLEGADO!!! ¡¡¡PORQUE EL PUEBLO SE HA LEVANTADO PARA REDIMIRSE!!!

Se dirigió al Padre Jiménez, que manejaba las riendas de la bestia alada, y le pidió unas palabras de aliento para el pueblo. El sacerdote sonrió, y miró la cámara mientras el hombre delgado de nariz aguileña a su lado se quitaba la camisa para revelar una colección de tatuajes esotéricos impresionantes.

—Entonces, Dios dijo: «Ahora hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». ¡Repitan conmigo, hijos! —Los gritos de la multitud secundaron cada ovación celestial! ¡Dios me hizo Señor sobre todas las Bestias! ¡Tendré poder sobre los peces, las aves, los animales del hogar y las fieras del campo, y sobre los que se arrastran por el suelo! ¡Claman los justos, y el Señor los oye, y los libra de todas sus angustias! ¡Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón, y salva a los abatidos de espíritu! ¡Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra el Señor! ¡Dios es mi creador, y juro que entregaré mi alma a su obra!

La guacamaya rebasó la barricada ante el fuego de las ametralladoras, y el Justiciero de Ciudad Zamora saltó del plumaje a unos cinco metros del suelo... para hacer una voltereta y encabezar la marcha. Los soldados abrieron fuego contra él, pero las balas rebotaron en su campo electromagnético de repulsión... y el ejército de civiles, bomberos, policías y militares embistió la barricada en un fragor indescriptible de aullidos belicosos. 

El Señor Mostaza posó su mano en el televisor, y drenó la energía eléctrica con una inusitada sensación de hormigueo frío... impregnando sus músculos de vigor. Estaba decidido. Salió del departamento, y avistó la inmensa multitud que llenaba la avenida principal de Nueva Bolívar... y el distante pájaro rojo que se dirigía al Cuartel del Sol. Era verdaderamente grande: ocho metros de envergadura por cinco de longitud, y un plumaje escarlata de brillo aceitoso... cuyas alas ribeteadas con los colores de la bandera inspiraban un clamor simbólico. Los disparos, los gritos y los estallidos de la contienda eran familiares sinfonías de insurrección... 

Supo que era tiempo de trabajar.




—¡El Cuartel del Sol está a unos trescientos metros! —Gritó Jonás, que preparó la Manta enrollada, mientras la lluvia de balas zumbaba cercano como pitidos diabólicos. La altura era formidable—. ¡Prepárense para interceptar!

Míster África se había vestido con el uniforme fundacional de kevlar negro y plexiglás flexible, exhibiendo el logo en su pecho: un trípode que sostenía tres llamas blancas; aferrándose al ala derecha de la Guacamaya... mientras desenfundaba el Rayo de Guayana, y lo cargaba de la energía estática en la atmósfera. La varita de madera roja con mango de oro osciló con un restallido vigoroso, y se cargó de un millón de ampares, mientras la figura helénica que esgrimía su poder, lanzaba un relámpago olímpico sobre las torretas antiaéreas que apuntaban al pájaro con sus arpones. 

El imponente edificio de guerra era un complejo de altos muros que llegaba a los veinte metros de altura, pintado de verde oscuro, como un gigantesco trozo de malaquita cubierto por polvo de vidrio. Las torres que lo componían, troneras de fusileros y adarve de la amplia azotea... le daban el aspecto de un castillo moderno con pista de aterrizaje. Habían rebasado la barricada montada por la Guerrilla y el Cartel, y avistaron los misiles lanzados por las torretas defensivas del perímetro. 

Jonás gritó la orden, y los cuatro hombres saltaron del pájaro rojo antes que la explosiones los aturdieran. Se separaron en el aire, avistando el suelo a medio kilómetro de altura... cayendo en picada al cuartel como cohetes dirigidos a la destrucción. El sacerdote sentía la brisa fría mordiendo su sotana negra, desenrolló la Manta, cayendo en diagonal... y avistó la línea de militares abriendo fuego en la pista de aterrizaje. 

Flegeton, volando a treinta metros en caída libre, levantó su arco imaginario y disparó una flecha de fuego contra los soldados a cien metros... envolviendo sus uniformes oliva en una conflagración cáustica. Míster África volaba por encima de todos, agitando el artefacto sobre su cabeza, para descargar el rugido de un espíritu tormentoso sobre el techo de aquel complejo militar... barriendo su superficie con el alarido draconiano de un Kirin japonés, y ennegreciendo su superficie de pinturilla neón. 

La Manta voló, hinchándose con vida propia, y levantando a Carlos Orsetti en sus hebras de lana... Jonás se aferró a una punta de la gruesa lona, y Míster África y Ariel lo imitaron, descendiendo a la pista de aterrizaje sin problemas. El Padre Jiménez desenvainó la Muramasa de su vaina de madera para saltar a la azotea despejada, repleta de cadáveres carbonizados y fuegos rutilantes. Escuchando el bullicio lejano de la encarnizada batalla en la avenida...




Salvador sintió el frío metal mordiendo la piel de sus nalgas mientras se agitaba en la silla. Las patas se desplazaron en el suelo, arrastrándolo lentamente fuera de las líneas de sal que formaban el Círculo Mágico de Anulación, que restringía los canales energéticos en su cuerpo. La presidenta notó su empresa, pero no levantó su rostro demacrado...

—Lo siento, señora presidenta—dijo Salvador, moviendo sus caderas, para desplazar el asiento unos centímetros por vez—. No sé cómo se siente—suspiró, e intentó sonreír a Beatriz—. Debe ser horrible... Nunca he tenido una relación tan largo y profunda como su matrimonio. Mi vida ha estado llena de dolor, vergüenza y amores pasajeros... Y al final, no aprendí nada de mis errores—se deslizó fuera del círculo, y sintió la reconexión en su órbita microcósmica con un hormigueo en la columna—. Seguiré cometiendo muchos más... y ahogando mis penas en la melancolía—apretó los dientes—. No intentaré consolarla... o darle ánimos. Mi deber es sacarla de aquí viva, incluso si usted ya no quiere seguir en este mundo.

Cerró los ojos, y colocó la punta de la lengua en el paladar para cerrar el circuito energético... e imaginó el Desprendimiento Físico, emergiendo de su cuerpo rígido al exterior... viéndose a sí mismo en la profundidad de la gnosis y a Beatriz cabizbaja. Moverse en aquella cuarta dimensión representaba un esfuerzo mental significativo, pues iba más allá de la percepción sensorial; moviéndose ciego, sordo y desnudo... en una dimensión superpuesta que iba más allá de las concepciones cotidianas de las superficies y sustancias.

No le gustaba aquella sensación asfixiante de flotar en tinta burbujeante, nunca se acostumbró en las prácticas fundacionales de Misticismo al Desprendimiento Físico, la Manipulación del Exterior y la Proyección Onírica. Su mentalidad prosaica estaba demasiado contaminada por las fruslerías mundanas... como para dejarse atrapar por los oropeles gnósticos; pero ahora, no había otra forma de romper sus grilletes.

Se agachó en aquel plano exterior, flotando como un miasma fantasmagórico, y posó sus manos exteriores sobre los grilletes del cuerpo físico. Pronunció el Cántico, y dividió su mente para imaginar la corriente eléctrica... brotando de su forma onírica con un chispazo. El torniquete se calcinó y saltó, y la piel se enrojeció con un mordisco de fuego... De inmediato, su mente regresó a su cerebro como una goma estirada que retorna a su forma original, y los oídos le zumbaron. Su brazo izquierdo estaba libre, y procedió a cortar el plástico de sus extremidades... recuperando la movilidad en sus articulaciones constreñidas con ardor circulatorio. Se puso de pie, estudiando la situación y se inclinó sobre la presidenta para liberar sus grilletes...

—Venga conmigo—dijo.

Beatriz obedeció, impulsada por hilos invisibles como una muñeca vacía. Salvador se remangó las largas mangas del uniforme fundacional color marino, exhibiendo los cinco tatuajes rúnicos grabados en sus antebrazos; tres en el brazo derecho, y dos en el izquierdo, porque la escarificación había borrado la tinta, dejando una cicatriz en forma de runa vikinga tras la Activación. La tinta del ocaso mezclada con su sangre y las cenizas de un pergamino con los Círculos Mágicos de Transmutación... podían activarse mediante los Cánticos con la configuración de un conjuro de alto nivel. Eran su último recurso, pues había utilizado uno en su enfrentamiento contra el Barón Garmendia para salvar a Valentina en las grutas de Montenegro.

Conocía los Principios del Misticismo Ortodoxo y la Magia Simpática, aunque prefería enfrentarse físicamente o mediante el uso de armas de diversa categoría. Para él, la Hechicería, cuál sea su tipo, era un método secundario e indirecto de combate. Prefería la antigua filosofía asiática de que el cuerpo humano podía refinarse como el arma más letal del planeta. Estaba preparado para enfrentarse a sicarios y guerrilleros... pero la quietud de los pasillos lo conmocionó. Esperaba encontrarse con tropas violentas de cocaínomanos uniformados con los colores militares del país, pero el inusitado silencio de aquella cripta era premonitorio de un horror desconocido.

Salvador tomó la mano fría de la presidenta, bajando escalones y departamentos hasta el patio de armas del cuartel: un espacio abierto en medio de los edificios y muros donde se alzaban estatuas de bronce en alusión al Presidente Rómulo Marcano, Simón Bolívar y demás próceres independentistas en posturas altivas respecto a su rango militar. Habían árboles extraños como el maléfico Espino de San Jorge y otras variedades exóticas traídas de tierras lejanas y oscuras... con florituras de piedra negra dispuestas en círculos concéntricos, como un portentoso círculo invocador de eras pretéritas y tiempos malignos. 

El magnetismo de aquellas rocas aceitosas de negro cincel, evocaba pesadillescos valles de onice, iluminados por la intensa radiación de soles rojos. Su presencia era absoluta, como emperador de los soldados muertos, ataviado en su ceremonial túnica violeta de fajín verde sedoso, alpargatas llaneras y Yaguatero colorido de argollas pulidas y cráneo amenazante. Nicolás Fedor se desprendió del báculo, que permaneció suspendido como un obelisco capaz de infringir las leyes gravitacionales de masa y forma, y levantó sus manos... recitando blasfemias en una lengua horrorosa. Las entidades de la Sombra Eterna habían descendido, atraídas por los Signos de los Caídos, a las rendijas del Pleroma... orbitando estrellas moribundas y nadando en las intensidades del fondo oceánico. Eran rumiantes cósmicos, invisibles a los ojos vulgares, cuyas masas indefinidas parecían abarcar dimensiones más allá de la comprensión...

La masa éterea de gigantesco Terror ascendió, reververando en cada célula de su organismo, y ensombreció el cielo con un fulgor metalizado. Su Invocación se había perpetrado, y los sacrificios ensangrentados flotaban en un erial escarlata de uniformes aceituna y miembros cercenados. Era un espectáculo dantesco de los negros bajíos infernales, donde flotan en podredumbre ardiente los cuerpos de aquellos mancillados por los pecados. El maligno mago negro había ofrecido un pago de sangre de más de sesenta personas... y sus cadáveres despedazados se podrían en silencio sobre un jardín de bronce, juzgados por las miradas de los héroes del pasado.

—Salvador García—dijo Nicolás Fedor, volviendo en su cuerpo tras pernoctar en el Exterior—. ¿Crees en la existencia de algo tan efímero e incomprensible como el alma?

—No creo en el alma—se colocó frente a Beatriz—. He visto suficientes desalmados en este mundo.

Nicolás Fedor levantó su Yaguatero. Lo que descendió de la profundidad de las estrellas extendió sus zarpas invisibles, y Salvador sintió su miasma fétido como una composición indescifrable para el cerebro humano... que lo perturbó profundamente. Aquella presencia era más grande que el patio de armas o el Cuartel del Sol, inundaba cada espacio con su abultada estructura líquida... y Salvador se preparó, con toda su artillería, extrayendo del fondo de su cerebro los Cánticos memorizados. Escuchó la respiración agitada de la presidenta, que a pesar de su estado catatonico, parecía reaccionar a un miedo primitivo.

La luz se deformó, como una cresta que separaba el espacio, y sintió la ionización estática como un escalofrío atravesando sus huesos. La pared de relámpagos ceruleos se alzó como un destello boreal, y la silueta helénica de Míster África apareció, embutido en el uniforme fundacional y empuñando el místico Rayo de Guayana, cual rey vikingo sosteniendo un martillo legendario. Cayeron Siete Rayos, decapitando las estatuas de bronce, y el semidesnudo Ariel Sananes disparó un arpón de fuego... que envolvió la figura del mago negro en un aro rojo.

—¡Señora Presidenta! —El judío iba sin camisa, exhibiendo el Árbol de Keter tatuado en su espina dorsal, y los símbolos cabalísticos dibujados en su pecho... relucientes como aceite de endrino.

Nicolás taconeó el suelo con el bastón, y las llamas se esfumaron con un soplido. 

Salvador sintió el rugido prehistórico estremecer su interior, como un llamado anterior a la vida pluricelular y se estremeció con los nervios destrozados... zozobrando en la vastedad de la insignificancia mientras aquella bestia indescriptible, proveniente de los espacios exteriores a la expansión cósmica, embestía al mundo con su horror pretérito. Sintió su aliento purulento como un clamor primigenio, y descifró su nombre, más antiguo que el monstruoso Leviatán o el berrinchudo Satanás... Un nombre abominable que deambula en las mentes de los hombres perversos, como asistente de una nominación capitular del Supremo Demonio del Firmamento.

—¡Flegeton! —Proclamó Míster África, agitando la varita roja tres veces sobre su cabeza—. ¡Llévate a la presidenta!

—¡A su orden, mi sargento!

Nicolás levantó su Yaguatero con ambas manos, balanceando el cráneo colorido... y convocando a los espíritus menores como pústulas luminosas. Míster África había canalizado un torrente de energía eléctrica, visible en forma de chispazos pálidos, y lo descargó como un aluvión... dando un latigazo con el brazo. El relámpago brotó como un cañonazo, e impactó en el hueso con un millar de chispas candentes. 



—Estamos en la avenida principal de la ciudad de Nueva Bolívar donde se ha desatado una verdadera guerra civil entre el pueblo venezolano y los militares—la narración pertenecía a un locutor tenor, y la toma mostraba el fragor de una escaramuza entre unos desarrapados militares que disparaban al gentío interminable de voces protestantes, armados muchas veces con palos y piedras; atacando y luchando como una sola masa de incontables cabezas, brazos y piernas—. La situación se ha complicado, y las fuerzas del orden no saben cómo sobrellevar la situación en el Cuartel del Sol. Los tres cabecillas identificados como el Piromaníaco, el Espectro y la Bruja del Guayabal han sido confrontados por un único hombre de gabardina oscura... que responde al nombre de Señor Mostaza, y ha ordenado al Justiciero de Ciudad Zamora, que parece movilizar la protesta, que mantengan la distancia.

»El hombre ha sido identificado por los periodistas en la zona como el Señor Mostaza, un individuo extremadamente peligroso que ha sido relacionado a casos de secuestro, asesinato y robo en diferentes estados del país. Buscado por la policía internacional tras sus presuntas conecciones con sectas homicidas y grupos mercenarios. ¿Estará relacionado con el Cartel del Llano? Cuando el mutante uniformado, apodado Piromaníaco, levantó sus manos para rociar a la multitud con un chorro de fuego... el hombre hizo acto de presencia en una aparición dramática, mermando la conflagración con medios de extinción desconocidos. La multitud ha retroceso, dejando un espacio despejado en la avenida principal... mientras la barricada destartalada es refugio de los militares golpistas. 

»El Piromaníaco de mangas recogidas se ha adelantado, mientras la delgaducha Bruja del Guayabal se muestra a la defensiva y el horrible Espectro... desaparece en el asfalto. ¿Cómo harán esos trucos visuales? El guerrillero encara al Señor Mostaza, con las manos al rojo y... ¡Ha salido volando! ¡El hombre ha dado un salto olímpico ante la acometida del fuego! ¡Ni un medallista podría saltar tan alto y lejos! ¡Se dirige como un bólido a la pequeña bruja que no tarda en mandarlo en dirección opuesta con sus poderes psíquicos!

»¡¿Qué carajos estamos viendo?! —El cuerpo del Señor Mostaza penetró en un edificio alto cual misil balístico, y el gentío se llevó las manos a la cabeza en señal de desesperación—. ¡Pero está de regreso! ¡Ha virado para esquivar las descargas de fuego a la sombra de los edificios! ¡¿Qué es esa mancha negra?! —Junto al hombre volador, pegado al edificio, como surgiendo entre los ladrillos... lo que parecía ser la mitad del Espectro, ascendió de su mundo inferior de sombras terribles con una escopeta... y descargó un violento disparo en la espalda del Señor Mostaza—. ¡Lo ha derribado señores! ¡Ha caído el hombre del cielo! ¡El Piromaníaco corre a rematar al moribundo con sus brazos encendidos en ascuas! ¡Pero el hombre se levanta y le conecta un gancho en el mentón! ¡¿Cómo es posible después de recibir un escopetazo a quemarropa en los omóplatos?! ¡El Piromaníaco lo asedia a golpes sin descanso, como un boxeador conectando un saco de arena! ¡Los cárdenos naranjas saltan en volutas de veladuras grises con un sacramento helénico del fuego eterno! ¡El Señor Mostaza recibe la embestida con los brazos en alto, mientras su ropa se desintegra sin compasión! ¡Parece que está cargando una embestida y...! ¡UH! —el golpe que lanzó fue tan rápido y potente que retumbó como un latigazo... pero solo consiguió alcanzar el vacío, porque con un movimiento repentino, el Espectro arrebató al Piromaníaco a su dimensión inferior—. ¡El Señor Mostaza se quita la gabardina deshilachada de los hombros! —Debajo llevaba una camisa negra cubierta de agujeros y magulladuras—. ¡Se prepara para interceptar en una postura marcial! ¡¿Qué es eso?! ¡¿DE DÓNDE VIENE ESE SONIDO?!

Pero, la transmisión se cortó...




El Padre Jiménez apretó el mango de la espada japonesa mientras se adentraban más y más en los niveles inferiores de aquel palacio del mesmerismo y las materializaciones de patronos influenciados por imposturas escolásticas. En su descenso a los abismos infrahumanos de la experimentación quimérica y genética hallaron aberraciones en tubos de ensayo y frascos de conserva... así como horribles profanaciones biomecánicas e injertos sin identificar que producían crapulosos especímenes en jaulas espumosas.

Encontraron cadáveres de científicos fusilados con disparos en la nuca, exterminados al por mayor en sus salas de oficio por los guerrilleros, cual germanos teutónicos asediados por desvaríos... en el búnker de los últimos días de la esvástica. 

Carlos agarró uno de los fusiles cuerno de chivo, y lo amartilló a su espalda para caminar con cautela por los pasillos ensangrentados... digiriendo con desagrado las celdas de tortura y las bóvedas experimentales, destinadas a la corrección y desaparición de los opositores al imperio visionario de Rómulo Marcano y sus herederos políticos. Sabía, por las fuentes extraoficiales de periodistas desaparecidos o desacreditados, que las cámaras frigoríficas contenían cadáveres conservados y experimentos necrológicos sobre los límites de la vida... y el retorno perentorio de la Tierra de los Muertos, en incontables ensayos horripilantes. 

Había subido a su sitio personal una lista de enlaces de descarga con los archivos escaneados de la Iglesia Cristiana de la Salvación, que recibió el Diácono de Montenegro de una magistrada desaparecida... y como un arrebato de pólvora, aquella información estalló en foros en línea con discusiones generalizadas sobre tetricos experimentos, contravenciones naturales y fenómenos alienígenas que durante muchos años el gobierno silenció del foco público. Las publicaciones se sucedieron en las redes sociales, cada quien peleando con sus informes detallados y resúmenes de los oscuros archivos que se podían descargar libremente. Dentro de pocas horas, las naciones vecinas y los organismos internacionales de la justicia se pronunciarán para reclamar por los derechos humanos vulnerados. Era un golpe decisivo al Cartel del Llano que buscaba reavivar las llamas de la extinta dictadura de Marcano. 

Mientras más descendían por aquellos niveles subterráneos, se enteraban que los experimentos humanos de modificación corporal no eran los únicos procedimientos regulares... pues, mimetizando los protocolos fundacionales, encontraron celdas de concreto reforzado con criaturas anómalas, ajenas a los conceptos zoológicos como seres de mitologías autóctonas: el morrogallo, un cruce entre gallo y tortuga capaz de volar, representante de los Dioses Protectores de los indios Guarinos; el espíritu semicórporeo de Biltz, un perro de pelambre espesa color azabache, ojos verdes llameantes y serpiente por cola; lo que parecía ser un Chaure blanco de ocho alas y ojos bulbosos, pero que al verlo, se transformó en un ser antropomorfo de rasgos femeninos y rostro ofidio. Aquellas celdas blindadas contenían especímenes retorcidos y horripilantes, extraídos de las profundidades de los Llanos Negros y los pantanos venenosos de la selva amazónica; así como fuerzas oscuras convocadas a nuestro mundo en fallidas materializaciones. 

Avistaron los portales reforzados de plantas alienígenas y seres vegetales similares a medusas, y enjambres de amebas engendradas en infiernos estériles donde flotan coágulos podridos de gripes negras y tuberculosis sanguíneas. Las más terribles pruebas eran las infecciosas y parasitarias... cuyo índice de mortalidad era absoluto y degenerado; y mientras más indagaba en las pilas de documentos, se enteraba de oscuros procesos químicos inyectados en la sangre de los ingenuos ciudadanos y cabales agentes virulentos que latían en las mitocondrias de las células. 

Hubo experimentos genéticos en reservas indígenas que terminaron en la aniquilación... y contacto con fuerzas desconocidas que destruyeron cualquier instituto preconcebido. Los ensayos esotéricos sobre mesmerismo, clarividencia, desmaterialización y metempsicosis... acabaron con la integridad mental de los sujetos, convirtiendo a individuos prometedores en alienados dependientes de fármacos. 

Los computadores de la central contenían grabaciones de rituales profanos en cámaras confinadas, oficiadas por magos negros de alto nivel, que convocaron entidades inmemoriales de la lejana vastedad a nuestro tiempo... para conspirar sobre el silencio de las estrellas. Los análisis y resultados de estas peregrinaciones negras al ocultismo... parecían extractos de una antiquísima demonología en frontera con el paganismo. El Padre Jiménez reconoció los nombres y ritos de poderosos príncipes infernales y deidades africanas... cuyos votos requerirían pagos de sangre para otorgar prodigiosas facultades. ¿Qué sortilegios habrán conjurado empíricamente? ¿O habrán consumado las puertas herrumbrosas a otros confines? Esa delgada cortina entre el reino divino y terrenal parecía disolverse en sombras, proyectadas por las ascuas de la incertidumbre... mientras la tramoya de luces arrojaba haces sólidos sobre el misterio del espiritismo y los tormentos infernales detrás de la barcaza de Caronte. 

El Altar del Pajarón era un aposento espacioso iluminado por lámparas de gas y estatuas de la Corte Libertadora. El atrio de piedra coronado, tallado de un único bloque de mármol, y las butacas de caoba aceitada... le daban el aspecto gótico de una perpetua Misa Negra oficiada por fantasmas esclavizados. Las orgíasticas celebraciones de Aquelarres, la Noche de Walpurgis, debían conmemorar el descenso de fuerzas ajenas al entendimiento... orquestadas por magníficos brujos de todos los rincones dispersos de la nación. 

El Pajarón esperaba el devocional, coronando el cónclave con su espolvoreada presencia de rasantes somormujos, horrorosamente engalardonado como un Papa Negro de austera muceta, sotana y roquete de un profundo bermellón sanguíneo... con la Estrella de Nueva Puntas como cruz pectoral, y los tradicionales zapatos rojos del clero bizantino. Su mitra burlesca estaba decorada con bártulos auríferos y una orla flameante parecida a cuernos... mientras lo festoneaban los brujos del Cartel, ataviados en casullas azulencas cruzadas en el ombligo por los Signos de la Peregrinación Negra y un calabacín de seda negra sobre sus cabezas afeitadas; esgrimiendo macizos báculos  de hierro cuyo cabezal podía ser un círculo embelesado, un cráneo bañado en metal precioso, una caricatura de animal o un carácter simbólico perteneciente a las oscuras creencias del Llano Negro y las diabólicas cortes mariolenceras extirpadas de la Montaña Sorte.

Ante el atrio, había un trono de mármol negro con serpientes talladas en bajorrelieves profanos e incrustaciones de piedras aceitosas de un verde ceruleo jamás hollada por la Humanidad... en cuyo asiento se veía a un mulato atormentado únicamente vestido con un taparrabos. Bajo la sangre seca y los azotes del prolongado martirio... reconoció la piel envejecida y las profundas arrugas de Antonio Gonzalez Rosetti, alias Ciempiés Rojo; desflecado por los latigazos y coronado con una diadema hecha con las vértebras de un animal marino... junto al atrio había otra figura de renombre cuya presencia en la sala era síntoma de grandes calamidades. 

El Italiano, Kausell Courbet, vestía camisa blanca abotonada con corbata negra y saco y pantalones a juego color crema... mientras que sus mocasines negros relucían argollas de oro, y el reloj de material aurífero en su muñeca le proporcionaba la más alta condecoración. Su rostro rojo de arrugas austeras y ojos aguamarina estaba ensombrecido por el sombrero blanco de ala ancha y cinta negra... Con un semblante impenetrable capaz de congelar la sangre y unos labios púrpuras bañados en bálsamo. El líder del Cartel del Llano era respaldado por su mano derecha, el chaparro Eduardo Túnez; de alba y esclavina negras, tez canela y aretes en forma de cruz. El silencio espectral parecía girar en el altar como un caleidoscopio de fuego... el Pajarón se dirigió al cónclave de hechiceros con voz de trueno.

—Satanás, quien es el dios de este mundo, ha cegado la mente de los que no creen—proclamó, manoseando un libro arcano de tapa envejecida... cuya resonancia parecía enervar en el interior de su cráneo con el chirrido de un millar de polillas—. ¡No nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno! ¡Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales!

Andrés Bello realizó el Signo de Baphomet, la Cabra Sabática de Éliphas Lévi. Jonathan caminó en medio del altar, flanqueado por los hechiceros acólitos... mientras Carlos quedaba relegado al fondo del sitio. 

—No temas, porque yo estoy contigo—dijo el Padre Jiménez empuñando su espada japonesa—. No te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa—se irguió ante el altivo atrio del Pajarón—. Aún si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno... porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta—miró a Carlos por encima del hombro—. Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante esas naciones, pues el Señor su Dios siempre los acompañará; nunca los dejará ni los abandonará.

El Pajarón asintió, y levantó las palmas, adoptando la postura del Moloch de los fenicios, cartagineses y sirios; símbolo del fuego purificador. Su temple era el de un berraco quimérico, oficiante de sacrificios infantiles a las brasas de su estómago.

—Y comeréis la carne de vuestros hijos, y la carne de vuestras hijas—replicó con devoción—. Arrojaré sobre ti inmundicias abominables, y te haré vil, y te pondré como espectáculo. El primer hijo de cada vientre me pertenece, incluyendo todos los primogénitos varones...y si no lo redimes, entonces le quebrarás el cuello. Todos los primogénitos de tus hijos redimirás. Y ninguno comparecerá ante mí con las manos vacías.

El Padre Jiménez negó con la cabeza, y se quitó el alzacuellos sacerdotal de las solapas. 

—Jesús se dirigió a la gente, y les dijo: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida—se dirigió a los hechiceros faraónicos y al Italiano—. Esta es la causa de la condenación del hombre: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz... porque sus hechos eran perversos. Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto. En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios.

—Es tiempo de vendimia, Jonathan Jiménez—Eduardo Túnez se dirigió a él con una reverencia—. Hemos traído el Libro de los Grillos para celebrar el Supremo Ritual del Milenio, como enlace a los Misterios Mayores que se esconden detrás de la Constelación del Dragón. ¡Un Ritual de Descenso se llevará a cabo en el Sanctosectorum del Templo de Odrareg! ¡Y descenderá aquella que permanece detrás del vacío de las estrellas! ¡Cagliostro y su vorágine de destrucción! ¡Odrareg nevesor toson!

—Serás el sacrificio, Padre Jiménez—concluyó el Italiano, rompiendo su voto de silencio. Tenía dientes de plata—. La Ofrenda Virtuosa del pueblo venezolano. Tu cuerpo será instrumento del Adversario, mientras el Ciempiés Rojo te sirve de Banco—escudriñó al sacerdote, y con pesar admitió su cometido—. Será la única forma de salvar al mundo de su inminente destrucción. 




—¡Marte! —Salvador levantó una varilla de hierro destindida del interior de un pedestal destrozado—. ¡Dios de la Guerra! ¡Planeta de sangre y fuego! —La corriente energética recorrió su cuerpo como un hormigueo ardiente—. ¡Ares feroz! —El símbolo masculino, Signo Astrológico de Marte, tatuado en su antebrazo... silbó, derritiendo la piel con un doloroso salpicar de aceite hirviendo—. ¡Tú, cuyos dones aseguran nuestra supervivencia! —Levantó la varilla de hierro como una ofrenda gloriosa—. ¡Oh dios de los guerreros, te alabo y te honro!
El hierro era el elemento alquimico asociado a la Magia Planetaria de Marte, y estalló en sus manos como un mandoble forjado por el mismísimo Vulcano: un arma de los querubines. Salvador García realizó un floreo con la espada de combustión amarilla, cual Uriel amenazante a las puertas del Edén para espantar a los humanos lejos del Árbol de la Vida.
Durante el Curso de Misticismo Avanzado, tuvo que dibujar el Sigilo del Fuego en un pergamino hecho con el estómago de un cordero sacrificado... esculpiendo el círculo con una pluma y su propia sangre; inducido en un estado gnóstico a través de Cánticos Elementales y Purificación Espiritual... para posteriormente quemar el pergamino y mezclar las cenizas con la Tinta del Ocaso, para tatuar el Sello de la Guerra, en su antebrazo; que podía ser Activado mediante los Cánticos, escarificando su piel y liberando un gran poder. La Magia Elemental requería ofrendas para la Transmutación: cristales rojos como granates, rubíes, heliotropos; metales como el hierro y el bronce; minerales combustibles como el azufre y plantas rojas como las rosas. Pero, su habilidad para la Conjuración era escasa... y no disponía de recursos ni tiempo para cumplir los protocolos necesarios para enfrentar las abominaciones de Nicolás Fedor.
Salvador empuñó la espada llameante con ambas manos, y se concentró en la desmaterialización para dar un salto cuántico, a través del vasto mundo inextricable de la corporeidad, hasta el impetuoso Nicolás Fedor y sus evanescentes espíritus menores. La hoja de combustión describió un arco, y chocó contra la ululante estampida de estelas polares... desprendiendo un sonoro bramido de cientos de espíritus esclavizados por los negros arcanos del brujo. La vaharada de dulzarrón lo repelió, y sintió el fuego helénico enervar ante la corriente atlántica de seres inferiores... 
La sombra de desolación cubrió su cuerpo con un presagio atosigante y una asfixiante sensación de vértigo... cuando el Espíritu Mayor descendió su herrumbrosa hacha de tres varas con un silbido mortal. La pestilencia acre del aterido ser cayó sobre su cuerpo. La propulsión de relámpagos acarreado por Míster África le permitió escapar de la embestida iracunda del Hachero: un ánima corpulenta de tres metros de altura que balanceaba un pesado instrumento de mutilación. 
Salvador se transportó con la nauseabunda entereza de ser colgado de las tripas, y José Miguel Urdaneta se interpuso los momentos claves de su recuperación, ente él y el enjambre de espíritus menores y las materializaciones horribles de terrores autóctonos. 
—Legbá, gardien des portes! —Míster África trazó el Vevé de Agaou con la punta de la varita—. ¡Gobernador del trueno, la lluvia, las tormentas y los terremotos! 
Eran los desafortunados argonautas de una piragua plañidera que remontaba la ensenada pantanosa de Lerna, donde las criaturas del inframundo se removían bajo sus aguas ponzoñas. Asomaban febriles ensoñaciones del incognoscible paleolítico, cuando las tribus de las estepas temían los manglares y los ríos achocolatados, en tiempos extintos cuando era frecuente el contacto con esos seres retraídos a las profundidades amazónicas y espíritus ancestrales capaces de mezclarse en las sombras vegetales.
Los sapos monstruosos y las anacondas de boca ancha y negro asomaron de la inmensidad del pantano, y el hombre esgrimió la batuta mística; artefacto legendario traído de otros mundos por los hechiceros indígenas; y como dirigiendo una orquesta sinfónica de Lúases materializados en dijes de relámpagos y aros energéticos. Aquel compás musical de Muertos y Ancestros parecía bailar en coros invisibles con los latidos rítmicos de su corazón, interpretando sus saltos y giros como odas tribales a las tostadas sábanas africanas. El Vudú litúrgico guarda absoluta veneración al GrandMét y Bondye, árbitro supremo de nuestro destino. 
Míster África dibujó un círculo con los talones, invocando desde tierras lejanas con el llamado ancestral que empezó desde la Trata Atlántica en Haití. El Rayo de Guayana trazó las líneas marítimas que conducían desde la Costa de Marfil hasta la Costa de los Esclavos... yendo más allá de la historia y el sufrimiento. Saltando, y convirtiéndose en el receptáculo de un millar de espíritus manifestados contra la opresión que latía en sus venas... Las danzas rituales simbolizan el Camino de los Espíritus, recorrido por los dioses desde la lejana Guinea para llegar a Venezuela.
Trazó los Vévé de los Lúases que protegían a la familia Urdaneta utilizando la energía estática de la varita... canalizando la energía con sus bailes, y escuchando los tambores distantes de sus ancestros. Los espíritus malignos, materializados como monstruos selváticos y espantos de holgadas vestiduras, libraban una escaramuza mística que hacía vibrar la tierra con aullidos bélicos y oscurecer el cielo con un vapor mefitico exhalado de las profundidades del cielo. 
Clamó a Papa Legba para abrir los caminos, semejante al Elegua de la Regla de Ocha, 
para aperturar los cerrojos de calcedonia que separan el Mundo de los Mortales del Mundo Trascendente; aunque era presentado como un santo sediento de drogas, invocado mediante líneas de cocaína y bebés sacrificados como alimento, en un intento de degradar al Vudú como religión sangrienta y depravada... Su presencia en la contienda era magnánima. Podía escuchar su algarabía a través de los portales invisibles, atrayendo con alborozo a los guerreros de sus pabellones. Invocó a los Lúases del Panteón Rada, de la capital de Aradá, del Antiguo Reino de Dahome; y los Lúases Creoles, del sincretismo haitiano del Panteón Petró. Proclamó los conjuros a los ancestros belicosos bajo la advocación de los dioses Petró que, junto a los amables dioses de Guinea... conformarían los centuriones augustos de aquel millar de soldados espirituales, librando la Gran Batalla contra las Potestades de Nicolás Fedor. 
Míster África sintió el resoplido ardiente del aliento draconiano, y aunque los herensuge no aparecen en el imaginario colectivo autóctono, lo eran las Candilejas: esferoides de fuego que desaparecían a los extraviados en la madrugada. Aquel era un cúmulo fundido de espíritus, formando una algazara de conflagración iracunda... como la garganta de un dragón exhalando un meteorito de fuego.
—¡Agwe, Soberano de los Mares! —Gritó Míster África, trazando el Vévé en el aire—. ¡Esposo de la Sirena! —Levantó la varita ante el aliento draconiano de la cincuentena de espíritus, y soltó una retahíla de conjuros en francés meloso—. ¡Señor, hazme tan poderoso que pruebe que la cúspide de la fuerza es como la inocencia de un niño! —La ola se condensó en una nube oceánica, deteniendo el fuego con un estallido de vapor—. ¡Hazme tan poderoso en la guerra, que derrote cada impulso en mi alma que quiera destruir la paz! —El estallido le levantó el cabello y lo golpeó en el rostro con una cachetada ardiente—. ¡Bondye, hazme tan poderoso en mi dureza contra la amargura, que la ternura de mi corazón no sea destruida por las heridas!
Sintió la mano de Salvador aferrando su hombro mientras la barrera líquida cedía en un muro de vapor... y desapareció, como succionado por un albatros y proyectado sobre pedregosas playas de circonio. Fue Transportado a unos veinte metros de la conflagración, que redujo las estatuas de bronce a efigies ennegrecidas, y perdió el equilibrio ante la descompostura de aquella columna de vapor y ascuas. 
Nicolás Fedor era inmutable con su boato Yaguatero, receptáculo de cientos o miles de espíritus esclavizados durante sus dos siglos de andanzas y vagabundeos en pueblos remotos y llanuras indomables. Sonreía con mofa, pese al esfuerzo que le estaba costando derrotar a dos hombres. Casi no se habían acercado, pues sus hordas de espíritus menores y efusivas materializaciones traían a colación exabruptos... pero habían liquidado con sus arcanos helénicos su recolecta de engendros de la Selva Amazónica, y ante la merma, tuvo que compensar las deficiencias liberando un centurión de espíritus menores del Llano Negro. 
—Salvador—Míster África, a pesar del agotamiento, aún podía seguir manipulando las corrientes energéticas—. ¿Crees que puedes usar la Transportación conmigo otra vez?
El hombre puso la mano en la espalda del hechicero.
—Diez segundos por salto.
Míster África apretó los dientes, y se preparó, aferrando el Rayo de Guayana con ambas manos enrojecidas... mientras la ionización de partículas pasaba por su cuerpo, oscilando y cargando sus células como un motor de ignición. 



En la distancia, y viendo a través de las pantallas policromas del terminal... se sentía como un dios impotente y miserable: escudriñando los sucesos sangrientos desde su burbuja translúcida de crisolita, ajena a toda resolución de sucesos. Jericó García se había destrozado los dedos a mordidas por el nerviosismo de contemplar las avenidas repletas de humo y las cámaras internas del Cuartel del Sol. 
Desde las cámaras de vigilancia instaladas en la avenida de las embajadas, vislumbró una humereda como la execración perfumada de una grieta abismal que conduce a las entrañas de la Tierra... cuyos destellos lapislázuli y estallidos de berilio derribaban templetes, provocando escándalos en una danza draconiana de fuegos y relámpagos, bajo el grueso telón del polvo y el humo. El Señor Mostaza se veía fugazmente en determinados cuadros, mientras aquella tríada maligna de mutantes lo hacía estremecer con envites psíquicos, chorros de fuego y sorpresivos ataques en la espalda a través de las sombras.
Jericó cambió a la cámara en el patio de armas del Cuartel del Sol, y se sorprendió de las fugaces imágenes captadas por la vista panorámica de un salitroso jardín repleto de columnas de fuego enfermizo y cadáveres carbonizados... En que los pixeles borrosos apenas lograban captar las abigarradas manchas y mucilaginosas formas de diásporas invisibles conminadas por los hechiceros en sus discursos malditos. La silueta de Míster África era un cuerpo parpadeante, secundado por el Supervisor Salvador... entrelazados en una ilusión, rebullendo de los espíritus piroeléctricos comandados por Nicolás Fedor y disparando ondas de taquiones. Se acercaban al cárdeno mago negro con compases y ademanes de la varita, transportándose al último momento como enajenados vihuelistas en una inesperada desmaterialización... reduciendo la distancia y contraatacando a los seres estigios de fulgor verde y repulsivo. 
Reconoció a un Chaure de alas violáceos completamente hecho de incandescencia que bajó en picado hasta los hombres... y los abrazó con su plumaje ígneo de lagunas infernales. Jericó contuvo el aliento, y el pájaro desapareció en un torbellino de solsticio... cuyas llamas de tornasol arrojaban un resplandor enfermizo sobre las superficies, distorsionando la visión panorámica. Creyó ver un vapor nacarado y zumbido ensordecedor... y una estatua antropomorfa de pórfido esculpido, de seis brazos y tres metros de altura, cuya lengua diabólica y espalda maciza era la de una deidad iracunda del África inmemorial. Entrecerró los ojos ante aquella imagen desconocida, y un relámpago olímpico destruyó la cámara...
La mujer golpeó el teclado con los puños en señal de exasperación, e intentó desesperadamente ingresar a otras cámaras con vista a aquel coliseo de dioses maléficos y encarnaciones del Hombre. Podía escuchar a través de las grabaciones los estallidos secos en los salones cercanos al patio, y un estremecer en las aldabas... aunado al polvo y las columnas de humo. En uno de aquellos pasillos encontró a Ariel Sananes, que utilizaba protecciones en nombre de los Elementales para repeler una fuerza invisible que perseguía a la presidenta Beatriz Guzmán.
—¡Ariel! —Jericó habló a través de la bocina en aquel pasillo—. ¡Estás cerca del hangar de helicópteros! ¡¿Sabes manejar, verdad?! 
El hombre semidesnudo estuvo desorientado, hasta que miró la cámara con rostro risueño... y asintió. Tomó del brazo a la presidenta y huyó con ella por densos corredores mientras era guiado por su voz. Con inquietud, lo veía ser perseguido por una bestia demasiado grande para aquellos pasadizos... que, aunque invisible, roía las paredes en su embestida, calando el audio con su respiración nauseabunda.
—¡Ariel! —Gritó Jericó, dándose cuenta de su error—. ¡¿No sabes manejar un helicóptero, verdad?! ¡Ariel, responde! 
Pero, era demasiado tarde... Ariel había llegado al hangar, y se preparaba para encomendar su Materia a un espíritu capaz de pilotear la aeronave. 



El Señor Mostaza perdió de vista al Piromaníaco, mientras la Bruja del Guayabal retrocedía al fondo de la avenida... Cuando el helicóptero apareció girando en el aire como un torbellino, y el tejado del Cuartel del Sol explotó con una ignición de columnas y ladrillos. Una fuerza extraña había hincado sus colmillos abismales en el rotor de la cola, mientras las aspas horizontales giraban a toda velocidad... y la cabina patinaba por las torres del cuartel militar. Aquella lucha de fuerzas entre la bestia mecánica y la invisible conmocionó a la multitud con gritos de vapor...
Intentó desprenderse del suelo, pero como una aparición de aquel mundo sombrío y bidimensional, el Piromaníaco lo arrastró a la negatividad. Lo último que vió fue el helicóptero de cabina destrozada, precipitándose a tierra en una bola de humo negro con las aspas girando a alta velocidad. 
Sintió unas manos quemadas sumergiendo su cuerpo profundamente en aquel océano estigio de tinta negra, en el extravío del tiempo. La luz del mundo exterior parecía difuminarse al hundirse en la negrura, calando hasta sus huesos con un frío sepulcral y... atormentando su existencia con la infinidad de los monstruos y las abominaciones originadas por las enseñas del pensamiento.
Al sentir aquel cuerpo detrás suyo, destrozó una nariz con un cabezazo y se giró, flotando en el vacío. El rostro del Piromaníaco era una máscara grasienta de ojos enrojecidos, y se aferró a aquel cuello quebradizo intentando romper sus vértebras... mientras unas manos burbujeantes se cerraban como grilletes al rojo sobre sus muñecas. Traspasó toda la energía acumulada en su cuerpo a aquel engendro producido en los laboratorios alienígenas... sintiendo cada célula de su organismo vibrar ante la pulsión. El ardor se volvió insoportable, y se mordió la lengua intentando contener el dolor para no soltar aquel cuello enjuto. El Piromaníaco gritó con los ojos convertidos en esferas de luz, y su rostro se agrietó, unos segundos antes de explotar como un sol que colapsa sobre su propia masa plasmática. El destello de luz iluminó aquel vacío estelar, y creyó avistar unas formaciones colosales de fulgurantes cientos de ojos rojos... y otras indescriptibles formas prehistóricas al fondo del precipicio. Cerró los ojos ante el estallido lumínico, y la inercia impulsó su cuerpo fuera... hasta la abertura del mundo exterior, donde consiguió llenar sus pulmones de aire fresco antes de regresar al duro y caliente pavimento. 
El helicóptero había caído a la avenida, traspasado por largas cabillas de construcción... que goteaban sangre. Al parecer, en su descenso se estrelló contra el desafortunado Espectro, que terminó convertido en una mancha sanguínea. Había también un cuerpo mutilado en la cabina del conductor mientras el rotor se detenía con zumbidos de engranajes... y una multitud de funcionarios del orden se preparaban para extraer al pasajero. 
El Señor Mostaza se levantó para ayudar, y cayó de rodillas ante la perdida de fuerza. Vio un centenar de piernas que lo rodeaban... y extendió una mano que nunca fue tomada, antes sucumbir a su propio abatimiento.



—Mi nombre es Jonathan Jiménez Belisario, oriundo de Chivacoa e iniciado en la buena obra por el Padre Escalona. Fui ordenado Presbítero en el Colegio Cardenalicio de Roma, y he trabajado como Agente Especial para la Fundación Trinidad durante más de una década, recorriendo el mundo como exorcista e investigador de lo oculto.
»Mi hermana menor murió durante un dificultoso exorcismo, y mis padres cayeron en el alcoholismo cuando era un niño. Tiempo después, mamá no pudo más... y me quedé solo con mi padre. Cuando supe lo que él tenía que pasar para llevar dinero a casa, valoré más cada pequeña cosa que me daba. No quiso repetir conmigo lo que vivió de pequeño e intentó darme lo que nunca pudo tener. Moriría feliz... si llego a ser la mitad del hombre que fue mi padre. Ahora que soy adulto y no está mi papá, lo entiendo todo. Entiendo esas noches en las que había pollo a la brasa y papas fritas para la cena.
»Durante gran parte de mi vida he sufrido la soledad del mundo. Crecí rechazando los dogmas eclesiásticos, pero Dios me llamó para marchar al frente de sus filas contra las legiones infernales que intentan adueñarse del corazón de la Humanidad... y abandoné mi anterior vida para servirlo. He herido a las mujeres que me han amado, y he amado a las mujeres que me han herido. Sé lo insoportable que puedo llegar a ser, y sé valorar en su momento a quien se sienta a mi lado para conversar. No me gusta la soledad, ni el celibato... y me siento culpable cuando recibo algún regalo. 
»A pesar de todo mi esfuerzo, no creo que merezca descansar en el Cielo. Muchas veces solo quise cerrar los ojos y desaparecer del mundo por un cuarto de siglo, pero me he levantado para escalar esa gran montaña de esperanza una vez más. He conocido personas con opiniones diferentes, y he recorrido sitios maravillosos... ¿Que por qué estoy sonriendo, soldado? ¿Crees que me he vuelto loco? ¿Hay lágrimas en mis ojos? Me hizo pensar... que tuve una buena vida. ¿Sabes? A veces, imagino mi vida al lado de una novia. Tener a alguien para contarle tu día, tus sueños y esperanzas... que esté allí para ti y que no se olvide de preguntarte cómo estás. Pero soy un imbécil detestable. No, no puedo amar. Estoy mal de la cabeza. Es preferible ser un loco feliz que un romantico destrozado.
Jonás se adelantó al atrio de aquella nave y avistó aquel grimorio maldito que tantos males desató sobre la faz de la tierra. El Pajarón retrocedió, dándole espacio como un obispo diabólico que otorga la palabra al sacristán durante la misa... y observó al Italiano flanqueado por las hileras de los brujos enfebrecidos del Llano Negro. 
Eduardo Túnez se adelantó, con el rostro lívido y los labios oscuros apretados. 
—Los Adivinos de los Andes han revelado que el mundo del Hombre sucumbirá en los próximos cien años—dijo el mulato—. Las dispuestas comerciales entre los bloques hegemónicos escalarán hasta alcanzar calamidades sin precedentes... y la Humanidad perecerá antes de alcanzar la unificación. Las predicciones son catastróficas, y la única manera de salvar el planeta y nuestra especie, es la creación de un imperio continental capaz de eliminar las separaciones políticas y étnicas. 
Kausell levantó su mentón, orgulloso.
—Por eso, hemos reunido los fragmentos del Libro de los Grillos—anunció, mostrando los dientes de plata—. La astilla de la Vera Cruz te permitirá entrar en contacto con la fuente primigenia... y te convertirás en el instrumento que pueda unir las naciones en un solo nombre. 
—¿Y qué pasará con el Padre Jiménez? —Replicó Carlos, dubitativo—. ¿Renunciará a su humanidad?
—El pago de la vida es la muerte—anunció el Pajarón—. Jonathan Jiménez es el único, según los profetas que reciben los espíritus de los Innombrables, que puede recibir las Potestades del Libro de los Grillos. Ni siquiera la Cohorte de Bolívar pudo controlar las legiones infernales y las hambrientas entidades que contiene el manuscrito maldito... y aún estamos pagando las consecuencias de su codicia.
»¿Qué significa su sacrificio contra la extinción humana? Morirán cientos de miles para salvar miles de millones en el futuro próximo... y será fundada una Nueva Tierra, con nuevos cielos y nuevos países, y de lo primero no habrá memoria ni más vendrá al pensamiento. Porque el primer cielo y la primera tierra pasarán, y el mar ya no existirá más.Y para que esta santa ciudad, la Nueva República, pueda descender del cielo, de Dios... serás la Bestia del Apocalipsis en nuestro papel de Anticristo. O los seres humanos perecemos eternamente en el silencio del tiempo cuando todas nuestras bombas sean disparadas al cielo...
Ciempiés Rojo fue ataviado con una túnica escarlata, ceñida con un fajín dorado... y lo perfumaron con un óleo sacrosanto. Habían dispuestos los brujos en círculo alrededor del atrio, y sus cánticos de tenor lo envolvieron con un hormigueo punzante. Se sentía observado por pretéritas gárgolas, y... dejó caer la espada japonesa al suelo.
—¡Padre! —Gritó Carlos, intentando llegar al altar 
Pero el Italiano desenfundó su pistola, y lo derribó con un disparo en un brazo. Jonás apretó los dientes, y posó una mano sobre el libro rugoso encuadernado en piel humana... sintiendo la infinidad de un millar de almas gélidas detrás de aquel pórtico ambarino. La letanía flotó ante él, transportando su cuerpo a dimensiones elevadas... mientras el rostro de Eduardo Túnez parecía difuso en la marea del paroxismo. Vio a su hermana pequeña desconyuntada en el suelo con las vértebras quebradas, a su madre abandonada al alcohol con el rostro macilento y los ojos amarillos en un charco de podredumbre... y a un padre agotado por los esfuerzos que cada día se veía más cansado. Como una aparición, recorrió el familiar Camino del Sorte, con sus empedrados puentes cubiertos de líquenes y sus quebradas superadas por cardumenes de pequeños peces... Sintió en sus labios el primer beso tierno de Ana, y el candor de sus lágrimas cuando se despedía para siempre de las pasiones juveniles; y al Padre Escalona enseñándole los misterios bíblicos. Pronunció nuevamente los votos eclesiásticos en el Colegio Cardenalicio, y sufrió los regaños por fumar en los baños... Creció, llorando por el dolor de sus huesos al estirar sus tejidos, y rezó en silencio para suplir el dolor de su amarga penitencia. Una vez más sintió la fusta cortando la piel de su espalda durante la flagelación, y los gritos de los monstruos en las espesas sábanas bajo el hálito crepuscular. 
Las páginas de tinta sangrienta se sucedieron en un vórtice indescriptibles de enseñanzas infinitamente profanas capaces de trastornar los cerebros mas prosaicos, y perturbar a los ignorantes del caos universal. Había leído el Libro de San Cipriano y los oscuros tratados de ocultismo de la Biblioteca del Vaticano, pero ninguna verdad descifrada le pareció tan horripilante como el Secreto detrás de la Constelación del Dragón... y las fronteras ignominiosas del Mundo Onírico que subyace a la Sombra del Velo.  Descubrió las formas de los Titanes en el vacío estelar, y las complicadas ecuaciones de leyes que aún los seres vivos no se atreven a conjurar... Descubrió el dogmatismo universal de los Principios del Hermetismo, y la teosofía del hambre cósmica por el cual descifró la causa de la existencia: la eterna deglución del Demiurgo. Sintió ganas de arrancarse los ojos para no seguir leyendo aquellos carácteres, cuya exégesis su mente descifró, más allá de los Talismanes de las Clavículas de Salomón. El Principio del Origen Divino del Todo, y su tiranía... y mientras más consumía aquel brebaje protoplasmatico, más se adentraba en la gran laguna de los Dragones Rojos.
Los axiomas humanos asemejaron juegos infantiles ante la expansión de consciencia que conlleva contemplar el dolor de la existencia, y la desesperación de todas las razas que alguna vez se levantaron en el inmemorial cementerio del universo... y sus millares de espirales galácticas sembradas de gritos inaudibles. Lo conmovió la infinita soledad y la opresión del Altísimo en su vendimia de ciclado cósmico: regurgitando y engullendo excrecencias divinas del hervidero alquimico, denominado Sinfonía de los Espíritus. Aquel recital de tormento era lo más horrible de la Creación, y la pequeñez de la Humanidad era incomparable a los cientos de imperios longevos que desaparecieron en agonías de degeneración... y los mártires que resistieron los arrebatos, incontables edades antes de la aparición de los primeros hombres...
El futuro de la humanidad era irrevocable con su inminente desaparición, y en los continentes se alzarán otras especies... como los arácnidos cartilaginosos que se reproducen en desconocidas fosas subterráneas; pero que a su vez, desaparecerán, dejando otro punto estéril en la inconmensurable ribera existencial del Cosmos. Los soles se apagarían, pero el reciclaje de las sustancias inmateriales seguiría complaciendo la gula del Altísimo, infinitamente horrible... cuyos arcángeles no eran más que esclavos descerebrados, esculpidos de su excremento.



Carlos sintió el disparo como un martillazo de fuego impactando su brazo, abrió su boca para gritar con las lágrimas saltando de sus ojos... y escuchó aquel coro anglicano agazapado en el Altar del Pajarón como una música lejana, que despertaba ecos en las profundidades microscópicas de la estancia. Creía ver, en la periferia de su visión, una creciente oscuridad grasienta que manaba de las aristas del salón... y en ella se precipitaban abominaciones invisibles. 
Escuchó sonidos indescriptibles al compás de un batuta innombrable, mientras se removían a través de su cuerpo, extrañas energías pulsantes... y alaridos de horror. Intentó levantarse del suelo con el brazo ardiendo y la humedad roja manando por su camisa, y divisó las filas de brujos con los báculos en alto, proclamando ensoñaciones mientras aquel festival de blasfemia hendía la realidad y los reducía a cenizas, despojados de cualquier protección. 
Estos bastones de signos cabalísticos cayeron al suelo y transmutaron en pitones metálicos, que no tardaron en ser reducidos por combustiones espontáneas, al entrar en contacto con vectores ajenos a su comprensión. Los brujos de aquella cohorte terrenal intentaron exiliar las Potestades convocadas por el pilar de fuego enfermizo que subía hasta el techo del salón, arrojando un resplandor esmerilado a las butacas y reventando las lámparas de gas. Aquella columna de combustión brillaba con un enfermizo color violeta, de núcleo puro, que parecía arder como la llamarada de un sol negro... irradiando la estancia con un claroscuro irreal de fulgores negativos. 
Intentaron volverse invisibles con el Signo de la Cabra Infernal, o protegerse con la Invocación del Dragón Rojo... convirtiéndose en estatuas de sal y desmoronándose con soplidos siderales. Carlos no pudo despegar sus ojos de aquel pilar brillante, que deformaba las sustancias alcanzadas por su luz... vio al brujo Eduardo Túnez caer de rodillas ante las voces que surgían del caos, y entraban a su cabeza como pensamientos intrusos.
El Italiano intentó huir, y cayó desmoronado ante el portal como un anciano raquítico que no tardó en fallecer. Carlos sintió el dolor de la herida desaparecer, mientras la larga quemadura que dejó la bala... desaparecía con un chisporroteo. Los jirones nebulosos desprendidos por la luz parecían enervar como dedos morbosos... y la figura del Pajarón, ataviado en su túnica roja, voló describiendo una curva con el cuerpo horizontal, extendiendo los brazos y... descargando una telaraña de relámpagos pálidos sobre la columna helénica. 
El Cuartel del Sol tembló desde sus cimientos, mientras aquel vórtice de fuego crecía... derramando el polvo del techo sobre su cabeza, y batiendo las naves con un espasmo telúrico sin precedentes. La forma que surgió de las llamas no proyectaba sombra, y su silueta alta y huesuda le provocó arcadas incontrolables: era un ser antropomorfo y mefistófelico de túnica franciscana que relucía grasienta, como envuelto en una mantilla de neonato, cubriendo su piel repulsiva y su protuberante cabeza. El manuscrito que sostenía era el innominable Libro de los Grillos, cuya tamaño aberrante producía la música horripilante de un millar de animales nocturnos, tocando en honor a la blasfemia de su presencia. No podía ver aquella cabeza alargada y deforme sin estremecerse en temblores... pues se abría, exhumando una sustancia bituminosa y corrosiva... alargando los tres anillos negros de su cuello, casi tan grandes como su cuerpo, con las patas amarillentas de miriápodo moviéndose grotescamente. Las antenas de quilópodo se estremecían, captando enseñas más allá del espacio y el tiempo... avistando con sus diminutos y numerosos ojos los misterios del mundo y la carne. Era el Hombre con Cabeza de Ciempiés que aparecía en las leyendas aberrantes de los pueblos remotos atormentados por pesadillas... Cuya presencia física en la Tierra significaba el final de la existencia. El Adversario Centípedo de colmillos protuberantes y ponzoñosos. El Demonio del Meridiano que aguarda más allá de la Constelación del Dragón, donde yace encadenado junto a Satanás y las legiones demoníacas, bajo cientos de soles negros.
Su imponencia era terrible, y el edificio se sacudió de espanto cuando levantó su esquelética mano, y... expulsó un pulso de omnipotencia. Sintió la ráfaga de criaturas invisibles egresar de una dimensión oscura, comandados por aquella encarnación del Mal, arrastrando al Pajarón con una estampida... de seres engendrados en los abismos inferiores de la existencia. 
Ciempiés Rojo lo agarró, en un abrazo fraternal, y lo escuchó murmurar una Conjuración en llamado a Espíritus Superiores, mientras sus cuerpos se desprendían del suelo en un remedo de levitación... Carlos cerró sus ojos ante la estampida de hechizos elementales que el Pajarón intentó lanzar, y que el Demonio del Meridiano ni se inmutó, protegido por sus cortes espirituales de seres invisibles...
La atmósfera era teñida por los colores resplandecientes de las proyecciones de fuego, los relámpagos argentinos e invocaciones ancestrales de arcanos quiméricos. Mientras aquel Mago Negro sufría desmaterializaciones y apariciones, arrebatos de invisibilidad y convocaba espíritus elementales interpretados como bestias de escombros y cúmulos de viento semicórporeo. El Pajarón desplegó la Forja de Cadenas Espectrales como ataduras espirituales, materializados como grilletes de negros anillos... que se resquebrajoron ante el Hexágono Maldito que protegía al todopoderoso ser que, aunque inmóvil, reducía a cenizas cualquier sustancia próxima en su cinturón de antimateria. El desdoblamiento del Pajarón lo mantenía alejado de los Guardianes Infernales, y sus Signos protegían las embestidas de aquel reino de criaturas invisibles ajenas a su comprensión...
Observó, volando sin parpadear, hasta que escuchó la explosión bajo sus pies... como un aullido desde el interior de la tierra. Las paredes se acercaron en una reducción de espacio... mientras el edificio se estremecía y los pasillos eran aplastados por la intervención divina de fuerzas desconocidas. Cerró los ojos ante el estallido de polvo, y el techo se precipitó sobre sus cabezas en pleno vuelo. 



Carlos despertó de lado, recostado en la grama de un patio rodeado de montañas de escombros mientras veía numerosos oficiales y bomberos intentando apagar los fuegos dispersos. Le dolía la cabeza, y tenía el cabello pegoteado de sangre seca... por lo que debía sufrir una lesión mientras escapaba en pleno vuelo junto a Ciempiés Rojo; el mulato seguía a su lado mientras unos paramédicos revisaban sus signos vitales y le tomaban puntos de sutura en la espalda. 
—Carlos—Salvador se acercó, tenía el uniforme fundacional cubierto de polvo gris. Estaba cubierto de magulladuras y con los antebrazos cubiertos de vendas ensangrentadas—. Tras una contienda imposible, vencimos a Nicolás Fedor. Las fuerzas de la Fundación Trinidad se han unido con la policía y el Ejército Nacional para reducir a los guerrilleros, y extraer a los atrapados durante el derrumbe. Los noticieros dicen que fue un terremoto, pero las autoridades fundacionales informan que el Taita Boves fue visto rondando la capital... y que irrumpió en el Cuartel del Sol, minutos antes del temblor. ¿Qué pasó con el Padre Jiménez allá abajo?
Carlos se sentó en el suelo, mareado, y abrió la boca adormecida. Recordó al hombre que conocía como Jonathan Jiménez leyendo el Libro de los Grillos, y estallando en una columna de fuego... Los labios le temblaron. 
—Muerto—se adelantó Ciempiés Rojo—. El Padre Jiménez mató al Italiano, pero recibió una ráfaga de disparos que terminaron con su vida.
—Encontramos el cuerpo del individuo conocido como Pajarón—dijo Salvador, consternado—. También el del Italiano, y al menos dos docenas de hombres desfigurados por nigromancia. Pero, el Padre Jiménez no está... Puede que siga vivo.
—Sí—asintió Carlos con un escalofrío.
—Lo seguiremos buscando—asintió Salvador, severo—. Por ahora, alguien quiere verlo.
El Supervisor de Nueva Bolívar los guío hasta una carpa alta apostada en un improvisado estacionamiento, donde dos hombres descansaban sobre camillas. Uno de ellos era Míster África, que tomaba oxígeno de un nebulizador tras la fatigosa contienda contra el fallecido Nicolás Fedor; y Ariel Sananes, que agonizaba, perforado por sendas cabillas de acero durante su vuelo de tres minutos sobre un helicóptero. El judío estaba muriendo: las vigas atravesaron su abdomen, destrozando sus intestinos en un arrebato. No sobreviviría a la intervención... y quería despedirse. Su parecido a Jesucristo, martirizado por el Calvario, era significativo... 
—Nada mal para el hijo de una drogadicta—sonrió Ariel con el rostro macilento y los ojos apagados—. No nos dejan echar un último trago... y el maldito francés que tengo a mi lado no deja de jactarse de su victoria contra Fedor—carraspeó para aclarar su garganta—. Me hubiera gustado despedirme del Padre Jiménez, ya que gracias a él estoy aquí y no en un barranco con una jeringa en el brazo—tosió, y las flores rojas en las vendas de su pecho se hincharon—. Denle gracias de mi parte... pues me duele todo el cuerpo—sonrió, cerrando los ojos—. Salvé a la presidenta—giró la cabeza a Míster África—. Hasta luego, José... No volveremos a destapar otra botella. Espero, que al beber con tus amigos... tu primer trago sea dedicado a mí.
Míster África se quitó la máscara de oxígeno, tenía los ojos rojos, y... con mucha aflicción, como sacándose una espina de la garganta, dijo:
—Mi único y mejor amigo siempre serás tú. 
Ariel abrió los ojos como platos, y las lágrimas rodaron por sus mejillas pálidas.
—Gracias, francés de mierda—su sonrisa se ensanchó, y por un momento... aquel cuerpo conectado a las máquinas de sustentación recobró la vitalidad—. No me arrepiento de haber abandonado las enseñanzas del Maestro Okeanos, y recorrer el país en busca de aventuras como un hippies—las máquinas emitieron un pitido de alarma—. Me divertí muchísimo... siendo una oveja descarriada que toma sus propias malas decisiones. Busqué a mis familiares, y ellos me rechazaron... pero, encontré muchas familias a lo largo de mi vida, y... aunque en mis últimos años caí en la desgracia por los excesos, me alegra saber que gracias a mi apoyo... logramos salvar a la presidenta y derrocar al sistema opresor—las máquinas conectadas a su cuerpo se detuvieron, y Ariel suspiró de satisfacción—. Nada mal para ser el hijo sin futuro de una drogadicta.



—Ciudadana Beatriz Guzmán, jura usted en el nombre de Dios todopoderoso—se presentó el Presidente de la Asamblea Nacional durante la transmisión de la Juramentación Presidencial—. Jura por el libertador de la América del Sur, por nuestros ancestros primigenios y por su honor. Respetar y hacer respetar la Constitución y las leyes de la República Bolivariana de Venezuela. Y principalmente, cuidar con lealtad y amor al noble pueblo venezolano...
Beatriz lucía la investidura tricolor en su traje presidencial de inmaculados botones madreperla. Levantó su palma, con el semblante risueño gracias a la abundante ingesta de ansiolíticos y psicotrópicos. Míster África se recostó en el sofá, y clavó lentamente la aguja de la jeringa en la vena de su brazo... sintiendo el rumor de aquel río de calma insuflar sus arterias, como flotando en sueños a través de cordilleras nebulosas. 
—Lo juro por la historia, lo juro por mi vida, y así cumpliré. ¡Lo juro! —Proclamó el televisor, cada vez más lejos—. Vengo del pueblo, soy del pueblo y mi poder emana de la historia y del pueblo. Esta es la gran victoria de la democracia venezolana contra las mafias corruptas, que trataron de convertir esta toma de posición constitucional en una guerra civil... pero, no pudieron, ni podrán. Esta es una gran victoria del pueblo venezolano, de la gente que quiere paz y estabilidad.
La dosis mortal de heroína era de veinte miligramos parenterales, y se había inyectado el doble... esperando el abrazo de la Muerte como un cálido abandono. José Miguel Urdaneta se dejó caer en el sofá con los ojos cerrados, mientras todos los objetos cotidianos de su departamento se alejaban...
—¡Venezuela está en paz! —Clamaron las voces de los muertos detrás del umbral. Una Valkiria guerrera se alzó sobre una montaña de esqueletos carbonizados, esgrimiendo por lo alto su mandoble flameante—. ¡Somos guerreros de la historia y garantizaremos la paz y la soberanía nacional contra los cárteles! ¡Este es el inicio de una nueva república! ¡Espero que mi llegada al poder pueda sentar las bases de una fraternidad de naciones unidas! ¡Me he reunido con los presidentes de los países vecinos y pactamos un acuerdo de hermandad! —Míster África sintió sus venas reventar por la inyección letal, y suspiró... cayendo en un espiral negro de sopor—. ¡Será fundado el Bloque Continental del Sudamericanismo! ¡En los años venideros, se unirán las naciones del sur bajo el amparo de una sola bandera de progreso e independencia!

Gracias por leer

La Corte de los Degenerados

«Gerardo Steinfeld, 2025»

Sígueme en redes como:

Facebook: Gerardo Steinfeld

Instagram: @gerardosteinfeld10

Wattpad: @GerardoSteinfeld10

Sígueme en Tiktok