
VI
—¿No ha escuchado las noticias, Señor Antonio? —Preguntó Rubén, el chofer de la familia; mientras enfilaban por la abarrotada avenida que bordeaba el conjunto de hoteles playeros de la isla—. Hubo un ataque terrorista en la sede del Panarabismo, y esos países están culpando a los extremistas religiosos, por las ordenanzas que convirtieron Tierra Santa en un paraíso turístico—Rubén era letrado: criado por su familia en los mejores colegios para servir y apoyar. Conocía al dedillo el panorama internacional para mantener informada a la matrona—. Israel se ha separado, declarando la guerra contra el Bloque Arábico. Miles de vuelos se han cancelado y se estiman millones de dólares en pérdidas... pues, Jerusalén se había convertido en el centro turístico más importante de la región con el armisticio palestino—lo miró por el retrovisor con sus ojos envejecidos de párpados oscuros—. Los líderes israelíes pronuncian discursos polémicos contra el Bloque Arábico, nombrando al «Anticristo», la «Marca de la Bestia» y demás profecías bíblicas del Apocalipsis—el chofer negó con la cabeza—. Desconocen el déficit fiscal y el endeudamiento externo que provocarán sus acciones. Puede que se desate otra sangrienta guerra cívico militar para expulsar a los judíos... y el Imperio Yankee meterá sus narices para sembrar la discordia entre los países del Panarabismo.
Ciempiés Rojo cruzó las piernas en la cabina de la camioneta.
—Eso era cuestión de tiempo—dijo, y frunció los labios—. Las potencias mundiales jamás permitirán la germinación de una coalición de países, opuestos a los intereses de su cúpula. Cualquier intromisión en el mercado internacional o, el menor desequilibrio financiero, será erradicado por las corporaciones que regulan nuestro estilo de vida individual y consumista. En Israel se iba a montar la primera fabrica de insumos, automatizada al cien por ciento con robots, para abaratar la producción de alimentos... y ahora será una fábrica de municiones si no es destruida primero con un bombardeo—se quitó las gafas empañadas y las limpió con un trapo de seda—. Los grupos terroristas son solo mercenarios que se venden al mejor... y todos sabemos quién es el mayor productor de armas del planeta.
El automóvil viró por una costa playera repleta de sendos arenales y sombrillas coloridas de veraneantes extranjeros que venían a disfrutar del ambiente tropical de las mejores playas de Margarita, joya insular de Venezuela; un paraíso para la distribución y uso de drogas recreativas, prostitución de mujeres hermosas, pujas en el mercado negro y la consumación de ritos africanos para el engrandecimiento de magnates.
La Casa Rosetti era una mansión lujosa en la cumbre hotelera de la isla, bordeada por colinas pletóricas de calles comerciales a rebosar de almacenes clandestinos camuflados como tiendas de ropa. Los lujosos hoteles recibieron millones de visitantes en los mejores años de la nación; ahora el tránsito era más reducido, pero los turistas dejaban importantes sumas de dinero en el negocio ilícito e informal. Los rituales oscuros ofrecidos a los extranjeros eran el negocio más lucrativo de la región: pactos demoníacos precedidos por brujos famosos que podían intercambiar el alma del interesado por promesas de fama, fortuna e inmortalidad.
Su familia había subastado cientos de pócimas, polvos, artilugios y rituales a las ballenas del mercado negro por cuantiosas sumas... e invertido sabiamente sus ganancias en el negocio hotelero; prestando a su vez servicios de lavado de dinero, almacenamiento y hospedaje a los líderes hampistas de los carteles.
Ciempiés Rojo era nieto de Octavio Rosetti, antiguo gobernador y empresario de los Negocios Rosetti; de extracto pudiente, interpretó por muchos años a un comediante autóctono de sucio vocabulario y se convirtió en un personaje popular, llenando teatros y poliedros... e invirtiendo sus ganancias en los negocios de su familia. Su fama de bufón le costó un puesto presidencial, pero se desempeñó como gobernador de Margarita en sus años maduros mientras su patrimonio hotelero crecía junto a sus dependencias clínicas. Las malas lenguas de la península decían que el éxito financiero de los Rosetti se debía a un pacto que hizo el patriarca con un chamán Waikeri, que le cedió el secreto de una cueva misteriosa donde una entidad desconocida cambiaba ofrendas por bloques de oro, a cambio de que contrajera matrimonio con su hija; la mestiza, María Gonzalez, se convirtió en señora y administradora de Negocios Rosetti. Pero, anualmente... ambos esposos partían de viaje a algún sitio desconocido de la isla para adorar a la Entidad desconocida de la Cueva de las Serpientes.
El rancio abolengo de los Gonzalez de Margarita, antiguamente indígenas de raza pura, era difamado por los ritos oscuros que veneraban a los antiguos Dioses Caribe de la isla en la época precolombina... y María inició a su esposo en los artes prohibidos por los misioneros cristianos. No era inusual que en las reuniones de la Cumbre Rosetti se vieran figuras alegóricas a arcanos como Paleros famosos, pitonisas gitanas y los Magos Negros del Círculo de Angostura. El apellido de la familia se convirtió en emblema de la brujería en Margarita, y sus miembros más jóvenes eran adiestrados en las artes místicas del sincretismo africano e indígena.
De pronto, la Señora Rosetti se vio inundada de solicitudes que buscaban desvelar los secretos de su elusiva riqueza. Llevada por la inspiración poética y presunción de imponencia, la matrona encabezó una cohorte mística de carácter africano, conformada por ancianos Waikeri, paleros cubanos, congéneres de alcurnia e importantes iconos de la época... en una teatral mezcolanza de rituales alusivos al Palo Mayombé bajo amparo del antropofago Dios Caribe. La isla se encendió de fascinación con la intriga y veneración a aquella cúpula espiritista de efigies místicas, amos de la fortuna y desgracia, y una competencia irracional se escindió de aquella sociedad hermética, digna de un mito ptolemaico. Desde empresarios, políticos, altos funcionarios y vulgares brujos de todo el país... llegaron ante las puertas de la Cumbre Rosetti para ocupar un puesto de honor y ser participe de los conclaves paganos.
El nombre poseía una reputación descomunal entre los conocedores, por eso muchos miembros lo usaban como segundo apellido para moverse por el país sin levantar sospechas entre los enemigos de la familia. La alianza con el Cartel del Llano solo favorecía la impunidad de Negocios Rosetti ante los cambios mercantiles tras los decomisos y expropiaciones efectuadas por Rómulo Marcano a empresas extranjeras en el territorio. Su hermano mayor, Andrés José Gonzalez Rosetti, fundador de la filial cadena de tiendas y laboratorios farmacéuticos: Farmaciudad, e importante ministro de la Iglesia Cristiana de la Salvación; desempeñó un papel importante en la transición de la anticuada familia Rosetti como sociedad ocultista de viejos mundanos, a socio en las operaciones comerciales del mayor Cartel de Venezuela. No sabía qué tan metido en el negocio ilícito estaba su hermano... pero sus alianzas permitieron que la riqueza familiar sobreviviera al embargo petrolero y la crisis económica provocada por las sanciones mercantiles y la desestabilización de la debilitada infraestructura. Andrés Gonzalez era uno de los hombres más respetados de la isla, como heredero del Señor Octavio Rosetti; quien convirtió a la isla en una joya caribeña durante su gobernanza.
Ciempiés Rojo suspiró mientras subía la avenida de baldosas que conducía al conjunto amurallado de la impresionante mansión familiar: un par de edificios unidos por arcos de piedra sobre jardines de estatuas romanas. Las tres plantas de amplia azotea eran adornadas por sendos ventanales en cuyo alféizar relucían querubines. El estacionamiento del exterior era una pasarela de baldosas en cuyo epicentro bullía la espuma de una fuente de mármol, coronada por la escultura de Damballa. La impresionante mansión sobre la cumbre montañosa lucía colores turquesa y crema en una sucesión de comedores, recibidores, cuartos de criados y habitaciones lujosas. Una piscina interior estaba acompañada de un salón de baile finamente decorado con una amplia barra de bebidas.
Recordó con vehemencia las reuniones esotericas precedidas por su abuela en aquellos salones privados, en los que tocó los tambores como aprendiz de las artes místicas. El negocio de Ciempiés Rojo siempre había sido invisible y pulcro: heredó la lista de invitados y miembros importantes del Círculo Rosetti, y lo transformó en una cartera de potenciales clientes para los Rituales de Reviente y Limpias Energéticas. Más de treinta brujos autodidactas se ofrecieron como aprendices bajo su autoridad, e hizo del anticuado oficio una nueva moda entre los líderes hampistas, funcionarios y extranjeros. Sus clientes internacionales pagaban sumas desorbitadas por rituales oscuros del Palo Mayombé capaces de erradicar cruelmente a sus enemigos.
La popularización de la Cultura del Malandro y su veneración habían hecho de la brujería un negocio significativo, pues los Rituales de Protección, Cruzamientos y Rezos estaban a la orden del día. Los más jóvenes pedían a los Santos de la Corte Malandra por protección antes de salir a cometer crímenes, agradeciendo a sus patronos por liberarlos de la cárcel o permitir sus enlaces con los cárteles. Sicarios y ladrones ofrecían donaciones a templos dedicados a los Malandros... y reunían millones de bolívares para ser ungidos por magos irregulares en rituales satánicos.
Sabía que en los pueblos auríferos del Arco Minero, bajo la potestad del Cartel del Llano, la religión mayoritaria era la Santería... así como otras oscuras ramas de la brujería. En aquellas regiones tomadas por la anarquía, los guerrilleros colombianos, grupos indígenas y los carteles... sostenían la batuta de la extracción de oro; mientras el gobernador y los alcaldes se mostraban ajenos a cualquier asunto que no esté relacionado con su cuota mensual de material. Allá, donde no había gobiernos y el dinero era tan abundante y disoluble como el agua... desde el niño más pequeño hasta el anciano más decrépito, estaba armado con un fusil ametrallador. Se podía identificar a los miembros del Cartel del Llano por las pesadas cadenas de oro, los relojes metálicos y el extraño brebaje farmacéutico que mezclaban con licores exóticos en sus fiestas.
En las minas del centro del país se conseguía abundante dinero por distintos medios, pero todos los «Molineros» debían pagar sus Vacunas a los dueños del territorio, en su gran mayoría, tomado por el Cartel del Llano y los radicales indígenas. La moneda de curso legal era la «Grama de Oro», mientras que el Bolívar y los dólares pasaban a segundo plano. El comercio de drogas y armamento corría en efluvios por aquellas tierras anarquistas... y la única certeza divina del jornalero sin respeto era la Muerte. Cada quien debía velar por su seguridad en aquella tierra baldía donde reina la insalubridad, los tiroteos, las plagas, las enfermedades venereas y los descuartizamientos. Una selva sodomista e idólatra dentro de la república revolucionaria.
El Chófer Rubén lo interrumpió.
—¿Y su esposa, Señor Antonio?
Ciempiés Rojo sonrió de satisfacción y abrió la puerta del coche.
—Muy pronto la conocerás, Rubén.
El hombre se dirigió al recibidor, escoltado por una criada mulata de uniforme marino. Se había vestido con un polo blanco, abotonado con el broche de oro en forma de ciempiés. Combinó los pantalones caqui con una gabardina del mismo color y mocasines de cuero. Al regresar a la isla natal, era costumbre familiar reunirse con la Matrona para estar al pendiente de los negocios familiares. Su nombre estaba exento de cargos penales, por lo que pronto regresaría al mando de su empresa transnacional de encargos esotericos. Pronto, el revuelo del cambio presidencial se esfumaría para dar paso a la calma aparente de una nación podrida.
La decoración en la mansión había cambiado significativamente desde que la Señora Rosetti perdió la visión: desaparecieron los retratos de brujos famosos, las esculturas de sirenas voluptuosas y nayades benditas. La formalidad de los pasillos y los salones estaba acompañada de un ocasional oropel sacrosanto en altares coronados por velones e imágenes divinas.
Encontró a la Señora Rosetti en el Altar de la Nganga: una cámara de piedra volcánica donde reposaban los huesos de sus ancestros en sendos calderos de oro, cuyos espíritus eran alimentados por los sangre de animales machos, los rezos y el humo del tabaco de la Matrona. Su hermano Andrés estaba más gordo de lo que recordaba, pero su semblante imponente era similar al de un castillo inexpugnable de altivas murallas y torreones erizados con afiladas lanzas. Vestía un traje azul marino con pajarita negra y camisa blanca, y en su máscara de serenidad se exhibían arrugas de inquietud y abatimiento.
Ciempiés Rojo se inclinó para pedir la bendición a su abuela y dar la mano a su obeso hermano de tez moreno y cabello canoso.
—Felicidades por tu postulación como gobernador de Margarita—asintió Ciempiés Rojo—. El abuelo y papá estarían orgullosos de ti.
Aquello era una mentira piadosa, pues el abuelo les inculcó valores de discernimiento y amor fraternal; mientras que su padre les enseñó la honradez del trabajo duro y la rectitud en su afán católico de contrariar la idolatría de la abuela, en contradicción al origen de la riqueza familiar en la ignota Cueva de las Serpientes. Los amigos cercanos a la familia decían en murmullos que la abuela había maldecido a su nuera para que se secara hasta la muerte, y que ese maleficio fenecida influyó en la salud de su propio hijo.
Su hermano, Andrés Rosetti, se postuló como gobernador de Margarita, respaldado por las células del Cartel del Llano presentes en la isla que precisaron de un aliado en la política para planificar sus rutas de narcotráfico, haciendo escalas internacionales desde los puertos. La situación era tensa ante las declaraciones de Beatriz Guzmán sobre el arraigado narcotráfico y la cultura hampista en el país... provocando una guerra intestina entre los cárteles menores sublevados contra el Cartel del Llano, comandado por Kausell Courbet, apodado el Italiano. Militares corruptos estaban rematando sus plantaciones y desmantelando laboratorios de drogas para huir del país, antes de la juramentación presidencial. Ministros y magistrados estaban dimitiendo y huyendo a otros continentes antes de ser condenados al ostracismo o enjuiciados por malversación de fondos en cortes internacionales. La situación era tensa en los llanos tomados por los carteles y los suburbios disputados como territorios de ventas: a diario se veían caravanas de lanchas repletas de cadáveres para ser depachados en el mar. O eso es lo que su hermano intentó explicarle mientras comían, acompañados de la malhumorada y quejumbrosa Matrona, ya pasada de edad.
Al parecer su nombre había sonado bastante entre los jefes del Cartel del Llano por una concesión de derechos sobre el Mausoleo de Negocios Rosetti a cargo de Ciempiés Rojo, donde los Paleros bajo su cargo se abastecían de osamenta saqueada de fosas comunes y polvos místicos para montar Trabajos. Durante una negociación con Enrico Reyes, Ciempiés Rojo ofreció la quijada del Negromante en posesión de la familia Rosetti... así como un Trabajo especial que él mismo ejecutaría para el líder del Cartel.
Ciempiés Rojo frunció el ceño ante esta premisa del Italiano. El Mausoleo era un almacén con la mayor colección de huesos del continente; con una gran variedad de causas de muerte y estilos de vida del fallecido para la amplificación del principio simpático en el que se basa el Palo Mayombé. La esencia del Muerto residía en sus restos mortales, y esta energía podía esclavizarse para canalizar influencias mediante ritos sobre el caldero la Nganga alimentado con sangre de animales machos según el encargo. Bajo su cargo se dispusieron brujos de amplio conocimiento, devotos de la Peregrinación Negra y del Camino Divino. Bajo el liderazgo de una mujer iracunda llamada Bárbara, estos acólitos del ocultismo llevaban un estilo de vida nocturno y sus claustros personales, sosteniendo simposios con difuntos en mares de velas y tabacos encendidos. Eran figuras polémicas que podían «secar» a sus víctimas, convertirse en pájaros siniestros y desgraciar a los enemigos de sus clientes.
A sus subordinados se los había visto deambular por los camposantos a la medianoche, cuando el demonio se exacerba, enterrando huevos podridos con fotografías malditas, conjurando soterrados sortilegios y proclamando a los Muertos del Cementerio bajo auspicio del pendenciero sepulturero. El contrabando de huesos era su negocio más remunerado, tanto, que el Sepulturero de Puerto Bello lo conocía como el Señor de los Huesos. En fin, los negocios del Mausoleo se mantuvieron en superávit durante su ausencia, y los contadores de la familia le mostraron libros espléndidos que reportaban abundantes ganancias con el auge del turismo en la isla.
Ciempiés Rojo se despidió de la mano con su hermano, pues volvería a su claustro departamental para encabezar el Mausoleo Rosetti con los Trabajos que el Cartel del Llano quería. Su abuela, ciega y abrumada, lo regañó con una seña protectora y por primera vez en años se levantó para abrazarlo.
—Adiós, hermano—Andrés lo estrechó en sus gordos brazos con los ojos enrojecidos—. Que bueno que hayas regresado.
Ciempiés Rojo repudiaba el contacto físico, pero se permitió aquel apretón con... tristeza.
Andrés lo sonrió con las infladas mejillas temblorosas, y Ciempiés supo de inmediato qué ocurría. Suspiró con una sonrisa disimulada, y se dirigió a la camioneta para que Rubén lo llevase al condominio. Al llegar a su departamento en la urbanización Costa Azul, bordeando la Avenida Bolívar cercana a la bahía pesquera y las playas comunales.
Ciempiés Rojo entornó una sonrisa de satisfacción al regresar finalmente a su limpio, ordenado y silencioso hogar.
—¡Querida! —Abrió la cerradura—. ¡Llegué a casa! ¡No sabes cuánto te he extrañado!
El espacioso departamento estaba finamente amueblado con sendos sofás de terciopelo, alfombra egipcia, mesas de caoba, lámparas de lava, cuadros coloridos de atardeceres marinos y espesas cortinas crema. Tenía cuatro habitaciones, una cocina amplia con todos los enseres y dos cuartos de baño pulcros como salas de quirófano. Ciempiés Rojo se encargaba de la meticulosa limpieza y la refinada cocina como pasatiempos. Una de las habitaciones era un estudio con estanterías repletas de libros antiguos y ensayos modernos sobre Misticismo, así como había convertido otra de sus habitaciones en un Altar de Adoración donde guardaba el pesado Nganga de oro con forma de pentaculo... donde residían los huesos más poderosos de la colección; incluido un molar robado de la Cripta de Simón Bolívar.
La habitación del bebé estaba vacía: había una cuna empotrada, armarios sin abrir, camas con dosel, mesitas y sillas diminutas. El polvo había invadido el espacio, pero pronto removería cada gramo, hasta que fuera un santuario de la comodidad. La habitación de los esposos estaba silenciosa y descubrió que a Sara le faltaba aire.
—Mi amor—dijo con una inusitada sensación de alegría insuflando su pecho—. Te extrañé muchísimo... Pero, no podía venir a buscarte—se inclinó para depositar un beso sobre la frente de plástico y acariciar el cabello falso—. Pero, prometo quedarme para compensar el tiempo perdido—levantó a la muñeca inflable en sus brazos—. ¿Puedes creer que tuve amigos?
Se metió con Sara en la bañera y lavó meticulosamente cada parte de su cuerpo utilizando un jabón aromático muy delicioso. Masajeó su cuero cabelludo sintético con champú y acondicionador, y tras secarla la vistió con una de sus mejores prendas: un vestido largo y azul marino sin mangas. Ella lo esperó en la sala, mirando una película dramática mientras Ciempiés Rojo cocinaba la cena. Era un día especial después de todo.
Preparó un suculento caldo de verduras con leche, mantequilla, queso y huevo; y un plato de arroz frito revuelto con cubitos de pollo, jamón y carne, revuelto con tiras de pimentón salteado, trozos de zanahoria y cebolla caramelizada con abundante salsa soya. Rompió su dieta de azúcar para beber un poco de gaseosa.
—¿Terminaste de ver la novela? —Comieron en el salón, intercambiando derroteros y contando las vivencias—. Estoy pensando en irnos de vacaciones para Carnaval... No me mires así, por supuesto que te voy a llevar. Eres mi otra mitad.
Ciempiés Rojo recogió los platos, los limpió y secó. Miró largamente a la muñeca inflable reclinada en el sofá, y suspiró de frustración.
La mujer es un enigma incandescente, concluyó, pero es mejor que esté solo. Quizás esas voces tengan razón y realmente sea un desquiciado solitario que solo sabe alejarse. No podía relacionarse con nadie sin que esa persona se convirtiera en blanco de la mafia... Había creado esa escafandra espinosa a su alrededor para proteger a los otros. Pero poner las distancias pero no herir, también aleja a las personas que se desea amar. Siempre quiso a alguien que se quedara, después de ver lo insoportable que podía llegar a ser.
—¿Esposa?
La muñeca inflable no respondió. Ciempiés Rojo se sentó a su lado, y sumergió el rostro en las manos...
—Me siento tan solo—contuvo el nudo en la garganta con los ojos enrojecidos—. Me siento como un fantasma intrascendente que sobrevive en su propia soledad—miró a Sara, azotado por los temblores—. Perdón, es solo que... A veces quiero tener más amigos, y sentir que no estoy tan abandonado—rompió a llorar amargamente, abrazado al cuerpo plástico de Sara como un niño inconsolable—. Nunca te he pedido nada... Pero, solo por esta vez—se acercó al oído de goma para susurrar con la voz ronca—. ¿Podrías decirme que me amas? Por favor, respóndeme.
Pero no hubo respuesta. Subieron a la alcoba para descansar tras el largo viaje... y buscó el cúter en el armario de los ansiolíticos y somníferos. Ciempiés Rojo se recostó con Sara bajo su brazo mientras veía las sombras de las esquinas proyectarse como demonios enclaustrados que buscaban reventar las rendijas en las esquinas para invadir la habitación con su recital de locura. Jugó con el cúter, desplegando la navaja afilada y volviendo a guardar la hoja... mientras la adormilada esposa de plástico se arrullaba en el hueco de su brazo como un ovillo. Escuchó el tintineo de los vidrios al quebrarse en el salón, y supo que habían atravesado la corteza terrestre para sumergir la faz de la Tierra en un Reino de Tinieblas, gobernado por morbosos íncubos de cornamenta aberrante... Podía ver sus formas demenciales surgir de fosas execrables en centuriones armados con jabalinas de fuego, cabalgando sobre bestias indescriptibles y domando tiránicos seres capaces de flagelar ciudades con sus tentáculos monstruosos. Imaginó una horda demoníaca y pestilente atravesando las puertas con agitadas zancadas, balanceando armas infernales de metales raros, buscando y acechando... hasta finalmente llegar al portal de su hogar.
Ciempiés Rojo tembló y tapó los ojos de su esposa con la mano. No podía dejar que se la llevaran... Cuando el vapor asfixiante del gas halotano surgió del umbral bajo la puerta, sus certezas se habían consumado. El estremeciento al inhalar el compuesto lo hizo estremecer... Sara estaba asustada, pero la aferró a su cuerpo para decirle que todo iba a estar bien. Para susurrar una última mentira.
—Te amo, te amo... para siempre te amo—su voz se quebró—. Y lo siento mucho... Perdón, perdón, perdóname.
Pasó el afilado estilete por el cuello de su esposa, y la mató con un estremecimiento convulso... y escuchó su propio grito a lo lejos como un llanto aberrante y desgarrador. La puerta se despegó de las bisagras, y la turba de oscuras encarnaciones irrumpió en la habitación... para encontrar a un hombre enloquecido, gritando y llorando hasta que el halotano consiguió enmudecer sus quejidos.
—¿Entonces tenías novia? —Jonás terminó de dibujar el Círculo Mágico con tiza roja—. ¿Qué pasó entre ustedes?
Carlos estaba fijando las velas alrededor del núcleo de la Estrella de Siete Puntas: el Sello de la Puerta. Las llamas parpadeantes de los velones desdibujaban formas cáusticas en la penumbra aparente del taller, en su base de operaciones.
—Parece que... soy una mierda.
—Hijo—Jonás se irguió sobre las rodillas—. Si tú... que eres un muchacho tan bueno, dicen que eres una mierda—se agarró la mandíbula—. ¿Entonces, qué soy yo?
—Bueno—se encogió de hombros—. No es tan fácil de explicar.
—Sí, también pasé por eso...
—¿Tuvo una novia?
Jonás sonrió, lastimero, y se inclinó sobre el suelo para continuar sus trazos.
—Somos prisioneros de nuestras esperanzas.
Habían escrito las Claves de la Fórmula de Realidad Deseada alrededor de la Estrella de Siete Puntas, encerrada en el Círculo Mágico; aunado a las runas protectoras del circuito para evitar que entidades foráneas al Pleroma irrumpieran utilizando el Portal Metafísico de la Puerta. Los sueños lúcidos no eran su especialidad, pues la Sombra del Pleroma le resultaba una experiencia horripilante y surrealista; pero las guías que Nauta Onírico, Matías Juárez, dejó en sus diarios le permitiría viajar impunemente a los reinos de la locura. La confesión de la máscara escarlata le había dejado innumerables cuestiones sobre la naturaleza del mundo y el Ciclo de la Sinfonía de Espíritus.
Carlos trazó una serie de runas vikingas alrededor del Círculo Mágico y encendió sendos velones para despejar las vibras negativas y las bajas energías. Él también había estudiado los dos tomos publicados por Matías Juárez en su blog personal, y había dedicado todo un programa de entrevistas con supuestos nautas en un intento de discernir la razón de la alienación del famoso aventurero y la censura del contenido de su tercer tomo de viajes oníricos a las mesetas infinitas iluminadas por la radiación de cien soles. Donde residían miles de formas de pesadilla en un conglomerado de teratología quimérica y ruinas divergentes de iconografía indescifrable.
—Matías Juárez comenzó su descenso al abismo, escribiendo un diario de sueños en su perfil social—contó Carlos, ofreciendo hojas de cannabis al fuego del brasero sobre el Núcleo del Círculo. El uso de sustancias sedantes era parte importante del Ritual de Viaje Extracorpóreo—. Ganó popularidad entre los adolescentes «emos» y los nautas que, por experiencia empírica, conocían las mesetas y los seres que Matías describía en sus publicaciones. Rápidamente, se convirtió en una eminencia de la época y los círculos urbanos, y una editorial quiso publicar una recopilación de sus aventuras oníricas en un Primer Diario... que llamó la atención de ocultistas que aspiraban conocer sus secretos del Desprendimiento Físico y el Mundo Onírico.
»El Segundo Diario fue un éxito literario, y en el se detallan sus aventuras en la Meseta de los Innombrables y las ruinas que dejó una Guerra Celestial entre seres titánicos y demonios que querían usurpar el Trono del Demiurgo. Se repiten nombres como el Demonio del Meridiano y Odrareg, en las retahílas sin sentido que repetían los atemorizados habitantes de la sombra con proféticas advertencias. El viaje del nauta junto a pintorescas entidades de otras dimensiones, lo acerca a un abismo incognoscible de secretos blasfemos y realidades paralelas. Se menciona el terrorífico Templo de los Muertos Transparentes con sus murales grabados de descriptivos códices, sobre las entidades ajenas al Pleroma Material; y un apocalíptico paisaje devastado por una batalla futurista, ajena a las leyes del tiempo conocido por los seres de nuestro universo.
»El Tercer Diario nunca llegó a publicarse, porque Matías Juárez fue internado en el Psiquiátrico Bolivariano de Ciudad Zamora al intentar sacarse los ojos. La mayor parte del contenido que subió en aquel período fue borrado de la red, y sus manuscritos desaparecieron poco tiempo después. El muchacho enloqueció completamente, y la única forma de frustrar su automutilación fue sedarlo por meses enteros. No duró mucho en ese estado, porque se terminó suicidando tras beber cloro por un descuido del manicomio. Nadie sabe qué descubrió, porque alejó a sus familiares y amigos cercanos en sus peores días, aislándose en su búsqueda del surrealismo hasta la alienación, acercándose a ese umbral de locura y revelaciones que ningún humano es capaz de soportar.
Cerraron los ojos en postura de meditación, y acompasando la respiración abdominal a los latidos del corazón... estiraron el hilo de la inconsciencia, insuflados por los vapores psicotrópicos de las hierbas. El umbral de la somnolencia cayó como un pesado telón, cerrando sus párpados, y alejando la voz monocorde de su recitar inmemorial. Jonás sintió su cuerpo desvanecer en un estanque tibio de luz argentina mientras desaparecían las ataduras terrenales que mantenían sus músculos rígidos clavados a la gravedad del planeta. Flotó como un cúmulo de color indescriptible en una bruma nebulosa de iridiscencia indescriptible... viajando más allá de los cordones galácticos que entretejen el universo, adentrándose a la sombra del velo y los vectores ajenos al Pleroma Material. «El Orígen se desprendió de su divina envoltura, y esta se convirtió en el Velo de nuestra existencia—le explicó el profesor Roberto León, durante sus lecciones de Misticismo en el Colegio Cardenalicio. El hidalgo había dibujado el Sello de la Puerta en el pizarrón—. Pero, este Pleroma proyectó una sombra en la que se reflejaron y tomaron forma los pensamientos de los seres vivientes. No obstante, en este plano liminal... se refugiaron los entes ajenos a la hegemonía del Demiurgo, anteriores a la formación de la Burbuja Universal y las leyes einstenianas del espacio-tiempo».
Jonás atravesó el telón invisible que separaba los mundos, sin mirar a las aterradores criaturas que pululaban en el Vacío, y egresó en un espacio ilimitado de valles rojizos y escarpados rascacielos de piedra cíclopea, devastados por la erosión de innumerables centurias. Las colinas cristalizadas y los cráteres excavados por explosiones cósmicas le daban a aquel desierto rojo un aspecto moribundo y olvidado. Los torreones que sobresalían de las dunas eran desmenuzados por el aire septentrional que soplaba desde infinitas cordilleras... y la salmuera de las dunas era menoscabo de titánicos esqueletos de gigantes pretéritos que pelearon y murieron en rebelión contra los dioses, en una era anterior al pensamiento. Estos seres deshuesados eran madrigueras de los Innombrables: seres quiméricos e incorporeos que escaparon, fragmentados, de la regurgitación cósmica llevada a cabo por los engranajes angelicales de la Sinfonía de Vida y Muerte; llamada reencarnación o evolución espiritual por los estudiosos de la metempsicosis, y las yoguis de la Vía Octuple para ascender al Nirvana.
Las ruinas de ciudades muertas se alzaban bajo el fulgor de nítidos soles negros, marchitos por el incolume transcurrir de los eones; aunado a los recuerdos desgajados del colectivo en los espacios exteriores: representados en la Sombra como torreones medievales cuarteados, residencias modernas abandonadas a simple vista, y rascacielos futuristas recubiertos de óxido. No le gustaba viajar a aquel vertedero de pensamientos, porque era mirar el deprimente pasado y el tétrico futuro de todas las especies del cosmos... y en sus diarios, Matías contó nostálgicas epopeyas de constelaciones que reinaron sobre la vastedad de la insignificancia universal. Narró melancólicas despedidas planetarias, nobles suicidios estelares e historias de amor que aún eran susurradas por las voces de los muertos que flotaban, atravesando cientos de millones de años luz, hasta nuestros receptores insensibles en la Tierra. Las criaturas más solitarias del ocaso de las constelaciones, se unían en coros interestelares para entonar odas... desde los núcleos fundidos de sus planetas, orbitando estrellas desconocidas.
Estar en aquella surrealista existencia se sentía inusitadamente triste, como hundiéndose lentamente en las profundidades del océano... y los recuerdos más fuertes de su existencia giraban como un caleidoscopio de locura en el eje de su mente. Intentaba mantenerse unido, pero la profunda melancolía lo hacía cavilar en la embriaguez del colapso.
—¿Creés que algún día alguien llegará a amarme tras mostrarle mi alma desnuda? —Intentó conversar con Carlos para mantenerse sereno—No... en el Cielo y la Tierra existen efímeras existencias que jamás serán comprendidas.
Carlos era una bruma aparente que intentaba conservar sus colores.
—¿Padre?
—Me estoy desprendiendo—era una condensación translúcida—. Mi cabeza es un criadero de malos pensamientos—intentó materializar su cuerpo, y se concentró en la fórmula para emular su figura—. Tranquilo, se va a estabilizar.
No supo cuánto tiempo estuvo postrado, pero finalmente se deshizo de las ataduras para moverse libremente por el paisaje onírico de golfos perdidos. Carlos conjuró un comando de refuerzo, porque sus tormentos no eran tan crudos como los suyos. Tras cavilar ante el infinito desierto de aquella dimensión... decidieron caminar para acostumbrarse a la sensación fantasmagórica. Tras ensayar algunos saltos lunares, emprendieron el vuelo por la meseta arenosa de los Innombrables... sobrevolando como carrozas de fuego aquel desierto innominable de escarpados rascacielos de herrumbre, obeliscos alienígenas y formaciones monumentales de eones pretéritos bajo constelaciones disputadas por la diatriba cosmogónica. Los profundos cañones de la escaramuza cósmica se abrían como profundas cicatrices en aquel planeta errante de la odisea universal, con el firmamento sepulcral tachonado de soles negros y espirales de nebulosas. Ambas formas de quintaesencia ionizada atravesaron cordilleras como soplos divinos, rebasaron mares aceitosos infestados de horripilantes monstruos, cuencas que se abrían como pozos hasta el interior de aquel reino y países enteros arrasados por plagas indescriptibles. Volaron sobre templos negros y avistaron gigantes horrendos que cazaban a los angeles indescriptibles de alas amputadas. Más allá de las fronteras de la razón y la imaginación... atravesando cúmulos de nubes relampagueantes: retazos de espíritus que flotaban por la eternidad tras perder su esencia. Una sola vez rebasaron aquella mantilla vaporosa, alzándose más allá de la atmósfera de aquel cadáver gigante... hasta vislumbrar los otros planetas a la deriva de aquella marea oscura. Una luna negra destilaba un profundo sentimiento de desasosiego... y desde su trayectoria pudo avistar las montañas de huesos variopintos que colmaban sus cráteres. Aquella debía ser la Caverna del Cadejo Blanco... y orientó su vuelo de retorno a la superficie para evitar caer bajo el fatal hechizo de la Muerte.
Siguiendo sus instintos, insuflado por la Fórmula de la Realidad Deseada y el Sello de la Puerta... descendieron en picado, ante las notas espeluznantes de una horripilante flauta de hueso, emergiendo del cúmulo plasmático como dos ojivas de exterminio. Desde una formidable altura avistaron el descomunal Santuario del Fauno de los Mil Ojos... con sus cientos de portales iluminados por el fulgor escarlata de trescientas lámparas de sangre. Los obeliscos y pirámides punzantes de cuarzo macizo relucían como la prisión incandescente de ciertos arcángeles encadenados, bajo la potestad de la abominable entidad nacida de los negros y retorcidos auspicios humanos. Una ingente cantidad de aberturas se abrían al cielo sobre el desierto que cirdundaba el nefasto templo de la injuria y perfidia... y en su descenso, por una extraña conexión, en vez de frenar... aceleraron ante la entrada de uno de estos túneles, similar a las titánicas gusaneras excavadas por las antediluvianas sierpes en las Cavernas del Guacharo: inefables dioses alienígenas que nadaron en el magma fundido de los continentes durante la formación de la Tierra.
En un abrir y cerrar de ojos, sus parpadeantes cuerpos llegaron a su destino; el suyo más inestable por una extraña alegoría que era incapaz de descubrir. El tubo de lava tenía su suelo marciano recubierto por estalagmitas y del techo bajo pendían crisoles aromáticos de estructura no euclidiana, ajenos a cualquier composición humana... pero, similar a los extraños artefactos de piedra que tallaban aquellos revenidos de la tumba, cuando eran azotados por los frecuentes episodios de enajenación a manos de entidades desconocidas que buscaban usurpar sus consciencias.
Jonás pensó brevemente en las peculiares teorías del español Roberto León sobre estas personas que regresaron de la Tierra de los Muertos, con cambios significativos en su personalidad. Los teóricos de la metempsicosis creían que el alma se componía por los fragmentos de seres anteriores a la Creación del Pleroma Material, que se rebelaron contra el Altísimo y fracasaron en su inmolación; machacados y refinados como las impurezas de un metal, eran sometidos durante la vida a un jardín de los lamentos y penurias... para converger tras la muerte en el ciclo interrumpido de la Sinfonía de los Espíritus. Este procedimiento de purificación y evolución era digerido por la deglución y excreción del Demiurgo... cuyos hijos canibalizaban a los seres que trascendían en el hervidero cósmico de nuestra Burbuja Universal.
El Oráculo del Hoyo era una entidad que había renunciado a su humanidad hace decenios, aunque los principios del tiempo eran inexactos en el Mundo Onírico, y que esperaba el Advenimiento del Crepúsculo, como una sombra errática e indeleble del ser viviente que alguna vez fue. Hablaba los idiomas de la Tierra, por lo que debía ser un terrícola extraviado, eternamente confinado en un páramo de sueños rotos y epístolas de nunca jamás. Su apariencia era la de un hombre joven de zarrapastrosa túnica y sombrero de paja... pero en sus apariciones oníricas era proyectado como una silueta negra de ojos rojos. Sus visitas irregulares a la Tierra escapaban a las concepciones temporales establecidas por los cronistas, y la Fundación Trinidad lo tenía clasificado con el nombre clave «Hombre del Sombrero»; en la categoría de entidades oníricas potencialmente nocivas. Sus pesadillescos avistamientos por personas de todo el mundo, lo convertían en una leyenda pluricultural del modernismo... pero sus raíces se remontan al Medievo pretérito y las leyendas coloniales del Sombrerón.
La entidad de semejanza humana contemplaba un reloj solar de extrañas florituras y jeroglíficos tallados en el círculo petreo, por lo que su naturaleza debía ser alienígena. Su madriguera era una caverna estrecha iluminada por faroles de queroseno, tapizada de dibujos primitivos que pertenecieron a otras razas ya muertas de planetas aniquilados por el enfriamiento cósmico. Era ducho en los saberes arcanos, pero las Leyes Herméticas no eran las mismas que en el Pleroma Material... por lo que su conocimiento carecía de fundamentos. Pero su inteligencia iba más allá de las edades humanas por transcurrir... y podía ver hasta los límites inimaginables de la hiladora del tiempo.
Los pilares que sostenían el techo de la cueva eran el costillar de un dragón marino antiquísimo... y las guirnaldas que pendían del fósil eran crisoles alimentados con los sueños de los hombres. Se inclinó en señal de respeto ante la bruma iridiscente de Jonás, y el color ultravioleta de Carlos.
Habían ofrecido el tributo por las enseñanzas del Oráculo del Hoyo durante la formulación: un quesillo cremoso rodeado por tres velas blancas. Al parecer, era su postre favorito durante su vida humana.
—Aquel que se rebela contra el Altísimo aún no es quién debería ser—dijo con voz neutra y cansada. Los ojos rojos bajo el ala del sombrero relucían como dos estrellas malignas—. Y heme aquí—se dirigió al color que flotaba como un fuego púrpura—. La penúltima reencarnación del profeta Daniel, quien encarnó al Dios Hermes; aunque, sus fragmentos se han mezclado con muchos otros eruditos testarudos... para engendrar a un portador de luz. —El fuego púrpura brilló con exiguas brasas mientras el Sombrerón tomaba asiento en una silla de extensión playera, demasiado moderna para aquel claustro heterogéneo. Cruzó los dedos despreocupadamente sobre su vientre, y suspiró—. El tiempo ya fue... en este vertedero cósmico, y nada escapa de la Sinfonía de los Espíritus. Ni siquiera los dioses.
»Tu forma, Jonathan Aldous Jiménez Belisario, está incompleta porque existe en los infinitos Mundos Posibles que transcurren al unísono; un Jonás que trascendió en signo de rebelión contra la involución del tiránico Demiurgo. Su nombre es conocido con temor, en los infinitos Mundos Posibles... y pronto ejerceras el papel que te fue otorgado por todas las almas devoradas en su ingente búsqueda del placer. El Cadejo Negro ha encerrado lo que no debe ser nombrado detrás de las Puertas de Piedra, y el Cadejo Blanco espera en su vetusta luna el Advenimiento del Ocaso... cuando los dioses mueran y renazcan para completar el ciclo incorruptible. Las conciencias efímeras son ajenas a la prevalencia perpetua del telón estelar... y sobrevendrán incontables ciclos de Muerte y Vida hasta que los toscos engranajes se detengan por hastío del Altísimo; quien es uno de muchos seres aterrorizados en la ciénega de las burbujas universales, infestadas de entidades caníbales... ajenas al designio. Para estos seres infinitamente terribles, la omnipotencia del Origen Divino del Todo es solo un soplo en el vacío... y sus creaciones les parecen grotescos juegos con polvo. Pero, vendrá el día de la vendimia... y el demonio que espera más allá de los soles, en el crepúsculo del meridiano, ocupará su sitio en el estrato celestial del destino.
El Hombre del Sombrero se inclinó en señal de reverencia, y se quitó la paja de la cabeza para mostrar un rostro paralizado por el tiempo... en el que refulgía una mirada flagelada por la eternidad. Jonás había ojeado pocas veces los dos libros compilatorios sobre las aventuras del guayanés Matías Juárez, pero nunca olvidaría la fotografía impresa en la cubierta... y mucho menos, aquel semblante pacífico cuajado de exasperación. El sueño terminó, y despertaron boca arriba, tendidos en el frío cemento con el Círculo Mágico custodiando sus cuerpos físicos. Fue tan repentino como despertar de una intervención quirúrgica... y la anestésica sensación desapareció de sus miembros con calambres.
—¿Carlos?
—Siento que aterricé en mi cuerpo al revés—se quejó el muchacho con el rostro macilento—. ¿El techo se está cayendo?
—Creo que deberías apagar la marihuana.
—Yo no entendí nada de lo que dijo—se agarró la cabeza, intentando recordar los fragmentos dispersos del sueño—. ¿No deberíamos escribir lo visto antes de que la memoria selectiva lo elimine?
Jonás asintió, adolorido.
—Es mejor que lo olvides, muchacho—dijo, y se incorporó con los músculos agarrotados—. Tenemos que ir a visitar un amigo.
—¿Vamos a viajar otra vez?
—Será rápido, después de todo, vivimos en la misma ciudad—sonrió, y salió del círculo de tiza para buscar el revólver en su mesita de noche—. ¿Memorizaste los hechizos que te enseñé?
Carlos lo estudió gravemente.
—¿Vamos a matar a alguien?
El Presbítero buscó el alzacuellos de plástico y lo calzó en el cuello de su sotana.
—Era un tipo cómico—comprobó que el tambor estuviera cargado y guardó la pequeña pistola en el estuche de su cinturón—. Es solo que... no es el mismo desde que su esposa lo dejó—se encogió de hombros mientras se ponía la gabardina negra—. No ha salido de su casa desde entonces... y si tenemos suerte, hallaremos su cadáver descompuesto en una silla, con el estómago lleno de flores.
—¿Por qué tienes tantos amigos raros?
—Es un placer conocerla, señora presidenta—sonrió Enrico Reyes cuando entró en la oficina principal de la Alcaldía del Callao—. No se preocupe—saludó a las dos filas de agentes fundacionales que servían como guardaespaldas, apostados en las paredes del despacho presidencial—. Mis hombres esperarán pacientemente afuera hasta que nuestro acuerdo se haya pactado.
El moreno de cabello canoso y arrugas profundas se presentó vistiendo un pantalón recto y un blazer oscuro de rayas verticales sobre una camisa blanca con corbata a juego. La boina oscura y el reloj de bolsillo eran accesorios inofensivos... así como el identificativo Rolex de oro, representativo del Cartel del Llano. El Negociante del hampa había llegado al Callao por la carretera Troncal-10, con una generosa escolta de dieciséis camionetas blindadas, y un ejército de más de sesenta sicarios provenientes de las minas anarquistas. Los informantes de la policía creían que el Cartel estaba aliado a los guerrilleros colombianos, al mando de los pueblos mineros del Manteco y Guaipati.
Habían registrado minuciosamente al hombre, único que podía acceder ante la presidenta, pasándolo por escáneres infalibles y por odiosos protocolos de seguridad. Su semblante era inmutable pese al extenuante sofoco de la oficina presidencial, y la mujer sentada ante él lo juzgó como un mártir. Esperó un momento, y se sentó plácidamente con la espalda recta.
Miró por encima de su hombro a Salvador.
—¿Cuántos francotiradores me están apuntando?
—Más de uno, por supuesto—asintió el hombre.
Enrico arqueó las cejas y cruzó los dedos sobre el regazo.
—Me gustaría renunciar a las formalidades y poner los negocios sobre la mesa.
La presidenta Beatriz Guzmán estaba visitando los Carnavales de El Callao, como futuro proyecto de Interés Turístico Regional; porque tal celebración fue declarado Patrimonio Cultural de Venezuela. Se había reunido con el alcalde Jorge Vespucio, un doctor que mantenía alianzas con el cartel y que se había enriquecido con las Vacunas provenientes de los yacimientos de oro; quien le informó que los líderes del Cartel del Llano estaban ansiosos por reunirse con la futura presidenta de la nación... antes de su juramentación.
Salvador le sugirió denegar la solicitud, pero Beatriz no dio su brazo a torcer y decidió encarar al Mal que carcomía los recursos del país como un parásito. El Italiano mandó al mejor negociante del Mercado Negro de la región para anteponer sus cláusulas a la toma de posición presidencial.
—¿Qué negocios? —Beatriz rompió su silencio.
—Para nadie fue secreto que
el dictador Rómulo Marcano posicionó su Régimen Totalitario con la fragmentación del poder militar dentro de las Fuerzas Armadas, para dificultar la toma de decisiones... gracias al nombramiento de oficiales de alto rango al frente de ministerios y empresas del Estado—. Esto propició la concentración de los poderes estadales en su partido fascista... y, tampoco son falsas las acusaciones internacionales que lo vinculan a actividades ilícitas relacionadas con el tráfico de drogas; así como a una presunta colaboración con estructuras criminales como el Cartel de los Llanos y las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
»Rómulo Marcano lideró el Cartel del Llano junto al Italiano por más de dos décadas en asociación con los guerrilleros, posicionándose como una de las estructuras criminales más temidas en el territorio sudamericano. Esta alianza facilitó el envío de grandes cantidades de cocaína hacia Estados Unidos... a cambio de armamento militar. El mandatario y otros altos funcionarios venezolanos participaron en una conspiración para coordinar el transporte y distribución de drogas bajo la directriz criminal colombiana. El gobierno declaró una guerra ficticia para enriquecerse con el narcotráfico junto al Caudillo Francisco López.
»El Cartel del Llano le permitió a la guerrilla trasladar sus operaciones al territorio bajo su protección, para cultivar y procesar grandes cantidades de cocaína en regiones. Para después utilizar las rutas marítimas y aéreas; desde la costa venezolana para el Caribe, y pistas clandestinas de ubicación secreta. El Italiano y los líderes guerrilleros pagaron suntuosos sobornos a funcionarios venezolanos a cambio de acceso a puertos comerciales, y datos de radar aéreo y marítimo para facilitar el transporte de sus mercancías.
»Bajo el liderazgo de Marcano—Enrico inspiró y espiró por la nariz con una sonrisa inmutable—. El Cartel del Llano no solo buscó enriquecerse con el tráfico de estupefacientes, también... proporcionó armas de grado militar a la guerrilla, y entrenó a milicias no autorizadas como una extensión de las fuerzas armadas venezolanas para obedecer al hampa en caso de una—mostró los dientes por unos segundos—... guerra civil.
»Estos mercenarios han sofocado la disputa territorial entre los cárteles menores que se oponían a la autoridad del Italiano, tras la cesión del poder político—levantó una mano a la morena en gesto de ofrecimiento—. Por supuesto, sus declaraciones contra la corrupción y el narcotráfico ocasionaron gran revuelo en el Arco Minero... pero, los grandes Molineros, gigantes exportadores de estupefacientes y los gobernadores de Estado... están dispuestos a negociar su Vacuna a la Jefa—le guiñó un ojo—. Seguramente conoce los informes sobre la cantidad absurda de armamento existente en los pueblos mineros, donde el oro y la sangre valen menos que las balas. Esas legiones de hombres se hallan enardecidos por su osadía, y han decapitado a los que empatizan con su causa para exhibir sus cabezas en la plaza del Carnaval—ahuecó las mejillas—, puede llamarlo su tributo al Maligno.
»Por supuesto, no entraré en detalles sobre la fantasmagórica alianza entre la Guardia Revolucionaria Islámica, Hezbolá y Rómulo Marcano... o las numerosas bases de operaciones en nuestro país que van más allá de la cooperación económica y comercial. Los presentes aquí, agentes diligentes de la Fundación Trinidad—inclinó la cabeza suavemente. Salvador pudo sentir a los agentes contener la respiración como un sudor frío bajando por su espalda—. Conocerán los proyectos ocultistas y los experimentos humanos en los laboratorios clandestinos de estas facciones, bajo las redes de la Iglesia Cristiana de la Salvación y el Cartel—se acercó unos centímetros al escritorio, y a Salvador le fallaron los nervios y su mano fue instintivamente a la pistola en su estuche. Enrico únicamente colocó las manos en la madera, sin apartar la vista de la mujer—. Como puede entender una mujer tan preparada como usted—sonrió, mostrando los hoyuelos—. El Italiano, heredero del círculo de Marcano, tiene suficiente poder e influencia para derrocar a cualquiera que ponga trabas en sus negocios.
Beatriz despegó los labios para hablar, acercándose más al escritorio.
—¿Cree que el pueblo venezolano va a aceptar que me quede de brazos cruzados mientras ustedes siguen alimentando su red de narcotráfico y matanza?
Enrico soltó una ligera carcajada y negó con la cabeza amablemente.
—¿Es abogada, no? —Preguntó. Beatriz torció la cabeza como respuesta—. Ya veo. Entonces... tiene que entender que nosotros somos el pueblo venezolano.
—No, ustedes son unas lacras malvivientes—Beatriz levantó el mentón—. Viene hasta acá, y nos demuestra el poder del cartel para amedrentar a los que se oponen a su maldad—señaló al hombre—. Déjeme decirle algo, señor Reyes. Ninguna amenaza me hará renunciar. Mientras yo viva, mi misión no será otra que arrancar de raíz el mal que Rómulo Marcano sembró en esta nación.
—Tras su juramentación, podrá poner a los militares y los policías detrás del principal motor económico de la región—Enrico Reyes negó con la cabeza—. Eso no sería conveniente para su deuda externa y debilitada infraestructura—se separó del escritorio y regresó a su asiento—. Mi intención no es declarar una guerra civil. El Italiano desea que usted comprenda sus negocios, y le permita impunidad para continuar sus intereses en el territorio. Sabíamos que iba a rechazar la primera propuesta, pues aún desconoce la magnitud de nuestra fuerza—cruzó los dedos—. Pero, el Italiano es generoso y le ha ofrecido una renta mensual de doscientos kilos de oro hasta el cierre de su mandato. Puede aumentar la cifra si lo desea, el Cartel del Llano está dispuesto a colaborar con la Jefa para reanudar sus operaciones de crecimiento.
—Me rehuso—replicó Beatriz, severa—. El gobierno venezolano no volverá a formar parte de sus redes ilícitas que vulneran los derechos humanos, asesinando inocentes y multiplicando las desgracias—la mujer se levantó de su silla—. No quiero seguir escuchando sus amenazas—se afincó al escritorio—. Es más, cuando tomé posesión del cargo... construiré una carcel para todos los miembros del cartel y extraditaré a cada guerrillero extranjero.
Enrico no mudó su expresión serena, señaló la silla de Beatriz y le pidió amablemente que se sentara para escuchar la última propuesta del Italiano.
—Escúcheme, señorita Guzmán—no fue descortés, pero una sensación inusitada en su voz desató las alarmas en su cabeza—. Esta propuesta es familiar.
El semblante de Beatriz se descompensó totalmente. Su expresión controlada se exasperó por un par de segundos, y la palidez de sus labios carnosos delató un furor interior irreversible.
—¿Familiar?
El negociante asintió, inexpresivo.
—Su trata de su esposo y su pequeña hija—dijo. La reacción de Beatriz fue predecible: tembló visiblemente, pero no rompió su máscara inescrutable. Se separó del escritorio con los brazos cruzados y las mejillas descoloridas—. El Cartel los tiene cautivos, y si no accede a nuestras peticiones... entonces nunca serán encontrados—se levantó del asiento con parsimonia para encarar a la mujer, que parecía un diminuto pajarito frente al moreno—. Por otro lado, seré amable en mi despedida y le informaré... que existe una recompensa en el Mercado Negro de una tonelada de oro para la persona que ponga una bala dentro de su cabeza—Salvador sintió un latigazo de hielo ofuscando su corazón. Su temperatura corporal descendió unos diez grados cuando cruzó miradas con Enrico—. Y también, señores de la fundación, están ofreciendo diez kilos de oro por cada uno de ustedes muertos. Todos sus nombres y datos personales fueron publicados en la red profunda de la región.
El silencio pesó en el despacho cuando Enrico Reyes salió, era como si un dios risueño hubiera eliminado el ruido del mundo. Beatriz cayó en el asiento para serenarse, y un agente se le acercó a Salvador para decirle que los escoltas del esposo y la hija de la presidenta habían sido silenciados unas horas antes de la reunión, posiblemente estarían muertos. El llamado despertó una alerta en todo el país, y los camiones blindados se movilizaron de inmediato para resguardar a Beatriz Guzmán de regreso al Palacio de Jaspe en la capital.
La morena parecía hecha de acero, con el rostro tenso de expectacion mientras los agentes fundacionales regresaban a las sedes para proteger a sus familiares de la recompensa impuesta sobre sus nombres. La policía secundó la operación de traslado con varias docenas de caravanas partiendo a las grandes ciudades con la supuesta presencia de la presidenta en uno de ellos.
Salvador iba en la cabina blindada junto a una docena de agentes de la División de Contención, armados con uniformes de operación y rifles. Habían abandonado las populosas comparsas del Carnaval, con sus bailes de Diablos del Yare y carrozas flamantes en torno a la veneración del festival de la carne y los excesos. Sabía que no podía confiar en jefes militares o líderes de cuerpos policiales... pues las conexiones del Cartel del Llano en el sistema del país eran muy profundas. Solo era cuestión de tiempo para que el precio por la cabeza de Beatriz Guzmán fuera de dominio público... y los informantes de la División de Análisis habían encontrado las listas de los agentes fundacionales en los foros de cazarrecompensas.
—¿Salvador? —Beatriz estaba demacrada. No había comido ni bebido nada desde que partieron del Callao—. ¿Qué has sabido de mi familia?
—Fueron secuestrados en Nueva Bolívar—dijo, estaba conectado a tres líneas de teléfono. Los agentes fundacionales y la Jefatura de Policía habían cerrado las carreteras de la ciudad y buscando en los edificios—. Deben estar vivos, porque entonces no valdrán como rehenes.
—¿Cuándo llegaremos a Nueva Bolívar?
Salvador contuvo la respiración.
—Presidenta—dijo entre dientes—. Nos dirigimos a Ciudad Zamora.
—¡¿Por qué?! —Las lágrimas saltaron de los ojos de Beatriz, y su rostro enrojeció—. ¡Tenemos que ir allá inmediatamente! ¡Los jefes militares, los líderes de la iglesia cristiana y la mafia! ¡Deben tener a mi familia en el Cuartel del Sol!
El hombre esperó que la presidenta rompiera en llanto para hablar.
—No podemos, mi señora—apretó las muelas—. Las sedes de Nueva Bolívar y Puerto Bello han reportado la llegada masiva de motorizados y camiones repletos de guerrilleros y sicarios uniformados como militares venezolanos... Al parecer, van a tomar la capital mediante un golpe de estado cívico-militar, liderado por los generales aliados al Cartel del Llano.
»Las carreteras de oriente están embotelladas de caravanas provenientes del Arco Minero y los Llanos Negros... con dirección a Nueva Bolívar. En solo horas, se desatará un enfrentamiento frente al Palacio de Jaspe para someter a su gabinete... y muchos ministros, legisladores y magistrados han demitido de sus funciones o escapado de la ciudad—prestó atención a una línea de su secretaria en la capital—. Me informan que los supuestos militares han tomado los anfiteatros y departamentos de la Iglesia Cristiana de la Salvación como bases de operaciones, y trancado las avenidas con barricadas para fusilar a cualquier inadvertido—una línea alternativa le mostró la trazabilidad de las cuentas bancarias de la Iglesia Cristiana de la Salvación, y las cifras estrafalarias no lo sorprendieron dado su coalición con la Mafia—. Por supuesto, los almacenes eran depósitos de armamento y laboratorios clandestinos de humanos. Los líderes de la iglesia han estado lavando los ingresos ilícitos de los gobernadores corruptos y del cartel... como donativos millonarios de sus filiales en todo el país.
»Entienda que no puede ir al matadero. No ahora que el país depende de su fuerza. El Cartel del Llano no cederá, están tomando medidas desesperadas, y usted cuenta con el apoyo del pueblo que vio caer una dictadura. Iremos a la sede de Ciudad Zamora con Míster África y Ariel Sananes preparando una contingencia para contraatacar. Usaremos la Caja de Espíritus, manipulada por el Rey Materia Flegeton, y podremos encontrar a su familia.
—No sé si podré—Beatriz tembló, azogada por los nervios—. No quiero mandar a todos esos jóvenes desarmados contra el fuego de las ametralladoras de esos despiadados—rompió a llorar, escondiendo el rostro en las manos—. El pueblo está desarmado, y aún no soy la presidenta legítima.
—No—Salvador la tomó por los hombros—. Nunca podrán quitarles la fuerza de la esperanza.
No supo que fue primero, si el grito indescriptible que penetró en lo profundo de sus huesos como las aguja candentes de una máquina de tortura... o el golpeteo general de los agentes fundacionales al desmoronarse sobre el suelo de la cabina. Beatriz desfalleció en sus brazos con los ojos entreabiertos... mientras un agitado Salvador contaba mentalmente hasta diez para resistir el atroz dolor que cruzó su cuerpo. La sensación remitió, pero las náuseas persistieron hasta que consiguió darse vuelta ante la aparición a su espalda.
Era una Sayona: el espectro de una mujer alta de vestido elegante y cabellera desprolija; su alarido desprevenido podía desquiciar a cualquier ser viviente. Era tan alta que se encorvó para entrar en la cabina, mientras el vehículo se detenía lentamente... y las compuertas eran abiertas por unos seres aberrantes de estructura antropomorfa, desprovistos de cabeza y órganos sexuales... y con una abertura abominable en el pecho parecida a una boca ancha de afilados colmillos.
El hombre que entró a continuación pertenecía a la estirpe más deplorable del país: el cruel y severo Nicolás Fedor de túnica morada, fajín verde, alpargatas y Yaguatero con cráneo de tigre. La Sayona bajo su potestad empequeñeció, y rectó por el suelo como una cucaracha indescriptible de blanca seda y cabellera nauseabunda...
Salvador intentó mantener la consciencia con los nervios destrozados, incapaz de levantar los brazos, con la vista en blanco y un sudor frío manando por los poros. Intentó hablar, pero solo consiguió botar espuma por la boca, como al borde de una convulsión. Beatriz y los agentes habían perdido la lucidez... Intentó recitar un Avemaría, pero su mente estaba demasiado congestionada. Todo su procesamiento se detuvo... Era incapaz de conjurar o desenfundar su pistola.
—Me gustabas más cuando eras un gato—el hombre alto colocó una mano horripilante de largos dedos en su hombro. Salvador sintió una pesada tarántula inyectando un grotesco néctar en su clavícula—. Ahora, solo eres otro pendejo de mierda que sigue creyendo en los políticos.
Miró a la durmiente Beatriz. Cerró los ojos cuando la presa se cerró en su garganta... y sintió su cuerpo pasar a través de una abertura gomosa muy pequeña.
—Todo se está yendo al carajo—dijo Jericó, y se reclinó en la silla frente al computador—. Perdí contacto con Salvador y desapareció el convoy de blindados que se dirigían a Ciudad Zamora con la presidenta.
Sebastián Landaeta, el hombre joven de uniforme fundacional azul marino, entró en la oficina y presenció los cubículos vacíos separados por tabiques que llegaban hasta el fondo del departamento, hacía la oficina privada de la Supervisora Jericó García; la única que no había abandonado el barco tras la sentencia cruel del Cartel del Llano con la publicación de la amplia lista de agentes fundacionales de grado y especiales en el muro de los cazarrecompensas de la región.
Míster África trajo el televisor conectado al servidor a la oficina de Jericó, y despejó el escritorio para colocarlo. Ariel lo enchufó y juntos sintonizaron los canales de difusión en internet de periodistas independientes, que buscaban transmitir los acontecimientos de la capital. Las protestas en las principales avenidas del país ardían con gritos de rebeldía e himnos de desesperación... pero el verdadero corazón ardiente del conflicto se hallaba en la avenida principal de Nueva Bolívar: la avenida Magallanes, donde se alzaban edificios imponentes como el diplomático Palacio de Jaspe y el inexpugnable Cuartel del Sol: un castillo moderno fundado por Rómulo Marcano para intendencia militar en caso de conflictos bélicos. Las embajadas habían cerrado sus puertas tras la expulsión de los representantes en sus oficinas, y se convirtieron en barricadas de los falsos militares que oprimían al pueblo con ráfagas de disparos y contundencia física. Los vídeos transmitidos en vivo por los periodistas mostraban calles ensangrentadas y supuestos militares venezolanos asesinando jóvenes a sangre fría... mientras el indefenso pueblo hacía llover piedras sobre tanques antipersonal, y se defendía de las acometidas provenientes de las murallas de escudos de polímero.
Los reporteros más avezados se metían en el fragor de la violencia a costa de sus vidas para presenciar a los extraños mutantes, al mando de guerrilleros uniformados con los colores de la República Bolivariana; incendiando edificios gubernamentales y ministerios tras sacar a rastras de los miembros del gabinete ejecutivo de Beatriz Guzmán del atrincherado Palacio de Jaspe, para ser torturados en las calles, a la vista de las principales televisoras de la nación. Míster África reconoció al Piromaníaco vestido de sargento, esperando que los guerrilleros pusieran de rodillas a los futuros ministros del país para envolver sus cuerpos en las cáusticas llamas que fluían a chorros de sus manos.
Siguieron buscando más canales de comunicación, y encontraron medio centenar de noticias sobre los movimientos del Cartel del Llano y fragmentos biográficos de su líder hampista, el Italiano; reverenciado como un poderoso narcotraficante en los estados llaneros y el Arco Minero. Una movilización heterogénea se dirigía a la capital, de opresores y oprimidos, y los cuerpos policiales intentaban contener el caos... pero las líneas de decisiones estaban cortadas, porque muchos oficiales y altos funcionarios del orden se habían rebelado con sus cuadrillas a los intereses del Italiano, residente en el Cuartel del Sol como un emperador sitiado.
Al mediodía, veinticuatro horas después de la desaparición de Beatriz Guzmán, Andrés Rosetti, gobernador de Margarita y Vocero de la Iglesia Cristiana de la Salvación, transmitió un comunicado en su perfil social:
—Estamos enfrentando una crisis civil como ninguna en nuestra historia—dijo ante la cámara—. Beatriz Guzmán ha escondido la cabeza mientras los verdaderos gobernadores de estas tierras reclaman lo suyo. El pueblo debe entender que no somos como las otras naciones, hemos sufrido una transición a un sistema social distinto del resto de países... donde solo los más fuertes y hábiles pueden sobrevivir a la segregación racial y clasista que nos imponen las grandes potencias económicas.
»Es cierto que los narcotraficantes mueven montañas de dinero con sus negocios ilícitos, pero... ¿acaso eso no ha impedido que nuestra economía se estanque? Desde hace más de cincuenta años los políticos se han disputado los intereses petroleros para beneficio propio. He conocido de primera oportunidad a el Italiano y su cámara de líderes infiltrados en la cúpula gubernamental, y no son diferentes a los usureros chinos y los pendencieros gringos que buscan boicotear nuestras economías sudamericanas... para enriquecerse expropiando nuestros recursos y explotando a nuestros hermanos en sus fábricas de mala muerte. Son dos caras de una misma moneda que busca someter, esquirlar y reducir... solo que ellos llevan la misma sangre que nosotros en sus venas. La sangre del Libertador Bolívar, y sus camaradas admirables que liberaron a nuestro continente del yugo español.
»Beatriz Guzmán era otro peón de la gobernanza imperialista que venera el capitalismo agresivo, que destruye ecosistemas y planta enfermedades en nuestros hijos, mientras ella sea presidenta nuestra nación jamás volverá a disfrutar de la prosperidad de antaño. ¡Levántense, soldados! ¡Cedan sus armas al régimen del Italiano y permitan que la nación sea rica como nunca! ¡No volveremos a contraer deudas extranjeras que sumen a nuestros vástagos en la degradación social! ¡No volverán a insultar a nuestros hermanos en las naciones de la Tierra! ¡Se inclinarán con respeto ante los venezolanos como potencia continental! ¡El yugo de hoy no es la monarquía ibérica! ¡Son los gigantes del norte que arremeten con su cúpula de acaparamiento sobre nuestro pueblo y las naciones vecinas del barrio sudamericano!
»¡Las elecciones escogieron a Florentino Duarte! ¡Pero ellos, los poderosos, decidieron que Beatriz era la indicada para su juego de poderes... y declararon fraude! ¡Hoy Duarte se halla en el exilio junto a otros hombres y mujeres que anhelaban la liberación de Venezuela! ¡Los grilletes invisibles de las sanciones y las deudas han estrangulado al pueblo por mucho tiempo! —Levantó el puño moreno—. ¡Es hora de que los verdaderos líderes asuman su mandato! ¡Vamos Venezuela! ¡Vamos Duarte! ¡Vamos Italiano! ¡Vamos pueblo! ¡Alabado sea Satanás!
La respuesta fue inminente: cientos de miles de reacciones de todo tipo en las redes, foros públicos discutiendo el futuro de la nación, transmisiones de reporteros en el ojo del huracán mientras eran bombardeados por aluviones de metralla y gas lacrimógeno en sofoco de las revueltas. La capital convertida en una laguna de fuego... mientras el paradero desconocido de Beatriz Guzmán se convertía en el foco de discusión más importante. Las naciones vecinas se mostraron renuentes ante las declaraciones de la fraudulenta proclamación de Florentino Duarte, mientras que otros reconocían la legitimidad de Beatriz por mayoría popular; unos noticieros intentaron obviar las conexiones del Partido Nueva República al Cartel del Llano, mientras que revelaciones espectaculares de miembros de la millonaria Iglesia Cristiana de la Salvación, favorecían la especulación del lavado masivo de dinero... y la profunda e inherente corrupción en el sistema venezolano.
Al atardecer se publicaron los nombres de los mutantes que lideraban las cuadrillas de guerrilleros genocidas. Sus nombres, antecedentes y biografías circularon por las redes gracias a los archivos que Jericó liberó en los foros, copias de los documentos robados por el contacto de Salvador García sobre la Iglesia Cristiana de la Salvación. En cuestión de horas, los perfiles y noticieros sostenían las diásporas experimentales llevadas a cabo con los prisioneros de los guerrilleros colombianos, vagabundos y reos sin familiares... en tertulias tripartitas. Emergiendo del barranco al foco público, se esparcieron las fotografías, metrajes e informes redactados por los científicos y magos negros que encabezaron horripilantes experimentos humanos, bajo el resguardo de Rómulo Marcano y el Cartel del Llano.
El primero de ellos era el mutante conocido como Piromaníaco por las autoridades fundacionales: un drogadicto de los barrios marginales de Nueva Bolívar que fue reclutado por una célula terrorista de Hezbollah, para someterse a extremas pruebas con sucedáneos radioactivos, que modificaron la química y estructura orgánica de su cuerpo... para hacerlo capaz de replicar la electrólisis con los líquidos de su organismo, separando el hidrógeno del oxígeno para ser expulsado en forma de combustión por las glándulas sudoríparas y poros dilatados. Su nombre era Henry Parra, y era una verdadera rareza médica, pues sus radiografías subcutáneas reflejaban la existencia de órganos trasplantados de naturaleza no humana; y sus antecedentes psiquiátricos lo convertían en un sujeto inestable y dependiente de las sustancias. Era el único sobreviviente de una serie de procesos, cuya alta tasa de mortalidad lo convertía en un caso sin precedentes.
El mutante identificado como Espectro, era una mulata de treinta años que usaba un trapo con agujeros para esconder su rostro desfigurado; su nombre era Erica Martínez, y había servido en la frontera amazónica como subteniente de brigada durante las incursiones colombianas. Tras ser capturada por los guerrilleros, fue torturada y enviada junto a sus compañeros a una división en lo profundo de la selva, donde se celebraban horrendos rituales de magia negra; y sometida durante años a sufrimientos inimaginables que convirtieron su cuerpo en un guiñapo irreconocible. Fue la única sobreviviente de las crueles Misas Negras oficiadas en lo profundo de la jungla amazónica, y su Pacto con el Demonio de las Sombras le permite acceder a un mundo intangible y tenebroso que el resto de seres de esta dimensión tridimensional es incapaz de comprender.
El tercero era una mujercita de aspecto delicado que pesaba menos de cuarenta kilos y utilizaba el pelo corto, cuyo factor telequinetico e inestabilidad mental la convertía en una amenaza latente. Aparecía en los registros cívicos como Norisbel Gómez, pero había pasado desapercibida con respecto a la sociedad desde que su familia pereció en un accidente automovilístico, al parecer ocasionado por sus habilidades innatas. La investigación en los laboratorios reveló que solo puede controlar la materia en su campo visual, y que puede levantar diez veces su masa corporal con movimientos unidireccionales y barreras cinéticas. Las resonancias magnéticas revelaron una estructura inusual en el lóbulo frontal de su cerebro, y encontraron minúsculas partículas radioactivas del Cometa de Sangre en sus venas.
Estas tres figuras y muchas otras evidencias de encubrimiento mediático eran reveladas en las redes y tumbadas horas después por las arañas del estricto sistema cibernético de protección y recopilación de la Fundación Trinidad. Los casos de abducciones, experimentos con mutagenos, rituales con entidades cósmicas y aquelarres aterradores... habían aumentado el revuelo sobre la nación venezolana con el estallido civil en la capital. El Espectro se convirtió en la figura icónica del terror bélico en Nueva Bolívar, como terrateniente del Italiano, liderando masacres encarnizadas en las plazas públicas y avenidas teñidas de rojo contra un país que le dió la espalda.
La cifra de muertos había escalado los trescientos en todo el país. Míster África se despegó del televisor, y salió de la oficina mientras Jericó y Sebastian mantenían sus ojos fijos en la desesperación del pueblo que salió a la calle una vez más, para enfrentarse al yugo que otra vez triunfó.
Ariel lo siguió, con los hombros caídos y las manos en los bolsillos.
—¿A dónde vas?
El hombre se rascó la perilla de vellos encarnados.
—Busco provisiones.
—¿Tienes comida en tu escritorio?
—Mejor—se dirigió a su cubículo, y metió mano bajo la mesa del computador hasta agarrar el objeto de su deseo—. Como no sabes leer ni escribir, tengo que encargarme solo de nuestros informes—levantó la botella de ron añejo—. Esto me ayuda con el estrés.
—¿Bebiendo en la oficina? —Ariel ensanchó su sonrisa—. Eres un francés melindroso.
Míster África sirvió los tragos, y se reclinaron sobre las butacas mientras escuchaban de fondo las espeluznantes noticias de la sangrienta batalla que sucedía hora tras hora en las calles de la capital. Hablaron del predecible resultado, de la desaparición de Beatriz, de los derroteros que acontecían en Ciudad Zamora bajo los túneles del Casco Histórico y las ceremonias orquestadas por los magos regulares en las fincas fuera de la polis. Intercambiaron opiniones sobre las tetas de sus compañeras de oficina, y finalmente regresaron a sus cuestiones esotericas personales.
—¿Crees que tú y yo estamos en la quiebra porque no hemos pactado con entidades?
Míster África frunció el ceño, dubitativo.
—¿Cómo?
—Según los griegos—continuó el judío—, la clave de la felicidad es pactar con el demonio correcto—dijo. África bebió directamente de la botella y reflexionó—. Ni todos los angeles son santos y ni todos los demonios son malos... como te hacen creer las religiones—concluyó Ariel—. La gente tiene una idea erronea de esos espíritus.
Míster África se lamió los labios.
—He tenido la fortuna de llevarme bien con varios demonios y... son seres interesantes dispuestos a ayudar en los temas que escapan de nuestras manos.
—Tienes que mostrarme.
El hombre sonrió, y miró el líquido caramelizado en la botella.
—¿Ariel?
—¿Señor?
—¿Eres maricón?
—¿Qué? —El pequeño judío frunció el ceño—. ¡No jodas, Míster África!
—Pero nunca te he visto detrás de una mujer.
—Tengo mis razones.
Míster África le sirvió otro trago de aguardiente.
—¿Es por tu enfermedad mental?
—No tanto así—Ariel paladeó el ron caramelizado y se palmeó los muslos, mirando su entrepierna—. Es por mi... cosa.
El hombre contuvo el aliento.
—No me digas que...
—Sí, mon amie—asintió el judío—. Es demasiado grande—hizo una mueca de disgusto—. Tan grande que no funciona—se sirvió otro trago generoso—. Necesitaría un corazón el doble de grande y unos tres litros más de sangre en las venas para sostener una erección.
—¡Por Bondiu!
—Sí—sonrió Ariel con tristeza—. Podría tener de frente a la mujer desnuda más hermosa del mundo... y sería incapaz de empalmar.
—Entonces, ¿si se te para te desmayas?
—Te voy a deportar, francés de mierda.
Míster África rompió en carcajadas, y Ariel lo secundó. Rieron hasta que les dolió el estómago... y sintieron la embriaguez relajar las tensiones en sus rostros.
—¿Tenías una hija, verdad? —Ariel levantó su vaso con modestia—. ¿Qué le pasó?
Míster África se dejó caer en el asiento, pensativo.
—La vida...
—Sí—el judío chasqueó la lengua—. Yo nunca conocí a mi papá, y no tuve una buena mamá. Era un niño vagabundo que se crió en las calles y los cerros de Montenegro... ganando limosnas con trabajitos espontáneos y regresando al refugio de mi mamá de vez en cuando para verla desmoronarse en drogas. No tenía familiares que pelearan mi custodia, pues mi madrecita escapó de joven del hogar... Lo único que tengo de ellos es el apellido judío y algunos conocimientos cabalísticos que heredó Flegeton de sus memorias familiares.
»Recuerdo... —Ariel extrajo de su chaqueta una bolsita de polvo blanco, y lo esnifó con una paleta de helado—. Antes de conocer al Maestro Okeanos y ser su aprendiz. Recuerdo... que mis amigos del barrio me seguían a casa para saber donde vivía. Ellos eran niños normales de primaria, pero... como mi casa era de cartón y lámina, solía esperar frente a casa hermosa cercana a la catedral, y les decía que no había nadie porque mis padres estaban en el trabajo y no traía las llaves. Estábamos ahí, hasta que se iban.... y luego yo volvía. Me daba pena mi casa sucia y destartalada, pero más dolor me ocasionaba pensar que verían a mi madre drogadicta tirada en un sofá mohoso—se dejó caer en el respaldo con un hilo de sangre corriendo por su labio superior—. Daría todo lo que tengo por ver a esa mujer dormir una vez más. Solo durmiendo. Tranquila, pacífica, con el rostro amarillo y los labios resecos. Para mí, era el rostro más bello de todos.
Míster África bebió un profundo trago y suspiró, consternado.
—Mi madre es la Reina Vudú del Orínoco, Madame Urdaneta, de la Rue Angostura—dijo, y se rascó la barbita—. Provenía de una familia de rancio abolengo africano... y mi madrecita tenía un matrimonio poliándrico con cinco hombres. Por supuesto, sabía cuál era mi papá porque era el único hijo blanco—sonrió, acariciando la orilla de la botella—. Crecí hablando el francés meloso, tocando los tambores y recitando plegarias a los Lúases que protegían a la familia. Los Bokor y Mambos de la ciudad se reunían para rendir pleitesía a la Reina Vudú, y cientos de solicitudes anuales en petición de milagros imposibles para otros brujos... le permitían vivir con holgura.
»Recuerdo ser un niño caprichoso, pero el único hombre que respetaba era mi padre, Juan Maldonado, el Mago Blanco del Naranjal. Era diestro con la Magia Planetaria, y siempre que venía de visita los vecinos supersticiosos de la cuadra se reunían para que le leyeran las barajas. Su cartomancia era impecable, ¡y cómo lo veían las mujeres cuando paseaba vestido como un dandy! Por él, soñé en convertirme en médico... aunque mi talento para el Vudú estaba demostrado. Mis otros hermanos no eran tan diestros con las palabras, y temían a los ancestros y las serpientes.
»Sí—asintió, y bebió un trago para humedecer su garganta—. Me hubiera convertido en un Rey Bokor, quizás es un Lúa venerado a lo largo de la Angostura del Orínoco.
—¿Qué te pasó?
—Papá murió—su voz tembló—. Una prescripción mal escrita, provocó una reacción alérgica en su organismo y... como estaba en uno de sus viajes en las minas, no pudo ser atendido a tiempo por un médico—una pequeña lágrima corrió por su mejilla—. Amaba a ese señor.
—¿Por eso decidiste que querías ser doctor?
—Sí—dejó escapar una risita atorada en su pecho—. Quería salvar a los padres y los hijos de otras personas. Juan Daniel era un hombre bondadoso... eso lo hubiera enorgullecido. Pero a mi familia nunca le agradó la idea. Dijeron que los médicos eran matasanos, y que la verdadera sanación provenía de un lugar místico e intangible... Además, para estudiar medicina necesitabas un índice académico altísimo; porque la Universidad Oriental de Ciudad Zamora era la más cotizada del país.
»Me esforcé—bebió, y carraspeó—. Trabajé muy duro como estudiante sobresaliente, y pulía mi destreza como Bokor para demostrarle a mi madre y mis padres que merecía el oficio, pero ellos se reían en silencio—Míster África acarició el pico de la botella con la yema del índice—. Ingresé mi solicitud honorífica en la universidad, y me rechazaron—miró el techo para que el aire acondicionado secara sus ojos húmedos—. Los hijos naturales, los que solo tienen el apellido materno, no podían ingresar a las universidades. Fue entonces que... tomé mi decisión de alistarme en el Ejército Bolivariano para servir en la frontera como médico militar.
»Mi madre me vio entrar con el uniforme oliva y rompió en llanto. En esa época la guerra fronteriza estaba en su apogeo, y la selva amazónica era un campo de batalla del que pocos regresaban... pero, el reclutamiento le ofrecía educación médica gratuita a los que estaban dispuestos a cooperar. Abandoné a mi novia y mi hogar, y partí a la selva para recibir entrenamiento. Los médicos militares obtenían licencias provisionales, y en los permisos podía ejercer como funcionario público para salvar la vida de todos esos hijos y padres enviados al frente. Fueron meses infernales, pero los resistí porque debía sobresalir para obtener el puesto... y cuando mi nombre entró en la selección me dediqué a estudiar y asistir las sangrientas intervenciones que provenían del frente—se mordió el labio inferior—. Aprendí de cirugía, con el uniforme ensangrentado, un bisturí esterilizado y una pistola en la otra mano... para disparar a los fantasmas noctámbulos en la oscuridad, que acechaban las carpas de intervención quirúrgica, buscando asesinar a todos con una ráfaga de disparos.
Ariel despegó los labios, risueño.
—¿A cuántos salvaste?
—No lo sé—abrió y cerró las manos—. Casi no dormía... Nunca dejaban de llegar los mutilados. Muchas veces traían cadáveres irreconocibles al quirófano... y allá en lo profano, en lo recóndito del primitivo Amazonas, ví y escuché cosas que van más allá del horror. Era una máquina picadora de carne que mantenía la pistola cargada en el cinturón y un subidón de cocaína en el surtidor para endulzar el café negro en las interminables jornadas de saturación.
»Fui participe de rituales esotericos, y encuentros con seres que me es imposible recordar... pero que instaron de arcanos para bendecir y maldecir nuestros cuerpos. Partía de brigada con cuadrillas enteras dependientes de mis manos por si éramos emboscados, y disparé sin dudar con los nervios destrozados. Pero, esa parte de mí que se estaba perdiendo en la jungla, regresó cuando recibí una llamada de mi madrecita.
»Mi antigua novia estaba encinta cuando me uní al ejército, quiso abortar, pero su familia no se lo permitió... y terminó dejando el bebé en manos de su abuela. Era una niña identifica a la Reina Vudú que se prendó en los corazones del hogar... y que necesitaba un papá—meneó el ron caramelizado en el recipiente de vidrio—. Era mi hija, Sofía Urdaneta, mi pequeña niña que merecía un padre presente en su vida.
»Hice lo que tuve que hacer para regresar. No me arrepiento... y por mis logros en la frontera recibí una merecida baja y una licencia médica provisional junto con un suntuoso subsidio. Mi servicio había terminado, y debía regresar con mi hija—sonrió con dulzura, y paladeó el licor ardiente—. Era una niña hermosa, morena y de cabello liso—suspiró—, pero... a temprana edad le encontraron leucemia mieloide aguda—sus labios temblaron, pero contuvo el llanto—. Pobre criatura... No importa qué ritual o tratamiento se intentara, no había cura. Cuando agoté el pago de mi servicio, comencé a transportar, vender y producir drogas. Trabajé como sicario, escolta y ladrón profesional... y, la inestabilidad económica y el peligro era tan fuerte que... perdía más de lo que ganaba. La vida de mi hija pendía de un hilo... y llegué a cometer horrendos crímenes para que no le faltara ningún tratamiento o medicina.
»Pero no fue suficiente, perdí a mis dos hermanos y un padre... en nuestras andanzas con los carteles. Tampoco pude salvar a mi hija de su enfermedad. Mi mamá dijo que era una Maldición Generacional, pero yo... a veces pienso que no me ha pasado nada bueno en esta vida. Por eso preparé el Rito de Damballa, abrí el sepulcro... y execré el cuerpo de mi hija en el camposanto, pero un horror sobrevino en su cadáver reviniente. Aquello que descendió desde lo profundo de las estrellas... no era el espíritu de mi pequeña Sofía—se limpió la salmuera de los párpados—. Solo quería decirle que papá está a tu lado, y todo iba a estar bien... antes de vaciar el cartucho en su cabeza.
»Fue entonces cuando la Fundación Trinidad me atrapó por los delitos de sacrilegio y nigromancia... y fui ingresado en la prisión estadal de Puerto Bello. Estuve un par de años, sumido en la dependencia psicotrópica y formando parte del cartel interino para pagar mis mierdas—se mojó los labios con la botella—. Hasta que el Padre Jiménez me reclutó como agente de grado especial, gracias a mis contactos en el mercado negro y mis conocimientos como Bokor Vudú, pero... aún estoy cumpliendo mi condena.
Ariel se frotó la nariz enrojecida.
—¿Cuánto te dieron?
—Treinta años—dio un profundo trago al licor—. Mis días están llenos de dolor y vergüenza. Lo he perdido todo, he comenzado muchas veces, he muerto más veces, y cada vez siento menos que esta vida me pertenece.
El judío asintió, y extrajo el sobre plástico de drogas para esfinar unos gramos. Tras su operación, saltó de jubilo pregonando su ocurrencia a grandes voces.
—¡Lo tengo! —Aulló con los ojos dilatados—. ¡Sí, maldita sea! ¡Sí!
Míster África frunció el ceño con la botella en la mano.
—Tienes que dejar de consumir esa mierda frente a mí.
—¡¿No lo entiendes?! —Gritó, eufórico—. ¡Es la respuesta a todas nuestras preguntas! ¡Está resguardada acá! ¡En la Sede de Objetos Anómalos de Ciudad Zamora! ¡Sección de Reliquias Místicas de Tercera Categoría!
Sintió que los colores se diluían en su rostro.
—No...
—¡Sí!
—Pero es uno de los objetos malditos más peligrosos de la nación—aseveró África—. Abrir su celda es liberar un Mal indescriptible en el mundo.
—¡Si es la única forma de revelar la ubicación de Beatriz Guzmán! —Dictó Ariel, decidido—. ¡Entonces, le ofreceré toda mi sangre a la Caja de Espíritus del General Marcos Pérez Jiménez!
El barrio lúgubre en el centro de Ciudad Zamora era una colación de casuchas variopintas, en el fondo de una colina de pavimento agrietado, como un enjambre de hongos renuentes a la podredumbre. Jonás reparó en el portón herrumbroso que protegía el porche de la casona de dos plantas y muros bajos. La pintura hace años que la erosión había despejado, dejando un remanente costroso y amarillento... y los ventanales de grueso armazón eran velados por paneles de oscurecimiento y crisoles de coloración púrpura.
Carlos se acercó al portón oxidado, y acarició el candado y las cadenas petrificadas.
—¿Cuánto tiempo llevará encerrado?
—Unos diez años a lo sumo—el sacerdote consultó un reloj de Hello Kitty, como vaticinando una catástrofe—. Trabajamos juntos para la Fundación Trinidad, persiguiendo al Ladrón de Mérida... y se retiró con un jugoso bono para casarse con su novia y montar un negocio de botánica y medicina naturista en esta ciudad.
—¿Padre, deberíamos entrar a la fuerza? —Carlos parecía preocupado—. Este barrio parece abandonado...
—No—Jonás comprobó que no hubiera dispositivos balísticos apostados en los armazones, viendo a través de un pequeño tubo metálico de ocho centímetros, cuya rareza anómala le proporcionaba las características de un telescopio—. Te explotará la cabeza con un canto de sirena—negó el presbítero—. Desde que su esposa lo dejó, se ha convertido en un hombre de lo más excéntrico... y su colección horripilante de dríadas y mandrágoras te pondrán la piel de gallina—extrajo el revólver de la funda—. Su jardín autosuficiente le ha permitido un aislamiento total, y sus investigaciones fundacionales lo convierten en un sujeto peligroso. ¿Memorizaste los Cánticos que te enseñé?
Carlos palideció, y se alejó del portón. Extrajo de su bolsillo una cápsula blanda rellena con azufre, y asintió lentamente... conteniendo la respiración. Había decidido enseñarle fundamentos de Misticismo, en caso de encontrarse con un mago negro en su cruzada, y comenzó por dominar los principios de la universal y práctica Magia Planetaria: los Planetas Elementales. Por supuesto, su nivel era precario... no le llegaban ni a los talones a Magos de Segundo Nivel como Ariel Sananes o Okeanos.
Lo que se entiende como «magia» es la influencia en las leyes de causa y efecto, aplicadas a diferentes escalas de cuantificación, utilizando principios y lineamientos que, siguiendo un orden establecido, pueden propiciar y modificar una cadena de acontecimientos para lograr un resultado. Un ritual, según la doctrina, puede incluir una receta de movimientos, posturas de manos, ingredientes, cánticos, palabras y entonaciones... así como disponer de una fuente de energía, para alcanzar la alteración o manifestación de un fenómeno. Un hechicero puede requerir de estos protocolos, como un computador al que se le introducen comandos, para modificar la estructura misma del universo.
Se medía la capacidad del mago en niveles, según la cantidad de protocolos y recursos que requiera para ejecutar una conjuración. Los niveles comprendidos por la Fundación Trinidad y el Convenio de Salem iban desde el Primer Nivel, con rudimentos místicos y enseñanzas autodidactas capaces de replicar milagros; el Segundo Nivel, que exploraba un conocimiento avanzado de las leyes universales y un dominio de las ramas esotericas potencialmente variado; el Tercer Nivel, es la interpretación de una persona con la capacidad para manejar grandes transformaciones de la energía y materia, quienes fueron conocidos como los héroes de la antigüedad e hijos de los dioses. Los Magos Oficiales e Irregulares de Tercer Nivel en el Registro Fundacional, eran menos de cincuenta y la mayoría eran Magos Negros sin identificar, declarados terroristas como el Barón Garmendia y los enmascarados de la Cumbre Escarlata. El Cuarto Nivel, el Pináculo de los Dioses, era un tabú en los conceptos del Misticismo: representa una consciencia superior y una comprensión metafísica capaz de alterar el axioma universal conocido como la inquebrantable Ley de Adonai; aquella apoteosis mística solo podía pertenece a una persona que ha trascendido su humanidad para unirse al panteón de los venerados o a las legiones demoníacas como un Duque Infernal.
Jonás escuchó un chirrido de bisagras y una figura de altura descomunal y pelambre oscura apareció desde el interior de la casa. Su fisionomía era la de un hombre de dos metros completamente abandonado al descuido alimentario... y su andar desgarbado se precipitó hasta el portón herrumbroso. Reconoció el rostro severo de Ronny Urbano bajo la barba espesa y el cabello azabache... y sus ojos marchitos le devolvieron una sonrisa simiesca.
—¿Cómo estás? —Le sonrió Jonás.
—Vuelto verga—asintió el gigante—. ¿Trajiste plantas?
—¿Comenzaste a sembrar coca y marihuana?
Ronny asintió lentamente, y Jonás se frotó las manos con una sonrisa cómplice. Por supuesto, aquel ser zarrapastroso no era ni la sombra del muchacho lozano y fortachón de prodigiosa fuerza y resistencia que lo apoyó en la persecución del Ladrón de Mérida, hace ya más de diez años; a cambio de la Tinaja Sagrada, una reliquia capaz de curar la Saetas que un mago negro lanzó a las piernas de su entonces novia. ¿Quién lo diría? El hombre se mudó con ella, le pagó la inscripción a la Universidad Oriental, y cuando se graduó como doctora... lo mandó al carajo. ¡Mujeres! ¿Y ellas son el sexo débil?! Ronny había sido un vigoroso joven de grandes sueños, pero toda persona herida se ve forzada a la metamorfosis... y del fantasioso hombre solo quedó la crisálida cadaverica de un corazón esmerilado.
El interior de la casa era un invernadero rebosante de macetas bajo filtros cristalinos, y pilares de los que se adherían enredaderas con frutos carnosos de atractivo aroma. Todas las superficies estaban cubiertas de tierra húmeda, y apestaba a clorofila y fertilizante. De las vigas del techo colgaban macetas con hongos... y en las mesas y estantes se apilaban colecciones vegetales y semillas de toda índole... conformando una colección extraña de rarezas botánicas en frascos herméticos y tinturas destiladas. Ronny era un aficionado al estudio de la criptobótanica, e invertía todas sus ganancias de las investigaciones fundacionales en más semillas, esporas e injertos: mandrágoras, dríadas lloronas, raíces de propiedades mágicas e híbridos antinaturales que producían frutos indescriptibles.
Jonás estudió una mesa de trabajo repleta de papeles salpicados de tierra, con diagramas de árboles tiránicos y un mapamundi garrapateado con símbolos y tachones.
—¿Sigues buscando el Jardín del Edén?
Ronny tomó asiento en un taburete, y puso calentar una olla en una cocina eléctrica, conectada a un generador.
—Está acá, sí—asintió con voz ronca—. Puede que en el Arco Minero o... los bloques de onice hallados en Canaima—se encogió de hombros, incapaz de mirar a los ojos—. ¿Cómo es afuera?
—Caos y muerte—anunció el Padre, y se mordió el labio inferior—. Todo sigue igual... Mejor, quédate encerrado.
Ronny se rascó la barba descuidada. Estaba muy flaco, y los huecos en sus mejillas delataban una insuficiencia nutricional severa.
—Esto es horrible.
—¿Quieres dar una vuelta?
—No tengo nada que buscar afuera...
—Te estás pudriendo acá adentro como una planta de mierda—Jonás enrolló una hoja de cannabis dentro de un papel, y lo selló con saliva—. Seguro tu mujer se casó con otro y tiene hijos, y tú aún llorando como un huevón.
—¡Padre! —Carlos se cruzó de brazos con los ojos abiertos como platos—. No sea tan cruel con el pobre hombre.
Pero Ronny soltó una carcajada, y se palmeó los muslos con las manos de uñas mugrosas.
—Sí, entiendo—miró por primera vez a Jonás a los ojos, rebosantes de salmuera melindrosa—. Cuando no tienes a nadie a quien cortarle tu mierda de día... ¿Cómo se llama eso? He pasado tanto tiempo solo, escuchando el ruido dentro de mi cabeza... que tengo miedo de mis propios malos pensamientos.
—Hijo—el Padre colocó una mano sobre el hombro huesudo del gigante—. Nadie conoce la profundidad de tu melancolía tanto como tú... así que no seas tan duro contigo mismo—posó el porro en sus labios, y sacó su encendedor de gas inagotable—. Báñate, remata esas plantas de mierda y vamos con las prostitutas—aspiró el humo y exhaló una nube nacarada—. ¿Quieren hamburguesas o perros callejeros? El Colegio Cardenalicio me envía mensualmente demasiado dinero como para no gastarlo en drogas, alcohol y mujeres—sonrió, sereno, afectado por los químicos—. Que rico.
Carlos apretó los labios.
—Padre...
—¿Sí, hijo?
—A lo que vinimos...
Jonás asintió, lo había olvidado por completo, y apagó el cigarro en la tierra húmeda de una maceta con una majestuosa rosa del desierto.
—Ronny—el Padre Jiménez se inclinó ante el herbolario—. ¿Qué sabes del Demonio del Meridiano?
La reacción del hombre fue incierta, tembló visiblemente y se pasó una mano por la boca.
—¿Por qué dijiste ese nombre?
—Trabajaste para el Departamento de Análisis como Investigador de Grado Especial—Jonás cruzó los dedos sobre el regazo—. Participaste en una redacción del Demonio del Meridiano, pero antes de llegar a grandes conclusiones, la investigación se estancó y el informe fue borrado. Los agentes fundacionales del caso, contigo a la cabeza, fueron trasladados a la búsqueda del Jardín del Edén—clavó sus ojos en los de Ronny—. ¿Qué descubrieron? ¿Y por qué la información en los servidores referente a esta entidad requiere autorización o simplemente fue borrada?
Ronny sirvió la infusión, y le agregó miel y limón a sus tazas. Jonás lo olió con mesura, debía tener cuidado pues ya no poseía la astilla de la Vera Cruz y era vulnerable a las maldiciones y los venenos. En su paladar descubrió una mezcla maravillosa de hierbas relajantes, que junto a la marihuana... provocó una inusitada frescura en su cerebro. El gigante se levantó del taburete y se dirigió a una estantería de madera hinchada para extraer un papelografo enrollado... que desplegó sobre los utensilios de una mesa de trabajo. La impresión de aquel pergamino ictericio y rugoso le arrancó a Carlos una exclamación...
El óleo de una criatura horripilante se desdibujó en un papiro de dos codos de longitud, con colores empantanados pero horriblemente conservados con matices claroscuros que evocaban una renuente sensación nauseabunda... sobre criaturas indescriptibles que vagaban en las superficies estériles de planetas muertos. La entidad plasmada en un arrebato de alienación artística era infinitamente repulsiva, y el paisaje moribundo de picachos puntiagudos y valles rojizos era recortado por un firmamento nebuloso tachonado de estrellas oscuras y coronado por una procesión de soles negros... ajeno a toda concepción universal del horror cósmico y caos inverosímil. El ser era un humanoide ataviado en una grasienta túnica de monje, hace eones descolorida por la erosión de los cítricos vientos cósmicos... cuyas manos y pies huesudos de largos apendices delataban un acervo de humanidad en su estructura. Bajo su axila derecha se descansaba un manuscrito de pesadilla, concebido por los horripilantes innombrables del Culto de los Huesos: el todopoderoso y maligno Libro de los Grillos, encuadernado en la piel de neonatos sacrificados y cuyas páginas escritas con sangre son capaces de inducir locura. Pero, la malformación más escalofriante de aquella entidad antropomorfa era su larga y pesada cabeza de artrópodo miriápodo, color escarlata oscuro y rematada en tenazas puntiagudas capaces de inyectar venenos inimaginables en sus presas. Era una aberración quimérica extraída de los más profundos bajíos infernales, donde convergen los fluidos pecaminosos de los humanos degenerados, y dan paso a formar nauseabundas que pululan en vectores desconocidos por nuestros conceptos.
—El autor de esta pintura fue un francés del siglo pasado—dijo Ronny, estudiando con espléndido horror la espeluznante e hipnotizante creación—. El hombre llegó a Venezuela huyendo de los horrores de la guerra, y la pintó, según sus nietos, atraído en sueños magnéticos por los horrores de una criatura que intentaba establecer lazos con nuestro mundo. La inspiración artística que provoca el Hombre con Cabeza de Ciempiés es un fenómeno fascinante de estudiar, pues aparece a lo largo de la historia y en distintas culturas... como un ser adorado o temido. Algunos artistas del renacimiento lo plasmaron en pinturas, esculturas y estructuras... y los arqueólogos han encontrado culturas tribales en las que se le destinan sacrificios humanos.
»Basamos nuestra investigación en los textos que dejó el desaparecido Jesús Herrera hace más de quince años, desgajando sus especulaciones sobre los Mundos Posibles y las dimensiones superpuestas de nuestra propia Burbuja Universal, que dan forma y sustancia a la Convergencia Armónica de la Humanidad. Trabajamos por meses, recopilando relatos oníricos, pinturas, manuscritos y demás obras relacionadas a la entidad presente en las ensoñaciones artísticas de los seres sensibles... y llegamos a conclusiones horripilantes sobre los conceptos del tiempo, que la organización fundacional desterró y archivó secretamente.
»Yo trabajé remotamente desde mi terminal, en mi estudio personal, pues me volví adicto al trabajo... para intentar olvidar mis dolencias. Muchos investigadores del Departamento de Análisis fueron despedidos, silenciados o desestimados... pero lo cierto es que nuestras conclusiones revelaron las postrimerías del universo, capaces de horrorizar a los hombres más respetados de la organización. Fuimos rápidamente trasladados al Caso Jardín del Edén, y la investigación fue clausurada junto con todos los datos recopilados... pero, descubrimos secretos sobre esta Entidad, tras armar un rompecabezas inimaginable, que ocasionaron más preguntas que respuestas.
»El Demonio del Meridiano, el Dios de los Innombrables, Hombre con Cabeza de Ciempiés o... Azzaroth... cuál sea su nombre. Es una entidad que va más allá del tiempo, y existe simultáneamente en cada momento y en ninguno, pues su verdadera identidad es la de un hombre del futuro que entró en contacto con una fuerza primigenia. Se trata de un teórico Mago de Cuarto Nivel que existirá en el futuro cercano... y conformará parte de un ciclo en la Sinfonía de Vida y Muerte. Nuestra comprensión del universo es la de una estructura tridimensional y lineal de espacio-tiempo newtoniano, conjugado por dilataciones einstenianas... pero, en el terreno oscuro de la mecánica cuántica, las concepciones del tiempo lineal se fusionan bajo una única sintonía: pasado, presente y futuro... transcurren al compás de una sinfonía horripilante. La teoría establece que todo lo que ocurre y lo que pudo haber ocurrido, ha transcurrido en cursos paralelos y que solo somos conscientes de uno de estos emplazamientos cuánticos. Por eso, si al cruzar la calle sientes la sensación nauseabunda y súbita de ser atropellado, a pesar de estar en el carril despejado... puede que no estés equivocado.
»La causalidad de esta entidad y su propósito continúan siendo un misterio irresoluble... lo único que obtuvimos a través de Rituales de Descenso con Innombrables del Mundo Onírico que lo idólatran, son consensos y declaraciones apocalípticas de una Gran Rebelión... y un Demiurgo tiránico que engulle y regurgita un río de almas. En los infinitos Mundos Posibles, esta entidad gobierna como la Corrupción, ajena a las Leyes de Adonai... es la antítesis del Altísimo y su panteón de egregores.
»Pero no sé más nada, pues los agentes fundacionales de alto grado me metieron esa sonda eléctrica por el culo... y olvidé lo más importante y desconcertante de esta aberración cósmica. Solo puedo decir que, es mejor que la Humanidad ignore aquello que gobierna en las profundidades siderales, donde no existe la materia... y los dioses son incapaces de escuchar nuestras plegarias, pero ellos sí.
Ronny levantó el pergamino, y lo enrolló nuevamente.
—Gracias, Ronny—asintió Jonás, y se levantó—. Lo tengo claro ahora.
Carlos frunció el ceño.
—¿Nos vamos?
—Espera—Ronny rebuscó en un cajón—, casi me olvido de esto—sacó una pequeña esfera de vidrio, cuyo centro era una espora fosforescente cubierta de púas—. Es una semilla del Jardín del Edén encontrada en una cantera del Arco Minero—se la ofreció, como una manzana de oro—. He escuchado las noticias por la radio... y deberías llevarla contigo.
—Pero...
—No te preocupes, Padre—sonrió el gigante—. Estaba esperando que alguien importante viniera para dársela. Llévatela, y seré libre...
Jonás tragó saliva, estudió el rostro demacrado de Ronny y desenfundó la pistola.
—El suicidio es un pecado mortal—colocó el cañón en su pecho—. Y ya has vivido suficientes infiernos.
Ronny cerró los ojos, como esperando una bendición. El sacerdote jaló el gatillo, y el disparo resonó húmedo en el salón repleto de plantas silenciosas...
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