Advertencia este texto fue censurado por la FundaciĂłn Trinidad por la crudeza del material transcrito del hallazgo en un metraje audiovisual encriptado en los servidores. Los verdaderos nombres han sido borrados del archivo junto a las indicaciones que conducen al sitio del horror.
La fundaciĂłn es una organizaciĂłn internacional encargada de proteger al pĂşblico de los fenĂłmenos trascendentales capaces de perturbar el conjunto, con la finalidad de prevenir la paranoia colectiva y la intervenciĂłn de entidades externas al designio. Las evidencias registradas por la grabaciĂłn son contenido irrefutable de prodigios que escapan al entendimiento humano sobre las concepciones de la vida y la muerte.
Toma #1. 23 de agosto, 20XX, 22:24 pm.
—Son las diez de la noche—sonriĂł un joven lampiño de ojos brillantes a la cámara de grabaciĂłn enfocada en su cara. Sus mejillas serenas y ojos entornados delataban una inusitada excitaciĂłn—. Ya atravesamos la carretera desde Ciudad Zamora a Puerto Bello para adentrarnos en las calles del antiguo pueblo minero de Carioca. ¡Una villa embrujada poblada por los fantasmas que quedĂł completamente abandonada por las plagas de paludismo que atormentaron las minas de caserita! —Se oyeron risas de fondo acompañadas del ronquido de un motor—. Mi nombre es Alex, y somos NaciĂłn Inexplicable—girĂł la cámara desde el asiento trasero de la furgoneta para enfocar a sus compañeros—. El enano junto a mĂ es Bambino, y el larguirucho con nariz de tucán es Enderson. Nuestro fiel conductor es AndrĂ©s, y en el puesto del copiloto tenemos un invitado especial—señalĂł al joven de rostro afilado, ojos oscuros y rostro pacĂfico que vestĂa gorro tejido y abrigo acolchado. El tatuaje de una cruz en la arteria de su cuello parecĂa palpitar con el bombeo de la presiĂłn sanguĂnea. Usaba aretes con pequeñas plumas y abundante parafernalia religiosa: rosarios de piedras negras, pulseras de cuentas rojas y más sĂmbolos cabalĂsticos tatuados en sus nudillos como sĂmbolos hermĂ©ticos. SaludĂł a la cámara con una sonrisa viril—. Nuestro invitado, Jean Flores; aunque no le gusta que le digamos el Brujo de las Flores—las risas resonaron en la furgoneta como ruido de fondo—. Es un brujo que contactamos por las redes para guiarnos en el sendero espiritual que conecta esta comarca embrujada por los desastres mineras y las epidemias mortales.
—La Carioca era una villa ocupada por los indĂgenas hasta que estallĂł la exportaciĂłn de casiterita—la cámara enfocĂł a Bambino, que parecĂa un niño peludo de rostro redondo y afable—. Mineral del que se obtiene el estaño, y que hace veinte años era demandado por los chinos a precios desorbitados. El gobierno llegĂł con sus máquinas construyendo factorĂas y pavimentando las carreteras de barro para una explotaciĂłn a gran escala del mineral... arrancando a los indios sus tierras y volteando las montañas en busca de recursos.
—Los indios son rencorosos—dijo Jean Flores sonriendo, usaba ortodoncia—. HabĂan adoptado la cristiandad sin abandonar sus creencias paganas en los dioses quĂ© pululan las montañas y los cerros... Las rivalidades y querellas se resolvĂan en trabajos de brujerĂa para arruinar a sus adversarios—mirĂł por la ventanilla mientras avanzaban por una carretera accidentada poblada por matorrales y espesa foresta bajo el telĂłn inescrutable del anochecer—. Esos conocimientos de los pueblos antiguos son guardados con recelo porque, el poder que desatan es capaz de invocar fuerzas impredecibles. Los Profetas de los Andes temen despertar el belicoso fuero de los pueblos antiguos, y en la Montaña del Sorte existe una jerarquĂa coronada por los descendientes de estos brujos que mezclaron la virtud de la Cristiandad con los arcanos de sus panteones.
—El Brujito de las Flores ha trabajado con las ánimas de la Montaña—sonriĂł Enderson—. La flor y nata de la brujerĂa en este paĂs yace en aquellos cerros.
—Mucha contaminaciĂłn, será—replicĂł Jean clavando una mirada severa en el larguirucho—. La energĂa se ha contaminado por el exceso de trabajos. La diosa ha dejado de morar en las montañas, y la ha reemplazado una existencia horripilante. Por doquier se ven brujos convertidos en Materia de EspĂritus, sahumerios, exorcismos y limpias—negĂł con la cabeza—. No es el lugar idĂłneo para trabajar.
—HabĂa muchos gringos—apuntĂł Alex y volviĂł la cámara a su cara de nariz afilada y barbita incipiente; se teñĂa el copete de gris—. En vĂdeos anteriores hemos documentado los Ritos de la Montaña del Sorte, y nuestras entrevistas jocosas a brujos locales y peregrinos hablan de sitios secretos donde llevan a cabo sacrificios y otras orillas donde ofician ceremonias sexuales.
—Tuvimos que haber participado en esas Ăşltimas—se quejĂł Enderson.
—Están prohibidas las cámaras en gran parte del trayecto, incluso las secretas se estropean por las perturbaciones—explicĂł Bambino—. Los micrĂłfonos se distorsionan por el magnetismo de la montaña y las fotos no muestran lo que en realidad pasa. Tienes que ir allĂ y vivirlo en carne propia.
—Los brujos y peregrinos que visitan esas tierras confiesan la presencia de seres metafĂsicos y sucesos inexplicables—se pronunciĂł el Brujo de las Flores—. Cuatro veces he subido a la montaña y he visto cosas que ustedes nunca creerĂan. Al anochecer se comete crápula y locura... bajo el amparo de milagros indescriptibles. La Corte de Chamarrera ha estado presente en ceremonias que involucran a presidentes y altos funcionarios. Existen magos de sangre, lunáticos que creen en la Dracomancia y Aquelarres donde se ve danzar al Behemot, al Moloch y desfiles enteros de incubos malĂ©ficos. Pero, no creo que exista Corte que se compare a los nativos adoradores de dioses sanguinarios... que alguna vez fueron relegados a estas tierras. Puede que los dioses originarios hayan sido restituidos por fantasmas desfigurados, estos fueron sus santuarios antes de la llegada de la Cruz y los otros sĂmbolos. Pues, en Ă©pocas de mi abuela los Caciques de estas comarcas invadidas se reunieron para...
—¡Hemos llegado! —Se volteĂł AndrĂ©s, el conductor; su rostro pequeño sonreĂa con ojos cafĂ©s y cabello corto—. La Carioca, el pueblo abandonado por la Minera Estatal hace quince años...
Toma #2. 23 de agosto, 20XX. 11:33 pm.
—Solo falta media hora para la madrugada del 24—la voz de Axel narraba la captura de un paisaje sempiterno poblado de enormes casuchas infestadas de vegetaciĂłn y caminos de barro... iluminados por las linternas bajo el claroscuro grisáceo de la cámara nocturna—. Será DĂa de San Bartolo, fecha propicia para los infortunios porque se liberan los grilletes del diablo atado al infierno. Estacionamos la furgoneta en terreno alto y bajamos por el cerro a las casas abandonadas que rodeaban las carreteras a las minas. Se alzan edificios ruinosos con almacenes vacĂos y factorĂas herrumbrosas.
—La MinerĂa Estatal poseĂa enormes jumbos y camiones para transporte de cantidad de toneladas—dijo AndrĂ©s, el conductor, portaba una linterna que iluminaba las formas sinuosas de las casas invadidas por la vegetaciĂłn—. Las minas se abrĂan paso en la tierra como una corrosiĂłn, excavando montañas, debilitando cerros y desviando el curso de los rĂos. Durante un año transportaron cientos de toneladas de materia a las principales refinerĂas del paĂs y los buques de carga chinos...
—Fue entonces que comenzaron los accidentes—Bambino tambiĂ©n grababa con una linterna ajustada a la frente como el ojo resplandeciente de un cĂclope—. HabĂan perforado una vena en el macizo durante una excavaciĂłn, abriendo una abertura en un nivel de arenisca, y en pocos minutos... comenzĂł a brotar agua del subsuelo. Los tĂşneles se inundaron cegando los ductos y atrapando a los mineros. DiecisĂ©is muertos... y un deslizamiento de tierra que devastĂł un vecindario atrapando familias enteras en un erial arcilloso. Como si hubieran trepanado la superficie de un horror... comenzaron a ocurrir incidentes laborales relacionados con el suelo debilitado o la negligencia en el uso de las máquinas. Murieron operadores con el derrumbe de niveles o la presencia de gases tĂłxicos que manaban de aberturas incognoscibles. Frenos cortados, ruedas pinchadas, llaves perdidas y mangueras rotas. Los jumbos se atascaban en el suelo, y los camiones sufrĂa atropello tras atropello. Era como si un zumbido despistara a los trabajadores, provocando su alienaciĂłn antes de lanzarse a los camiones.
—Hay muchos de ellos—corroborĂł el Brujo de las Flores fumando un cigarrillo mentolado con el ceño fruncido. Su aliento parecĂa congelarse en el aire cuando hablaba... Enderson le preguntĂł quĂ©—. Los pequeños seres, me refiero. Muchos de ellos invitados, y otros más espeluznantes que yacĂan dormidos...
—Yo no veo nada—señalĂł Enderson, escĂ©ptico.
—Por supuesto que no dejarán que alguien tan pueril los vea—dijo Jean. Las casas cubiertas de vegetaciĂłn parecĂan crustáceos hundidos y los inmensos edificios se desmoronaban con el chirriar del viento entre sus vigas podridas y su techumbre quebradiza—. Son tĂmidos, pero... acá parecen más asustados que en los cerros de Nueva BolĂvar—tenĂa los ojos abiertos como platos y la boca seca, mirando a lo lejos con las muelas apretadas—. Dios mĂo, ¿adĂłnde me han traĂdo?
Continuaron caminando bajo la luz sempiterna de una luna obnubilada y gibosa recortada contra un cielo áspero de terciopelo negruzco. Entraron en una casa de puerta podrida y paredes deterioradas cuyo techo seguĂa intacto, pero de laminas podridas... La cámara de Axel enfocĂł a Bambino, inclinado ante el lente con mirada severa.
—La epidemia de dengue hemorrágico del—censurado—, trajo consigo la ruina a la Carioca: decenas de cuerpos derrumbados en estas calles, máquinas sin operadores y camiones que se iban para no regresar. Casas que aĂşn permanecen selladas con los cuerpos sin recuperar de quienes murieron en charcos de su propia sangre... incapaces de enterrar a sus hijos. NaciĂłn Inexplicable no es el primer grupo en grabar tomas de este pueblo abandonado, pero sĂ serán los primeros en concertar un ritual en la VĂspera de San BartolomĂ©... en el cementerio, cuyas lápidas sin identificar son los Ăşnicos testigos de los muertos que se levantan.
Toma #3. 24 de agosto, 20XX. 12:17 pm.
—El sitio pautado para este ritual es un mausoleo de mármol que resguarda los restos del patrĂłn y su familia—contaba Alex, gesticulando con las manos y la capucha calada. La cámara de la toma pertenecĂa a AndrĂ©s y mostraba una temperatura media de veinte grados centĂgrados—. El Jefe de OperaciĂłn habĂa pedido permiso para visitar a sus familiares en Puerto Bello llevando a su esposa e hijos de vacaciones, lejos de las calamidades del pueblo, pero un dĂa antes ocurriĂł un aluviĂłn que provocĂł deslizamientos de tierra y arrastrĂł uno de los jumbos atascados en una zanja hasta la residencia del patrĂłn. El agua arrojĂł las veinte toneladas de acero contra el conjunto de casas acondicionadas, aplastando a los que se refugiaron de la recia tormenta. Los hijos del patrĂłn quedaron destrozados, y de ellos se enterrĂł una pulpa sanguĂnea mezclada con el barro de la hecatombe. Murieron dos docenas de personas incluĂdo el patrĂłn y los jefes de logĂstica... y el pueblo cayĂł en el silencio hasta que uno a uno se fueron enterrando los cuerpos de los enfermos y no hubo sino Muertos.
—Muchos años despuĂ©s contarán esos ancianos que los muertos comenzaron a salir de sus tumbas cuando caĂa la noche—Bambino se acercĂł balanceando un braserillo de plata con tapa, sostenido por una cadenilla, en el ardĂan inciensos sagrados. El Brujo de las Flores encendĂa velas sobre el mármol dando un aspecto espeluznante al viejo cementerio de alta maleza y tumbas engullidas—. ¿Existirán otros ciclos que escapan más allá de la muerte? NaciĂłn Inexplicable ha documentado los casos de posesiones a moribundos en los cerros de Montenegro, y las drogas Maboyas que convierten a los envenenados en muertos vivientes. Esta noche celebraremos un Ritual de Descenso en el que—sonriĂł, con las mejillas apretadas—; nuestro Brujo de las Flores será Materia para los espĂritus que buscan comunicar sus penurias—dio un paso atrás y señalĂł con su brazo el panorama decrĂ©pito de altas colinas y árboles huesudos recortado por una luna septentrional engalardonada como un petimetre por gasas de nubosidad—. Ni siquiera Dios podrá protegernos esta VĂspera del Diablo—mirĂł a la cámara con ojos brillantes de un jaspe iridiscente—. Somos NaciĂłn Inexplicable, y este es el Primer Contacto con los espĂritus de la Carioca.
—Los brujos dominan un rito heredado por los antepasados, protegiendo su espĂritu por los Patrones de la Regla de Ocha—explicĂł Alex. La cámara habĂa cambiado a su punto de vista, enfocando a un Jean Flores sentado como un penitente sobre una losa frĂa, fumando un tabaco enrollado y susurrando. Se fundĂa en la penumbra, iluminado por una veintena de velas cuyas llamas rutilantes eran indistinguibles en el gris de la visiĂłn nocturna—. El Padrino de nuestro brujo es Shango, el Dios del Trueno de la religiĂłn Yoruba; que resguardará su espĂritu durante la usurpaciĂłn—dentro del CĂrculo parecĂa convertido en un ser siniestro y macabro de susurros indescifrables y mirada incierta. Enderson le prestaba más iluminaciĂłn para difuminar la intensidad de las llamas—. Ha comenzado, y para los que pueden escuchar nuestro brujo ha comenzando encomendando su espĂritu a su Padrino y rezando el Padre Nuestro y el Ave MarĂa para ahuyentar el Mal—enfocĂł el rostro de Jean al dar un trago de la botella de picante bebida espirituosa y aspirar fuertemente el humo del tabaco. La camara se desviĂł a Enderson que sacĂł la lengua con repugnancia—. ¡Eso fue peligroso! Debe tener un hĂgado indestructible—enfocĂł los ojos del brujo antes de volverse completamente oscuros con un espasmo y permanecer en silencio con la mirada baja—. ¿Se ha dormido?
—Se le debiĂł congelar el culo—apuntĂł Enderson con una risita nerviosa en su voz andrĂłgina. El silencio se prolongĂł por un minuto más, y los nervios comenzaron a afectar al grupo—. ¿Se habrá atragantado?
—¿QuiĂ©n es? —Bambino se inclinĂł ante el brujo—. ¿QuiĂ©n habita en el cuerpo de Jean Flores?
La cámara enfocĂł el rostro taciturno del hombre que habĂa aparecido en el semblante del brujo. Los mĂşsculos de sus mejillas se torcieron en una mueca de labios entumecidos y ojos como rendijas... babeaba y parecĂa cacarear en un tono sumamente bajo al borde de los imperceptible. El tabaco no aflojĂł en sus dedos como garras, y se consumiĂł hasta quemar la piel con un chisporroteo apagado. No emitiĂł ningĂşn sonido.
Enderson levantĂł el cuello, sudando a pesar del frĂo y con los labios apretados.
—No entiendo.
—DebiĂł quedarse colgado—apuntĂł Bambino, los ojos pasmados. ParecĂa un niño junto al larguirucho de Enderson—. BebiĂł mucho, y el clima...
—¡Esto es una mierda! —Maldijo Enderson, negando con la cabeza—. ¡Me están volviendo a ver la cara de estĂşpido! ¡Obviamente es todo falso y quieren hacerme caer en la sugestiĂłn como hace meses cuando grabamos en el Hospitalito!
Bambino y Andres intercambiaron una mirada asustada mientras Enderson se explayaba en antiguas jugarretas que lo trastornaron. En un momento comenzĂł a caminar en cĂrculos concĂ©ntricos, maldiciendo y aullando... acusando y buscando conspiradores hasta que un paroxismo lo desconcertĂł con un grito ahogado bajo el aullido violento del brujo. El poseso mudĂł su inactividad por un desenfreno violento: gritĂł como un lunático, destrozando el vacĂo con zarpazos y patadas desde el suelo.
—¡SE LOS LLEVARON! —RepetĂa, enloquecido—. ¡SE LOS LLEVARON! —Aquello durĂł un momento hasta que tensĂł todo el cuerpo con una mueca indescriptible de rictus enfermizo. Sus ojos en blanco repararon a su alrededor, como buscando en su interior el culmen de su posesiĂłn y anunciĂł, con voz áspera y cavernosa—. Odrareg, nevasor tozon—y cayĂł de espaldas, azogado por temblores febriles y espumarajos rosáceos.
—¡Se está convulsionando! —GritĂł Alex agitando la cámara—. ¡Se mordiĂł la lengua!
El cuerpo de Jean se estremeciĂł de sĂşbito y temblĂł con las arterias del cuello tensas y las manos encrespadas como garras. Y como un espectro tirado de hilos invisibles, su pecho se hinchĂł con los articulaciones descoyuntadas alzando su cuerpo hasta erguirse en una postura homĂnida. La cabeza floja y los ojos vacĂos...
—¿Jean? —Bambino se acercĂł, dubitativo—. ¿Estás allĂ?
—¡No te acerques! —ChillĂł Enderson, tembloroso—. ¡Vámonos!
El poseso despegĂł los labios, con la mandĂbula oscilante en un vaivĂ©n inadvertido. Su rostro flojo se deformĂł en un rictus de dolor, dejando escapar un gemido que mutĂł a un aullido bajo. MirĂł a Bambino con ojos desorbitados, y dirigiĂł sus cuencas inescrutables de vacĂo polar a la cámara como atravesando la pantalla.
—La esposa del supervisor se suicidĂł cuando sus hijos murieron—dijo con voz arenosa, inundada de melancolĂa. A travĂ©s de su garganta hablaba un ser infinitamente miserable—. El esposo la enterrĂł sin oficiar las exequias... pues provenĂa de una familia extraña. Y cuando la mujer regresĂł... Ă©l se lanzĂł sollozando al encuentro con su esposa chupasangre—los ojos del Brujo de las Flores se deformaron en un abismo que se obscureciĂł todo el blanco. Su garganta sufriĂł un estertor ahogado y... ocurriĂł un error en la grabaciĂłn, pues su boca se deformĂł en un ancho tĂşnel cuando intentĂł gritar sin producir sonido. La boca humana no se puede expandir de esa forma—. ¡TODOS MUERTOS! ¡MUERTOS! ¡ENTRE USTEDES SIEMPRE ESTAMOS NOSOTROS!
Jean se doblĂł por la cintura, pero hacĂa atrás como un cortosionista, formando un puente con sus manos y pies... Su espalda arqueada parecĂa la cresta de una gigantesca cucaracha, y cual insecto se arrastrĂł entre las lápidas perdiĂ©ndose en los matorrales. La camara se agitĂł mientras el suelo temblaba y los aficionados se miraban aterrados... Con un crujido se cuarteĂł el mausoleo de mármol, cruzado de grietas, y la lápida cediĂł. Se escuchĂł una groserĂa en la grabaciĂłn, pero era difĂcil identificar de quiĂ©n pues los gritos alterados que llegaban a la toma formaban una orquesta desafinada de aullidos mientras el lente enfocaba lápidas y formas sinuosas desdibujadas en la visiĂłn nocturna como fantasmagorĂas blancas. El grito de pavor de Alex con la cámara aferrada en los dedos enfocĂł por un fragmento de segundo el mausoleo despedazado del que brotaba una figura indescriptible formada por brazos y piernas blancos comos gusanos seguido de aullidos guturales y sollozos inefables que inspiraban una sensaciĂłn de incertidumbre en un mar oleaginoso de horror infinito en el que la cámara zozobrĂł. Gritaban y corrĂan por caminos accidentados de salientes toscas y casuchas oscuras... y mientras se escurrĂan de las abominaciones que los perseguĂan con chillidos. Sus siluetas antropomorfas de alabastro enfermizo escapaban del lente, incapacitando el enfoque de la grabaciĂłn con un millar de formas retorcidas gritando, jadeando y aullando en un bosque feĂ©rico de árboles esquelĂ©ticos y senderos de barro.
Toma #4. 24 de agosto, 20XX. 2:34 am.
—Llevamos como dos horas corriendo por la carretera—contĂł un jadeante AndrĂ©s. El grupo apretujado en los asientos traseros mientras la cámara en el pecho de Bambino grababa la superficie del parabrisas y las formas de los dos policĂas que conducĂan la patrulla—. TenĂamos una furgoneta repleta de equipo de grabaciĂłn: cámaras, micrĂłfonos, computadoras y dispositivos multimedia.
—¿QuĂ© fue lo que vieron en la Carioca? —PreguntĂł el policĂa a cargo del volante. Iba embutido en un abrigo de fieltro con las insignias de la policĂa nacional—. El puesto de control más cercano queda a más de cien kilĂłmetros en la carretera.
—¡Fue horrible! —SollozĂł Enderson, estropeado—. ¡Los muertos, ellos...!
—¡Cállate! —Le espetĂł Bambino—. ¡Nosotros no vimos nada!
—En la Carioca no vive nadie desde que el gobierno clausurĂł la compañĂa—asintiĂł el policĂa de copiloto—. Otros mineros ilegales han intentado aprovechar las minas, pero rara vez se quedan más de una semana... pues se enferman o desaparecen.
—¡Pero hoy, Noche del Diablo!
—¡No hables! —Le reprendiĂł Bambino—. Estos señores nos rescataron.
—Pero uno de nosotros se quedĂł allá—apuntĂł Alex con una máscara de barro en el rostro—. QuedĂł solo en ese pueblo embrujado.
—¿Uno de ustedes? —El policĂa que conducĂa lo mirĂł a travĂ©s del espejo retrovisor—. ¿Un muchacho se quedĂł allá?
—Ni siquiera lo conocemos bien—declarĂł Enderson cruzando sus brazos—. Si no fuera por su estĂşpido ritual...
—Jean debe estar solo en estas colinas—dijo AndrĂ©s—. Se acercan las tres de la mañana. Todo el mundo sabe que esa es la Hora del Diablo...
—¡Nunca hubiĂ©ramos ido a la Carioca de no ser por su intromisiĂłn! —Enderson estaba rabioso—. ¡SabĂa que ustedes me volverĂan a jugar una broma estĂşpida!
—Todos votamos, Enderson—coincidiĂł Alex.
—Investigar los tĂşneles de Ciudad Zamora...
—Pero tenemos material de calidad...
—Me sabe a mierda el material—se mordiĂł las uñas, indeciso—. Pero, ¿editarán mis gritos, verdad?
Los muchachos rieron, mientras la carretera era iluminada por los faroles como un puente surrealista desenrollado por el tejido del mundo a medida que la patrulla avanzaba. Andrés se irguió, sentado en las piernas de Alex, con una mueca de disgusto.
—¿A dĂłnde vamos? —PreguntĂł, ceñudo.
—¿CĂłmo era el muchacho que se perdiĂł? —ReplicĂł el policĂa mirando a AndrĂ©s por el retrovisor. Los mĂşsculos que rodeaban sus ojos oscuros lo juzgaron como dos fuegos fatuos—. ¿CĂłmo lo contactaron?
—Es un muchacho como nosotros—dijo Bambino—. Nos escribiĂł por las redes para ponerse en contacto con NaciĂłn Inexplicable, y luego Ă©l nos propuso... Estábamos emocionados porque un brujo querĂa mostrarnos sus secretos.
El policĂa lo mirĂł largamente por el retrovisor como un juez escĂ©ptico e intercambiĂł una mirada de soslayo con el otro policĂa.
—Ya veo.
—¿QuĂ© carretera es está? —Andres parecĂa asustado.
—¿QuĂ© es eso? —PreguntĂł Alex señalando la solapa del cuello del policĂa—. Porque se parece...
—¿Esto? —El policĂa moreno bajĂł la solapa y descubriĂł una cruz tatuada en el mĂşsculo del cuello.
—Jean tenĂa una exactamente igual—dijo Alex, pasmado. MirĂł al conductor, y descubriĂł el mismo sĂmbolo tatuado en su cuello.
—¡Esta es la misma carretera! —GritĂł AndrĂ©s—. ¡No! ¡Noooo!
Ambos policĂas sonrieron ante los gritos despavoridos de los jĂłvenes, y la grabaciĂłn se cortĂł con un aullido.
Toma #5. 24 de agosto, 20XX. 3:23 am.
—Vienen de lejana tierra, de lo postrero de los cielos—la voz serena de baritono envolvĂa el desenfoque de la cámara en la penumbrosa visiĂłn nocturna—. Jehová y los instrumentos de su ira, para destruir toda la tierra—la figura del orador revelĂł a un hombre enjuto con abrigo y gorro—. He aquĂ el dĂa de Jehová viene, terrible, y de indignaciĂłn y ardor de ira... para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores—ante el Brujo de las Flores habĂa una multitud de figuras pálidas y desnudas con formas humanoides indescriptibles—. Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob—las formas antropomorfas desdibujadas en la penumbra eran un ejĂ©rcito inescrutable de alabastro y rostros salvajes provistos de ojos brillantes ante el reflejo de la cámara y los dientes puntiagudos—. Entonces MoisĂ©s cubriĂł su rostro porque tuvo miedo de mirar a Dios—señalĂł los cuatro mojones que se alzaban como señales proscritas del advenimiento apoteĂłsico del horror: fijados por clavos, desnudos con la carne despellejada colgando floja de sus mĂşsculos sangrantes; mártires de la comuniĂłn de un horror trascendental que los empujaba a la vesanica enajenaciĂłn... riendo ante las miradas fĂşnebres de aquel panteĂłn de seres revenidos de una necropolis inmemorial mientras los hilos sanguĂneos manaban de sus extremidades flageladas. El Brujo de las Flores esgrimiĂł la biblia remendada en busca de exegesis—. Porque si pecáremos voluntariamente despuĂ©s de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectaciĂłn de juicio y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios—a lo lejos retumbĂł un trueno y el albor pálido clareĂł las figuras antropoides y los techos de las casas abiertas. Los crucificados gemĂan de agonia con los rostros convertidos en máscaras escarlatas—. El que viola la Ley de MoisĂ©s, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al EspĂritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: MĂa es la venganza, yo darĂ© el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!
Un relámpago cortĂł el cielo como un susurro divino, y el retumbar del trueno resonĂł sobre los cerros espesos sosteniendo el eco con un millar de pasos ignominiosos. El agua comenzĂł a borbotear sobre los cuerpos con tentáculos de humo cuajado de vendaval mefĂtico, y sus formas venusinas y andrĂłginas de pieles lechosas e hinchadas eran inmutables ante el despliegue de un millar de brazos y piernas estrujados en un guiñapo putrefacto parecido a una tarántula deforme: decenas de cuerpos apilados y triturados, ensamblados a un estropajo de ser infecto que se arrastraba sobre la noche sempiterna ante los ojos desaforados de aquellos espectros noctámbulos.
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