El Incidente de Atahura

 «El Incidente de Atahura»

Gerardo Steinfeld

En este mundo existen misterios insondables que fueron desterrados hace incontables eones de nuestro entendimiento, con tal de no zozobrar nuestra existencia con la incertidumbre espeluznante de otros seres y fuerzas que gobiernan en vectores más allá de nuestra interacción con la «realidad», a través de nuestros primitivos sentidos que intentan, débilmente, con efímeros impulsos eléctricos, descifrar el indescriptible universo a través de imágenes, sonidos y sensaciones; que muchas veces somos incapaces de asociar al inescrutable horror del universo.

El 31 de octubre del 2022 ocurrió uno de los acontecimientos más desconcertantes y aterradores que jamás hallamos estudiado, encontrado en un metraje horripilante de contenido inefable que, tras estudiar a las víctimas involucradas en su aparición, se ha posicionado como uno de los enigmas más aterradores con los que nuestro departamento se haya encontrado. El equipo de análisis ha comprobado la veracidad de cada cuadro registrado en tan desagradable grabación... que en su debido momento fue subida a la red y causó furor, desconcierto y una epidemia de suicidios que aún hoy, dos años después del accidente, somos incapaces de explicar.

Éramos un grupo de técnicos informáticos recién egresados de la Universidad Guayanesa, contratados al departamento computacional de una organización relacionada a la defensa de los derechos civiles—aunque más tarde comenzamos a comprender la magnitud del horror que se escondía en nuestro oficio—; tumbando servidores proveedores de contenido ilícito, indagando en sitios cifrados para apoyar a la policía, revelando datos, rastreando individuos, clonando celulares, modificando fotogramas y enviando troyanos a sujetos peligrosos. Nuestro empleo es dudoso, cabría decir que somos sabuesos encargados de rastrear información digital... preferible a desperdiciar nuestros dones en emprendimientos deprimentes como técnicos, pasando el resto de nuestra vida reparando el sistema de celulares y computadores. Éramos un reducido departamento de seis cubículos separados por tabiques, donde teníamos nuestras computadoras en escritorios estrechos aderezados con implementos: una máquina de fax, impresora, teléfonos de usar y tirar, escáner, cables y dispositivos. El sueldo era bueno, y los bonos por las horas extras valían el esfuerzo y los daños visuales. La clave de nuestro desempeño era la capacidad de extraer información de fuentes gubernamentales inaccesibles, y nuestros programas para recopilar datos procedentes de redes sociales; mientras los algoritmos de inteligencia artificial se encargaban de organizar y redactar documentos y esbozos. Nuestro trabajo ayudaba a resolver y asociar casos policíacos, así como alertar a los «superiores» cuando inusuales circunstancias entraban en el terreno de lo inexplicable.

En muchas ocasiones solo dejábamos pasar aquella incertidumbre a lo extraño como una tenue incomodidad, olvidando el material rápidamente gracias a los cuantiosos bonos de la fundación. Pero, hubieron instrucciones cuyo resultado nos aterró. Aunque la mayoría estábamos permeabilizados por el efluvio de datos escalofriantes, unos pocos consiguieron cuajar de infecto pus nuestra semblanza imperturbable. Habíamos hecho estómago tras depurar contenido violento y desagradable, pero nos turbamos grandemente ante el desvelo de contados horrores que fuimos incapaces de comprender, y cuyos datos recopilados construían una balaustrada⁠ solariega de aflicción que nos conmovía hasta el tuétano. En esos momentos de desconcierto, escuchaba el chirrido en la silla de mis compañeros y sus débiles pasos al baño... donde podían prolongar su disertación o regurgitar el miedo. Más de una vez me topé con ellos, sentados en el inodoro, fumando e ingiriendo etílico para mitigar el exceso de horror en su cerebro intoxicado.

Habíamos visto y escuchado infinidad de metrajes subidos a páginas profundas con tal de tumbar y rastrear los servidores que alojaban el contenidos. Así como habíamos rastreado los teléfonos de individuos asociados a sectas satanistas, Palería y Vudú... vinculada a los arcanos de magia negra. Horripilantes secretos de Estado han pasado ante mis ojos, y los he olvidado tan pronto como apagó el monitor, sin sentir el menor malestar o insomnio. Quizás por aquello, esa fatídica Noche de Brujas, fui el primero en recibir el correo de la División de Neutralización de Ciudad Zamora. Estábamos encerrados en el departamento a altas horas de la madrugada, extrayendo archivos secretos de un servidor privado en alguna región de las Antillas... cuando el mensaje llegó de uno de los teléfonos desechables a mi diestra. Al principio lo ignore, pero el nombre del supervisor, Pablo Alvarez, me arrancó de mis funestas cavilaciones. Al parecer, la división conexa al edificio donde residimos se revolucionó con un vídeo recientemente subido a la red, que se esparció entre los perfiles sociales como un estallido de pólvora.

La orden inmediata fue bajar el vídeo, lo cual nos demoraría por la esporádica difusión del vídeo... Unas horas después, los seis estábamos trabajando a pleno con programas masivos, luchando contra la marea de imágenes, reacciones, comentarios y resubidas. Nos sentimos atrapados en un faro maldito, desde el que podíamos avistar las embarcaciones distantes irse a pique en una niebla tenebrosa. Cerramos foros en todos los idiomas donde los usuarios discutían, encarnizados, hasta llegar a las denuncias públicas... y tuvimos que frenar las olas de suicidios transmitidos en vivo. Aquella alienación colectiva impulsada por el internet, no conocía fronteras... y el pánico crecía con cada visualización hasta que volverse incontrolable. Podría decirse que en la tempestad tuvimos aliados anónimos que batallaron por desmentir el vídeo... y sus seguidores consiguieron aplacar el malestar; pero el daño había provocado un clamor sin precedentes. La gracia divina nos salvó con la intervención de las principales compañías de internet en los países de mayor furor y el cierre temporal de las redes sociales más importantes. Aquello consiguió frenar la enajenación psicótica que arropó la población juvenil... y la prensa internacional se apresuró a ratificar la falsedad del vídeo. Abandonamos nuestros crudos proyectos para investigar los antecedentes y analizar a los involucrados en la grabación de aquel vídeo maldito que consiguió poner la mitad del mundo en una noche sempiterna plagada de nosferatus, capaces de atemorizar a los catecúmenos más acérrimos. Muchos de los féretros enterrados la posterior semana contenían los cuerpos de aquellos que no pudieron soportar los estragos del horror, cuya extremaunción sacerdotal resultó ineficaz.

Tras reunir la información necesaria y disponer del equipo y los programas para desentrañar el enigma del horrido metraje. Cada uno se inmiscuyo en el silencio de su cubículo para digerir el que posiblemente fue el vídeo más perturbador de la historia humana. Contemplé con furibunda expresión aquellos cruentos minutos mientras otra parte de mi mente escuchaba los quejidos de mis compañeros y sus prolongados períodos de aflicción al despegarse del computador para meditar lo visto, antes de retomar los segundos restantes. Escuché en silencio sus náuseas y murmuraciones piadosas... así como sus trotes al servicio para ahogar su agonía. Olí la sangre de sus cutículas mientras se mordían las uñas, y su bilis al toser... y nunca hizo tanto frío en esa maldita oficina de aislados tabiques y luces mortecinas.

Lo que escribiré a continuación es mi redacción oficial del metraje previamente analizado... La veracidad de su sugestivo contenido se adjudica a la capacidad de cada uno para interpretar y creer que existe un horror más allá de las temibles supersticiones y las concepciones universales que componen las esferas del macrocosmos. Advierto que para estas entidades foráneas, la humanidad no es más que un enjambre de gusanos en una bola de sebo... y a su vez, ¿podrían realmente existir estos supremos terrores en el pantano estelar de la que nuestra espiral galáctica es solo un cúmulo de polvo que flota impávido? ¿Nuestra concepción de Dios y los demonios no es más que la conspiración de un ser infinitamente horrible cuyo rostro es la alucinación del fin de los tiempos?

El vídeo comenzó a andar, y un grupo variopinto de niñas no mayores de quince años se presentó para una pijamada muy especial de Noche de Brujas, filmada y transmitida en vivo para espectáculo de sus miles de seguidores. El incidente ocurrió en Atahura, un barrio alejado del centro de Ciudad Zamora, bordeando el perímetro de una extensa carretera que conducía a las provincias vecinas. El barrio era un asentamiento agreste de amplios ranchos y vecindarios limpios sobre colinas tostadas por el sol. En uno de aquellos suburbios, dentro de una casona intrépida, se llevaría a cabo el acto prohibido por Dios. Las tres muchachas involucradas eran Henna, Jenna y Sol; sus nombres eran alegorías a brujas. La primera de ellas, Johana Basanta, fue la fundadora del canal social donde difundían vídeos sobre hechizos y arcanos... y las otras, Geovanna Martínez y Marisol Brito, eran sus colaboradores. Las tres muchachas eran famosas creadoras de contenido, haciéndose llamar para disgusto de los adultos «Las Brujas de Ciudad Zamora», difundiendo habladurías y superstición en cortos. Recuerdo haber pasado horas estudiando sus anteriores vídeos sobre trucos mágicos para encontrar objetos perdidos, desatar nudos con soplidos, invocar el ánima de San Cucufato y extraer los humores de la migraña; sus advertencias sobre maleficios y Mal de Ojo; cómo enterrar cuchillos en la tierra para espantar temporales; colocar al San Antonio de Padua de cabeza para pedir por un novio; malas vibras y sahumerios... y hasta trazar cruces con saliva para el entumecimiento. Su popular trabajo parecía la recopilación de conocimientos vetustos y costumbres campesinas.

Jenna era la anfitriona esa noche. Una chica de rostro terso y amarillento, cuajado por rizos castaños que caían suavemente sobre sus hombros. Sol tenía un aire adusto de inteligencia, proveniente de una familia dedicada al oficio esotérico, era la que más aportaba a la divulgación de los mitos; usaba el pelo oscuro corto y sus dientes chuecos formaban una sonrisa tosca. Henna era de rostro blanco como el alabastro, con las mejillas limpias y el cabello castaño largo y espeso... como una sílfide vestal. Las tres se habían reunido para llevar a cabo la apoteósica transmisión que las catapultaría a la fama como brujas modernas. Eran jóvenes, inexpertas y crédulas... pero consiguieron un tomo que recogía las peores atrocidades del mundo cometidas en nombre de Dios: Garra Negra de Nicolás Fedor; un opúsculo atroz que debió llegar a manos de las jóvenes por obra de un desquiciado. Habían fijado la Noche de Brujas para concertar una invocación en vivo con tres millones de espectadores al pendiente de su transmisión.

—Estamos preparando nuestro evento de Noche de Brujas con el Garra Negra del brujo Nicolás Fedor—expuso una Henna con vestimenta de algodón frente a la cámara que sostenía Jenna. No pude detallar el fondo sin sentir el horror más profundo y desgarrador: gruesas velas negras sostenían flemáticas llamas danzarinas en la artificial penumbra. Se veía a una risueña Sol con un disfraz almidonado de liebre, dibujando símbolos en las superficies con una tiza blanca—. Este brujo de la época colonial sirvió en el séquito del Libertador durante la Revolución... y sus oscuros consejos y hechicerías fenecidas son un atisbo sombrío de los oscuros métodos que usó Simón para alcanzar el poder, y que después fueron borrados de los libros de historia. Este funesto personaje es una sombra impía que según dicen, sacrificó a decenas de personas y animales en su pacto con demonios a cambio de enseñanzas abigarradas que terminaron plasmadas en su maligno manuscrito.

»Esta noche tenemos una réplica del maléfico grimorio—levantó un tosco y remendado libro de hojas ictericias, encuadernado en piel arrugada—. Las hojas fueron impresas hace un siglo, pero es legible. Este ejemplar a pasado de mano en mano entre susurros tenebrosos... aunado al misterioso poder de sus axiomas inefables. Agradecemos al misterioso donador por este gran especial con la invocación de uno de los muchos demonios que aparecen en este texto...

Jenna avanzó, grabando con todo detalle el escenario de su macabra jugarreta. Los muebles de aquel salón fueron apartados a las esquinas como por fuerzas sobrenaturales, y en el suelo de caoba fue dibujado con tiza una estrella de nueve puntas dentro de un círculo. El suelo y las paredes adyacentes eran territorio de bosquejos rúnicos, símbolos que asemejaban el pensamiento epicúreo; Fórmulas Pausanias y lo que parecían ser jeroglíficos elementales de Jerarquía Planetaria. Aquellas ingenuas criaturas desconocían la magnitud de su terrorífica empresa.

Era avanzada la noche y flotaba un dosel aterciopelado de brumas iridiscentes. Me removía impaciente en el asiento mientras veía a las inocentes encender velones e inciensos y llevar a cabo cánticos litúrgicos en lenguas que presentía fatales, únicamente concebidas en los cráteres más profundos de un infierno pretérito. En aquel cubículo aislado, sentía que el peso del mundo pasaba a través de un ancla por mis intestinos hasta el centro del caos...

—Recuerden que antes de exponerse a malas vibras—explicó una risueña Jenna de rizos espesos—. Deben tapar su ombligo con algodón, y después quitarlo y quemarlo.

Las Brujas de Ciudad Zamora fijaron la cámara en lo que debía ser un trípode, con el lente inclinado para mostrar al trío de chicas sentadas en el círculo del eneagrama, rodeadas de sendos velones encendidos. Henna tenía en su regazo el ejemplar del libro maldito, Jenna y Sol sostenían una copa de plata y una daga ceremonial. En la cabecera, la joven abrió el libro y buscó en sus páginas hasta hallar la conjuración.

—Por primera vez en la historia de las redes sociales se transmitirá un Ritual de Descenso—dijo Sol levantando su daga. Era un estilete de hoja fina y empuñadura oscura que debió ser legado por las brujas de su familia—. Las oraciones de Nicolás Fedor traerán al Demonio Valdalor, uno de los Sirvientes de Odrareg, a nuestra presencia... mostrándose para nuestros—miró rápidamente a Jenna, y la chica le respondió con una seña—. ¡Cinco millones de espectadores! ¡Un saludo a todos!

Henna levantó el libro, y sus ojos vagaron por las páginas... brillante ante la incandescencia de las llamas.

—Soy el Rey del Infierno—dijo con voz amena—. Llamadme Satanás, Lucifer, Belial o Leviatán... Mi nombre es Legión pues, somos muchos. La Corte Infernal es infinita. Vivo más allá de las cadenas de la ignorancia—su voz dulce se tornaba distante por segundos, y las velas titilaban como estrellas—. Soy un ángel del abismo. Elegí vivir en lo profundo del infierno por convicción... en vez de condenarme a la sumisión y vivir con aquellos que escondieron el Árbol del Conocimiento en el Principio de los Tiempos—las ventanas estaban cerradas, pero sopló una ventisca feérica que dilató el fuego—. Escuchad mi llamado en el silencio de la noche... hablando el idioma innombrable.

Soy la ambivalencia del destino y mi balanza se inclina por aquello que da libertad y placer—su voz se tornó distante por unos segundos, y mis audífonos se ensuciaron con una extraña estática que contaminó la grabación—. Soy tan bello como la estrella de la mañana, y... puedo ser el monstruo de tu peor pesadilla—las velas se consumieron, y la suciedad del ruido delató el desacato de una tempestad en el exterior—. Te invitamos en nombre de tu señor, Valdamar, Vigilante del Plemora. «Odrareg nevasor toson, elpmuc sartse unsedad niuqzem».

Aquellas últimas palabras de un lenguaje indescriptible provocaron un inusitado sopor en mi cuerpo con un escalofrío. Un relámpago cayó cerca de una ventana, porque se filtró un haz cegador... y por un segundo me pareció notar incontables formas retorcidas grabadas en los fotogramas. La investigación posterior determinó que efectivamente ocurrió un fenómeno extraño que achacamos a la paraeidolia cognitiva.

Las muchachas se hallaron aturdidas con el vapor mefítico que manó de las rendijas del suelo. Se miraron sorprendidas y desconcertadas, y un grito agudo me hizo estremecer profundamente cuando ante ellas apareció una silueta desdibujada en la surrealidad. Parecía una forma etérea que, recortado por el vapor, adquiriría matices corpóreos... ¿Cómo describir el terror y la aprehensión que sentí al contemplar la extraña criatura? Me paralice en el asiento, reprimiendo un alarido intestino con las manos aferradas a los muslos. Mientras una de las niñas intentaba rezar la Magnífica para desatar y expulsar el Mal... detallé el horror.  Pienso, tanto tiempo después, que se asemejaba a los extraños animales vistos en las junglas de Vietnam por los soldados estadounidenses durante la guerra. Hubo muchos archivos y películas que encontré sobre estas crípticas abominaciones en fuentes que prefiero reservar a postrimerías. No puedo describir aquel horror únicamente hallado en escasos píxeles. Existen fronteras de locura que solo son rebasadas en escasos infortunios por quienes son ajenos a la presencia de estos seres.

Los que han leído los artículos relativos a la marina y el ejército venezolano saben que tras quemar plantíos en misiones contra el narcotráfico en los cerros y las montañas del interior... Los soldados cuentan que en las noches, se escuchan ruidos y quejidos de animales anormales. En los llanos, algunos campesinos de rancio abolengo ofrecen sacrificios a estos seres inhumanos para cuidar sus plantaciones. En los relatos militares se habla de la aparición de nahuales que protegen los plantíos... así como el avistamiento de animales muy grandes y otras extrañas circunstancias que tejen un misterio indescriptible. Recuerdo haber eliminado un archivo de un sargento de la Guardia de Montenegro, que se encontró a un animal muy extraño que rondaba el batallón, pero... al seguir el rastro, se encontró con una aberración similar a una persona con los brazos y piernas hacía atrás en una postura cuadrúpeda. Hubo vídeos y fotos que únicamente regresaron a mi memoria cuando presencié el horror que aquellas niñas habían desatado...

La cámara cayó del trípode, enfocando a una Henna reducida en una esquina mientras una enloquecida Sol repetía la tarea de enterrar la daga en su carne muerta... aún mucho después de haberla matado. Se siguió transmitiendo el directo, hasta que la joven miró la cámara con el rostro ensangrentado y se abrió el gaznate de oreja a oreja... para caer en un charco de su propia inmolación sanguínea. Allí terminó la grabación, y me sentí perdido en una bruma de emociones... Las dos niñas fueron encontradas muertas, mientras que Geovanna aún la siguen buscando.

No puedo explicar qué ocurrió aquella Noche de Brujas, y si puede adjudicarse la locura al alumbramiento de un horror ajeno a nuestro entendimiento sobre las esferas del firmamento. Puede que la fundación sepa más sobre el albor de estos incidentes, mientras que nosotros nos encargamos de limpiar las menudencias de un mundo ignoto y visceral que se cobra cientos sino... miles de víctimas al año. Este incidente fue un islote que consiguió asomar a la superficie durante un corto período, pero afirmo que existen incontables horrores que transcurren bajo sucias y grises aguas ajenas a nuestra cotidianidad, pero que auguran la pervivencia de fuerzas desconocidas que ven a la Humanidad como alimañas.

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