Capítulo 4. Veinte Mil Poemas de Amor
Capítulo 4: Ácido Muriático.
El monaguillo Pablo, de labios temblorosos calzones oscuros y corbatín ajustado; abrió la puerta y dejó entrar aquellas sombras del mundo ignoto, temibles y siniestras.
Jonathan recibió a los Sonetistas en el salón episcopal con un traje clerical de la iglesia anglicana, suave y nuboso, e hizo girar el anillo de oro en su meñique. El padre Anaximandro, representante venezolano del Movimiento Revelaciones y cardenal en el Sacro Colegio del Vaticano, los acompañó en el recibimiento de tan atroces representantes de Belcebú. El Catedrático Emmanuel Cuero, erudito de ocultismo en la Universidad Bolivariana de Nueva Bolívar, se presentó cortésmente ante el llamado del obispo en la diócesis del distrito.
La sombra hierofante de Vidal Fonseca, de melena nívea y rostro pálido, era el portavoz infernal de la cohorte de soberbios. Su mentón endurecido por los cañones se mantenía alzado, y sus ojos cerúleos que nunca parpadeaban esbozaron un batracio reservado e imponente, que solo abría su boca para sentenciar una defunción... Se decía que el Sonetista tenía más de doscientos años, y que el Elixir de Cinabrio pretendió socavar sus pensamientos para tallar un endriago quimérico de jaspe ambarino con cabeza de cabrito. Todos, sin excepciones, vestían gabardinas y jerseys negros, guantes y zapatos de gamuza brillante; los hombres usaban pesadas gorras de lana y las mujeres llevaban sombreros de ala corta con pequeñas plumas de grajo. Sus ademanes pulcros y su carácter taciturno suscitó un comprensivo síntoma de repelús, e instintiva discordia entre los moradores de aquella basílica de esculturas de yeso, crisoles rupestres y crucifijos ornamentados.
Sena Fonseca esbozó una sonrisa de largos incisivos y alisó un mechón rebelde detrás de su oreja. Era pálida, de ojos marinos y rubia. Su hedor a pavimento y coníferas no podía esconderse... Las lociones aromáticas y los baños de perfumes poco podían hacer con las salitrosas nociones de su quintaesencia. Flotaba como si estuviera embutida en una escafandra y el peso de la salmuera la empujara a un abismo insondable de cavernas sepulcrales infestadas de escorpiones negros. La esquiva Melissa Louvre, de piel olivácea y cordial mirada, bajó su cabeza y escondió la nariz mientras la altísima Verónica Flambée, delgada como una jabalina y de ojos heterogéneos, se abría paso para hurgar en sus pensamientos con su máscara de consternación.
La mujer de ojos dispares ladeó la cabeza, confundida. Observó con detenimiento al Catedrático Emmanuel; blanco y de mirada grasienta, cabello corto y barba escasa. Su traje azur de camisa cobriza asemejó en demasía un uniforme de oficinista y la extrañeza de sus ojos delató la fascinación que sentía por el telón de acontecimientos que lo invadían... Verónica clavó sus ojos nuevamente en el temeroso monaguillo de corbatín ajustado, y sonrió.
—Muy astuto—terció, asintiendo con severidad. El ojo verdoso destelló, fulgurante, mientras el otro ojo color hielo se empañó con neblina brumosa—. ¿Sabía que vendríamos?
Jonathan revolvió uno de los bolsillos del traje, parecido a un vestido, y comenzó desenredar un rosario de cuentas oscuras y cruz cristalina. A juego con el que llevaba casi toda la agrupación en la diócesis. Se lo tendió al laico profesor que esperaba, impaciente, bajo la estatua de José Gregorio Hernández sobre un pedestal de mármol. El hombre de convicciones férreas rechazó amablemente la gargantilla, pero Jonathan le advirtió que era para que no usurparan sus pensamientos, por lo que el catedrático se lo pensó otra vez...
Los sombríos Sonetistas los escoltaron en su descenso hacía el sótano de la titánica basílica Madre de las Nieves, de pilares jónicos y estructura gótica, de cilíndrico reloj público y campanario herrumbroso abandonado por los impactos de la Guerra Civil. Bajo la capilla operaba la sede principal del Movimiento Revelaciones en el país. La Fundación Trinidad destinó suficientes fondos y equipo para investigar con celeridad las criaturas desconocidas que surgieron de las fosas de Jerusalén, y que ahora, vagabundeaban las avenidas de las Américas en procesiones inmaculadas que amenazaban con perturbar la esfera global de conciencia. El rumor del vampiro capturado por Jonathan Jiménez revolucionó el mundo ignoto como una locomotora descompuesta a la que se le encienden los hornos deshuesados.
Los Sonetistas, esbirros malignos de la Corte de Magiares, oriundos de la desconocida Isla Esperanza, en algún lugar del Océano Pacífico... no tardaron en calumniar acto de presencia para confiscar y tachar cualquier contravención de las leyes naturales. En contraparte, Jonás ahondó con admiración en la documentación del desaparecido Herrera, devorando los locuaces clásicos griegos, latinos e ingleses con entusiasmo. Releyó enunciados filosóficos sobre la naturaleza de la historia, diagramas matemáticos de geometría extraña y praxis científicas que lo horrorizaron. Las menciones de autores controvertidos como Paracelso, Agrícola, Van Helmont, Dudamel, el Papá Honorio, Boyle, Lovecraft, Flamel y Matías Juárez; lo impulsaron a inspeccionar las fórmulas del opúsculo codificado y las referencias a títulos relativos a materias taumatúrgicas, alquímicas y teológicas. Bastó para infundirle un temor imperecedero la culposa desaparición de fósiles homínidos de épocas prehistóricas, cuyo estudio—o revelación al público—, podrían desestabilizar las doctrinas religiosas.
Una de las hipótesis más excéntricas del alquimista Herrera—que le insufló un grotesco presentimiento de vacío existencial que nunca desaparecería—, era la tesina horripilante de que vivíamos en 1718; puesto que el rey Leonel I modificó el calendario para reinar durante el primer milenio del nacimiento del Mesías. Esto, era corroborado con abundante evidencia, y con la relativa ausencia de eventos históricos entre el año ochocientos y el mil después de Cristo.
En la extraña colección figuraban axiomas cabalistas de demonólogos y excéntricos magos del mundo entero. Un verdadero tesoro en el dudoso campo de la alquimia y la astrología. Durante tardes enteras, mientras los experimentos de Paulina Herrera adquirían significado, leyó la postergada edición de La Turba del Convenio de Salem; intentó descifrar las traducciones de Paracelso, Carlo Magno, Julio César, Hermes Trismegisto, Newton y Borellus... del innombrable Libro de los Grillos.
Por las noches sufrió pesadillas con enredaderas de zarcillos espinosos y torreones de mampostería extraña, habitados por engendros indescriptibles. El padre Geber su sumó al Cónclave, y encontró connotaciones relativas al cabalístico Zohar, algunos de los versos más complejos pudieron interpretarse como menstruos extraídos de la Clavis Alchimiae de Fludd. Durante un ciclo lunar, estudió con profusión las fórmulas de judíos y árabes de la Edad Media. Sentía que ahondaba, con dragas malditas, en el conocimiento prohibido que le costó la vida a Jesús Herrera... del cual corrían monstruosas atrocidades a raíz del descubrimiento de ciertos ritos indescriptibles en provincias alejadas del mundo convencional y el constructo de leyes físicas que gobernaban las barreras del cosmos... hacía senderos infrahumanos.
Solicitó fotografiar los manuscritos del Mar Muerto, los papiros de Enoc y Noe; los evangelios apócrifos de María Magdalena y Judas en las bodegas de la Basílica de San Pedro... Así como la radiografía de libros incognoscibles que fueron depositados en celdas herméticas por los horrores que acontecieron a su interpretación en manos de brujos rurales. En su delirio, el presbítero Carlos Tunez de la ciudad montañés de Chivacoa, intercambió llamadas con su sobrino Eduardo, viejo amigo y brujo de renombre, para investigar por su cuenta el misterio de los Antediluvianos. El brujo poseía acceso a regiones del espacio tridimensional que solo podían achacarse a fuerzas oscuras, yacía desde un par de estaciones en alguna finca de los Llanos Orientales, trabajando como mano derecha para uno de los capos más duros de la mafia venezolana.
Con su título de Inquisidor Romano, tuvo acceso sin réplica a las investigaciones ocultistas de Newton, los diagramas de Tehvlar para doblegar Entidades, las Formulas Mágicas de Andrés Bello; el Séptimo Diario de los Sueños de Matías Juárez, último publicado antes de la desaparición del soñador... bajo raras circunstancias; las Clavículas de Eliphas Levi; grimorios del cabalístico John Dee que podía viajar a través del espacio mediante sellos mágicos; y el opúsculos del Anticristo Aleister Crowley, que buscó a los Hijos de los Nefilim a las orillas del Mar Muerto.
Estudiar los libros nestorianos y persas sobre la alquimia, le brindaron métodos poco ortodoxos de conseguir la vida eterna, y juzgó los manuscritos de los Inmortales Chinos sobre la preparación de ungüentos y brebajes de aceites embalsamadores para conservar el cuerpo mediante un doloroso proceso de momificación en vida. El Tratado de la Khemeia del egipcio Zósimo le confesó las propiedades del arsénico y el azúcar de plomo.
Jonathan, cansado de tantas lectura ocultista, descendió a la frialdad de aquella morgue de disecciones anómalas llevadas a cabo por el padre Anaximandro; seguido de los oscuros Sonetistas y sus allegados del profesorado. En aquellas celdas frigoríficas se hallaban los retazos de críptidos cazados por Jonás y Sam en su época de gloria... Así como extraños híbridos producto de rituales diabólicos en lo profundo de la selva indómita, y de los páramos de ruinas ciclópeas en las cordilleras gobernadas por las criaturas pretéritas que rehuían de la convivencia con el hombre. Estos niños inhumanos eran disecados y enviados a Trinidad para su clasificación. No era la primera vez que el Catedrático Emmanuel lo auxiliaba en la develación de un crimen, pero sí, la única ocasión que el árbitro le permitía descender a la cámara gélida de la locura y el delirio enfermizo que la mente humana podría concretar en su ambición hacía los viajes interestelares del tiempo.
Las cámaras no tenían ventanas, por lo que las autopsias llevadas a cabo se resolvían en el más rotundo silencio, y las compuertas de metal eran aisladas con llaves biométricas, por lo que el robo de especímenes era misión imposible. El burbujeante rumor de químicos en matraces y alambiques reverberó en la distancia obsesiva, y Jonás sonrió con futilidad pese a la somnolencia de su espíritu. Las revelaciones de los opúsculo hojeados en incontables horas de desvelo y martirio, le deformaron cierta comprensión de la realidad... Convirtiendo el tiempo cíclico, en una vorágine que transcurría simultáneamente entre pasado y futuro. La falta de sueño también ocasionó una peculiar descamación sobre su raciocinio sobre los individuos... dificultando su respuesta empática, pensamiento recíproco y analítico. Se sentía atormentado por un trastorno neurótico, con cuadros severos de insomnio, sonambulismo y alienación... quizás la cantidad de información horrible que su inconsciente estaba procesando era demasiada, y eso lo afectaba psicológicamente. Las magulladuras de su encontronazo con los supuestos gules sanaron ominosamente, pero el estrés de su posición lo traicionó...
Escuchó la risita de Sena, seguido del puntillo de sus zapatillas brillantes. Se había adelantado, libresca, y se removía detrás suyo. Sentía un millar de pasos a su espalda, pero el único nervioso era Emmanuel. Pablo continuaba sumido en el más funesto silencio.
—¿Cómo va tu soltería, Jonás?
—Me volví misógino—terció, lobuno—. Si todas las mujeres son como tú... Prefiero el celibato.
—Eras pésimo para bailar, y los hombres que no saben bailar son mediocres en el sexo.
—Y tú eres una alcohólica y una manipuladora narcisista.
—Ahora eres Inquisidor del Vaticano, pero siempre serás un niño asustado.
—¿Cuánto tiempo llevas sin salir de tu isla? —Miró su reflejo en el largo espejo falso de la sala de interrogación. El cansancio labró una máscara de agitación, y las marcas oscuras de sus ojos lo turbaron—. No mucho, por lo que veo... Sena. Llevas mucho tiempo aislada, y no puedes visualizar lo que ocurre ante tus ojos. El mundo está pasando por un proceso de dificultades... y muy pronto las revueltas de los Cambiantes envolverán las naciones. Seguro tu gente planea, tras bambalinas, como erradicar esta crisis humanitaria... y su influencia en el mundo nunca ha sido más delicada. El Movimiento Revelaciones, la Cumbre Escarlata, el Convenio de Salem y los cultos menores... pronto, los devorarán como perros hambrientos.
—No sé de que me estás hablando, Jonás.
El joven soltó una carcajada disimulada y bajó aún más la voz.
—Tú no tienes nada con que amenazarme.
Contrario, la sonrisa de la mujer reapareció con más morbosidad, y su semblante se agitó. Llegaron al final del corredor, y esperaron ante un pórtico metálico sellado con varios interruptores y pértigas de acero.
—¿No tenemos con qué amenazarte?—Sena no parpadeó—. Nosotros... lo tenemos todo.
La mujer se pasó la lengua por los labios y Jonathan palideció ante la pronunciación de aquellas tétricas vocales impuestas por sus labios. Fue súbito, y Sena desvió la mirada a un lado... pero pudo leer, fugazmente, que la rubia musitó las sílabas «Ana», y Jonás se paralizó con la mano en el escáner. La compuerta se abrió con una succión de aire que los aspiró someramente, y un frío limpio los envolvió al adentrarse en aquella cámara hermética.
Paulina Herrera vestía una bata de doctor y un uniforme celeste de medicina, sus zapatos de cuero estaban salpicados de sangre seca. La cámara gélida estaba atestada de indumentaria química y mesas metálicas donde máquinas ejecutaban procesos variados... La alquimista usaba gafas protectoras y mascarilla para resguardar sus mucosas de los ácidos mefíticos que rezumaban sus alambiques. Llevaba a cabo procedimientos de electrólisis para destilar sustancias de polaridad extraña, infestada de microorganismos y patógenos mortales. Sus bombarderos de protones latían con pulsaciones azules... y sus computadoras analizaban toda la información cuántica. La pelinegra de cabello recogido señaló un panel de polímero reforzado, y la impresión colectiva levantó un lupanar de gritos y muecas horripilantes, ante el avistamiento de un horror imperecedero que yacía enterrado en lo más profundo de las células, y que regresaba, rectando, de abismos sulfurosos que el tiempo y el alma creían extinto.
Las reacciones transitorias exhibieron un inmaculado desfile de expresiones, que viajaron desde la sardónica impresión de concepciones terroríficas, hasta el repudio sacrílego que persignó sus semblantes. El engendro permanecía cargado de cadenas, envuelto en los mismos telares putrefactos que extrajo de su letargo mortuorio, blancuzco como la leche cortada, de insipiente cabellera canosa y rostro rugoso ornamentado con dos esferas llameantes por ojos batracios. Sus extremidades eran anormalmente largas, y sus dedos nudosos eran rematados en uñas deformes y ennegrecidas. Los colmillos ofidios que sobresalían del escaso labio superior conferían un teatro de horror... y una expresión benévola rompió su máscara lóbrega al encontrarse con la presencia de los visitantes. No debería poder verlos, a través del espejo falso, pero los estudiaba con meticulosa malignidad.
—La tráquea que Jonathan le arrancó volvió a crecer en dos horas—dictó Paulina con las manos cruzadas detrás del cuerpo—. Las pruebas de sangre arrojaron que... es o era, en algún punto del pasado: una persona humana, del Oriente Medio con ascendencia sumeria. Posiblemente su especie mezcló su sangre con la humana antes de desaparecer. El estado de su cuerpo es decrépito... Un virus pudo haberlo infectado, alterando cabalmente su metabolismo y aniquilando su conciencia. Deteriorado, pero logra articular palabra... hasta ahora solo ha compuesto un par de oraciones en hebreo... y lenguas que posiblemente desaparecieron con los cambios geopolíticos del pretérito. Las pruebas de sangre también arrojaron anormalidades en sus plaquetas, siendo, la absoluta ausencia de glóbulos blancos y el aparente aletargamiento de los glóbulos rojos. Sus órganos funcionan lentamente, tanto, que su corazón solo bombea unas cuatro veces por minuto... y su entropía es inexistente. La textura de su piel asemeja las momias egipcias embalsamadas con carbonato cálcico y alcoholes.
»Interrogarlo es una pantomima, sus nervios están obsoletos y sus sentidos son un reducto... El gusto y el olfato están virtualmente atrofiados, sus ojos son capaces de escudriñar espectros lumínicos ajenos a la vista humana, y sus oídos son anormalmente sensibles. Podría tener más de dos mil años vivo, sus cadenas de ácido ribonucleico están dotadas de genomas inconsistentes. Su sangre se ha infectado y aglutinado hasta conformar una tinta oscura y pútrida... y muchos de sus órganos se han evaporado, y otros aparatos carnosos han remplazado su sistema. Tiene atisbos de tatuajes en el pecho y la espalda, que desaparecieron hace muchos años por la resequedad de la piel, y cicatrices sobrantes de un espantoso procedimiento quirúrgico. He escuchado de extraños rituales en el Himalaya, de sacerdotes que implantan joyas dentro del organismo para preservar la vitalidad... y de posesos que muestran incoherencias en sus procesos fisiológicos.
»Las pruebas de tejido arrojan resultados espantosos. Parece responder a la soda cáustica y el agua regia con disoluciones de sulfato... Lo que delata una perenne presencia de metales pesados en su cuerpo, y la necesidad de sorber cantidades ingentes de sangre rica en hierro. La sal de bórax encontró trazos de níquel y cobalto en su estómago... y la inoculación de ácido sulfúrico parece influir en su estado adormilado. Cortamos un apéndice y lo expusimos a ácido clorhídrico hasta que solo quedó el hueso... y para un festival de horror, encontramos que el calcio solo conformaba un ápice de su composición: era rico en plomo y carbono. La contaminación de sus entrañas delata una exposición prolongada y dolorosa a rituales de mutación, sumados a placebos religiosos en comunión con entidades desconocidas que laten en los rincones negros del universo.
Vidal Fonseca se adelantó al rectángulo de polímero con los ojos dilatados, la ausencia de melanina en su cuerpo le confirió el aspecto de un león albino. El hombre miró a Sena, y la mujer asintió, girándose para confrontar a Jonathan con una sonrisa vampírica.
—Requerimos confiscar todas las muestras del individuo antes de trasladarlo.
—Él no sale de acá—se cruzó de brazos—. Debemos descubrir cómo matarlos, y no dejaré que lo lleven a su isla del infierno.
—Ay, Jonás—Sena se acercó, despacio, y le golpeó suavemente el pecho con un dedo enguantado—. No sabes nada. Para matar a un vampiro, debes sacarle el corazón...
—¿Él? —Melissa tartamudeó, escudriñando al engendro—. ¿Es una... persona?
—Sí—asintió Jonathan, severo—. Encontré mención de ellos en los libros apócrifos de los apóstoles—los miró a todos, pero reparó en el profesor Emmanuel—. El académico en cuestión fue quien me brindó su apoyo para el descubrimiento histórico detrás del misterio.
El Catedrático titubeó, pero ante la ignominia del silencio y las lobunas miradas que lo asediaban no tuvo más remedio que hablar sin vacilación. Se removió en su sitio, cruzó las piernas y carraspeó... Mirando de soslayo al engendro aparentemente inutilizado por químicos nefastos.
—Sí... Durante años he estudiado mitología antigua, y he indagado, por petición del Inquisidor, en el caso a requisar—se detuvo y miró al suelo, temblando visiblemente por la ansiedad—. Lo que averigüe, en el abismo insondable del tiempo, es una suprema contravención ante los dogmas postulados por el catolicismo. Las leyendas babilónicas y sumerias, corroboran historias análogas con lo recitado en el Corán del Islamismo, y el Torá del Judaísmo: el mito de los... Doce Reyes Magos de las tribus de Israel—se quitó los lentes y los limpió con un pañuelo. Hacía mucho frío en la cámara—. En el séptimo capítulo, Juan, autor del Apocalipsis... menciona las Doce Tribus de Israel según los nombres de sus dignatarios: Judá, Rubén, Gad, Aser, Neftalí, Manasés, Simeón, Leví, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. Estos nombres precisan los títulos de estos sabios que gobernaron el pueblo de Dios, hijos de Abraham, como alfiles de Moisés... Pero, su naturaleza era inhumana y horripilante, por lo que fueron exiliados en sangrientas insurrecciones hasta la llegada del Mesías. Ahora bien, ¿de dónde provienen estos doce clérigos de Elohim?
»Tenemos que hacer repercusión en el primogénito vampiro de la historia... a la inmemorial Mesopotamia de hace cinco mil años, donde medraba Lilith, demonio de la noche, temida por los judíos que vivieron en Babilonia durante la deportación. Se extiende la leyenda de vástagos antediluvianos, concebidos por Caín y Lilith; como bien saben, esta figura masculina de la perversidad fue maldita por la Providencia, por cometer el pecado primordial del homicidio contra su hermano... según el Pentateuco Hebreo. El segundo engendro, se dice fue creada a imagen y semejanza de Dios, siendo su contraparte femenina; pero su arrogancia la expulsó del Edén y vagó por la Tierra desnuda, fornicando con Satanás y sus legiones de príncipes infernales. Y... aunque existen referencias que podrían tratarse de horrores procedentes de espacios en tiempo extraños, y terrores provenientes de las estrellas siderales; se asume que son anomalías pretéritas a la aparición del hombre. Algunas leyendas afirman que Caín no era un hombre, sino un representante de fuerzas incognoscibles...
»Transcurrió una época de hibridación morbosa. Los humanos vagaron por un planeta desconocido, conviviendo con seres horripilantes del fruto de este mestizaje, y las capitulaciones del descenso de los primeros ángeles que deseaban a las hermosas hijas de la Humanidad, engendró a los Nefilim, que perturbaron a Dios según las crónicas de Enoc. Guerras sangrientas como nunca se han visto envolvieron la Tierra con desolación... Hasta que aconteció el diluvio universal. Legiones de vampiros entraron en un estado de letargo y los Nefilim, gigantes antiguos, fueron supuestamente erradicados. Aquellos que sobrevivieron, son llamados Antediluvianos y estos son los doce hijos principales de Caín, los hechiceros que rigieron a la Humanidad para erigir la Torre de Babel en oposición a Dios; y la construcción de Sodoma, Gomorra y Babilonia. Influyeron en la historia humana hasta el ascenso de Roma, según el evangelio de María, el décimo tercer apóstol... Los discípulos del Mesías tuvieron el deber de enclaustrar a los vampiros, maestros de Jesús, para salvarnos a todos de su última malévola estratagema.
Sena paseó alrededor del anonadado hombre.
—¿Y cuál era esa estratagema, doctor?
—Ellos... querían usurpar el cuerpo del Mesías para resucitar a Caín.
—Entonces—Sena escudriñó el polímero translúcido—. Tenemos a uno de los hechiceros más poderosos del mundo... Posiblemente, sea descendiente directo de los Primordiales.
Paulina se cruzó de brazos, intentó hablar, pero la interrumpió Verónica Flambée; la aterradora Sonetista que licuaba los pensamientos de sus víctimas con solo un roce.
—Su mente no funciona. Es como si lo estuvieran sometiendo psíquicamente... Sus ondas cerebrales son bloqueadas por un mecanismo que le impide establecer sinapsis nerviosas adecuadas—sus ojos dispares destellaron—. Han usurpado sus pensamientos, y su conciencia yace obnubilada por cortinas mentales... No puedo leer su mente, es como un aparato ruidoso e incoherente.
Vidal Fonseca habló por primera vez, con voz ronca y profunda:
—Lleven al... endriago con el Departamento de Investigación.
Ante la sentencia del Sonetista más longevo de la Isla Esperanza, un mecanismo de desenvaine se perfiló en la estancia. Las figuras de negro desenfundaron sus largas varitas orladas con motas iridiscentes y apuntaron a los representativos miembros de la Santa Inquisición... Jonathan no se quedó de brazos cruzados, pero lo señalaron cuando agarró el revólver escondido en su túnica anglicana. Emmanuel dejó escapar un grito y palideció del susto. El padre Anaximandro contrajo su expresión y frunció su nariz aguileña. Los tres Sonetistas se abstuvieron de pestañear, el único imperturbable era Vidal, que mantenía las manos en los bolsillos. Se decía en el mundo ignoto, que no necesitaba catalizador alguno para realizar Proyección y Conversión Energética... y que era un Evocador Elemental de Sólidos de voluntad regia, capaz de desintegrar a moléculas cualquier sustancia, orgánica o inorgánica, que invada en su radio personal.
—Tenerlos reunidos es un privilegio—sonrió Sam, y emergió de la compuerta metálica mostrando las palmas—. ¿Qué harán con este espécimen? ¿Van a clonarlo? ¿Experimentos con su sangre para replicar su longevidad? ¿Cepas de virus? ¿Le extraerán todos los recuerdos para un almanaque de cristales?
—Samuel Wesen—sonrió Sena y lo señaló con su larga varita de espino oscuro, el mango era de marfil—. Te creíamos muerto desde el Incidente en Montenegro... pero, eres tú, el auténtico hijo de Freduar Wesen: el primer hombre artificial. Ningún otro de tus clones alberga esa horrible cicatriz en la cara—soltó una risita sardónica—. Desde el asesinato de Jessica Fonseca has mantenido un perfil demasiado ruidoso... y, no dejas de aparecer en las noticias del bajo mundo. ¿Cuántos ceros le puse a tu cabeza?
—Mi papá siempre dijo que sería un hombre famoso.
Sena sonrió, mimosa, y bajó la varita.
Ronny Urbano era de gustos excentricos. Comenzaba el día con unas gotas de aceite de orégano disuelto en té para prevenir las infecciones y los hongos... así como engullía píldoras de cardomariano y dientes de ajo en ayunas y antes, de cada comida. Suele consumir té de gingko chino, un fósil viviente, para su depresión. Servía té de pasiflora, relajante para el cuerpo y cura para el insomnio a sus allegados, y consumía frecuentemente infusión de menta para limpiar los humores nocivos de su hígado. El herbologo era un hombre competente y taciturno, perfecto para enmascarar a los periodistas de la prensa sensacionalista, y sus detectives socarrones que indagaban en las lagunas adnegadas de prospecciones incalculables, y abominables fenómenos insospechados.
Las numerosas entrevistas postuladas ante la reinstauración de la Santa Inquisición, provocaron furor y perplejidad entre los plebeyos puritanos y los círculos herméticos. Jonathan no aceptó ninguna, y evitaba lugares públicos para no despertar sospechas y enculubraciones fantásticas en los periódicos nacionales. La figura del Inquisidor en la Basílica Madre de las Nieves despertó pavor y obstinación en los aquelarres celebrados ante la espera del Walpurgis. Docenas de cartas anónimas le insultaron y amenazaron si se proponía a interrumpir las peregrinaciones en Montenegro y Chivacoa a la Montaña del Sorte. Los diáconos se congregaron a su diestra para solicitar exorcismos e investigaciones fidedignas para remontar episodios tenebrosos de paranoia diabólica en sus lejanas localidades.
Indispuesto, y atormentado por las pesadillas indescriptibles que lo asediaban cada noche que no era fusilado por el inclemente insomnio... se encerró en su lectura esotérica, y empezó cablegrafiar a sus contactos del primer mundo en largas tertulias sobre estériles leyendas y tradiciones hondamente entrelazadas con las historias polinesias de pólipos cartilaginosos que brotaban de fosas salvadas por estanques de granito. Los telegramas que intercambió con cierto grupo clandestino escondido en alguna región insular del país bolivariano, narraron un inextricable horror cacofónico que procedía de sepelios vertiginosos, remotos a cataclismos geológicos ocurridos en eras prehumanas. Su particular brujo Eduardo Tunez dibujó los siete círculos con las sales ceremoniales y el tetragrámaton consagrado para efectuar un viaje onírico a las regiones plutónicas habitadas por los Innombrables durante la noche del Walpurgis... y así, discernir el misterio de los Doce Reyes Magos de Israel, vagando por el Purgatorio hasta que la Llama Roja se haya extinto en la Hora del Diablo; el moreno esperaba, impaciente, el torbellino de magia que envolvería las constelaciones con pirotecnia y fiestas orgiásticas.
Nunca recibió los telegramas de Sena, y los Sonetistas no respondían sus solicitudes desde que aprehendieron al cautivo en cuestión. Temía por lo que aquellos Sonetistas serían capaces de desentrañar de aquella quimera concebida en los hervideros más nefastos de hibridación y desviaciones biológicas perdidas en las ramas evolutivas. Ronny y el Catedrático Emmanuel cedieron exhaustivas jornadas de investigación metódica al hallazgo de un minero guayanés, que sobrevoló en su avioneta el cauce del Orinoco en busca de zonas auríferas para la explotación del metal precioso, y se topó con extraños macizos y desniveles típicos del cámbrico. Después de meses de aludes ante la conmoción del clima tropical... salieron a flote vestigios de megalitos erosionados por los deslaves, enterrados desde hace millones de años en una época de gloria carbonífera. Los bloques de sillerejo ciclópeo relataron horripilantes curvados arquitectónicos en concéntricos elipses que serpenteaban a lo largo de la fachada del río. La obsesión del herbologo convocó una expedición financiada por la Universidad Central de Nueva Bolívar, y un conglomerado de expertos convulsionó un parlamento para la investigación de las ruinas, y las fotografías de arquivoltas desenterradas y columnas moteadas de palimpsestos aterradores, dieron prioridad al desvelo científico por ratificar las leyendas indígenas que anticiparon—o auguraron un imperecedero horror—, a los descubrimientos arqueológicos excavados con recelo.
Los autóctonos de aquellas llanuras auríferas hablaron, temerosos, de un malestar famélico que latía en las entrañas de la tierra, y de seres cartilaginosos de morfología arácnida que saltaban y se retorcían en las cavernas más profundas surcadas de portales convexos; hechos por una extraña mampostería de bloques romboides adheridos con una argamasa vidriosa que proyectaba el hallazgo a discordantes extensiones de tiempo ajenos a la concepción de posible vida inteligente... y épocas remotas al surgimiento de los primeros microorganismos en los océanos primigenios.
Ronny, cabecera del estudio, sostuvo la teoría del posible descubrimiento al Jardín del Edén, así como lo transcribió Cristóbal Colón en sus bitácoras cuando exploró Venezuela en la agonizante era prehispánica. Las excavaciones prosiguieron por semanas, espaciadas por lapsos de temporales tempestuosos. Los descubrimientos encendieron un fuego arqueológico en el país: desenterraron gigantescos bloques de granito, raíces gigantes de árboles titánicos, vestigios de impostas, columnas fálicas e instrumentos fosilizados. Sobre la civilización que habitó aquellas ruinas no se tenía concepción, salvo por las aterradoras leyendas indias de arácnidos hilados de músculo y cartílago, criaturas execrables, que flotaban en las noches sin luna entre los árboles sin respetar ley alguna de movimiento o masa, siendo sustancias físicas a conveniencia. Ningún expedicionario se topó con horrores procedentes de criptas malditas... o sí lo hizo, no sobrevivió al desvanecimiento de sus facultades cósmicas.
Un par de muertos fueron absorbidos por el repentino derrumbe de cámaras entenebrecidas, sepultados por toneladas de tierra y secretos... y el profesor Gilberto Cachu, sufrió un colapso nervioso durante un paseo nocturno por la llanura espesa de coníferas y magueyes carnosos. El hombre era muy anciano y querido en la comunidad universitaria, el infarto inminente inició cuando perdió los estribos ante la impresión de un roedor extraño columpiándose cabalmente sobre la enramada. La investigación continuaba, y Ronny recibía constantes llamadas de oriente.
Jonathan intentaba ocuparse de sus propios asuntos, puesto que la ola de vampirismo detonó preocupación los primeros meses de homicidios, y el pánico fue decayendo rítmicamente a medida que la estructura geopolítica del planeta se concentraba en problemas más alarmantes... Puesto que las lluvias torrenciales desbordaban afluencias e inundaban comarcas enteras, y olas de calor insoportable oprimían grandes ciudades. Las anomalías atmosféricas producidas por alteraciones en la temperatura de los océanos mantenían las naciones en estado de emergencia... y las huelgas por recesión económica batían récords históricos. El presidente Björk, soberano de América, dictó nuevas leyes para la intervención de su país en la esfera política de los países anarquistas. El Talibán seguía tomando terreno en el mundo islámico, y los musulmanes ocupaban Europa en migraciones masivas, reproduciéndose como ratas, en contraste con la natalidad local, que descendía en picado. En el desierto, el Movimiento Revelaciones continuaba sus excavaciones y encontraba nuevas galerías...
Jonathan esperaba impaciente la confesión de Eduardo respecto a su ritual durante la noche del Walpurgis, y ante la espera... su lectura decaía muchísimo. Samuel estaba cada día más irritante, y sus patrullas atraían problemas con los dirigentes del hampa... y el mercenario Carlo, de fama holgazán, solía vagabundear y reunirse con la peor calaña del degenerado mundo ignoto en los barrios marginales de la capital. Ambos magos de naturaleza belicosa evitaban permanecer mucho tiempo bajo el amparo del sacerdocio, pero se mantenían situados en la ciudad ante la premisa de la Santa Inquisición para favorecer sus caprichos. Eran bien pagados como funcionarios, y el soborno de la máquina de espíritus de Edison, y los archivos clasificados de Trinidad, eran su razón de permanecer contrarios a su espíritu trotamundos, en el país oprimido. Los reportes se detuvieron abruptamente, y creyó encontrarse en un callejón de silencio, a pesar de las enculubraciones del estudio del engendro... y su fijación con Azzaroth, uno de los miles de nombres para el terrible Demonio del Meridiano. La llamada ocurrió cuando se encontraba deprimido, y fatigado de tanto fregar en textos codificados de eruditos posesos.
Levantó el celular moderno y ubicó el número telefónico en alguna región extranjera y codificada.
—Un gusto, Inquisidor—contestó una voz grave y rasposa, plagado de matices arenosos. Era un paisano, no existía duda en su acento—. Ahorremos las presentaciones formales. Mi nombre es de carácter confidencial, pero me conocerá en un futuro próximo como la Bestia Albina. Le advierto que la Cumbre Escarlata lo está vigilando con vesanica subvención, el Moloch lo atormenta en sueños con visiones horribles y su espíritu salitroso, más antiguo que cualquier civilización moderna, se cierne sobre su merced. ¿Qué sabe de los Cambiantes? No mucho, pero los conoce de antemano por sus capitulaciones como verdugo. Espero... que podamos conocernos algún día, Inquisidor. Estamos por revolucionar el planeta. No confíe en la Corte de Magiares, y sus Sonetistas que envuelven el mundo leproso con su telaraña de sueños muriáticos... Pronto, verá aflorar el alboroto internacional cuando pongan en marcha su Proyecto de Integración de Volumen Social... y la Deshumanización del Plan 2030. Las respuestas se mostrarán ante sus ojos, y los protocolos serán tan absurdos que podrán ocultarlos a simple vista.
La llamada terminó con un tintineo, y Jonathan prescindió del teléfono el resto del día. El monaguillo Pablo le trajo las comidas mientras reflexionaba... pensó dubitativamente en el círculo ocultista de la Cumbre Escarlata, y degustó las infusiones recetadas por el herbologo para su fatídico insomnio. Había escuchado los rumores de movimientos guerrilleros en las fronteras colombianas y brasileñas, sobre particulares renegados que robaban enseres y se escondían en fincas campestres alejadas de la civilización para convocar reuniones con figuras de diversa índole hampona. En esta torva pugnaba la degeneración racial como un conglomerado... La calaña más declive del proletariado venezolano se haya establecida en las filas mercenarias de la selva, bajo el mandato de la Bestia Albina y su círculo de Cambiantes. Numerosos mensajes de rebelión eran irradiados por el mundo occidental desde estaciones remotas... y sus agentes encubiertos se paseaban en formas cuadrúpedas y humanoides por calles importantes.
Jonathan salió a la azotea para fumar tranquilamente en la buhardilla de la capilla con vista a los edificios vidriosos, calles fría y sierras salpicadas de casuchas. Nueva Bolívar era un distrito agitado, de altas lomas y barrios apretujados donde confluía la más deprimente degeneración ciudadana en portentosos departamentos. Las avenidas y las plazas eran conmocionadas por el púlpito desigual, pululante de culebras antisociales y ricachones engreídos. Santuarios del desorden y reinos de esclavitud laboral. Aquel paisaje desolador y futurista, atrapado en el atraso económico, era el mundo donde nacían grandes artistas y morían ángeles en la más absoluta miseria. La falta de oportunidades y la violencia... Las drogas y la prostitución. La vida y la muerte...
Jonathan exhaló el hálito de humo nacarado y se dejó agitar por el vendaval helado que sacudía los postigos y los marcos de las ventanas, mientras el cielo negro era envuelto en zarzales de nubes espesas. Una ciudad muerta y virulenta, así como la decrepitud del tiempo y el acaparamiento egoísta del ser humano en condición de dignatario.
—¿Para qué queréis la Caja de Espíritus de Edison?
Carlo rompió su silencio encendiendo un cigarro con la yema de su dedo índice. Vestía pantalón oscuro, una camisa blanca desabotonada de mangas recogidas y zapatillas de velcro... Llevaba el abrigo parchado al hombro y varios anillos de plata en los dedos. El mercenario obedecía sin pestañear, pero su tarifa era extremadamente alta.
—Mi chica—sonrió, con el mentón endurecido por la barba recortada—. Éramos novios desde la secundaria. Paciencia, esperó por mí con mucha paciencia hasta que empecé a sentir lo mismo. Me quería, ¿sabes? Andábamos sin buscarnos, aunque sabiendo que andábamos para encontrarnos. No teníamos muchas cosas, y aún así, yo era mucho más pleno que ahora... que lo tengo todo. Me decía que nos preocupabamos por tonterías que hacían que nuestra felicidad se destruya. No pude protegerla, y he cargado con la culpa desde que la asesinaron—levantó sus cerúleos ojos nublados, obnubilados por la nube vaporosa de la lumbre—. ¿Y qué hay del Inquisidor? No pareces obligado al celibato sacerdotal, pero... lo único que haces es leer opúsculos y fumar en la azotea de la iglesia.
Jonathan pensó en Ana, y acarició el péndulo de cuarzo oscuro en su muñeca.
—Ella no fue mía, y yo tampoco fui suyo. Lo nuestro fue un préstamo voluntario... de momentos inolvidables que podrían durar el resto de nuestras vidas.
Una risa diabólica viajó desde la oscuridad hasta cernirse por los intrincados recodos de sus tímpanos, y la sombra de otro tiempo, Samuel Wesen, apareció fantasmagórico, como un morador de las tinieblas. Su gabardina negra era inconfundible, y los retazos de luz plateada teñían su desaliñado cabello con fulgores sangrientos. La cicatriz en su mejilla le confería un aspecto austero y silvestre.
—Si de verdad sintieras amor, no hubieses calcinado vivos a tantos inocentes—se mofó el pelirrojo con las manos en los bolsillos del pantalón. Debajo llevaba un ajustado jersey azur y el rosario de plata—. Necesitas ese aparato tanto como un tiro entre los ojos.
El Inquisidor reposó los cuartos traseros en la buhardilla y se cruzó de brazos. Iba a replicar, pero Carlo lo interrumpió.
—Ya me tienes harto, Wesen—apretó el cigarrillo encendido con un puño—. Eres un malnacido intolerante que se mofa de todo por presunción. Te crees mejor que todos los demás... pero yo sé que en el fondo, cuando te sientes solo, en tus momentos más privados... Ese complejo de inferioridad te atormenta.
—¿Facultad de psicología pública, verdad? —La mandíbula del pelirrojo estaba en tensión. Sus ojos color sangre eran dos carbones encendidos—. Tú no amas a nadie, Zabala. Eres un pirómano psicótico. El mundo estaría mejor sin ti.
Carlo frunció la nariz en una mueca de repulsión y miró de abajo a arriba al pelirrojo como si viera contonearse a una vulgar prostituta cubierta de llagas purulentas.
—Eres muy miserable, joven—realizó un signo con la mano—. De todas las almas torturadas en el Hades, tú eres el más patético. Todos tuvimos sueños, es cierto... pero, no todos tuvimos las mismas oportunidades.
Sam estiró el brazo, y un rollo cristalino brotó de su mano para cerrarse en torno a la muñeca del hombre. El largo látigo de líquido silbó, ululante, y chisporroteo, hirviendo en una nube de vapor. El calor de un desierto árido cayó paulatinamente sobre sus cuerpos. Carlo levantó su brazo con un manotazo y el látigo de agua se desvaneció en tentáculos de algodón vaporoso. El olor del pelo quemado sopló en la azotea, mezclándose con la colonia de canela molida y rosas en brasas que destilaba la quintaesencia del pelirrojo...
—No me provoques, Wesen—replicó Carlo, severo—. Me he compadecido contigo porque puedo leer la tristeza en tus ojos.
—Nunca te pedí migajas de empatía.
El pelirrojo extendió su brazo y una incandescencia rojiza se desprendió de sus dedos con un silbido. Carlo aspiró profundamente y la masa de luminosidad estalló a diez centímetros de su pecho, en una franja invisible del espacio, y se levantó un humo violáceo con hedor azufrado. El hombre se alisó, intacta, la camisa, y extendió sus brazos en una formula mística similar al aleteo de un arcángel de seis alas. Zarcillos de fuego lo rodearon en una vorágine espiral de ascuas encendidas. Jonathan se apartó, sabiendo que la trifulca sería imparable hasta que uno de los dos hubiera vencido.
—¡Eres un individuo con apego desorganizado! —Carlo juntó sus palmas en un aplauso y el torbellino de flamas giró a su alrededor, con una altura de dos metros, chisporroteando y aullando como una tempestad inescrutable—. ¡Entiende que tu obsesión se debe a conflictos sin resolver con tu identidad!
Sam flexionó las piernas y levantó los brazos con los dedos contorsionados como garras... El rumor de un incendio lejano, que devoraba violentamente la vegetación agonizante, hizo eco en la azotea. La azotea se estremeció y el viento ululante tiñó notas desesperadas... El rumor de las torres altas y los chapiteles afilados resonó con crujidos de hojarascas marchitas.
—¡No necesito un maldito psicólogo!
—Eso dicen todos...
El espiral de flamas naranjas subió en forma de pilar y se ramificó en zarcillos de elemento ígneo con espiras de candela ardiente. Los tentáculos de combustión descendieron en una parábola parecida a una grotesca mano titánica de zarpas horribles. Sam carraspeó una fórmula y las serpientes oleaginosas de líquido oscuro saltaron de su gabardina, abriendo sus fauces acuosas para resistir los embates de la llamarada. Los elementos opuestos se encontraron magníficamente, liberando una humareda de vapor aceitoso...
Jonathan cerró los ojos ante el golpetazo del vapor caliente, y retrocedió hasta una esquina del techo oculta por la sombra de un torreón. No vio como Samuel, moviéndose o saltando, a una velocidad inhumana, embistió a Carlo; al despegar como un cohete, dejó marcadas sus huellas en el cemento agrietado... y giró con el hombre en una danza draconiana de tira y afloja hasta que uno de los dos se zafó del agarre—no supo quién—, y respondió con un puñetazo. Los dos se separaron a una distancia prudente, Sam sangraba por la nariz con el labio superior roto, y a Carlo le corría un hilo de sangre desde la cien hasta la barbilla.
El pelirrojo tenía las manos enrojecidas y cubiertas de ampollas, y goteaba sangre... Y el mercenario albergó trazos de jolín en sus antebrazos. El calor era insoportable, se sentía flotando en el estómago de un dragón glotón, cual Caronte navegando en un insípido mar Estigio. Había visto a Sam evaporar el cuerpo de un ser vivo con solo un toque de sus manos... y temía presenciar una muerte repugnante. Jonathan tenía la frente perlada por el sudor, y su respiración era dificultosa por el aire impregnado de flogisto. Estaba a unos cincuenta metros del encuentro, pero el calor era tangible en su visión por la deformación del espacio alrededor de Carlo Zabala. Su vestimenta ondeaba, como las crestas de las olas sobre el pavimento en los días calurosos del verano boreal.
—No puedes tocarme sin perder la piel de las manos, Wesen—Carlo sudaba como una fuente, y las gotas se deshacían en su cuerpo febril—. ¡Eres un Evocador Elemental de Líquidos! ¡Pero con este calor, serás incapaz de condensar una sola de gota de agua!
—¡¿Y quién dijo que necesito destilar agua del ambiente?! —Mostró su palma ennegrecida y una inminencia de agujas sanguíneas brotó de sus dedos chamuscados—. ¡Más de la mitad del cuerpo humano está formado por agua!
Carlo rompió su temperamento impasible y un muro de llamas se alzó ante su semblante serio. Las agujas oscuras de sangre humana destellaron, silbaron con un vaho nitroso, y atravesaron la superficie de flamas amontonadas, la tela de la camisa y la carne del hombre. Las agujas se convirtieron en hielo y se incrustaron en el pecho del mercenario limpiamente. El hombre cayó sobre una rodilla con una chirrido de dolor, y las lagrimas saltaron de sus ojos. Tenía cuatro espinas profundamente clavadas en el pecho, dos en un muslo y uno en el hombro... del largo de un dardo de escorpión y fino como una flecha. Por la sangre que corría de sus fosas nasales, sus pulmones debieron ser perforados... El calor se disipó de súbito, y una palidez famélica se apoderó del rostro de Carlo.
Intentó hablar, pero una nube de aliento congelado salió de su boca. Jonathan frunció el ceño, horrorizado, había presenciado al pelirrojo manipular los líquidos y jugar con la evaporación de estos, siempre que no fueran anhidros... pero nunca avistó tal hechicería, Samuel Wesen descubrió que podía causar procesos hipotérmicos.
El hombre negó con la cabeza, con los globos oculares congelados y la sangre cristalizada en carámbanos. Su tez adquirió una tonalidad azulada, y tembló como una maraca crujiente. Sam carraspeó y se limpió la sangre de la nariz. La cicatriz en su mejilla resplandecía ante la mortecina luminosidad del satélite natural. Carlo tosió y una nube de escarcha rojiza manó de sus pulmones... y cayó de costado indudablemente muerto. El pelirrojo le dedicó una mirada cenicienta, y arrancó el rosario de su cuello para lanzarlo a los pies de Jonás.
—Dile a Paulina que disuelva el cuerpo en ácido muriático—se encogió de hombros—. No creo que a nadie le importe.
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