Capítulo 2. Cuatrocientos Opúsculos de Terror

Capítulo 2: La División del Mundo Onírico.

—Odio a la humanidad—le dijo alguna vez Gerardo, el Presidente de los Jinetes—. Tan bravo que me la doy... y el abuso es natural que en contra de mí den uso. Mundo sucio, donde todos piensan solo en ellos mismos... Malditos mil veces, títeres del egoísmo. He tenido buenos amigos, conocí parásitos y personas que es mejor que desaparezcan. Estoy harto del caos que hemos creado... ¿Has salido alguna vez de tu país? ¿Te han amenazado con una pistola? ¿Has conocido a los niños sin casa y las cosas que hacen para olvidar su sufrimiento? Me han decepcionado... Me repugna que seres sapientes se encarguen del dolor y la destrucción de sus propios congéneres.
La Constelación del Dragón era una anomalía cósmica descubierta gracias a la perfidia de los avances tecnológicos en los telescopios, y el mundo no estaba preparado para el vacío que imperaba en aquellas regiones desoladas del espacio exterior. Para la mente humana, es inconcebible la absoluta existencia de la «nada»... rodeado por nubarrones cósmicos de hidrógeno en un caos pletórico donde se cocinaban cientos de miles de estrellas. No estaban preparados para presenciar lo que se escondía bajo la mantilla del firmamento nocturno. Cuyas estrellas abyectas formaban una paraedólica formación parecida a los ojos y los colmillos de una deidad incomprensible que devoraba todo a su paso como un agujero negro super masivo condenado a la destrucción del universo. Los científicos que descubrieron la anomalía fueron silenciados y la región del cielo estrellado que correspondía a la constelación en la negrura de la noche... fue cruelmente borrada de los mapas astronómicos para evitar la histeria colectiva. La estrella Vega desapareció en las fauces de aquellos abismos insondables de materia oscura... y los rumores en la concepción de entidades indescriptibles flotando en los vacíos perpetuos entre las galaxias infinitamente lejanas, pero visibles, fue suficiente para desatar capítulos vampíricos de locura, adoradores de las aberraciones cuánticas, y sectas suicidas.
—El mundo es infinitamente más aterrador de lo que creemos concebir, y solo los gatos y los niños pueden acceder a este vasto confín de realidades superpuestas... y posiblemente, seamos capaces de arañar la superficie de lo inverosímil al inmiscuir nuestras mentes en el arcaico mundo de los sueños.
Samuel había visitado en incontables oportunidades aquel espacio de ostracismo de lo convencional, donde se removían sombras y valles decrépitos habitados por las más poderosas encarnaciones de pesadillas. Ciudades doradas formadas por mentes brillantes, sueños difusos hundidos en la marea del olvido... y las más tenebrosas transmutaciones del terror inconsciente vagando en grutas cercanas a los inframundos. Deidades babeantes, sentadas en tronos de ónice, y seres exiliados que abandonaron su humanidad hace innumerables evos. Los seres humanos eran transitorios en aquellos planos, que alguna vez, formaron parte del nuestro, y ahora se conformaba con robar la materia de las mentes creadoras. Algunos pocos eran capaces de adentrarse profundamente en las regiones oníricas, tras descender por escaleras pragmáticas abandonando toda certeza de poder regresar intactos... Los encuentros con los extraños moradores de océanos mefíticos y ciudades muertas tragadas por las noches sin luna, causan locura y aversión. Los habitantes de este mundo irreal solían ser espíritus parcialmente humanos que abandonaron la sinfonía de vida y muerte, volviéndose ajenos al retorno e incompletos en su purificación. Este estado de deformación espiritual causó que sus formas cuasi físicas se convirtieran en tortuosas pesadillas bajo la influencia de los males acechantes... y que sus mentes fragmentadas se volvieran retraídas hasta el desuso. Los viajeros del mundo onírico tienen prohibido acercarse a las mesetas abandonadas, hogar de los innombrables, porque podrían atraer estos entes a nuestro plano, dejándoles pasar por las puertas y troneras que aún existen en nuestro mundo. Y aunque los entes de estas urbes aniquiladas guardan secretos añejos de otros mundos, y los poderes de pasados inmemoriales o futuros incognoscibles que escapan a la comprensión... nunca se debe entablar conversación con estos innombrables, o podrían tentarte con su depravado lavado de mente. El Libro de los Grillos fue escrito por el Culto de la Ciudad de los Huesos en comunión con estas entidades ignominiosas...
—Nuestras mentes son motas flotando en una ciénaga viscosa, cuál cerebros estancados en un sucedáneo excitable—Jonathan había sostenido el Libro de los Grillos en sus manos y oteado sus horrores escritos por manos impías. Solo los dioses ciegos concebían lo que ocurrió después de contactar con aquella fuerza primigenia—. Van a la deriva en su efímera existencia, sin encontrarse con los depredadores del fondo lodoso, y los terrores vivientes sobre la superficie del limo. ¿Quién conoce las formas retorcidas en los cráteres lunares del lado oscuro? El mundo de los sueños es una ruptura del universo, un prodigio causado por el exceso de imaginación... Un purgatorio exiliado donde gobiernan nuestros más profundos temores y acechan los arquitectos de dicho plano sin un origen causal o un final profético. Es menester diferenciar nuestra realidad ante la peregrinación de la imaginación... o podrías ser arrastrado por las criaturas que se disfrazan de señuelos en nuestros sueños propicios.
La procesión continuó hasta el mediodía deteniéndose para almorzar bajo los árboles chupasangre de raíces protuberantes, y ramas extendidas con hojas desiguales. El sol se escondió detrás gruesos nubarrones a medida que bajaron por senderos abruptos guiados por la gabacha Franchesca Malboro y el Culto del Cadejo Negro. Sam se sentó a comer un par de turrones de leche sobre un tronco podrido, a la sombra de un árbol retorcido. Eduardo lo acompañó en su merienda... El brujo encendió un cigarrillo y se abrazó las rodillas mientras el sudor caía a raudales de su frente por sus zapatos deportivos y sus pantalones de poliéster oscuro. Iban remangados y cubiertos con sombreros de ala ancha por el sol venezolano. Mario regresó con ellos por la mañana, diciendo que pasó la noche buscando con el halcón y bebiendo  licores junto a los negros del Culto Vudú del León. Voló por una hora continua al norte, y no encontró indicios de civilizaciones muertas con la aguda vista del halcón. Los mulatos vudú sospechaban que todo era una artimaña del Culto del Cadejo Negro para tenderles una trampa y realizar una ofrenda de sangre a las deidades quiméricas de estas regiones inexploradas.
—Teresa fue asesinada por adentrarse más allá de lo permitido—Eduardo puso a hervir agua en una taza metálica, y le añadió un par de cucharadas de café en polvo. El moreno encendía fuegos rápidamente con polvos rojizos de olor azufrado—. Los mártires no mueren por bonanzas... Alguien debió intentar enterrar los acertijos de sus conversaciones con los innombrables. He intentado hablar con su espíritu, pero no logro encontrarla. No sé quién se esconde detrás del asesinato, pero Kausell no es ningún loco, bueno, no del todo... para meterse en asuntos sin importancia. La Cumbre Escarlata debe saber algo que nosotros ignoramos.
Mario asintió, y frunció los labios. Paseó la mirada por los grupos de mulatos, morenos y mestizos que pululaban bajo la sombra de los árboles frondosos, devorando pastelitos de carne regados con cerveza o ron caramelizado. El colombiano era un tipo alto, de hombros gruesos, mirada inexpresiva de un violáceo enfermizo, cabello cenizo y largo y moreno por el sol abundante. Usaba camisa sin mangas, mostrando sus brazos cubiertos de tatuajes, retratando símbolos y glifos que interpretaban fórmulas mágicas de Proyección. Llevaba gruesos pantalones militares que podrían esconder puñales, y botas negras... Era más proclive a la impulsividad de sus emociones que pensador, y controvertido en cuanto a los excesos. Corrían rumores sobre su negro historial ilícito en el mundo ignoto que iban desde el asesinato, secuestro y contrabando... hasta las ceremonias rituales de sacrificios humanos. El apellido Daumier tenía un peso significativo achacado a cruentos nahuales. Era tabú, pero Mario Daumier podía encarnar el bastardo de un clon de sangre maldita.
El Culto Vudú del León era regido por un negro grueso y calvo llamado Yashua, afroamericano de rostro simiesco y brazos prominentes... Parecía un gorila lampiño de ojos saltones. Su hijo Joshua era delgado y calvo a su merced, y su esposa Úrsula era una colombiana mulata a la que las cirugías tallaron cual Venus africana; eran de raíces negras esclavas, en contacto de fuertes convicciones religiosas que preservaron hasta la abolición. Osvaldo, era otro negro sacerdote y su esposa Remedios llevaba prendas en honor a sus ancestros arquetípicos, un aire de incienso y conocimientos profusos de lo oculto la rodeaba subrepticiamente; Melquíades era el otro brujo moderno, de basto conocimiento abstracto, y su esposa Araceli era una latina regordeta, representante del Convenio de Salem. Algunos consorcios del negocio de la magia los seguían. Se decía que iban armados con pistolas y fusiles. Lo más siniestro de su presencia era respirar un aroma comprometedor... sintiendo la presencia de fuerzas mayores que los resguardaban como un ejército numeroso y maligno, de dioses tan antiguos como la primera edad humana.
Mario bebió café con Eduardo e intercambió miradas hoscas con Douglas Corne d'Or, vestido con un largo abrigo que ocultaba su cuerpo de silueta elegante y una gorra pesada de lana. La doctora María los siguió. Eduardo repartió el café y tortas rellenas de queso y jamón. El moreno encendió la radio por un rato, y escucharon noticias de disturbios en Turquía y la réplica de las vacunas en diversas partes del mundo. Notó que Eduardo manejaba el portugués y un poco de inglés al conversar con los diversos viajeros solitarios. Conocieron a un chileno viejo y achaparrado llamado Sergio Ochoa que viajaba junto a su esposa Claudia para documentar el descubrimiento arqueológico. Un grupo de científicos mexicanos cargados de cámaras, micrófonos e instrumentos de medición estática para la investigación de lo sobrenatural: el pálido y encorvado Felipe, el mestizo raquítico Fernando, la morena Susana y el sudoroso Emmanuel. Un descabellado grupo de gringos buscadores de alienígenas ancestrales con pintas de hippies y alucinantes, les ofrecieron pasteles de ácido, pero ellos se negaron. Ricardo Gonzalez, un médium argentino, los entretuvo con sus divagaciones sobre los espíritus de los alienígenas como única forma de viajar por el universo, y los seres del bajo astral evocados por emociones negativas.
Franchesca Malboro decidió que debían emprender el camino, y Karla Cassiani, la mujer de los largos bucles puntiagudos, encomendó al culto detrás de la rubia. Reconoció al cansado Jasso Nares, de mediana edad y su gusto por los pantaloncillos y las camisetas pequeñas. Manuel y Gabriela, seguían juntos, aunque el esposo se estuviera quedando calvo y ella estuviera más ancha de la cintura... La promesa almica que los unía era más fuerte que el aspecto físico de sus cuerpos, y los pensamientos de sus mentes. El Culto del Cadejo Negro tenía más integrantes: una veintena de personas con túnicas blancas y coronas de olivos; bajo el liderazgo de la Bruja de la Sangre.
Se adentraron en colinas abruptas de una vegetación incesante, subieron lomas por travesaños naturales de roca y bajaron por pendientes cubiertas de hojarascas podridas. El camino tortuoso estaba plagado de zarzales espinosos, reptiles pequeños, pájaros curiosos y árboles altos y retorcidos que los envolvían en un túnel de ramas y vegetación. Sam se sentía somnoliento mientras desfilaban por despeñaderos de montañas antiguas con vista a techumbres de matorrales frondosos donde cualquier alimaña podría esconderse. Hubo algunos heridos por los espinos, y una mordida de serpiente que fue tratada sin problemas por la doctora Montessori y sus antídotos. Los mexicanos del Culto de la Serpiente Emplumada se toparon con una cueva abierta al exterior por una especie desconocida de roedor gigantesco: el ombligo a un mundo subterráneo con cavidades desconocidas... El ancho del agujero era suficiente para que un adulto pudiese caer a la trampa de aquel depredador desconocido. Prefirieron no seguir investigando porque estaba anocheciendo y en los alrededores encontraron numerosas madrigueras de serpientes, escorpiones y ciempiés rojos.
La luz que se filtraba a través de los gruesos ramales del techo natural se tornó amarillenta y luego, naranja... mientras atardecía, y el sol se escondía detrás de montañas gigantescas y formaciones geológicas extrañas similares a tocones de árboles ancestrales. El aspecto de aquella meseta recortada por las sombras afiladas era terrible y fantástica, con cierta imaginación, una procesión de espeluznantes dioses de piedra aparecía ante la retórica ausencia de las montañas macizas. Dioses despiadados y burlescos, petrificados por un hechizo antiguo que solo se rompería bajo la influencia de cierta alineación de planetas y el recitar de fórmulas mágicas olvidadas por los hombres y los seres híbridos anteriores a nuestra aparición en los continentes. Le pareció escuchar el restallido de un trueno en la lejanía, y estiró el cuello ante la ausencia de nubes de tormentas en el firmamento purpúreo. Mientras ascendían por una montaña con el repugnante aspecto de un ser arrodillado... no le parecieron descabelladas esas historias de viajes a otras dimensiones por puertas desconocidas y caminos hostiles a ciertas horas del crepúsculo. La luna gibosa emergió detrás de una montaña sureña con disonancia a un tumulto de cuerpos desmembrados... y nunca creyó contemplar retrato más tétrico, pintado a partir de las maquinaciones de algún loco inmerso en la alienación que solo el arte y la soledad son capaces de plasmar en su mente atormentada por pigmentos de naturaleza demoníaca.
El Culto del Meridiano iba a la cola de la procesión, inmersos en silencio pretensioso, vestidos con túnicas azur ante el crepúsculo y portando extraños artilugios de una antigüedad reconocible, o de una naturaleza futurista que la ciencia aún no comprendía. Había cierto rito en sus métodos, prendas y semblantes... Hablaban muchas lenguas, porque los conformaba variada mescolanza de razas: desde asiáticos taciturnos, portugueses altos, latinos, aborígenes de pieles rojizas, mulatos delgaduchos e indios del otro lado del mundo. Su líder era un rubio de ojos dorados, semejante en demasía a una sombra del pasado que seguía aterrando sus noches de insomnio o... cuando miraba las sombras reflejadas en los espejos; el borde y extraño Presidente desaparecido en Montenegro hace tantos años. El culto pesadillesco de aquella cohorte adoraba a un dios impío con cuerpo humano y cabeza de ciempiés.
En el mundo ignoto eran vendidos por un precio desorbitado, los retratos del Hombre con Cabeza de Ciempiés, deidad cuyo nombre era tabú. Se decía que algunos artistas eran atormentados en pesadillas por esta entidad que accedía a nuestra existencia por medio de un poder maligno... y, plantaba influencias en mentes atraídas por la ciencia ocultista. Brotes artísticos surgían en numerosas épocas y culturas: pinturas horripilantes, esculturas y libros... la similitud profana de veneración a este ser anómalo por sociedades aisladas por el espacio y el tiempo... era aterradora. El Movimiento Revelaciones perseguía los indicios de este ente, y la Fundación Trinidad lo clasificó como «Desconocido», antes de confiscar gran parte de las obras. Tenía cientos de nombres, pero la Iglesia Católica lo reconoció como el Demonio del Meridiano... Aunque su verdadero nombre era un sonido tan horrible que provocaba alucinaciones, desmayos y convulsiones. Algunos demonólogos afirmaron que en numerosos testimonios de exorcismos los demonios confesaron que Meridiano no era un Caído perturbado, o un egregor... era un ser terrible y desconocido de «otra realidad bidimensional». La existencia de un conocimiento maldito en poder de esta deidad fue descubierta por Jonathan. Durante una redada en Kyoto a un culto de brujos poseídos por egregores Bakemono... Confiscaron traducciones de uno de los Libros Malditos de la Creación, el más perverso de todos: el Libro de los Grillos de la Medianoche. Estos hombres perturbados por maldiciones realizaron sacrificios rituales a este Demonio, y soñaron con abrir portales a sus sirvientes para doblegar las leyes del mundo según las convenciones de Meridiano para que sus elegidos pudieran gobernar y matar. El episodio oscuro terminó con una confrontación ante seres inhumanos, y giró desagradablemente en torno al manuscrito capaz de alterar el flujo de la realidad. Los interrogados afirmaron que el Demonio del Meridiano utilizó poderes oscuros a través de las palabras de aquellos textos para usurpar sus mentes. Hace tres años, Jonathan destruyó el libro original escrito por el Culto de la Ciudad de los Huesos con ayuda de la Vera Cruz. Así que este libro maldito en posesión de la entidad ya no existía en nuestro mundo, a menos que lo poseyera en un pasado remoto mutado a una dimensión atemporal. Una paradoja en el tiempo que posiblemente...
—¡Malditos negros cobardes!—Gritó Víctor López señalando al Culto Vudú del León—. ¡¿Qué hicieron cuándo el Convenio de Salem nos destituyó?! ¡Nos deportaron de Estados Unidos por su culpa! ¡No se puede confiar en un maldito negro! ¡Flojos, cizañeros y cobardes!
Joshua se irguió y empujó al alto mexicano bigotudo con una mano. Sus compañeros del culto se alzaron en un tropel agitado con voces aullantes.
—¡Cállate, maldita basura inmigrante!—Espetó el joven mulato hecho una rabia. Los árboles se cerraban a su alrededor como centinelas de un coro fantasmal—. ¡Si los expulsaron fue por parásitos e inútiles! ¡Regresen a su país a joder!
Víctor era blanco, alto y canoso, con el bigote y las cejas teñidas de negro... Tenía torso grueso y miembros oblongos escondidos en camisas blancas y pantalones largos. Levantó un puño, pero sus compañeros morenos lo contuvieron. Yashua tomó a su hijo del brazo y le susurró al oído, el joven asintió, más sereno... y se replegaron mientras el cabreado mexicano liberaba su lengua afilada en despotrica soez. Los negros se retiraron, no sin lanzar miradas hostiles. Sam despertó de su ensimismamiento con tozudez... y reparó en la aparente oscuridad de la meseta accidentada.
Esa noche acamparon sobre una montaña ligeramente recortada por el viento, bajo hogueras turbulentas y tediosos momentos. Levantaron los toldos y las tiendas, encendieron el fuego y los círculos de reunieron para beber y contar historias hasta la medianoche. Miró las expresiones de los mexicanos y los mulatos que alguna vez convivieron con fraternidad bajo la nómina del Convenio de Salem, famoso aquelarre oficial de Norteamérica en el mundo ignoto.
El Culto de la Serpiente Emplumada era un grupo esotérico reciente, formado por nahuales y chamanes descendientes de aborígenes y españoles con inclinaciones por lo oculto que adoptaron ciertas costumbres durante la conquista. Estos mestizos compartían ritos y ceremonias procedentes del pasado precristiano de la Tierra del Maíz, y poseían poderes cabales cedidos por deidades ignominiosas alguna vez venerables por civilizaciones degeneradas y disgregadas. Víctor López era su fundador, que ostentaba la orgullosa edad de noventa años y conservaba el cuerpo y la vitalidad de la mitad de su edad. Su hijo Alejandro y su nieto Fernando eran una orgullosa dinastía de chamanes establecida por su ancestro, un erudito español dedicado al ocultismo, estudió los ritos aborígenes de las pirámides incas, mayas y aztecas. La mano derecha del líder era el chamán chaparro Cristian, chamán de característico sombrero de llanero en ceremonia con deidades arcaicas. Entre ellos destacaba Jesús, un difamado Cambiante que se transformaba en un gran perro amarillo con rayas rojas en el lomo, al que se le abdicó el asesinato de una mujer. Trotamundos, sabiondos y peleones... esta cultura sureña defendía su indignación ante la deportación.
Los mexicanos de rostros aceitunados y feos, algunos más blancos y delgados, otros mestizos menos altos; migraron a Estados Unidos con la esperanza de que el mundo ignoto regido en América por el Convenio de Salem, les ofreciese estadía y permiso para vivir en el susodicho país de las oportunidades. Las restricciones a los inmigrantes latinos se volvieron exhaustivas con los años... y el orgulloso país no podía permitir que los extranjeros del sur siguieran mancillando su venerable tierra esculpida por masones en nombre de la supremacía blanca. Ante las fronteras cerradas, y las visas prohibidas, el Culto de la Serpiente Emplumada creció, porque, indudablemente, dieron refugio a latinos en condiciones de marginación. Pero, estas calañas resultaron ser ladronzuelos, pedigüeños y holgazanes, que abusaron de la ayuda humanitaria... y ante el destape de los Cambiantes escondidos en estas plagas tercermundistas, el Convenio de Salem, destituyó al Culto de la Serpiente Emplumada de su agrupación tras una votación humillante, siendo expulsados del gremio. La deportación llegó meses después ante el desmembramiento de la estructura de la organización, no pudieron soportar la nula búsqueda de trabajo ante las leyes de prohibición contra personas ilícitas y las autoridades los extraditaron de su paraíso de algodón.
Sam se encontraba hambriento después de la larga caminata, y la escasa deposición que realizó al atardecer en una letrina improvisada. Eduardo sacó un par de rollos de pasta y calentó una salsa de hongos para repartir en su grupo. Los paracientíficos mexicanos les regalaron algunas gaseosas mientras discutían con el médium argentino acerca de las insuficiencias explicativas de una vida más allá de la muerte...
—Pienso—argumentó Ricardo Gonzalez. Era blanco, de cabello corto, rosario al cuello y túnica negra de sacerdote. Su rostro reflejaba una paz exacerbada y parecía dispuesto a aceptar sus derrotas con argumentos solemnes—. Que cierta emoción prolongada es capaz de impregnar un lugar con la huella energética del individuo, de manera que, las personas sensibles pueden sentir su presencia en tiempos futuros... años o siglos después, que esta persona haya muerto. Somos energía en vibración que da fuerza a la materia. Si existe un instrumento capaz de medir las presencias de seres humanos o... de otras existencias, ese es la mente entrenada de una persona sensible para escudriñar en lo sobrenatural. Todo lo que vive en este mundo, por pequeños que sean sus pasos... sus huellas conforman la historia.
Felipe grabó aquella entrevista mientras el mestizo Fernando discutía sobre las diversas formas en que se manifiestan estos entes. Susana y Emmanuel le hicieron supuestas pruebas de clarividencia al médium, y le preguntaron acerca de lo que sentía y buscaba.
—Siento punzadas en la cabeza cada cierto tiempo—Ricardo realizaba ademanes parsimoniosos mientras gesticulaba—. Cierta presión se cierne sobre estas montañas... y mientras más nos adentramos en la meseta virgen, más nos vamos alejando del mundo convencional. «Lo conocido y plausible». Y nos acercamos al borde de lo irracional para penetrar en un mundo desconocido, habitado por seres concebidos en los sueños—levantó un dedo con un extraño anillo de oro y señaló la cámara—. Esta noche dormiremos con los muertos...
La radio dejó escapar ciertas oraciones en un idioma áspero que desconocía, y Sam creyó que un ser irracional intentaba comunicarse desde aquel temible «otro lado», que podía estar bajo sus pies, o superpuesto, flotando como seres invisibles, pero tangibles... O ajenos a una existencia donde sus sentidos eran incapaces de percibir el vacío. Eduardo pegó la oreja de la bocina y abrió los ojos como platos al descifrar aquel enigmático idioma atemporal y fantástico.
—Las manifestaciones en Turquía han causado catorce muertes y cientos de locales comerciales destrozados—tradujo el moreno—. La policía ha intentado reprimir a los Cambiantes, pero las manifestaciones acrecentaron con la paranoia por la pandemia. La gente no se está quedando en confinamiento, y la enfermedad se extiende como nunca...
—Que falacia—Douglas cruzó los dedos y se recostó sobre un saco térmico mientras se rociaba repelente—. Nunca ha existido tal enfermedad... Ellos lo planearon así para desalentar las protestas como una pantalla de humo. Así, durante el silencio de las revueltas y la cuarentena, sin miradores ni chismosos, robarse el oro que tienen resguardado los países explotados como una cláusula de precaución. Yo estuve allí, durante las protestas en Venezuela, y ayudé a robar cuatro toneladas de oro del banco central de ese país... para llevarlo a nuestra Reserva Federal.
Sam lo miró con detenimiento, y chasqueó la lengua.
—¿Ellos? ¿Los Sonetistas?
—Wesen, ¿verdad?—Douglas torció el gesto—. Hay preguntas que es mejor responder cuando los micrófonos y las cámaras yacen apagados.
Douglas se quedó dormido, o fingió estarlo con tal de no seguir hablando... Eduardo siguió escuchando la radio en aquel idioma frío, y tradujo las partes comprensibles. Habló de una posible vacuna, de las medidas sanitarias, y del calentamiento de las protestas en Turquía tras el cierre de cinco fábricas importantes... y el secuestro de varios delegados. Al parecer, al amanecer de ayer, hubo una anomalía climática y un tornado apareció de la nada, arrasando el vecindario donde se refugiaba gran parte del ejército de Joel Arciniega. Se sigue investigando el caso, pero los Cambiantes se movilizaron a las montañas. Un par de testigos aseguraron observar a varias personas vestidas de negro en una especie de reunión horas antes de la tragedia, y que el tornado bajó desde el cielo entonando el aullido de flautas diabólicas. Los catorce supuestos muertos fueron quemados en una fosa común, sin identificar...
Eduardo intentó buscar alguna trasmisión de la Bestia Albina, pero lo único que encontró fue un horroroso vacío de estática que lo desánimo.
—El mundo onírico es la representación metafísica de que la energía no se crea ni se destruye—Ricardo continuó explicando a la cámara de los jóvenes científicos. Susana sostenía el micrófono—. La energía se transforma. Cuando un sueño se lleva a cabo, la energía se materializa y forma parte de la inmensa nube de los sueños que flota sobre nuestro mundo. Todo una realidad creada a partir de las mentes humanas... Aunque, esto no debería ser así: nuestro mundo fue dividido hace muchísimos eones.
El gordito y chaparro Emmanuel abrió su boca. Llevaba un bigote escaso sobre el labio superior...
—Así es—el médium asintió, y su acento argentino agravó aquella declaración—. Yo mismo he descendido por las escaleras de piedra. ¡Son inmensas! Cada escalón es de mi tamaño, y tuve que bajar con mucho cuidado... Aquellos seres gigantescos tallaron aquel preludio con sesenta y seis escalones. Bajé hasta las ciudades muertas de torres cíclopeas, cuya geografía no euclidiana es capaz de desorientar a los viajeros incrédulos. Aquellas construcciones no obedecen regla alguna de tiempo... Se elevan castillos infestados por una particular vegetación membranosa y hostil, chozas de palafito repletas de herramientas de piedra, construcciones victorianas tan elegantes como tétricas y edificios modernos que perecieron en tragedias históricas. Pude hablar fugazmente con los innombrables que albergan espectros de lenguajes que dejaron de ser comunes... y, los menos carcomidos por aquella oscuridad me confesaron los secretos de la División de los Mundos y los Primordiales, que desaparecieron en un holocausto demoníaco.
Sam se levantó para despejar la mente, y miró de reojo a Mario mientras se alejaba entre los arbustos para inmiscuirse con otro culto y abusar de su amabilidad. Acampaban cerca del Culto del Cadejo Negro y presenció a Franchesca retomando una profunda conversación con sus seguidores. Por un momento, ella lo miró con sus profundos ojos azules inundados de brillo incandescente... y quiso acercarse, pero su pulsión fue más fuerte y se alejó en la dirección opuesta custodiado por árboles. Los gringos meditaban en círculos con una extraña música, y consumían peligrosas sustancias con tal de ponerse en contacto con los alienígenas. El Culto del Meridiano había desaparecido, o eso creía suponer porque aún seguía escuchando los tañidos de campanas, cánticos, ruidos de pasos y palabras articuladas en lenguajes que era mejor no descubrir su antigüedad. Sam pensaba en su padre Fred en aquellas noches cuando la luna menguante podía verse en el cielo purpúreo, moteado de estrellas brillantes... Solía pensar en Melissa, en Donna, Finch y Nelson. Se preguntaba dónde estaría María, si se reencontró con su padre... o la Cumbre Escarlata la asesinó. Recordaba la pesadilla de Montenegro y al Mago de los Espejos: su horripilante yelmo plateado de murciélago demonio, y su larga túnica escarlata que le confería una altura desproporcionada. Una cueva tapizada de huesos... y un lobo blanco tan grande como un oso, y sus ojos rojos sorbiendo las cuencas de su alma.
«Vas a morir de la peor forma posible».
Una música estrambótica provenía de un claro iluminado por antorchas y fogatas. Las cuerdas de una guitarra se escuchaban con decrepitud, y cierta trompeta reventó en carcajadas y aplausos. Violines felices... Sam se inclinó desde el montículo y contempló, para su sorpresa al Culto del Meridiano en comunión con el Culto de la Serpiente Emplumada, en una fiesta variopinta. El Culto Vudú del León también permanecía allí. Todos bebían cerveza, alcohol y servían trozos de carne asada al carbón. El rubio era envuelto con un delantal negro y cocinaba unos deliciosos lomos mientras Víctor López se paraba sobre un taburete, y cantaba, y sus camaradas tocaban sus instrumentos... y los cultos de magos negros se mezclaban bailando y cantando. Las mujeres reían, y los hombres se envalentonaron con el alcohol.
Víctor se irguió, con su potente voz de mariachi... y la música reverberó entre las copas de los árboles con júbilo. Las trompetas resonaron alegremente...

¡Grabé en la penca de un maguey tu nombre!
¡Unido al mío!
¡Entrelazado!

¡Como una prueba ante la ley del monte!
¡Que allí estuvimos, enamorados!
¡Tú misma fuiste quién buscó la penca!
¡La más bonita, la más esbelta!

¡Y hasta dijiste que también grabará!
¡Dos corazones, con una flecha!

¡Ahora dices que ya no te acuerdas!
¡Que nada es cierto!
¡¡¡Que son palabras!!!

¡Yo estoy tranquilo porque al fin de cuentas!
¡En nuestro idilio, las pencas hablan!

¡La misma noche que mi amor cambiaste!
¡También cortaste, aquella penca!
¡Te imaginaste que si la veía!
¡Pa' ti sería como una afrenta!

¡Se te olvidaba que el maguey sabía!
¡Lo que juraste en nuestra noche!
¡Y que a su modo él también podría!
¡Recriminarte, con un reproche!

No sé si creas las extrañas cosas
Que ven mis ojos
¡Tal vez te asombres!
¡Las pencas nuevas que al maguey le brotan!

¡Vienen marcadas!
¡¡¡Con nuestros nombres!!!

Los aplausos crecieron en raudal. Yashua bailaba con su esposa Úrsula, y Melquíades sonreía a su mujer mientras el joven mulato Joshua bailaba con una asiática de túnica azur. Jesús bebía abundante cerveza y conversaba con el rubio líder de aquel extraño culto, y el sonrosado Cristian era rodeado de indias risueñas. Fernando tocaba la trompeta espléndidamente, y Alejandro esgrimía una guitarra como todo un cantautor acompañando a Víctor con su voz de tenor. Sam escudriñó entre los árboles al adusto Mario besándose con una latina de largo cabello oscuro.
Víctor entonó otra canción seguido de audaces soplidos de trompeta y voz potente.

¡Crucé el Río Grande nadando!
Sin importarme dos riales
Me echo la migra pa' fuera
¡Y fui a caer a Nogales!

Entre por otra frontera
¡Y que me avientan pa' Juárez!

De ahí me fui a Tamaulipas
Y me colé por Laredo
Me disfracé de gabacho
Y me pinté el pelo güero

Y como no hablaba inglés
¡Que me retachan de nuevo!

La migra a mí me agarró
Trescientas veces digamos
Pero jamás me domó
A mí me hizo los mandados
Los golpes que a mí me dio
¡Se los cobré a sus paisanos!

—¡La migra los agarra siempre!—Rio Joshua.
Los mulatos rieron, incluso Yashua intentó disimular la risa burlesca. Víctor interrumpió su canción, y la música se detuvo. El anciano tomó un vaso de licor y recortó la distancia al joven con el orgullo herido... Sam creyó que iba a golpear al muchacho, pero el mexicano pasó de largo con zancadas furiosas y encaró al gorila lampiño de Yashua. Le derramó el licor en el rostro de un espetón. El negro apretó los puños, tan gruesos como bolas de plomo, pero se controló y se limpió el alcohol de los ojos. Abrió y cerró los dedos del puño mientras la esculpida Úrsula le limpiaba el rostro con un pañuelo. Un círculo se cerró en torno a los hombres...
—¡Eres un maldito negro castrado por los gringos!—Víctor tenía los ojos enrojecidos—. ¡Pelea como hombre!
—¡¿Qué carajos te pasa maldito mexicano?!—Melquíades recortó la distancia, enfurruñado—. ¡Ustedes arruinaron su situación al aceptar a cualquier calaña en su culto! ¡El Convenio de Salem no podía permitir la entrada de más extranjeros al país!
—¡Racista!—Escupió Víctor, su hijo Alejandro estaba a su espalda e intentó controlarlo—. ¡Solo porque nacieron en Estados Unidos creen que no son latinos! ¡Se creen mejores que todos nosotros! ¡Pero, son solo negros lamiendo las botas de los blancos! ¡Los magos de Salem son todos unos viejos impotentes y unas putas blancas!—Señaló a Yashua con un dedo acusador—. ¡¿Por qué no dices nada, maldito negro?! ¡Aún sigues ligado a la cadena de tus antepasados! ¡Sigues obedeciendo a los blancos porque eres un cobarde!
Yashua frunció el ceño, apretó los puños con los ojos saltones encendidos. Sam bajó corriendo por la pendiente a través de los árboles empinados... El negro contuvo el aliento, y Víctor liberó una sarta de insultos despiadados de su garganta desdeñosa.
Alejandro, más pasivo, intentó apaciguar a su desinhibido padre.
—¡Papá, cállate!
—¡Fueron los malditos negros envidiosos quienes sembraron la discordia hacía los latinos!—Acusó Víctor, congestionado—. ¡Ahora se creen iguales a la basura blanca! ¡Ellos nunca los aceptarán! ¡Esa asquerosa estirpe de racistas nunca...!
Joshua le cruzó la cara a Víctor con un golpe atronador. El anciano se derrumbó con la mandíbula dislocada y la mitad de los dientes destrozados y dispersos en el suelo. Fernando, el nieto del encolerizado mexicano, arremetió contra el joven mulato y lo derribó en una tacleada digna de un campeón dopado. En el suelo, le encajó varios puños al joven negro con la nariz rota... Yashua apretó los dientes y levantó Fernando por los hombros de un tirón. El inmenso gorila, de hombros potentes y brazos venosos... Elevó al hombre como un tronco gritón, y lo lanzó al suelo con un crujido espantoso. Alejandro encaró a Yashua con un golpe en la mandíbula, y el negro lo agarró de la camisa. Mario intervino, interponiéndose entre ambos y separándolos con sus manos... por un momento los detuvo, con los ojos pasmados... y un mexicano lo agarró por la cintura y lo estrelló contra el suelo. Un verdadero pandemónium de gritos y golpes se elevó sobre las copas de los árboles retorcidos...
Presintiendo una catástrofe, se adentró en el corazón de la refriega, y miró al naco Cristian empuñando un cuchillo en dirección a Yashua y Alejandro, amedrentados en un zarzal de puños y sangre...
«Una grieta negra en un muro de piedra».
Sam estiró un brazo, y un hormigueo escapó de sus vías energéticas. Sus dedos se entumecieron... y el pulso se desprendió con una vibración deformando el espacio a su alrededor. El chaparro fue empujado por una fuerza invisible, y cayó sobre sus cuartos traseros sin el sombrero de vaquero. Los cuerpos corrían y gritaban, algunos intercambiaron violentos golpes... El rubio de ojos dorados lo miró desde el umbral con un cuchillo de carne junto al asador humeante. Su parecido con el sociópata Gerardo lo desconcertó... y desapareció ante un parpadeo. Una mujer pasó frente suyo y perdió de vista al hombre dorado.
Se escuchó un disparo y bajó instintivamente la cabeza mientras se alzaban los gritos.
El negro Osvaldo vestía una túnica ceremonial y sus ojos se tornaron blancos mientras se contoneaba como una serpiente muerta. Mostró los dientes como un animal rabioso y las palabras que entonó formularon hechizos y diagramas estridentes.
—JEDEDIAH BLASFERAMON, AKUM...
Repitió aquella invocación cinco veces, inmerso en un trance depravado. Escuchó un griterío de espanto, y vio alzarse un puma gigantesco de rayas rojas en su lomo, y ojos amarillos tan brillantes como estrellas famélicas. La bestia fue rodeado por un corro de negros armados con bayonetas mientras que en sus fauces se retorcía el cuello del joven Joshua con los ojos desorbitados y la boca llena de sangre. Mario le rompió la nariz a un mexicano de rostro lánguido y lo derribó de una patada en el estómago...
Un aullido demencial lo aturdió.
Sam se cubrió los oídos, atormentado por el trino de unos grifos horrorosos que sobrevolaban en los espacios invisibles y la música orgiástica de un órgano carcomido por la locura. Su batir de alas estremecía las ramas de la meseta. Las notas lo traspasaban, nerviosas, y parecía ser el único afectado por estas Fuerzas Mayores que escapaban a la comprensión de sus sentidos. Miró en varias direcciones, topándose con manchas oscuras y silbidos de flautas tocadas por necrófagos macilentos. La sentía como una insuflación etérea, atravesando sus tímpanos y arrancando sus intestinos... y los árboles torcidos se convirtieron en gusanos negros con rostros familiares. Los cuatro puntos cardinales se estremecieron en una orquesta sinfónica de egipanes, náyades, ninfas y espíritus feéricos inescrupulosos que enloquecían los sentidos... Observó el espejismo de una neblina roja disolverse sobre las ramas extendidas, y saltó, horripilante, un ser encendido en llamas carbonizadas.
Los mexicanos gritaron de horror, y los mulatos se retiraron en venía acusada por el espanto. El grito que pregonó tal entidad extraída de fuerzas desconocidas jamás holladas por diagramas y fórmulas mágicas... no se pareció a ningún ser concebible de la mente de dioses. Un cadáver encendido en fuego pestilente que corrió socarrón en medio del pandemónium, de piel chamuscada y miembros desproporcionados, cuya única abertura era un morro blasfemo impregnado de colmillos babeantes en el lugar que debería ser su pecho ya que no tenía cabeza. El espasmo causado en el tumulto condensó su rabia en temor ciego... y corrió hasta la barbarie con piernas flojas.
Sam apretó la mandíbula, e imaginó una llama rojiza naciendo en su ombligo cuyas ramificaciones se adentraron en las cavidades de su cuerpo, y se concentraron en su brazo derecho. Fue un pensamiento rápido y mecánico, invocó la esfera de quintaesencia ionizada y la arrojó sin dudar. El necrófago encendido en fuego mefítico aulló ante la explosión de fuegos artificiales sangrientos, y el chispazo bermellón lo aniquiló en una maraña de cenizas encendidas. Desapareció de la faz de nuestro mundo con un grito atenazante...
Los cultos se separaron en su forcejeo. Franchesca interrumpió en la tertulia junto a su séquito, y un inusitado número de curiosos se arremolinó en el lugar de los hechos. Dos cadáveres reposaban en el suelo fangoso del lugar, y un hedor acre a salitre y tinta podrida flotaba en el aire con ondulaciones que anunciaban un espectáculo espantoso de muertes. El primero era el joven Joshua, con la garganta desgarrada por la mordida mortal de un animal despiadado... Yashua intentaba consolar a su histérica y enloquecida esposa. Jesús, había regresado a su forma humana con la boca ensangrentada y un aturdimiento visible en su semblante. El segundo cuerpo desprovisto de aliento, era el anciano Víctor López, que reposaba en un charco de sangre, y las heridas de su pecho demarcaron una violenta sucesión de puñaladas. Melquíades había convulsionado durante su invocación, y la regordeta Araceli le limpiaba la espuma del rostro paralizado mientras lloraba.
Mario tenía el rostro ensangrentado, y permanecía sentado en el suelo con la nariz rota.
Ricardo entró en la escena acompañado de los horrorizados científicos, el preocupado Eduardo y la nerviosa María Montessori, que corrió a socorrer a los más heridos.
—¡Se los dije!—Proclamó el médium Ricardo Gonzalez con el rostro perplejo—. ¡Esta noche íbamos a dormir junto a los muertos!

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