Capítulo 7. Sinfonía de los Espíritus
Capítulo 7: La Corte de Magiares.
Un beso que sabía a despedida.
Siempre soñaba que recorría una cueva subterránea y se perdía en los túneles vacíos. En algún momento, llegaba ante una gruesa Puerta de Piedra y detrás de ella... Detrás de ella estaba... Esperando.
Los hombres corrían de aquellos monstruos de formas retorcidas: emergían del mar en oleadas e inundaban el cielo como un enjambre demoníaco. Devoraban, destrozaban y consumían todo su a paso. Los hombres, pero no eran hombres... ya que estaban cubiertos de escamas verdosas y vestían ropas finas; huían en carrozas de fuego que eran derribadas por los demonios. Las pirámides caían en pedazos y las torres aplastaban poblados estructurales. Aquellos hombres serpiente huían en procesiones a islas o cavernas secretas, expulsados de su tierra.
Sueños latentes perteneciente a espacios liminales. Lugares de transición. Pasillos pastel, losas blancas y cavernas rocosas. Danzaba en sombras a través de lugares anormalmente vacíos y oníricos.
Jessica se abrazó las rodillas rosadas.
—En la isla Esperanza existe un pequeño valle que conmemora la tumba de uno de nuestros héroes: Gerard Courbet, el Mago de la Sal. Los Sonetistas entregaron su vida defendiendo la isla. Existe una inscripción de piedra con los nombres de los sesenta y seis que lucharon y murieron por nosotros para evitar la invasión de un ejército de demonios... al quedarse del otro lado de ese mundo frío y oscuro. Allí pronuncié mi juramento de Sonetista. La lápida reza: «Hermano, ve a la Corte y diles a todos que aquí permanecemos. Tal y como nos ordenaron». Tiempo después, una especie de zarzal espinoso invadió el valle y se esparció, sin control, cubriendo todo con flores oscuras de una hermosura misteriosa. De la tumba de Gerard Courbet nacieron rosas negras.
Sam se mordió el labio inferior. Miró el jarrón de agua sobre el pedestal. El patio de losas blancas era mecido por una brisa calurosa impropia de la época. Estiró el brazo con los dedos extendidos como ramas y se concentró... El agua del tarro no se movió.
Jessica lo miró, burlona. Llevaba un vestido morado de mangas pomposas y pantalones cortos.
—Hueles a canela y a rosas—declaró la chica—. Tienes el cabello y los ojos castaño rojizo... Te pareces mucho a tus ancestros Wesen y al que una vez se hizo pasar por ellos: Sanz Fonseca, el Mago Rojo del Anochecer. Historias de héroes grandiosos que descendieron del Dragón Blanco.
Sam esperó a que la chica dejará de hablar y se concentró...
—Y yo no puedo mover el agua de un tarro.
Jessica se rió de él, sentada ante el murillo de piedra con las piernas cruzadas.
—¿De verdad eres un Wesen?
—Samuel es hijo de Freduar Wesen—Gini se acercó con el temple sereno. Vestía un traje y pantalones verdes, zapatillas y guantes de cuero. Sobre su calva llevaba una gorra oscura—. La quintaesencia reprimida en su sangre ha brotado en episodios de euforia. Parece que es predispuesto a la Evocación Elemental de Líquidos.
Jessica frunció el ceño.
—Es hijo de un asesino exiliado—arguyó y le lanzó una mirada acusadora—. La Corte de Magiares jamás aprobará una plaza para un renegado.
—El hijo no tiene que pagar los pecados del padre—Gini negó con la cabeza. El Sonetista olía a libros viejos, perfume y cuero—. La sangre de los Wesen se creía extinta, pero los secretos del Cometa de Cinabrio vivirán en la energía eternamente.
Sam apretó la mandíbula.
—¿Pero... cómo hago para extraer este poder?
Gini le ofreció una sonrisa sincera y se ajustó la pañoleta.
—El alma no es algo que está dentro de nosotros, más bien... somos un alma. El alma es todo lo que nos conforma—dijo. Sam chasqueó la lengua—. ¿Recuerdas ese estallido energético? ¿Recuerdas las Imágenes Elementales en tu cabeza? ¿Puedes recordar las sensaciones? En eso consiste la Proyección y Evocación Energética: convertir la quintaesencia en energía ionizada mediante emociones.
Sam esperó, ansioso con el brazo estirado. A su mente acudió el recuerdo de un cielo plagado de estrellas fugaces y un lobo gigante de pelaje pálido. Vio un relámpago rojo cortando la oscuridad...
«No le digas a nadie sobre el lobo blanco—le dijo su padre después de contarle su epifanía en ese lugar más allá de la comprensión—. Los Sonetistas no deben saberlo o...».
Sam sintió que una fuerza se desprendió de su brazo con un entumecimiento. La vía energética de su brazo se abrió con un calambre en los músculos.
Imaginó que el agua se volvía color sangre. El jarrón se rompió con un latigazo de agua y la serpiente de liquido rojo se agitó, tensa. Sam gimió de dolor con los dedos entumecidos... Vio rectar a la serpiente de agua mostrando los colmillos retorcidos. No controlaba la conexión y el líquido emitió un silbido, deformado. Se agachó, adolorido y la serpiente saltó con las fauces abiertas. Escuchó un aullido y una esfera de fuego estalló ante sus ojos. La serpiente se deshizo con un resoplido de vapor neblinoso dejando un charco negro.
Jessica abrió su mano de largos dedos pálidos. Sus uñas despedían humo.
—Tus vías energéticas están atrofiadas—explicó Corrodo Gini, pensativo. Sam se irguió adolorido, era la misma sensación de desprendimiento que sintió la primera vez que desató aquel poder—. La quintaesencia en tu sangre posee componentes distintos. Se ha cerrado el flujo energético de tu cuerpo para evitar que te sobrecargues. Y al abrirse de golpe, estas vías pueden romperse. En otras palabras, tu cuerpo ha aislado la quintaesencia en cámaras, y... cuando intentas usar esa fuerza piroeléctrica desconocida... Esos pozos de energía se rompen abruptamente.
Sam abrió y cerró los dedos de su mano entumecida. No los sentía. El hormigueo permanecía bajo su piel, penetrando el hueso como agujas frías.
—¿Podría morir?
Los ojos del anciano lanzaron destellos verdosos.
—Podrías explotar—se rascó el mentón—. Los seres humanos tenemos mucha energía empaquetada en cada célula. Si esa energía se libera toda de golpe el resultado es un resplandor capaz de hacer volar una casa. Los que poseemos la quintaesencia somos capaces de tener el doble de energía, debemos consumirla y aprovecharla. Pero, los Wesen... Supongo que una explosión de esa magnitud podría borrar Montenegro y las lomas cercanas con un estallido.
Sam esperó, y sonrió. Miró con terror a los Sonetistas. Se imaginó explotando en un resplandor rojizo que envolvía a Montenegro y las montañas cercanas... Dejando un cráter donde alguna vez hubo un pueblo olvidado. Era un peligro para sí mismo y los que lo rodeaban.
Gini le levantó el mentón y miró sus ojos rojizos. Detalló las raíces de su cabello pelirrojo.
—Puede que aún te quede tiempo.
Sam sentía ganas de llorar.
—¿Cuánto?
—No mucho, bueno... Bastante. Es difícil de decir. Tendría que llevarte a la Isla Esperanza para que te estudien. Podría convertirte en un Sonetista reconocido.
«Una isla de sueños» pensó, dubitativo. No sabía nada de esa isla y su misterio. Pero no quería morir: aún no había logrado ser alguien en la vida y no perdió su virginidad. Pero algo lo incomodó...
—Dijeron que mi padre era un asesino. ¿Qué saben de él? ¿Mató a alguien importante como un rey?
Jessica miró a Gini, confundida.
—¿No lo sabe?
—No habla mucho conmigo desde que se volvió el mediador de los Cambiantes en Montenegro... Solo es un viejo obstinado y bebedor.
Gini se adelantó.
—Eso deberías preguntárselo tú.
Escuchó un teléfono sonar dentro del traje. El anciano lo extrajo y extendió una antena bastante larga. Se retiró rápidamente a un rincón del patio para secretear. Misterios, muerte y esperanza. Jessica lo miraba, fruncía el ceño y se reía. Intento concentrarse en lo que decía el Sonetista y sus oídos se destaparon. Le dolieron, pero escuchó un nombre desconcertante.
—Cumbre Escarlata...
—Jessica—Gini cortó la llamada y le ordenó que lo llevase.
Se subió a la motocicleta de la chica y manejaron en silencio por calles empinadas de lomas altas. Pensó en sus amigos y en Donna. Desde que comenzaron las vacaciones solo la había visto una vez y ella no respondía sus mensajes ni llamadas. Estaba preocupado.
—Ayer me persiguió un fantasma—le contó, más pálida de lo normal—. Venía de madrugada de la casa de una prima y... estaba asustada. Todo estaba obscuro y no había nadie. Pero escuché las garras de un perro sobre el asfalto. Fue... reconfortante sentir aquella compañía hasta que llegue a casa y... vi un perro negro de ojos rojos parado en la esquina. Me miró hasta que entré a la casa y desapareció—se lanzó a los brazos de Sam—. No me dio miedo hasta que lo recordé. Fue muy raro ser acompañada por ese perro fantasma.
Fue a buscarla a su casa y no lo dejaron entrar. Creía que... estaba pasando por un momento difícil. Quería ayudarla, ser parte de ella, pero... Donna le estaba evitando y le rompía el corazón. Estaba comenzando septiembre y habían hecho planes para ir juntos al festival. Estuvo recordando todas esas promesas que se juraron el uno al otro, prometieron nunca separarse y ahora... no sabía nada de ella.
La moto ronroneaba como una bestia fiera y se lanzó por una pendiente. La brisa le arrancó lágrimas de los ojos y se alejaron por una carretera boscosa en la cima de una loma. Sam se extrañó de ese camino sinuoso con las piernas adormecidas y el brazo adolorido.
Jessica detuvo la moto y bajó. Sam la imitó y avistó por la pendiente un páramo plagado de árboles espesos. Más allá de la baranda de metal... Una caída abrupta. La chica vestía una chaqueta de piel morada y el pelo recogido en una cola.
—No creo en las malditas reencarnaciones, pero eres parecido a su estatua—soltó la chica y clavó sus ojos oscuros en el rostro de Sam—. Un hombre de hielo ha regresado de la muerte para vengarse de la descendencia de los Wesen.
—¿Qué?
—Quiero que desaparezcas—dijo—. Olvídate de Gini, de mí y la Isla Esperanza. Está a punto de estallar un conflicto que encenderá el mundo, y la marea de fuego destruirá a todos los inocentes. Existe un hombre de hielo, Samuel Wesen... y te busca. Lo hemos perseguido por años y llegó acá. Camina a casa, renuncia a la vida de mierda de los Sonetistas—el cabello de Jessica olía a cenizas encendidas—. Ven, acércate, te diré lo que la Corte de Magiares hará contigo cuando pongas un pie en esa isla—Sam dio un paso, temeroso. Jessica giró rápidamente y le asestó un puntapié en la cabeza—. No puedes confiar en nosotros. ¡Ni siquiera yo confío en esos cerdos esclavistas!
Cayó al suelo con un embotamiento y un hormigueo. Todo desapareció durante un segundo y rodó por instinto para defenderse. Sam se irguió, rabioso y embrutecido por el golpe, y se lanzó a la chica con los puños en alto. Jessica levantó una larga pierna y la bajó de golpe, propinándole un taconazo en la parte superior de la cabeza. Sam cayó sobre sus manos en la acera mojada. La primera patada le abrió la carne interna de las mejillas y la segunda le movió los pensamientos. Sentía el paladar lleno de sangre y escupió aquella saliva roja.
—La Corte de Magiares—soltó Jessica—. Se ha esparcido por el mundo como una plaga. Viejos ladrones. ¿Sabes qué creo yo?—Le dedicó una mirada lastimera—. Existen dos facciones en esa isla de magos: el Camino de la Mano Derecha y el Camino de la Mano Izquierda. Las religiones teístas se van por la derecha y los laicos se van por el de la izquierda. Sus bases son simplemente los cimientos de su fé. Mientras unos basan su fe en seres superiores, los otros basan su fe en su propio ser, o... mente. Los Fonseca somos de la Mano Izquierda. Mi padre es un cortesano influyente que aspira a convertirse en Basilio. No puedes creer todo lo que dicen. No puedes, ni debes confiar en mis palabras. Corren... un montón de rumores sobre esa Corte de manipuladores políticos. La isla está dividida, pequeño niño: unos quieren extender sus garras para revolucionar este mundo agonizante... y otros aspiran una autoridad más secreta y estricta. Hay cultos, sociedades y principados que tejen al mundo con sus redes. Son como arañas. ¿Entiendes lo qué te quiero decir?
Sam se apoyó en el suelo con las manos y giró su cuerpo con una pierna extendida. Se levantó de un salto ante Jessica y lanzó una patada circular. Su pierna crujió por el desuso y le faltó flexibilidad. La chica retrocedió hábilmente, dio un salto con giro y su pie delantero alcanzó a Sam en la mandíbula.
Los puntos negros llenaron sus ojos mientras caía aturdido y mareado. No sintió dolor, solo un abatimiento inusitado.
—Gini pertenece a la Mano Derecha. Es el lado conservador de la isla y sus facciones librando una guerra eterna de movimientos aristocráticos—aclaró y se tronó el cuello—. Me cansé de sus secretos y sus tensiones sin sentido. Maldición, tienen el poder y la influencia para doblegar naciones... si no lo han hecho ya. Y más aún con esa... sustancia secreta—miró largamente a Sam y se lamió los labios—. Pronto estallará un conflicto por el pensamiento porque no han silenciado a esa maldita cabeza que habla—Jessica se rascó el cuello y le mostró su mano. Una esfera de fuego bailó sobre sus dedos hecha de llamas doradas de terciopelo—. Finalmente pude escapar de esa isla sin esperanza, y... la extraño.
—¿Qué me importa tu isla?—Espetó Sam con la boca llena de sangre. Le dolía la cabeza y no podía levantarse del suelo.
—De niña, encontré un libro que narraba sucesos sobre la isla antes de una catástrofe. Eran los cuentos de un cronista. Una recopilación de historias de magos negros. Me sorprendí, porque nunca había conocido a una persona sin esencia. Los maestros te meten ideas en la cabeza que somos una raza superior con el fruto de los dioses en la sangre. Desde niños somos adoctrinados para obedecer a la Corte de Magiares y aspirar a ser Sonetistas en servicio como los héroes que pueblan en nuestras cabezas infantiles—el fuego en sus dedos ardía—. Tenemos que obedecer sus regulaciones como agentes encubiertos. Hacer la voluntad de la Corte y olvidar todo lo inhumano que pueda llegar a ser. He visto y hecho cosas horribles, Samuel Wesen. Las personas de este mundo creen saber cómo funciona la sociedad del día a día... y no tienen ni idea.
Sam escuchó su teléfono repicar. Lo sacó de su bolsillo con pesadumbre y miró el nombre de Finch en la pantalla astillada.
—¡Mierda, es mucha sangre!—Su voz sonaba ansiosa—. ¡Samuel! ¡Nelson se está muriendo!—Escuchó un ruido desconocido procedente de un animal extraño—. ¡Necesita ayuda! ¡Nos están persiguiendo!—Una jauría del infierno—. ¡¡¡Sam!!!
La llamada se cortó. Sam escupió el exceso de sangre en su boca e hizo un esfuerzo por levantarse. Creyó recuperar fuerzas y consiguió ponerse de pie con la cabeza floja. Jessica le sonrió, burlona.
—La sociedad en la que naciste—dijo, como para ella misma. Miró la caída abrupta de la loma—. Está construida hasta los cimientos con cortinas que no dejan ver la luz, y esas cortinas son sueños de telarañas.
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