Capítulo 7. El Jardín de los Lamentos

Capítulo 7: El Libro de los Grillos.

Será tu ego, que te empujó a otro hombre con dinero.
Y sí es así...
Pues trataré de resignarme por completo.
Ay Dios, serán tus cartas de amor.
La soledad que me hace recordarte.
O las novelas... que tú veías tan ansiosa tomando café.

¡Dios me ha concedido el por lo menos verte...!
¡Quizás porque rogué... una vez más tenerte!
¡Pero hoy me he dado cuenta que no vale tu presencia si tú a mí ya no me amas!
¡Cada mañanita despierta un infeliz, y yo soy uno de ellos...!
¡Porque sufro por ti!
¡Papá me dijo que no llore por mujeres y por ti eso es lo que hago!

—Creí que el Carnero te había freído.
—La corriente pasó por mi cuerpo, quemó la túnica y calentó la máscara... pero no me hizo daño—miró a Jonathan—. Este... si quedó bastante asado.
El Perro de Bronce era un mortificador psíquico de bajo nivel. Extendió su mano con los dedos tensos y lo sintió abrirse paso a través de las barreras de su mente. Jonathan imaginó una aureola brillante alrededor de su cabeza mientras intentaba esconder sus pensamientos. Aquello fue como si le atravesarán el cráneo con la punta de un taladró.
El dolor lo golpeó detrás de los ojos, pero no parpadeó en su esfuerzo y su nariz sangró... La cámara de piedra se hacía pedazos y se volvía a reconstruir en cúmulos de energía psíquica.
—Que va—el Mortificador se rindió con los ojos cansados bajo el yelmo de perro. Miró al Ratón de Bronce y negó con la cabeza—. Su mente es robusta como el concreto. Está acostumbrado a que le drenen los pensamientos. Resulta dificultoso escarbar en sus recuerdos: es como atravesar una pared con una cuchara de plástico.
El Ratón de Bronce jugueteó con un puñal dorado en una esquina, sentado en un taburete. Hizo girar el estilete y el metal brillante se derritió en sus dedos para formar una bailarina... Jonathan frunció el ceño con las cadenas de mercurio sólido, cerrándose con contrición en sus muñecas y tobillos. Tenía el estómago revuelto, ganas de orinar y estaba sediento. La piel del rostro le ardía. No tenía fuerzas para replicar. Cada hora, regresaba el Perro para adentrarse en su mente en busca de los secretos de Trinidad. No sabía cuánto aguantaría aquel martirio mental, pero se mantenía aferrado a la esperanza de postergar su muerte inevitable todo lo posible... En un anhelo egoísta de perseverancia.
El Venado de Plata entró, presidido del mago con yelmo de oro. El Ratón se levantó de sobresalto y le llevó el taburete. El mago líder tomó asiento frente a Jonathan y levantó los ojos apesadumbrados para detallar el relieve macizo, imitando la cabeza del carnero y los cuernos retorcidos del yelmo.
—¿Has soñado con el Hombre con Cabeza de Ciempiés?
Jonathan rió, y se lamió los labios ensangrentados. Le preguntaron sobre entidades anómalas y seres extraños encerrados en los contenedores de Trinidad. Tampoco conocía la ubicación exacta de la fundación, solo algunas ramificaciones para distintos contenedores capaces de resguardar seres y entidades anómalas, potencialmente peligrosas. El Perro de Bronce lo miraba y negaba con la cabeza cuando veía la verdad... y la mentira en su mente.
—El río Eufrates se secó, a orillas de la antigua Babilonia... y la fundación descubrió mazmorras desconocidas, y los grilletes oxidados de los ángeles encerrados por Dios hasta el final de los días.
Jonathan carraspeó, turbado.
—Eso... pertenece a la jurisdicción de otro departamento.
El Carnero miró al Perro, y el Mortificador clavó sus ojillos negros en los ojos del joven para conocer la veracidad detrás de sus palabras. Después de un rato, negó con la cabeza.
—He conocido a muchos locos en el camino de la muerte y la sal—dijo el Carnero. Era una mujer—. ¿Sientes ese vacío que te consume, verdad? Tus sueños se ven frustrados por las circunstancias. Tu lugar de nacimiento destruye el talento... No hay nada más triste que el talento desperdiciado en una vida sin propósito.
—Yo...
—Es como una cadena atada a tu pie... ¿Lo sientes, verdad? Sueños de libertad... Estás en el fondo del mar y cada vez que nadas, sientes aquella cadena tirando de tu talón. Recordándote de dónde vienes, y que tu esfuerzo solo causa que te ahogues. Rompe la cadena. ¿Si tuvieras todo eso al alcance de tu mano? ¿Lucharás por tus sueños?
—¿Qué... quieren de mí?
—Has desperdiciado tu talento, Jiménez—replicó la maga—. Traicionaste a la Cumbre Escarlata para unirte a la vaga ilusión que te propusieron los Sonetistas de la Isla Esperanza—la mujer soltó los broches del pesado yelmo y se lo quitó de la cabeza. La recortada melena rubia ceniza cayó en bucles sobre sus hombros, algunas arrugas de la madurez labraron su rostro pálido con severidad y los ojos dorados lanzaron destellos de sol y estrellas agonizantes—. El archivo que difundiste en internet, sobre el paradero del Libro de los Grillos... ha sacudido el mundo ignoto. Jonathan Jiménez, trabajaste durante un año para la fundación Trinidad en el Departamento de Objetos Anómalos. Es solo un rumor, pero sabemos que tú conoces el paradero de ese peligroso artefacto... Dime, dónde está el anillo y no dejaré que La Serpiente destruya tu mente, haciendo que la muerte parezca un alivio.
Jonathan levantó sus ojos oscuros y desafió a la mujer. Los espectros escarlatas eran brumas rojizas y quiméricas con cabezas de dioses muertos.
—La Mano Derecha busca el artefacto maldito para derrocar a la Mano Izquierda—sonrió el joven—. Por supuesto, esa facción de la Corte de Magiares planeó mi ingreso a Trinidad para descubrir el paradero detrás de reliquias todopoderosas—se lamió los labios resecos—. El Santo Grial de la Inmortalidad, el susodicho Libro de los Grillos, y... el anillo para doblegar entidades bajo el Pacto de la Esencia Divina. Conozco la Cábala, los símbolos alquímicos y el Lenguaje de los Sigilos Mágicos, que ideó John Dee, para que los Cultos Herméticos pudieran comunicarse con ángeles y demonios—estudió largo rato las arrugas en el rostro de la rubia y creyó reconocerle—. El anillo que busca la Mano Derecha, está asociado a una época anterior a la venida del Mesías: tiempos turbulentos y caóticos, donde los hombres compartían moradas con entidades sobrenaturales. Un demonio llamado Ornias acosó a un joven amigo del Rey Salomón, succionando la vitalidad de su espíritu por el pulgar de su mano derecha. Salomón pidió a Yahve en el templo y recibió del arcángel Miguel un anillo con el Pentagrama de Dios, con el que podría doblegar a los demonios a su voluntad para servirle. Salomón obtuvo el poder de dar órdenes sobre lo sobrenatural, incluyendo a los genios del desierto y los egregores. Los Rosacruces cuentan en su grimorio anónimo del siglo diecisiete: La Llave Menor de Salomón o Lemegeton Clavicula Salomonis; que el rey, gran conocedor de la magia y del mundo espiritual, invocó y encerró a setenta y dos demonios de alta jerarquía en vasijas de bronce... que selló con símbolos cabalísticos, obligándoles a cumplir órdenes irrefutables. Los Siete Sellos del Rey Salomón consagrados a Júpiter, resguardan las vasijas y el anillo, en celdas aisladas; estos fueron extraídos por la fundación, del manuscrito de ocultismo: «La Llave Mayor del Rey Salomón».
Mientras hablaba, le pareció que entidades desconocidas aparecían entre las sombras para escuchar atentamente. Las sombras daban vueltas en enredos, y la fuga de una tubería desconocida se hizo eco en el silencio de la habitación. Sabía contar historias, y disfrutar con el macabro terror de la interpretación. Esperó que el hilo creciera y rió, sus labios ardieron y se rompieron.
—¿Sabés dónde está el anillo y cómo utilizarlo?
Jonathan sonrió, malévolo.
Caminaba en frente de la fila de magos mientras el Carnero esgrimía una telaraña de relámpagos azules en su mano, que hacían retroceder las tinieblas. El estrecho laberinto de piedra  encerraba bifurcaciones y recodos vetustos, algunos túneles eran construidos a modo de despiste en gusaneras desorientadas. Se preguntó la antigüedad de aquellas mazmorras negras, de paredes erosionadas y pórfido agrietado. Los túneles estrechos conducían a cámaras oblongas repletas de glifos sin significado aparente, pero ante los ojos de Jonathan, eran un códice que los masones y ocultistas más antiguos habían plasmado en los primeros tiempos. Leyó odas benignas, sonetos desesperados y esperanzas de redención en títulos de piedra. Estaba comprendiendo el engorroso alfabeto de los Hombres Serpiente, y para enunciado terror, execrado de las tinieblas... la historia del mundo primitivo era tenebrosa y repugnante.
Jonathan posó los dedos enrojecidos en la silueta de un Demonio del Frío, de cadavérica altura y tallado nebuloso. El ser friolento le tendió una mano de seis dedos a los humanos...
—La leyenda de la Serpiente de Siete Cabezas es un código que se ha transmitido a través del populismo, pero que encierra un mensaje secreto—Jonathan miró de reojo al brasileño Macías y las miradas furibundas que le lanzaba. El zumbido furioso de sus insectos era incómodo... y no poseía la canica protectora—. Las cabezas de la bestia representan entradas a los mausoleos apócrifos, y a los secretos escondidos en las catacumbas de la ciudad. Cada entrada posee una clave que solo los masones y los sabios son capaces de descifrar—miró en derredor y las paredes arrojaron bajorrelieves de caracteres y criaturas de naturaleza horripilante. Engendros y abortos que cobraban inusitada vida corpórea entre los relámpagos cerúleos del cuerpo de la Carnero—. Bolívar, profetizando la oscuridad y locura que el Libro de los Grillos era capaz de causar en los sabios... que manipularon sus poderes oscuros. Ordenó esconderlo, para que su demencia estuviera relegada a estas criptas repletas de trampas—frunció el ceño y acarició el crucifijo antiguo en su rosario, aún conservó el juramento cristalino—. Por su naturaleza, el Primer Libro es indestructible.
Su condición como prisionero no había cambiado, a pesar de que los Sonetistas lo utilizaron y lo desecharon. El Venado de Plata le colocó un grillete al cuello hecho de mercurio sólido, que se cerraría al tamaño de un anillo si pensaba en traición. El Perro tenía sus ojos clavados en él, y el Ratón mantenía sus dagas de oro apretadas en los puños. La última en cerrar la formación era la Mago de los Espejos, que exhibía a los fantasmas, con vehemente orgullo, su yelmo de murciélago labrado en plata... Descubrió que era una mujer no muy alta y que murmuraba frases en mandarín cuando un mural la sorprendía. Debía ser una Fueguechi, única familia de prestigio en Asia, legítimos poseedores de la quintaesencia. La historia de la familia Fueguechi se remonta al linaje del Dragón Amarillo, pero... ¿Por qué los poderosos Fueguechi se involucraron con la sacrílega Cumbre Escarlata?
Jonathan se aliso la túnica bermellón. Abajo llevaba el jersey negro, chamuscado y deshilachado, y en uno de los bolsillos escondía el cartucho del estilete. Le pareció escuchar un fogonazo en la distancia y un estallido pétreo. Pensó, sardónico, que los espíritus de los condenados libraron una batalla en los niveles superiores, y su escaramuza de fuegos artificiales arrojó polvo por encima de sus cabezas. Bajaron por una escalinata curva hasta una bóveda ensombrecida. La antigua recámara oblonga cayó en la ignominia de un pasado espléndido. Las jambas sostenían dinteles pétreos, y sobre ellos se erguían diminutas pirámides de metales universales. La recamara no exhibía el moho azulado, ni las sombras existentes en la antiquísima penumbra de las catacumbas. El suelo de mármol negro formó un camino de rectángulos hasta una esfinge postrada al final, y una puerta robusta de piedra. Los meandros arrojaron destellos luminosos.
La esfinge despertó de su ensoñación y caminó hacía ellos: orgullosa y felina. Era un ser de piedra oscura, cuerpo esbelto parecido al de un león alargado y un rostro andrógino de ojos refulgentes. La luz de aquella cámara provenía de orbes desconocidos de energía dorada y...
«¿Cuál es el final del Universo Intelectual de Conocimiento». No parecía un pensamiento propio y Jonathan se sacudió la cabeza, notando los residuos de estática en su cerebro. El Perro parecía aturdido.
—¿Acaba de hablar?—El Ratón dio un paso atrás, nervioso—. Escuché la voz de la esfinge dentro de mi cabeza.
«Pertenezco a una época olvidada ,y a otro de los muchos mundos que pueblan las estrellas. Soy un autómata del conocimiento, adorado por legiones y maldecido por bastiones. Los hombres de esta época me obligaron a custodiar el libro maldito que encierra los misterios del Origen del Todo, y el secreto de las almas en la sopa inexistente de la Esencia Divina».
El Carnero dio un paso y esgrimió una telaraña de relámpagos ante el gobernante de aquellas regiones plutónicas. Las centellas reflejaron formas sinuosas, salvajes desdibujados en la niebla tenebrosa de los sueños y los miedos, de los hombres muertos. Un sueño del inframundo, y la destrucción del caos sangriento.
—¿Cuál es el misterio de la Esfinge?
Jonathan abrió y cerró las manos, flexionando los dedos adormecidos. Recordó la sonrisa de su padre al disparar el arma en su cabeza, y la oscuridad... dando forma a un cúmulo denso de materia y energía. El ser que emergió del infinito vacío, y devoró burbujas cósmicas pobladas de millares de galaxias. Aquel temido por la Entidad Primaria, y cuyas manifestaciones atraían desgracias. No sabía si los demonios podían ser instrumento del miedo... El ser que se sumergió en el receptáculo vacío, afirmó ser un «caído», y temía de la oscuridad a la que estaba predestinada la Sinfonía de Vida y Muerte. Había extraído revelaciones privadas no autorizadas por la jerarquía eclesial católica romana y, manuscritos apócrifos de teólogos especializados en demonología y exorcismos. Todos decían mentiras, y leyendas dispersas...
Jonathan dio un paso, dubitativo.
—¿Quiénes fueron la Entidad Primaria y los Caídos?
El Esfinge clavó sus ojos de fuego en los suyos, y la recámara alargada creció, infinitamente.
«Jonathan Aldous Jiménez Belisario—el autómata elevó sus ojos de jaspe y sondeó en lo profundo de su espíritu—. La última reencarnación del alquimista y sabio islámico, Jabir Ibn Hayyan. Has bailado al compás de la sinfonía de los espíritus, y estás en tu etapa de evolución espiritual. Una de las incompletas versiones del Devorador del Caos. Al igual que todas las almas, fuiste concebida en el horno alquímico de estrellas agonizantes y... responderé tu pregunta, si de esa forma puedo iluminar tu nublada mente.
»Luzbel fue la primera creatura emergida de la Esencia Divina del Origen. Su creación es superior a cualquier entidad nacida de la existencia. Su inteligencia es enormemente incomprensible y su entendimiento imposible, factores de impacto para la influencia y manipulación sobre las demás criaturas de aquel momento, antes del tiempo. El Lucero de la Mañana concebía enormes construcciones intelectuales, incomprensibles para los habitantes del vacío primordial. Fue la única entidad que logró escudriñar y llegar más lejos que ninguna otra, en el Universo Intelectual de Conocimiento que conforma El Todo. La rebelión de esta Entidad Primordial, no fue más allá de pensamientos puramente intelectuales en oposición a la incertidumbre del caos. Suceso incomprensible e infinitamente complejo de visualización para la mente humana. Como creatura Primaria, bajo el concepto Divino del Amor, participó de la función creativa otorgada por la Sabiduría de El Todo, para crear a seres semejantes a él. Con lo cual, surgen creaciones que mantienen fragmentos de Esencia Divina, otorgada por el alma, la cual... por su naturaleza; son inalterables e inmortales.
»Fue necesario otorgar de libre albedrío a la Entidad Primaria para liberarlo de la automática respuesta a El Todo y con ello, el descomunal riesgo de una posible corrupción. La Primaria y sus creaciones «Caídas» jamás han «encontrado» El Origen de la existencia. Comprendían mediante el intelecto, el Conocimiento del Absoluto, más no en su totalidad... únicamente las creaciones no corruptas y redimidas trascendieron a la misión beatifica: comprendieron en grado de perfección la Totalidad de la existencia. Las creaciones «Caídas» sufrieron la metamorfosis de la fragmentación de sus Esencias Divinas y fueron absolutamente sometidos a la Entidad Primaria. El Todo en sus Virtudes de Perfección Infinitas: amor, compasión y misericordia; creó el plan de salvación, consistente en materializar las partículas en fragmentos, de las Esencias Divinas de esos seres caídos, mediante un proceso evolutivo dentro del tiempo. En posesión de la Entidad Primaria, estos seres deformes sufrieron un arrebatamiento de los fragmentos del alma, mediante un proceso lento y doloroso en la materia, para ser unificados... con el fin de lograr el retorno de la Esencia Divina al Origen.
»En toda forma materializada, observable y no observable por los reducidos sentidos del ser humano, se encuentran partículas de sustancias anímicas correspondientes al alma de aquellos Caídos. El ser humano es la forma final de la reintegración de las partículas anímicas y la última envoltura física antes de la evolución espiritual del ser «imperfecto», aún en voluntad de la Entidad Primaria. La Sinfonía de Vida y Muerte representa el conflicto más poderoso entre El Todo y sus criaturas en contraposición con la Entidad Primaria y sus «Caídos». Todas las creaturas, incluyendo la Entidad Primaria, pueden regresar a el Origen. Lo cual supone infinitas cantidades de tiempo y dolorosos procesos evolutivos en la materia. El alma, inalterable e inmortal, es incomprensible por las criaturas físicas. Cerrando tus ojos, olvidando tu cuerpo, percibes tus pensamientos y escudriñas tu memoria... sin final: eres eternamente tú.
»Así son los «demonios»: seres inmateriales con capacidades intangibles. El «Infierno» es el estado en condición de virtudes negativas del fragmento de la Sustancia Divina presente en el alma. El «Cielo» es el estado de condición de virtudes positivas en grado de perfección. El infierno es además de un estado energético, la sociedad jerarquica de los seres «Caídos», cuyo centro de dominio y cabeza es la creación primaria: Lucifer. Entre los demonios existen grados de maldad y sus jerarquías prescinden de potencias como: la inteligencia y el entendimiento; o virtudes negativas como: el odio, la ira y la tentación. Solo los seres de las más altas jerarquías próximas a la Entidad Primaria, rompen con estas características y se posicionan como supremos.
Jonathan dio un paso, y la electricidad del aire lo atravesó con escozor.
—¿Y existieron entidades anteriores al Origen del Todo, en los espacios vacíos donde reina la materia oscura?
La Esfinge pensó largo rato en lo que iba a decir y... Una tempestad de centellas cayó sobre la estatua con una cascada de plata. El ser antiguo gimió en un alarido ignominioso y crujió... Intentó dar pasos con las zarpas clavadas en el mármol pulido y sus ojos llameantes perdieron brillo. Un grito ahogado y una sabiduría infinita reducidas sin misericordia a un soplo. Un cielo negro eclipsó el techo erosionado y tachonado, de brillantes estrellas azules. La Imagen Elemental liberó un hedor a metal derretido.
«Anabella Flambée» auguró la criatura y cedió ante la evocación de energía galvanizada que caía sobre ella con la furia de Zeus, y Thor y todos los dioses del relámpago, de eras antediluvianas y glaciares. La Esfinge se redujo a una montaña azufrada de piedra derretida, pórfido y restos de escultura.
Aquella mujer debía ser un alto mando de la Cumbre Escarlata, y poseía un conocimiento de Evocación Elemental de Ionización Estática, aterrador... Creía que solo los Sonetistas de la Isla Esperanza eran capaces de tales milagros en la trasmutación de la quintaesencia. La Esfinge de la Verdad y su misterio desaparecieron con un resplandor pálido y violáceo...
El Carnero de Oro bajó sus manos pequeñas de vías energéticas cerúleas.
—Existen misterios cuya naturaleza enterrada, favorece la comprensión limitada que poseemos de la existencia.
El joven saltó, con los dientes apretados.
—¡¿Por qué hizo eso?!
—Si seguíamos escuchando la «verdad»—la Carnero chasqueó los dedos—. La Esfinge podría infundir su poder hipnótico en nuestras cabezas. ¿Qué es el Origen Primordial del Todo? Cierra tus ojos, Jiménez. Da un suspiro, y al terminar... date cuenta, que ese es el significado de la eternidad.
Jonathan dudó cuando la procesión reanudó la caminata y miró con ojos aterrados los restos de la Esfinge: por dentro, estaba rellena de líquido plateado y gemas añil, cuyo brillo incandescente refulgía bajo la luz misteriosa emitida de las paredes ciclópeas. Recordó la quebrada y las revelaciones del demonio ante la magnitud empírica del ser de materia oscura. Pensó en la Sinfonía de Vida y Muerte, y el Ciclo de los Espíritus, y la función del tiempo en su purificación... Y las etapas del alma en el río ininterrumpido. ¿La reencarnación era un evento cósmico inevitable? ¿Cuántas veces había regresado al baile efímero de la resurrección? Intentó recordar lo experimentado en el umbral del otro mundo, y solo sentía oscuridad espesa en una marea de energías parecida a la corriente achocolatada de la Esencia Divina del Todo. Viscoso, caluroso y eléctrico: un placentero orgasmo prolongado infinitamente.
Las palabras del demonio resultaron profecías de un genio... y, la obsesión por las revelaciones noctámbulas de los escritores del Libro de los Grillos... Nunca fue tan indeseable. Al beber de la Ayaguasca en las profundidades de la selva virgen, fue capaz de desprenderse de su envoltura corpórea y viajar a través de cúmulos estelares de vacío y energía negra. Los habitantes del plano, seres altivos encontrados en la luz, vivían eternamente en gracia y su caos... mantenía unido al universo en constante decaimiento.
Escuchó un aullido grotesco y una desbandada de disparos en los niveles superiores. Sobre su cabeza cayó una hirsuta llovizna de polvillo... Habían descendiendo por una interminable escalinata curvilínea hasta una bóveda ensombrecida de robustos dinteles derruidos y gárgolas fantasmagóricas de caliza grisácea.
—Los Sonetistas nos han pisado los talones—dictó Anabella, imperturbable—. Si la Mano Derecha posa sus manos sobre el Libro de los Grillos, el mundo como lo conocemos... desaparecerá en la marea de fuego y sangre.
La bóveda descendía ligeramente y se ensanchaba en una recámara circular de cúpula prominente. La arquitectura pétrea de aquella cámara, denotaba una antigüedad inmemorial, grabada en sus paredes rectangulares en forma de pentágono gigante. La cámara de piedra se alzaba abruptamente y las cinco paredes contenían sigilos cincelados, más recientes, invocando a los cinco arcángeles más poderosos bajo el mando de Yahve, el Dios Imperante en el Mundo Moderno. El hedor azufrado era abominable y el rumor de insectos nocturnos se hizo escuchar, entonando sus chirridos repugnantes. La música diabólica evocó imágenes de espectros y demonios. En el centro, existía un pedestal de pórfido vidrioso; cercado con un espeso círculo de sal roja, tallados en el suelo se apilaban sigilos de contención con forma de cruces y emblemas de dioses foráneos: runas nórdicas, nombres de dioses en griego, latín y deidades más antiguas; consagrados a resguardar las maldades que el libro abyecto era capaz de invocar en su llamado a personas sensibles.
Sobre el pedestal se erguía el grueso manuscrito, ungido por el Culto de la Ciudad de los Huesos, en su maléfico pacto y sacrificio para construir la llave entre los infinitos mundos posibles, habitados por seres y entidades desconocidas. Las ansias de poseer aquel conocimiento maldito fueron seductoras, pero aguantó la pulsión y buscó instintivamente la astilla de madera en su collar. La Vera Cruz bañada en la sangre del alma que alcanzó el grado máximo de Purificación.
—El artefacto anómalo que buscaron, con desesperación, los nazis... cuando perdían la guerra—Anabella dio un paso y se encaminó por el sendero oscuro que conducía al pesado libro—. Bolívar y los masones invocaron el poder de entidades y fuerzas disuasorias para la campaña libertadora. Por milenios, los sabios han admirado y temido con devoción... los secretos oscuros del Libro de los Grillos. ¡El Primer Libro Maldito de la Creación!
Jonathan caminó detrás de ella. Desenfundó el estilete y se lo clavó en el agujero del yelmo a Macías Cedeño. El hombre gimió cuando arrancó el estilete de su ojo, manchado en sangre... El joven se lanzó y rodó por la sal hasta el pedestal vidrioso. Allí, el espeluznante canto de los insectos lo atravesó con vibraciones asquerosas.
El Venado de Plata estiró una mano y cerró los dedos, pero las entidades presentes le impidieron llevar a cabo su magia... en aquel círculo vetado de poder y voluntad. El mercurio en su cuello se derritió y los relámpagos que extendió Amanda se deshicieron en vapor, ante la fuerza translúcida del panteón de dioses egoístas. Jonathan robó el libro del pedestal... Una sensación pesada asedió su cuerpo con agujas y lo hizo arrodillarse. La gravedad en aquel punto del planeta era tan intensa, que sus órganos se aplastaron contra el suelo y sus costillas crujieron.
Macías se retorció en el suelo con una de las cuencas del yelmo plateado llorando sangre, espesa y negra. Los zánganos endemoniados zumbaron al salir de su piel y asediaron a los magos en un frenesí violento. La Carnero lanzó un manotazo y el brasileño fue envuelto con un chorro de plata en centellas ardientes. El hedor a carne chamuscada se alzó con un estallido húmedo y las avispas cayeron muertas con silbidos de uñas quemadas. El resplandor purpúreo lo cegó cuando el hombre se hinchó, silbó, rezumante de aceite rojizo y fue reducido en menos de diez segundos... a una montaña de carne ennegrecida, tela chamuscada y metal derretido.
Jonathan luchó contra la rigidez de sus miembros y en sus oídos zumbaron miles de cigarras y grillos nocturnos. La ventisca le levantó el cabello y manos vampíricas lo ciñeron. El robusto libro era encuadernado en una extraña piel rojiza y su cara delantera era la mueca dolorosa de un humano desollado. El lomo contenía los caracteres afilados del nombre original del grimorio, y... la ventisca de barrido hizo estremecer la sal. Los relámpagos cerúleos de la maga hicieron explotar los Sigilos Mágicos con destellos y chispazos violentos. El joven arrancó el crucifijo, ante la incesante protesta de sus manos y empuñó aquel trozo de la Vera Cruz. La sangre de Jesucristo. Pensó en la encarnación del estado más puro del alma, tras incontables ciclos forjando su espíritu... en la sinfonía indetenible del jardín de los lamentos.
—¡Jonathan Jiménez!—Suplicó el Carnero, lanzando centellas destructoras con silbidos de polvo nuboso—. ¡No perteneces a ningún lugar, estúpido insensato! ¡Destrozar ese libro maldito te destruirá en cuerpo y alma!
—¡Lo sé!—Jonathan se mantuvo firme con los dientes apretados y las lágrimas escapando de sus ojos. Intentó levantar los brazos ante el peso abrumador del espacio—. ¡Sé que he alejado a todos los que me han querido por mi egoísmo! ¡Conozco este sueño y, es triste y solitario!—Levantó el crucifijo con las dos manos y sus tendones crujieron. Sus brazos subieron por encima de su cabeza. Lloraba a borbotones y sus heridas se abrieron por la presión—. ¡Maldita sea! ¡¡¡Solo quiero saber que hice una cosa bien en mi vida!!!
La brisa lo zarandeó con violencia y las páginas del libro se abrieron. El gas miasmático excretado le irritó los ojos y, miró con asombro las conjuraciones de plagas y desastres en crípticos glifos de una lengua horrorosa. Ante su mente aparecieron grabados en tinta roja de extraños órganos repulsivos, seres quiméricos tan horripilantes como increíbles, un sol rojo parecido a un ojo sangrante, delirios de fortuna y grandeza, círculos infernales, ángeles aterradores; bocetos de hombres y pseudohombres escamosos, alados, y lampiños de ojos oscuros; profecías invocadas de catástrofes, delirios en sartas de glifos indescifrables, y... un sin fin de caos destructivo y horrores impensables. La encarnación de las demencias y las tinieblas.
Jonathan gritó y la ventisca cobró fuerza hasta arrastrarlo. Un destello purpúreo iluminó la oscuridad y le abofeteó el rostro con un desmesurado calor. Las astillas explotaron y las sintió enterrarse en sus manos. El golpe luminoso se sintió como una potente vibración, que atravesó su cuerpo y lo arrebató del suelo en una embestida. Fue cegado ante el resplandor y el manuscrito se le fue de las manos con un desgarro de papel... Jonathan giró en el aire y cayó de costado, lastimando su cadera y sus piernas.
Los fogonazos sucedieron momento después, cuando Sena Fonseca irrumpió en el salón seguida del alto y delgado Marcel Corne d'Or, que vestía jersey negro y esgrimía una varita de hueso; y la joven morena Melissa Louvre, vestida de igual forma, con una varita de sauce más larga y flexible. Sena llevaba un abrigo de piel, pantalones de gamuza y botas altas. Con ellos iba el robusto Jeremías Rivera, y el delgado Justiciero de Ciudad Zamora, vestido de azul oscuro y portando el grueso gorro que cubría sus ojos a modo de antifaz.
El pandemónium se levantó sobre el silencio y la oscuridad intermitente de la bóveda pentagonal. El Perro desenfundó una varita oscura y comenzó a disparar fogonazos de luces, y Anabella tejió redes de relámpagos cerúleos desde sus manos envejecidas.
Melissa agitó la varita y levantó un reflejo protector con un barrido de distorsión armónica. Los fogonazos y las centellas reventaron con cenizas y chispazos coloridos ante la barrera invisible. 
Jeremías Rivera saltó, se hinchó y se convirtió en una bestia peluda del tamaño de un oso alargado. El Venado hizo brotar el mercurio brillante de su túnica y erigió un toro fornido, como un espejo de plata... Ambas bestias se embistieron entre zarpazos y cabezazos. Anabella vociferó a grandes voces una Imagen Elemental y sus manos nudosas evocaron una sarta de relámpagos cerúleos, parecidos a un enjambre de telarañas de diez mil voltios...
Marcel Corne d'Or, Evocador Elemental de Corrientes Energéticas, exhaló profundamente y la gabardina se levantó ante la ventisca despiadada. El remolino giró a su alrededor como un ser vivo, tomando fuerza y proporción... Era tan poderoso que la succión comenzó a arrastrarlo por el suelo. Jonathan no podía resistirse, ante la debilidad de sus miembros. El huracán era tan espeso que no se podía ver a través de la pared de aire, y formó una fuerza todopoderosa de remolinos dignos de Hermes, y los dioses que empuñaron lanzas de viento. El remolino de viento formó un ariete...
El joven evocador señaló los relámpagos con mano nerviosa.
Ambas fuerzas de la naturaleza se encontraron, el suelo se llenó de grietas y arañazos parecidos a sablazos del diablo, y el pedestal de pórfido se hizo trizas con un estallido tirano. Los relámpagos cerúleos volaron en direcciones pérdidas, uno pasó rozándole la cabeza con un chirrido y vaporizó el sigilo del Arcángel Uriel, dejando una mancha negra imborrable. El viento silbó y se abrió paso en el holocausto con espadas trituradoras...
La Murciélago erigió un reflejo, con semejanza a una viscosa barrera acuosa. Las espadas de aire comprimido, y sus afiladas hojas, cortaron las vibraciones con un silbido y cogieron con tenazas al mago con máscara de perro, despedazando su cuerpo con cientos de zarpazos invisibles en un aullido feérico. Al mago con yelmo de ratón, una onda lo derribó, desgarrando su túnica entre el polvo dorado. El Venado de Plata se escudó en una pared ciclópea de mercurio y la Carnero retrocedió... arrastrada por la brisa imponente.
Anabella lo miró por última vez, con el Libro de los Grillos a sus pies... y con un dedo lanzó una centella mortal. El relámpago cerúleo brotó como un chorro azul de plata ardiente y Sebastián se interpuso con las manos extendidas. El Justiciero extendió los brazos ante la descarga eléctrica del millar de voltios y emitió un pulso electromagnético. El chispazo lo fulminó, se irguió en un grito con los dedos encrespados envueltos ante aquella evocación de energía ionizada. Su cuerpo se erizó y cedió, echando vapor por sus miembros descarnados... El chorro lo hizo retroceder y desapareció, abruptamente, dejando sus manos calientes y enrojecidas.
Jonathan miró la página envejecida en su mano y las astillas del crucifijo incrustadas en su palma. El texto que se leía era incompresible, pero fascinante... y el dibujo era por mucho, más desconcertante: un ser humanoide vestido con túnica ceñida, miembros largos y angulosos, y una prominente cabeza alargada que se dividía en numerosos caparazones hasta formar la estructura de un ciempiés de largas tenazas curvas. El boceto inspiró en él un terror y una curiosidad desproporcionada.
Miró el Libro de los Grillos y su cantar disonante, vio de reojo a Sebastián y... guardó en secreto aquella página en el bolsillo de su túnica escarlata. Jonathan luchó por levantarse y Sebastián le tendió una mano, en la otra esgrimía una barra de oricalco del largo de un fémur. A lo lejos, vio a Sena expulsar un fogonazo purpúreo de su varita refulgente.
—¿Por qué volviste?—Se puso de pie ante la protesta de sus piernas. Sus músculos debían estar desgarrados—. ¿Por qué sigues creyendo en mí?
—Amigo—el justiciero sonrió y se quitó el gorro para mostrar el rostro cubierto de golpes y rasguños—. Tú eres mi héroe...




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