Capítulo 6. Cien Mil Días de Tinieblas

 Capítulo 6: Los Demonios de la Tierra.

«14 de abril, 2023».

La Serpiente se irguió ante ella con ojos sagaces, vacíos, e inescrutables; de un aguamarina oleaginoso.
—Conoces a ese pseudohombre.
Kiara tembló, intentando bloquear sus pensamientos. No podía vaciar su mente, así que pensó en canciones pegajosas y gritos. El yelmo de murciélago escondió su rostro ceniciento.
—Me pones en duda, Murciélago—el hombre levantó una mano de largos dedos pálidos y acarició el relieve macizo de la máscara plateada. Kiara sentía sus yemas candentes insuflando notas seculares de horror pestilente—. ¿No podemos confiar en ti? ¿No quieres formar parte de la Cumbre Escarlata? Mata a ese pseudohombre, y extirpa su alma de este mundo horrible.
Kiara asintió, constipada por el espanto. No podía dudar, ni descuidar la marea de sus pensamientos cerca de la Serpiente. El hombre no insistió en atravesar sus pensamientos, y se retiró a sus aposentos en la mansión de los Fueguechi. 
La mujer por poco salió corriendo a través del laberinto metálico de la empresa experimental, y atravesó las alas ocupadas por laboratorios pálidos de luces mortecinas con olores sulfurosos. Su primer pensamiento fue huir: escapar y desaparecer del radar de la sociedad; pero... una vez dentro de la secta negra no se podía escapar. Tenía el vago presentimiento de un corazón latente y gangrenoso bombeando sangre envenenada en algún castillo rosáceo de torreones pálidos y techumbres salmón... donde el sol arrojaba destellos de ponzoña, las nubes neblinosas respiraban gases miasmáticos execrables de misterios pétreos y una maldad supurante inmemorial en la maldita estructura. Los latidos del órgano putrefacto precedían de una mesa alargada, y sombras bermellón con cabezas doradas de deidades magnánimas, sepultadas en evos pasados. Las sombras proyectadas en aquel castillo antiguo por los relámpagos purpúreos, esculpían formas salvajes, de naturaleza horrible y fantástica... y las leyendas apócrifas de poblaciones subyacentes, conferían un caos apoteósico impropio de solares coloniales.
La Cumbre Escarlata era dueña de su vida; todo su dinero sería congelado en las cuentas internacionales, y la perseguirán las autoridades del mundo ignoto hasta destruirla. Había estado una vez en el castillo de Mucuchíes, viendo los espejos de latón, los nublares de espuma, los braseros repletos de cenizas candentes, las chimeneas oscurecidas por las flamas tenebrosas y las quintaesencias malignas de los magos de tercer nivel que correspondían la cúspide del pacto, y la sociedad sacrílega del culto hermético. 
En las entrañas del deplorable aquelarre se celebraban fiestas orgiásticas, ornamentados rituales de sublimación, ceremonias de adoración a los invisibles Dioses Muertos y epopeyas satíricas donde viscosas náyades correspondían cánticos en cúmulos de luces homólogas. La cima era propensa a las tormentas por la ubicación geológica próxima al imperante lago de Maracaibo y los demonios esgrimían los relámpagos cerúleos como corceles en dionisíaca orquesta, pletórica de arcadas titánicas y aullidos de vendavales sardónicos. El castillo maldito dominó la cúpula de sus pensamientos, y la asquerosidad supurante en sus ladrillos era augurio de una maldad más antigua que la humanidad, y los terrores exteriores de un universo desconocido. Los prosaicos y puritanos eran criaturas despreciables en pueblos de palafito que rehuían los misterios de esa construcción. La densidad gelatinosa del éter era palpable en su etílica atmósfera, y... al divagar en sus corredores macabros fue presa de las entidades malignas robando su aliento.
—Este es mi último trabajo—sonrió la eternamente juvenil Verónica Daumier. Madre soltera, latina, arqueóloga desprestigiada y obligada por la necesidad a laborar como el Chacal en la pirámide—. Vamos a encontrar la Puerta de Piedra, y nos pagarán suficiente dinero para el retiro—sonrió con sus labios bonitos y sus cejas fruncieron sus párpados de malvavisco—. Mi esposo era un investigador del mundo ignoto, recibía fondos de la fundación Trinidad para investigar el flujo energético y replicar su funcionalidad mediante tatuajes hechos con Tinta del Ocaso. Pero... los Sonetistas clasificaron su investigación y se lo llevaron a la Isla Esperanza. Nunca lo volví a ver. Tengo que sacar adelante a mi hijo, Finchester. Es muy guapo... Lo vas a conocer porque vive en Montenegro.
Verónica fue una líder vivas, y dirigió al grupo con éxito hasta la Puerta de Piedra en las cavernas de aquella montaña embrujada. Ocurrieron altibajos, depresiones en el camino, y achaques... pero lograron encontrar el portal ante la reticencia de los Wesen y la persecución de los Sonetistas. Verónica quiso retirarse, finalmente, y mudarse a Francia con su hijo... Y fue asesinada por Anastasio Fonseca, el Archímago de Hielo. 
El recuerdo más doloroso que conservó de aquella misión, aparte de las trágicas muertes de la líder y Marie Fleur du Vallee bajo el pisotón de la bestia horripilante... Fue ver los cadáveres del nigromante italiano despedazando a la jovencita y arrojando sus restos por el espejo líquido. El rostro del joven Wesen fue un poema que encerró un millar de emociones y lo cobijó en un odio ciego. Las cavernas se derrumbaron ante los rugidos furtivos del Demonio de la Tierra, bestia inmemorial confinada detrás del portal, y Montenegro se estremeció con un temblor que dejó una cincuentena de muertos y más de cien heridos. 
Muchos habían sido sus trabajos desde que pactó con el Demonio de los Espejos, una entidad sin nombre, habitante del Caos Primigenio. La Cumbre Escarlata la recompensó con dinero en sobremanera, que gastó en viajes, festines, ropa lujosa y placer desmesurado con numerosos gigolós exóticos. Un trabajo con la Cumbre Escarlata, aunque arriesgado, producía cifras de hasta seis ceros... moviéndose en las sombras del mundo ignoto como un espectro quimérico de negra precedencia. La magia contenida en los espejos, era más antigua que la invención de estos, y sus cuentos tejían sueños de egipanes morbosos y reflejos de aguas turbulentas. Los espejos de latón en el castillo Mucuchíes arrojaban imágenes oscuras y desordenadas, capaces de descubrir cada habitación de cualquier persona en el mundo. 
—No se sabe quién está en la cima de la Cumbre Escarlata—Nelson cruzó los dedos velludos con los pies tostados enterrados en la arena blanca. Atardecía en aquella playa y el sol anaranjado regaló un tono rojizo a las superficies, y la espuma del mar. El moreno estaba bronceado y en sus manos sostenía un vaso de ron caramelizado con agua de limón y hielo—. Mi tío, Joel, trabajó como asesino para ellos durante muchos años y así pagar sus estudios culinarios, y... obtuvo un fragmento del Cometa de Sangre. Cuenta, que lo llevaron al castillo de Mucuchíes en Mérida, de mi país natal, y un mago escarlata con un yelmo de oro semejante a Moloch... Lo llevó hasta una cámara subterránea por un pasadizo de niebla. Allí, en un altar de sacrificio, exhibían los restos recopilados del cometa misterioso en distintos matraces alquímicos y mutaron su cuerpo con las propiedades de su cósmica procedencia.
»La Cumbre Escarlata es dominada por los que llevan máscaras de oro, en honor a Buer el Penitente y su yelmo de león... de la época de los Círculos del Florista en la Isla Esperanza. El culto nació como un convenio de magos negros para preservar los conocimientos del Caoísmo, y vestigios de los Dioses Muertos que los Magiares y la Iglesia del Sol sepultaron con fuego y sangre. En la isla se removía una mescolanza de fuerzas oscuras, historias, misas negras, orgías de fertilidad y pactos... más antiguos que la historia conocida. 
—Los que se sientan en la mesa de piedra negra no son humanos—Kiara bebió de su vaso y observó el sol rojizo desaparecer en el agua violácea—. O... al menos, no lo son desde hace muchísimo tiempo. Creo... que una vez vi a uno de ellos, usaba túnica negra, un yelmo prominente de Chacal y apestaba a...
—¿Sal y herrumbre?
—Sí... ¿Cómo lo sabes?
Nelson sonrió y se bebió todo su trago de golpe. Siguieron hablando de canciones, escuchando el cuatro del músico, riendo de viejas anécdotas y mirando las estrellas salir en el firmamento oscuro del cielo achocolatado. Algunas veces, le propuso al moreno tener sexo, pero él se negó, diciendo que no la veía de esa forma... Cuando estaba muy borracha lo besaba, y él la rechazaba. Pero nunca fue un mal amigo, y la escuchaba siempre que podía sobre lo pesadillesco de pertenecer al culto y su descenso a la oscuridad convertida en el tétrico Murciélago, poseída por el Demonio de los Espejos. 
Y ahora que lo tenía frente si, convertido en monstruo con las puertas de acero selladas y los restos de matraces deshechos en el suelo... sentía una extraña mezcla de incomodidad y excitación. Verlo transformado en la robusta criatura, a medio camino de evolución prehistórica entre en oso y un perro... era impresionante. Una maraña espesa de pelaje pardo, músculos prominentes, mandíbula plagada de colmillos afilados como estiletes y ojos amarillentos tan brillantes y salvajes como incendios destructores. Las fauces negras estaban mojadas de sangre.
—¿Kiara?—La voz grave del monstruo cuadrúpedo de dos metros era áspera como la piedra—. ¿Qué haces aquí?
—Ya no puedo más—dijo, con su acento asiático y se quitó el yelmo de murciélago. Estaba llorando—. Es una tortura, que no podamos estar juntos...
—Fueguchi...
—¡No lo entiendes!—Se acercó a la bestia y abrazó su prominente cabeza. Hundiendo la nariz en la melena y escuchando su respiración—. ¡No quiero hacer esto!
—No hagas nada...
Escuchó el aliento contenido de Nelson y el soplido de su cuerpo al desinflarse, y convertirse en el pequeño moreno de ojos sagaces, cejas pobladas y hombros anchos. Volvió a su forma humana, completamente desnudo, con el torso musculoso, las piernas esbeltas, velludas y el oscuro pene protuberante ligeramente hinchado de sangre por el rubor. Kiara lo abrazó y lloró en su hombro mientras los destrozos en el laboratorio echaban chispas. Sentía mucho calor al tocar su cuerpo desnudo, pero... no era momento de pensar en ello.
La chica tomó su mano, y lo encaminó hasta las paredes de polímeros reflectantes. El Cambiante llevaba varias semanas irrumpiendo, sin éxito, los laboratorios y matando científicos en búsqueda de los secretos de Shengou y la familia Fueguechi. Desconfiado, Nelson no quiso indagar en los espejos líquidos, pero cedió y se adentró con ella a la oscuridad plástica y oscilante de aquel mundo desconocido, y emergió, como un sueño, del reflejo a la cámara de refrigeración donde se escondían las incubadoras... En los niveles recónditos de la compañía tras un sin número de accesos y aislamientos. La sensación de atravesar los espejos era tibia: el cuerpo se fundía en cera y se desvanecía por un túnel viscoso.
El primer vistazo que dirigió Nelson a los toneles de sucedáneo nutritivo le erizó la piel... porque fue de absoluta repulsión. El hombre apretó las muelas y sus ojos se llenaron de un odio perenne. Kiara no podía despegar la mirada del miembro protuberante del moreno, que, siendo del tamaño de un meñique... podía crecer tanto. 
—Esto es...
—Lo que desenterraron en 2016, al profanar la Puerta de Piedra en las entrañas de Montenegro—Kiara se sentía extraña sin el yelmo, y la túnica escarlata le pesaba sobre los hombros—. Clones del Demonio de la Tierra. Contra todo pronóstico, sus células poseen telomeros que se renuevan tras la absorción de suficientes nutrientes. La Cumbre Escarlata y la familia Fueguechi están incubando un ejército de monstruos. La resurrección de armas biológicas creadas en el pasado remoto por una civilización extinta, durante la Guerra Primordial. Estas bestias... diezmaron a las otras razas que se disputaron la soberanía del planeta, hasta que un extraño suceso inexplicable llamado la Muerte Fría... exterminó a los Primigenios y sus creaciones, legando este mundo a la Humanidad. 
En las cubas del tamaño de pequeñas habitaciones, crecían embriones del grueso de barriles con aspecto de cucharada carnosa. Su similitud a artrópodos monstruosos era aterradora. Estos engendros nadaban en líquido nutritivo y eran suministrados con diferentes dosis de hormonas de crecimiento, vitaminas, anticuerpos y configuración genética. Las cubas se extendían por aquel laboratorio, formando docenas, quizás cientos de hileras horripilantes con híbridos quiméricos de épocas antediluvianas. Los retazos de una civilización estelar que sucumbió ante su propia colapso. La antigüedad de las estrellas, del tiempo, y la alquimia en embriones alargados, con rasgos felinos, cola escamosa y cuatro ojos hipnóticos. El supremo terror de un mundo desconocido, y una verdad que trascendió lo posible...
—Kiara, esto es...
—La Cumbre Escarlata planea usar estos monstruos para destronar a la Corte de Magiares, antes de que... pongan en marcha el dominio mundial de la Agenda 2030. El mal justifica los medios. Los Fueguechi se han visto reducidos a pactar con magos negros para no ser descartados en la Eutanasia de Sangre, y el denigrante lavado de cerebro al cual se expone esta generación, que conlleva la mutilación genital y la perdida de identidad. ¿No entiendes lo que planea la cabeza en el frasco?
—¿Qué?
—Quieren doblegar el mundo, e impartir su eugenésica filosofía a escala mundial —Kiara se lamió los labios—. La Corte de Magiares ha dominado a gobernadores, magnates y círculos de élites en todo el mundo... Han armado guerras, pandemias, desastres y quiebras bursátiles en sus juegos de poder. Sus Sonetistas tienen mil ojos, y mil manos. Se han apoderado de almacenes de información, medios de comunicación, fuentes de agua, gigantes corporativos de alimentos y las principales empresas de medicamentos. Están seleccionando y reubicando poblaciones precisas: colonias con sangre peculiar... Quieren que la humanidad sea conformada únicamente por los que poseen los genes Furya en su acervo. Y... ya estamos en camino para ello: el bombardeo de perspectivas a los jóvenes, el deterioro de salud mental, el supuesto desastre económico, las desigualdades de las personas, la saturación de información tergiversada, la contaminación excesiva, las semillas transgénicas de nula fertilidad, las ideologías absurdas de género... Todo. El mundo aceptará la propuesta de los Sonetistas y la eutanasia desatará un pandemónium internacional. 
Nelson palideció y miró las filas de cubas herméticas, las sopas se removían con desesperación, un licuado enterrado en secretos anómalos de mutantes. Las uñas rosadas en sus dedos se oscurecieron y crecieron en forma de garfios de keratina, y sus incisivos blancos se inyectaron hasta formar colmillos terribles... El aceite negro de sus ojos hirvió con destellos de un amarillo enfermizo.
—Murciélago—La Serpiente Irrumpió en la cámara refrigerada por la escotilla de acero. Los seguía Suyu y Yakumo Fueguechi—. ¡Nos has traicionado, Fueguechi! Tu familia tenía razón sobre ti...
Un destello plateado y un chirrido metálico. Yakumo desenvainó su katana de oricalco y desapareció con un silbido... Nelson la empujó y estiró el brazo para detener la espada. La hoja cortó, como mantequilla, la carne del brazo y lo dividió en dos trozos sanguíneos. El moreno saltó hacía atrás deslizando sus pies descalzos por el suelo metálico y el brazo rebanado volvió a unirse con el potente poder regenerativo de los pseudohombres modificas. Kiara levantó las manos ante un zumbido y el estallido candente la golpeó con vapor... cayó al suelo y rodó con los brazos quemados.
—Si le cortas la cabeza, no volverá a curarse—dijo Suyu en mandarín.
La chica se acercó con una mano extendida y el traje negro envuelto en tentáculos de oscuridad. 
Kiara la encaró y se levantó de un salto.
—¡¿Por qué han colaborado con la Cumbre Escarlata?!
Suyu dio un giro y lanzó una patada, Kiara retrocedió y saltó atrás para evitar las patadas. La Serpiente imperaba desde el portal como la muerte roja, su presencia era penitencia de lealtad ante la familia Fueguechi. Suyu volvió a patear de forma lateral, y no pudo esquivar el rápido puntapié a su cabeza... Sintió la punta del zapato hundirse en su cien y el estallido de luces. Su hermana le hundió otro pie en el estómago con una patada y la proyectó dos metros con la descarga de energía en sus músculos... Kiara quedó sin aliento al caer y se apretó el estómago, adolorida, en el suelo. La boca le sabía a sangre. 
—Hermana...
—¡Tú, no eres mi hermana!
Suyu saltó, tensando su flujo energético y de una fiera patada la levantó del suelo. Kiara sintió algo en su vientre romperse y chocó contra una cuba de polímero... El golpe la dejó sorda y sentía la sangre correr, húmeda, por su cabeza. Su hermana se irguió, con los puños apretados y... lloraba. Kiara le lanzó la sangre a los ojos, y Suyu retrocedió ante la ceguera... 
Kiara dio un giro y levantó una pierna para proferir una patada gancho. Casi por instinto, Suyu se agachó en una barrida furiosa y la volteó desde los tobillos, en una caída despiadada. Cayó otra vez al suelo y la cabeza le dio vueltas...
—¿Por qué?—Suyu limpió la sangre de sus ojos enrojecidos, y vio las lágrimas caer en desborde—. Yo quisiera estar en tu lugar, y haber sido liberada de esta prisión llamada Shengou. Los Sonetistas se han apoderado de las empresas internacionales más grandes, y no podemos competir con ellos... Quieren ahogarnos y apoderarse de nuestras acciones. Solo quiero tener una vida normal: tener amigos, viajar sin una escolta, bailar y hacer todo lo que alguna vez tú pudiste.
—Suyu—Kiara se levantó a gatas, con la espalda adolorida—. Hubo noches... que dormí en las calles, y semanas... en las que casi no comí. 
Nelson retrocedió, con la katana teñida de rojo atravesando su pecho musculoso. Estaba surcado de cortes peligrosamente profundos y bañado en sangre hasta los pies... Se alejó de Yakumo con el cuello cercenado y sus garras salieron de sus dedos como estiletes. El moreno sostuvo el mango de la espada, la desenfundó de su pecho, lenta y viscosa, y la arrojó lejos. Permaneció junto a una cuba y clavó sus afiladas garras en el polímero... Las extrajo, dejando cinco agujeros del cual el contenedor vomitó el sucedáneo azulado. El asiático gritó y se lanzó al moreno, Nelson golpeó la cuba con toda su fuerza sobrehumana y el cristal se abrió en un vertedero. Yakumo fue arrastrado por el líquido y los bichos se retorcieron, semivivos, deformes y berreantes... 
La Serpiente extendió sus manos pálidas y una telaraña de relámpagos grisáceos envolvió el laboratorio.
Nelson gritó su nombre, Kiara se lanzó corriendo y tomó la mano del hombre... y ambos se lanzaron al charco de líquido. Desapareciendo ante el reflejo oscuro, en un universo desconocido de colores vivos y pilares de luz.

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