Capítulo 5. Cien Mil Días de Tinieblas
Capítulo 5: El Valle de Espinas.
«30 de octubre, 2024»
Marcel cruzó los dedos, inquieto y detalló los ojos dispares de Verónica Flambée: uno muy azul y pálido, como el hielo limpio... y otra de un verde intenso parecido a un emplaste de hierbas amargas. Era alta y delgaducha por una condición en los huesos, y sus dedos horrorosamente largos tamborilearon la mesa metálica. Sabía que era una Mortificadora de Primer Nivel, y sus ojos heterogéneos sondearon en lo profundo de su mente.
—No puedo seguir haciéndole esto.
—No estás entiendo, Corne d'Or—Veronica no parpadeaba—. Lo que estás pidiendo es... contradictorio.
—Ella me odia...
—¿Has intentado hablar con ella?
Marcel negó con la cabeza.
—No puedo mirar a nadie a los ojos sin temblar.
—Las separaciones sin concebir están prohibidas.
—Podrían clonar nuestros genes, y hacer que ellos...
—Los hijos de los clones no viven mucho—Veronica apretó los puños—. Ayúdame, Marcel. Los telomeros están desgastados al momento de la clonación... Un clon tomado de una persona de treinta años, solo vivirá la mitad del tiempo que le queda a esa persona, y el clon que se tome de esas muestras sucesivas se deterioran. Tenemos clones que solo viven veinte años... Necesitamos nuevas muestras. Pónganse a hacer bebés. No es muy difícil o... las inseminaciones artificiales también son una opción.
—Ella... no lo soportará.
—¿Por qué te pones en su lugar?
—Nadie... se ha puesto en el mío.
—¿Te da miedo tener sexo, verdad?—Veronica entornó sus ojos cristalinos—. No, eso no es... ¿Te da miedo engendrar una criatura? No lo haces por ella, maldito egoísta. Te... horroriza tener un hijo. La verdad es que nunca estarás listo para el sexo, y para ser padre... Es un salto de fe. Pero este salto no lo darás solo, alguien tomará tu mano y caminará contigo al vacío. Tienes tres meses para embarazar a Melissa o... habrá otro candidato dispuesto a forzarla—los largos dedos de la mujer se encresparon—. ¡Caramba! Después de todo, sí sientes un poco de afecto por ella—frunció el ceño—. Quiero niños, Corne d'Or, quiero tus genes Furya en una nueva descendencia con telomeros sanos. Después de la concepción, podremos solicitar la separación.
Marcel asintió, apesadumbrado.
Deslizó sus pies por el pasillo de acero recubierto de autunita. La película que recubría las superficies translúcida era muy delgada, milimétrica, para evitar que los prisioneros pudiesen usar sus sentidos y habilidades fuera de las celdas. Algunos contenedores eran clasificados para retener Mortificadores o seres anómalos que no precisan ser destruidos, sin un exhaustivo estudio. El Valle de Espinas era una fortificación metálica, de numerosas celdas y niveles secretos... construido hace sesenta años sobre la milenaria Iglesia del Sol, tras la disolución de las religiones y el exterminio de Bel, el Dios Sol. Los recodos, bifurcaciones, cámaras pétreas y pasadizos del laberíntico complejo... se debían a la antigüedad del templo. Por centurias, los sacerdotes y antiguos magiares consumaron ritos de veneración al astro solar y la luna, durante los solsticios y equinoccios, para conmemorar la llegada de nuestros ancestros a la tierra, procedentes del polvo estelar. Y aunque, los feligreses desaparecieron hace trescientos años con la Eutanasia de Sangre... Los secretos de la edificación inmemorial y sus incontables escondrijos, solo eran conocidos por las alimañas.
Bajo el suelo podrían encontrarse infinitas cámaras mortuorias, bóvedas repletas de autómatas de la época de Beret el Nigromante y salones en penumbra que vieron estudios anatómicos y horrorosas cirugías durante el alumbramiento de la medicina. Y podrían, según algunos reos con habilidades simpáticas, aún esconderse los engendros híbridos del Homúnculista, en los túneles ciclópeos; o... para supremo horror, estarían confinados en cámaras herméticas los grimorios malditos que recopiló el oscuro Sumo Pontífice Jeremías Fonseca; que en otros tiempos, sembró el miedo, como Acromantula, el Mago Negro del Anochecer. Las entidades que invocó el mago negro usando su influencia ocasionaron desastres en la ciudadela norteña de Valle del Rey: plagas de ratas, hongos, pestilencias y seres viscosos que emergieron de la tierra en pesadillas.
La pena de muerte no era tabú, los sentenciados eran convertidos en esencialina, luego de que su configuración genética fuera tomada en muestras. Nada se desperdiciaba en la sociedad de la Isla Esperanza. Incluso, cuando un clon moría, su cuerpo era legado a las Manos Negras, para convertirlo en un autómata programable con cristales de memoria. Este proletariado redivido, trabajaba sin descanso, sin consumir, y sin cobrar... Eran la fuerza productiva más grande de la isla, haciendo funcionar el engranaje principal de la sociedad sin esclavizar a los vivos. Familias más prestigiosas seguían consumando sus cadáveres al fuego, esperando la resurrección del fin del mundo según las tradiciones.
Marcel se preguntó, si los Corne d'Or entregarían su cuerpo a las llamas... o lo desecharán como un cadáver más para el ejército de trabajadores sin cerebro.
—¡Eres un loco!—Le reprochó su madre, Elisa Corne d'Or. Era enjuta, alta, morena y vestía traje azul marino con insignias de su cargo en la Corte de Magiares—. ¡¿Cómo se te ocurre involucrarte con eso?! ¡¿Te das cuenta del ridículo en que has hecho caer a tu familia?!—Lo miró, asqueada. El broche de la mano izquierda en su pecho lanzaba destellos candentes—. Es cierto lo que dijeron los médicos de ti: tienes problemas mentales. Esa es la única explicación, porque las pastillas que tomas no sirven.
Lo último que pudo recordar fue la sonrisa de Ale sobre el cercado electrificado, su corto cabello rojo flotando como una nube sobre sus hombros y... el desconocido tatuaje en su cuello. Marcel se tragó las lágrimas, y... junto con los episodios explosivos de su enfermedad, se convirtió en la deshonra de los Corne d'Or. Por años, la familia se enfrentó con adversidades debido a su supuesta conexión con Azazel el Loco, y otros magos negros.
El héroe Pedro Corne d'Or regresó la gloria a la casa por su sacrificio como Sonetista, su nombre permanecía grabado en la Piedra de los Sonetistas. Durante su juramento, Marcel prometió enaltecer la casa Corne d'Or al monumento honorífico y las rosas negras del Valle de Sales.
Marcel se acercó al ascensor con los ojos clavados al suelo y tropezó con un hombre nervioso. Se disculpó y levantó la vista fugazmente... había tropezado con un clon envejecido. Era tan alto como él, de rostro moreno y cabello canoso, los ojos verdes y la «c» en su tatuaje probaron que era un clon de los Curie. Tenía rasgos del cabello cobrizo de los Brosse, prueba de la unión de ambas familias. El clon vestía de blanco, y el tatuaje «C2-24» demostró que era de segunda clase. El hombre asintió, y continuó su caminata por las celdas, nervioso y apesadumbrado. No debía sentir lastima por él, pero... seguramente, ya bordeaba los treinta años y lo iban a sacrificar.
Los clones a pesar de albergar conciencia, no eran categorizados como humanos, se utiliza para ellos el término pseudohombre, mismo para encasillar a los Cambiantes y otras razas antropomorfas. Los clones son clasificados por la vejez de sus telomeros, los de primera categoría eran especímenes creados a partir de seres humanos nacidos por el cruce cromosómico, su expectativa de vida era de cuarenta años; los de segunda categoría eran muestras extraídas de clones, más débiles y menos longevos, con suerte, superaban los treinta años antes de sucumbir abruptamente; y la tercera categoría, con un sistema inmunológico deprimido, flujo energético deteriorado, envejecimiento prematuro y expectativas de vida escasas... No llegaban a los veinte años. Según esta clasificación, los clones eran utilizados para suplantar personas como militares, suplantación, terrorismo, misiones de alto riesgo, investigaciones, baterías, pruebas farmacológicas y experimentos suicidas.
El Departamento de Investigación ha estado trabajando en conjunto con el de Alquimia, durante muchos años, para destilar panaceas y elixires capaces de ralentizar el desgaste de los telomeros y el decaimiento de los cromosomas; pero las pruebas solo arrojan resultados escasos. En cambio, la población plutocrata de la isla, gozaba de libre consumo del Elixir del Cinabrio. Mientras un aristócrata permaneciese en la Corte de Magiares, este era nutrido con abundante elixir de la inmortalidad, bajo el mando de la cabeza en la botella.
Marcel miró sus manos, de dedos inquietos... y se metió en el claustro de acero, descendiendo a niveles horripilantes en la prisión de estricta seguridad. No soportaba los espacios reducidos, y aguantó la respiración ante la falta de líneas de imaginación. Bajar a las regiones plutónicas le ocasionó una extrañeza apacible... cobijó sus órganos empaquetados, percibiendo guturales latidos de las entrañas del mundo. La Isla Esperanza era un punto energético en un cruce de líneas terrestres.
La presión en su pecho creció.
Las puertas del ascensor revelaron niveles inhóspitos plagados de sombras, barras de luminosita pálida y corredores con celdas vacías. A partir de allí, fue capaz de ver al draconiano caníbal, el repugnante murciélago homínido, familias de Cambiantes confinados a experimentos horribles y magos negros relegados a cavernas escurridizas, que por razones perversas aún no podían ser enjuiciados: Garmendia, quien poseyó el anillo del Rey Salomón; Franchesca Malboro, Bruja de Sangre, conocedora del secreto de la sangre maldita del Culto del Cadejo Negro; y Bouvet Le Pompeu, Maga de los Sueños que estuvo involucrada en el incidente de la luna congelada... La silueta de la celda recóndita era un hombre taciturno de aspecto desaliñado, barbita descuidada y ojos mortecinos. El rastro de Geraldine Louvre desaparecía abruptamente al encontrarse con esta figura macabra, involucrada con las revueltas de los Cambiantes.
El hombre delgaducho y vestido con mono azul, era confinado en una celda de polímero, y... aunque se sabía que era capaz de alterar la configuración molecular de las sustancias químicas, una extraña influencia en egregores se ejercía sobre su cuerpo para contenerlo. Marcel se detuvo a una distancia prudente del confinamiento, detallando las runas nórdicas, los axiomas en griego, los nombres de dioses en latín, las cruces invertidas, los pentagramas de invocación y la Maeglafia de Restricción. Para contener la fuerza destructora de aquella persona, se necesitó crear un punto energético retentivo del Caos Divino Primordial.
—Jonathan Jiménez—rio Valentina Cerrure. La encargada del Departamento de Preservación usaba lentillas gruesas y el cabello recogido en una larga trenza negra. Estaba embarazada—. No, es imposible... No podemos dejar que ese «monstruo» entre en contacto con otros seres humanos. No me entiendes, Corne d'Or. No posee un flujo energético, pero su control sobre la materia va más allá de los Evocadores Elementales de Sólidos. Podría convertirte en polvo con respirar encima de ti. Lo tenemos sedado hasta las cejas, y pensamos... que el suficiente estímulo mental podría sacarlo del trance. No ha comido, ni ha probado líquido en tres años... Sigue igual a pesar de la inanición, un poco macilento. Es posible que su cuerpo haya entrado en contacto con una sustancia catalizadora de la energía del universo—detalló su perfil en la base de datos—. Y... dado tu historial de delicada salud mental, Marcel Corne d'Or. No creo que debas visitar a ese hombre... No sé por qué Corrodo Gini te puso a cargo de este caso. Es difícil que una persona con «tus trastornos» pueda soportar estar frente a frente con Jonathan. ¿Marcel? ¿A dónde vas?
—Todos los días salgo a caminar, hago mil cosas para no pensar. Me lleno de adornos, sufro de trastornos... Siempre te quiero llamar. No quiero nada, nada, nada... ¡Y es que soy tan complicada! ¡Todo sería diferente si tú me quisieras!
—Jonathan.
—Así me dijo el psiquiatra, yo sé que es mejor que me olvide de tu cara.
Marcel hizo un esfuerzo por levantar la mirada y enderezó su espalda encorvada. Tomó respiración y confrontó al terrible hombre canturreando ante las luces de los cristales alquímicos.
Jonathan estaba sentado en una esquina, mirando sus pies y cantando una extraña canción en español. No reconocía los versos, pero algunas palabras conocidas llegaban a su mente. No lo entendía, porque su lengua materna era el francés, y solo hablaba inglés, y un poco del español.
—Si tú me quisieras yo dejaba todo. Ya no iré a terapia a hacer que te perdono. Con tu pelo negro tejería un cuento... ¡Ay, de mí, de este amor! ¡¡¡Todo sería diferente si tuuuuuuuuuuuuuu meeee quisieraaaaaas!
Jonathan se percató de su presencia y sonrió: tenía dientes muy blancos y pulcros, en contraste, con su rostro curtido, envejecido y desaliñado de patillas prominentes.
—¿Hablas mi idioma?—Carraspeó Marcel, evitando los ojos oscuros y lóbregos del hombre.
—Hablo todos los idiomas, excepto el catalán—contó Jonathan, disimulando su acento tosco. Se cruzó de piernas—. Infausto cuervo. ¿Cuál es tu nombre en la región plutonica?—Levantó una palma de dedos largos—. Espera, no hace falta decirlo. Puedo leer a las personas como libros, y el tuyo es un nombre muy especial. ¿Te gusta el béisbol? A mí no, prefiero las artes marciales. Tienes cuerpo de atleta marcial, y unos ojos nerviosos tan inquietos que me provocan ansiedad. Estás encorvado... ¿familia difícil?—Miró sus dedos—. La mía fue perfecta: mis padres se abrazaban todo el tiempo, y nunca nos gritaron a mi hermana y a mí. Nos queríamos mucho, hasta que...
—Jonathan Aldous Jiménez Belisario—leyó el perfil del hombre con el ceño fruncido—. Eres de Venezuela, de un pueblito montañés llamado Chivacoa, y en 2014, la fundación Trinidad registró tu contacto con una entidad desconocida en el corazón de la Montaña del Sorte. De allí, la locura demoníaca se ha ido desarrollando en tu vida. Hace varios años conociste a un metafísico llamado Geraldine Louvre y...
—Creo que me he vuelto más loco con los años—Jonathan se abrazó las rodillas y soltó una sarta de palabras en latín—. Hay una astilla en mi corazón, y me duele al recordar. ¿Alguna vez renunciaste a todo lo amaste? Hice una promesa a una persona, y le fallé. Y me pregunto, que hubiera pasado... si estuviésemos juntos, aún enamorados—clavó sus ojos en la esquina—. Creo que... el mundo onírico es mucho más rico en colores que este amasijo pasajero. Quiero volver, ¿sabes? Es lo que más deseo: ver su rostro moreno y besarla. Nunca había pedido por nada a los dioses, pero en silencio... quería que ella me extrañe. Mientras las sustancias de nuestras almas inmortales sigan reencarnando en el ciclo ininterrumpido de la sinfonía de los espíritus... Existe la posibilidad de que volvamos a encontrarnos.
—Estuviste involucrado con la Cumbre Escarlata en 2017, cuando se confiscó el Libro de los Grillos en las catacumbas de Ciudad Zamora. Muchos años después...
Guardó silencio cuando Jonathan lo escudriñó con una extraña singularidad en sus ojos negros. Su mirada aterradoramente fría lo asustó.
—¿Tú también puedes verlos?
—¿Qué?—Tartamudeó.
—Las almas de los condenados—dijo. Marcel tragó saliva y sintió la piel fría—. Las píldoras que te dan, impiden que veas el mundo como en verdad es: en todos sus espectros. Los has visto, así como yo los veo. Te hicieron creer que estás loco... para controlarte.
—Te involucraste en las revueltas de los Cambiantes, y tus cartas con el Metafísico hablaban de entidades primigenias...
—La Entidad Primaria y los Caídos—Jonathan se removió, inquieto—. La Esfinge me reveló los acertijos de la sinfonía de vida y muerte. Era un artefacto inmemorial de una civilización olvidada, procedente de las primeras estrellas... Me habría mostrado los secretos del Origen Divino del Todo, si el Carnero no la hubiese desintegrado con un relámpago. La sopa que conocemos como alma es un concentrado de múltiples fragmentos, en una prueba y un viaje... para un reencuentro celestial. Eso, antes del universo y...
—Sostuviste en tus manos el Libro de los Grillos...
—En esas páginas se esconden todos los demonios—Jonathan se levantó de un salto y Marcel retrocedió, asustado—. ¡¿Qué sabes tú de ese libro maldito?! Mi deber, en este Mundo Posible, era destruirlo... y estamos condenados. Yo lo vi, joven... Vi el inevitable final de incienso sangriento. Será culpa de los pecadores.
Marcel tragó saliva y sintió el sudor corriendo por su barbilla.
—¿Qué fue lo que viste?
—Una advertencia, y una encomienda irremediable—Jonathan se acercó mucho más al polímero. Apreció la delgadez de su cuerpo, la ropa oscurecida, los ojos amarillentos y el cabello desprolijo—. Existe un pozo de agua turbulenta. Un agujero en la cortina de la realidad para ver más allá del pasado y el futuro, en los innumerables Mundos Posibles. Tengo mis teorías, joven. He visto sucesos horribles, e historias de todas nuestras versiones—posó las manos pálidas en la barrera transparente. Vio las astillas oscuras enterradas en su carne—. Después de escudriñar todo... Me alegró, aunque sienta envidia, de que... en uno de esos infinitos mundos posibles, nosotros seguimos juntos.
Escuchó un resoplido y una burbuja de plástico derretido se hinchó y silbó al desinflarse. El polímero se calentó, hirvió y se derritió... abriendo un agujero por el que Jonathan sacó una pierna y luego otra.
—¡No te muevas!
—Ven, arráncame esta tristeza enterrada que contamina mi alma con amargura.
Marcel levantó una mano, temblando. Comenzó a trazar círculos con las manos, enredando un telar inexistente con dedos fantasmales. La Ventisca Muerta del Invierno dibujó líneas en el aire invisible y, con ráfagas de aire comprimido, doblegando su voluntad... Los sables de corrientes, tan finos y afilados como espadas del diablo, rodearon el cuerpo del hombre en una esfera de destrucción obnubilada. El polímero saltó en pedazos ante las cuchillas de viento y las alarmas se dispararon.
—Podría... convertirte en... pulpa.
Jonathan bajó sus manos a los costados, apretó los puños y dio un paso. Marcel cerró la cúpula de espadas del diablo solapadamente, ningún cuerpo inmortal, podría sobrevivir a una licuefacción violenta por la colisión de cuchillas de aire comprimido. Pero, el viento frenó y desapareció como si los dioses del otoño se hubiesen extinto.
Marcel reflexionó sobre el dominio del viento, y estiró un brazo, pero las corrientes de aire desaparecieron.
—Sé dónde está el Metafísico, pero... su estado anímico no te gustará.