Capítulo 5. El Jardín de los Lamentos
Capítulo 5: ¡La Caída del Más Alto!
—Mi nombre es vergüenza.
Desde los valles desiertos hasta los confines del mar Negro, tiemblan, los pertinentes. Temen sus impropios, pusilánimes, mentecatos... Abismales. Llora la alegría, ante mí... se derrumban los invencibles y se mansillan los puros de espíritu. Colinas cubiertas de tinieblas... Entrada al abismo del sufrimiento eterno, estás vivo... abandona toda tu esperanza.
Aquella lluvia empeoró cada minuto y pronto comenzó a granizar sobre la gris Chivacoa. Jonathan comenzó a sentirse enfermo: un malestar se aferró a su estómago y los mareos lo asediaron. Cayó un relámpago y la blancura envolvió el mundo con terror y caras muertas. Creyó que descendería a océanos amarillentos de enfermiza brisa opiácea. El exorcista roció el cuerpo del niño poseído con agua bendecida y un grito infernal brotó de las profundidades del averno... Las piernas del poseso se agitaron furiosas, golpearon el suelo y se torcieron en ángulos depravados.
Los talones le ardieron, trinchados por clavos invisibles, pero... Jonathan continuó su oración de liberación con determinación y voluntad.
—¡DEJADME, ME ESTÁN MATANDO!
Las costillas de José crujieron mientras intentaba levantarse. Aquel demonio no sabía caminar... La lluvia, los truenos, los crujidos y su voz estridente en oración... formaron un jolgorio de trino execrable. Su corazón latía con desesperación, y la sangre le calentó el vientre. Una oleada de náuseas lo invadió y el frío se apoderó de su rostro ceniciento. José se golpeó la cabeza con el suelo, tan fuerte, que las ventanas se estremecieron.
—¡Deben agarrarlo!—Señaló el exorcista. Los laicos lo tomaron con fuerza de las extremidades y la cabeza para que no se hiciera daño.
Tres adultos de cada lado, seis manos y seis padrenuestros intentaron contener al demonio iracundo. El poseso gritó de dolor mientras era rociado y azotado por las oraciones de los ángeles y santos. En el aire viciado se removían las entidades difusas como mareas energéticas. El gato mostró los dientes y dio zarpazos al aire... Su padre esgrimió la biblia con los lentes empañados y leyó varias oraciones de sanación. El cielo oscuro vomitó aullidos bélicos sobre el techo del orfanato, y sobrios, presenciaron el temor a lo desconocido encarnado en el cuerpo del infante.
—¡DEMONIO!—Gritó Juan, el padre de Jonathan, a todo pulmón. Las articulaciones le dolían mientras veía como los adultos no podían contener al joven delgaducho. Un golpe de José le cruzó el rostro a un tipo de cabello largo y le rompió la nariz—. ¡DINOS QUÉ TE HARÁ SALIR!
—¡AHHHHHH!—José gritó, repartiendo mordiscos y golpes a sus contenedores. Le propinó un codazo en el estómago a una mujer y la dejó sin aliento.
Un rayo cegó a todos por un momento con luz pura, blanca... Las gotas de sangre caían sobre la cara del poseído. Jonathan se olvidó del rosario, su oración más poderosa, y cuando la fue a entonar... no le salió la voz. Le dolía la garganta, los oídos y la lengua seca... se le adhería al paladar. Un extraño perfume de gloria llegó a sus fosas nasales. El gato miró una de las esquinas con terror... Allí yacían los ángeles en su lucha espiritual. La verdadera batalla era librada en dimensiones superiores, ajenas a los escasos sentidos humanos. El demonio se replegó a las cavidades corporales de su escondrijo...
Jonathan abrió y cerró las manos, pensativo. Se agachó junto al agitado niño que volvía a su estado anímico de calma.
—José—le habló en voz baja al oído. Los episodios de frenesí demoníaco regresarían en cualquier momento—. ¿Dónde encontraste ese gato? ¿Te siguió desde el cementerio?
José asintió, palideció y gritó envuelto en llanto. Jonathan se levantó, decidido, pensando en la única forma de terminar con la posesión. Las ventanas crujieron cuando, como un lunático, se lanzó sobre el gato y lo levantó en vilo. El animal chilló y lo arañó intentando zafarse. Buscó a tientas la botella de agua bendita y vació su contenido sobre el felino a medida que su padre expulsaba al demonio con voluntad regia. Los gritos del poseso se levantaron junto al fulgor de los relámpagos. Los arañazos le cubrieron el cuello y las manos. Jonathan salió escopetado del dormitorio mientras pregonaba una oración de liberación y le ordenaba al demonio dejar de atormentar a José. El gato en sus brazos era fiero y salvaje. Un rayo cortó el cielo y la fría tempestad lo embistió con un azote húmedo.
—¡Espíritu inmundo!—Proclamó a grandes voces fuera del edificio. Las pequeñas piedritas de hielo cubrieron su cabello con escarcha—. ¡Deja en paz al joven atormentado y regresa a este cuerpo impío!
El gato chilló terriblemente cuando lo soltó sobre la acera, empapado de pies a cabeza y calado hasta los huesos. El felino naranja lo miró una última vez bajo la tormenta eléctrica, y desafió con aquella mirada malévola de ojos encantados. Estuvieron largo rato, intimidándose. Sentía la bilis en el fondo de la boca y un dolor punzante que le abría el pecho. Unas palabras brotaron de la garganta de Jonathan y no las entendió... Eran articulaciones sin sentido de un idioma poderoso. El espíritu percibió aquellas lenguas arcanas y el pelaje de su lomo se erizó, acobardado... Sintió una presencia, una reverencia y tristemente... el gato caminó bajo las gotas de sufrimiento. Ya no andaba con la elegancia grácil propia de los felinos; desaliñado, incordio, anduvo en medio del asfalto y se lanzó al primer carro que pasó a toda velocidad. Se escuchó un maullido de dolor y el gato desapareció bajo las ruedas.
La lluvia cesó, repentinamente. Una calma milagrosa se apoderó del orfanato y el sol, por primera vez en el invierno, se dejó ver. Sus matices arrancaron destellos de oro de los charcos cristalinos. Después de la tempestad solo hubo paz y silencio. Jonathan se sintió triste por el animal utilizado para el maleficio. La crueldad de los brujos no tenía procedentes.
Entró en el orfanato y un fugaz aroma a perfume le acarició la nariz. Ana se lanzó a él con los brazos abiertos y lo estrechó, gritando de felicidad, le dio dos besos en las mejillas. Aquel reconforte no lo hizo sentirse pleno, había matado a un ser vivo por primera vez y las náuseas lo invadían por momentos.
—¡Lo hiciste!—La chica giró a su alrededor—. Eres un muchacho milagroso. ¡Un santo!
—Que va—recordó al cadáver de la niña encontrada por los poderes de Eduardo, y el sacrificio del gato: victorias vacías—. Yo no hice nada.
José Santana salió caminando de su dormitorio, se desperezó y le sonrió; se mostró pacífico y tranquilo.
—Gracias—le dijo el niño. Jonathan no supo qué decirle sobre el sacrificio del animal, único compañero que tuvo en su soledad—. ¿Cuántos años tiene, señor?
—Diecisiete, hoy...
—¡Feliz cumpleaños!—José sonrió y su rostro rejuveneció con alegría—. ¿Creés que el demonio vuelva?
—No creo que vuelva si llevas una vida católica.
—Eso me alegra.
El teléfono vibró en su bolsillo y lo sacó, empapado. Vio un mensaje del presbítero y las lágrimas brotaron de sus ojos.
«Fernando no sobrevivió a la operación, lo lamento...»
Ese fue su primer exorcismo. Llevó con elegancia el traje negro y el alzacuellos del dogma, a pesar de la lluvia. No volvió a leer los escritos del padre Fernando y renunció al estudio eclesiástico y al catolicismo. Creía que se sumergía en la más profunda tristeza y desesperación, estuvo largos ciclos sumergido en silencio y se alejó de Ana... hasta que el brujo Eduardo le ofreció una visita.
El moreno soltó una carcajada y le palmeó el muslo.
—Me alegra que ya no seas un hombre de Dios.
—¿Por qué lo dices?
El brujo se encogió de hombros.
—Ellos se pierden de las cosas buenas de la vida. Son como eunucos con cruces.
—¿Me salve de una vida de entrega?
—Te salvaste de una vida de sacrificio, soledad y arrepentimiento.
—Fernando era un buen hombre, me enseñó muchas cosas...
—Eres un héroe para el niño de ese orfanato.
—Yo no hice nada...
—Se requiere valor para hacer lo que hiciste. Aunque, algunos en la capilla están disgustados con tus métodos poco ortodoxos.
Jonathan frunció el ceño, confundido.
—¿No detestas ese lugar?
—No odio el dogma. Y, aunque la mayoría de sacerdotes son pendejos engreídos, mi tío es el presbítero.
—¡No!— No lo podía creer, aquel brujo cristiano era el sobrino del líder católico del pueblo—. ¿De verdad?
Eduardo asintió con energía. No llevaba el pendiente de la cruz en su lóbulo.
—Mi nombre es Eduardo Túnez y mi tío Alejandro estaba a cargo de mí, porque el resto de mi familia se fue a Portugal. Es un tipo exigente, su fantasía sexual era que me convirtiera en diácono, pero... como ya sabrás, me desvié un poco, porque me gustaba hacerlo enojar. Aunque... él solo quería lo mejor para mí.
—Pero, son tan diferentes.
—Él siempre dijo que sería un fracasado—confesó Eduardo. Sacó un paquete de cigarrillos brasileros y se llevó uno a los labios—. Y mírame, hoy: soy increíble.
—Eso no me consuela.
—¿Tienes fuego?
—No fumes en mi casa.
—¿Tu papá no está?
—Nunca está en casa—frunció los labios—. Su obsesión por la Montaña del Sorte y los misterios oscuros que se remueven en sus lomas nubladas, lo han enloquecido. La muerte del Padre Fernando lo trastornó con sombras y engendros en la espesura. Es patético verlo reprender espectros invisibles con sus crucifijos. Llega al amanecer, hablando de vampiros y entidades desconocidas.
Eduardo le tendió un cigarrillo. Lo cogió, no olía mal, era más bien dulzón...
—¿Tu novia sabe que fumas?
—A ella no le gusta que lo haga... Y no la culpo por ello—le quitó el cigarro de las manos a Jonathan.
—¿A qué viniste?
Eduardo extrajo un sobre de su bolsillo y se lo ofreció. En sus manos, el papel cremoso y cálido adormeció sus sentidos. Leyó una nota en tinta roja: «Junta del Tabernáculo». El peso de la carta reveló un contenido oculto. Rompió el sello de cera y desplegó la hoja del interior. Reconoció aquella letra cursiva, desigual y puñetera:
Hola, Jonathan...
Cuando estés leyendo esto, es porque... ya no estoy presente en este mundo pasajero. Perdóname por dejar una carga tan pesada sobre tus hombros... Es un oficio espeluznante. Con mi muerte, se disuelve para siempre La Junta del Tabernáculo. En tu camino, vas a sentir que deambulas solo, pero siempre estaré contigo para guiarte. Tu madre, tu hermana y yo, siempre te acompañaremos en cualquier sendero que elijas para tu vida. Recuerda a Dios... Él siempre estará para ti cuando lo necesites. Espero verte pronto, aunque... primero prométeme que tendrás una larga vida, una esposa y varios hijos. Así, cuando la sinfonía de vida y muerte de tu espíritu culminé... vengas al otro mundo libre de dolor y ataduras, y podamos conversar un poco de aquello a lo que yo renuncié en vida terrenal.
Es mi carta de despedida, pero no estoy triste, porque finalmente pude dejar un legado valioso en este mundo: a ti, Jonathan Jiménez. Nunca descubrí el amor de una amada o una familia, así que encuentra la belleza y el amor por mí y diviértete, para qué, cuando amanezca y tus cabellos sean grises como los míos... no te arrepientas.
Fue un placer compartir el poco tiempo que me quedó contigo... Te espera un camino difícil, pero no te hubiera elegido sino creyera que eres capaz de recorrerlo; será arduo, vas a sentir que mueres, pero no podrás avanzar sin dejar algo atrás. Nunca dejes de avanzar en este valle de lágrimas.
Eres un guerrero... porque cuando te conocí, pude ver el Carisma de tu espíritu y es el más gallardo de todos los dones espirituales... podrás mover montañas y llegar a cualquier lugar que te propongas: la Perseverancia.
Nos vemos pronto, bueno... no sabemos cómo funciona el tiempo en el otro mundo. Pienso que podremos encontrarnos en algún lugar lejos de este jardín de los lamentos.
Tu finado amigo y mentor, Fernando Escalona.
Los ojos se le cubrieron de lágrimas y no se dio cuenta... cuando estaba llorando. Sacó toda su tristeza oculta, soledad, cansancio y agonía. Eduardo le pasó un brazo por los hombros y apagó el cigarrillo.
—Dicen los ascetas que cuando un alma alcanza cierto nivel espiritual, los demonios lideran una batalla... Quieren arrastrar aquel espíritu santificado a las tinieblas, y un derrame de tentaciones y tragedias acontecen. Esto, para debilitar el alma de la persona y llevarla a la deformación de la tentación. Se conoce como la Noche del Espíritu. Una noche cada vez más oscura—guardó silencio, Jonathan quería escuchar más—. Y la presencia del mal es tenebrosa en este pueblo. La influencia de la Montaña Sorte atrae toda clase de negatividad... Pero, donde la oscuridad impera, pueden nacer luceros resplandecientes. El diablo es inteligente, solo ataca cuando algo lo intimida... Le intimida aquel espíritu que crece en ti y que puede generar un cambio.
Jonathan revisó el sobre y un rosario cayó en su regazo. En sus dedos era cálido y los cocuyos reverberantes se agitaban en lo alto del trono... Aquella cruz era tallada en un único trozo de madera rojiza con matices dorados, formando la imagen del Cristo crucificado y se leían unas minúsculas letras espléndidas en latín.
—Vera Cruz...
—Fernando fue un exorcista inculcado en el Vaticano—masculló Eduardo con la boca abierta—. Mi tío dijo que pertenecía a un renombrado ministerio de exorcistas llamado la Junta del Tabernáculo, pero creí que eran cuentos. No podía creer que una reliquia como esta pudiera existir...
—¿Que significa Vera Cruz?
—«La Cruz Verdadera»—el brujo gesticuló con un tono místico—. Un fragmento de la cruz de Cristo, santificada con su sangre divina. Esto...
—No entiendo... ¿Por qué el padre Fernando me dejó esta reliquia si quería que yo tuviera una vida normal?
—Fernando quería que peleases una batalla espiritual. Que termines lo que él comenzó, al tomar el caso de este pueblo maldito...
—¿Qué podría hacer yo?
—«Qué deberías hacer tú»—Eduardo paseó la mirada por la sala—. Aunque, creo que la batalla se está librando... cada día de nuestras vidas.
Los dos permanecieron en silencio, aclimatados por la audaz soberbia. Cada vez que pensaba en sí como un guerrero espíritual, el regusto amargo de la muerte le golpeaba el estómago. Veía niños muertos en estanques putrefactos, inocentes usados en maleficios y demonios manipulando cuerpos ajenos. Pronto, su mente se nublaría en miasmas sangrientos de profecías oscuras. Aquel peso caía en sus hombros y lo hundía en las arenas del tiempo. Su cuerpo era pisoteado por el mar, la gravedad y el mundo dando vueltas... El rosario en su cuello le causó dolor de espalda.
—¿Te sientes bien?
—Sí...
—Te ves enfermo.
—Tengo mucho que procesar.
—Yo—Eduardo exhibió una expresión inescrutable—. No sé muy bien cómo te sientes. Soy bastante insensible... pero, necesitas estar solo.
«Dimicatio».
El rostro de su padre, Juan, era pálido y enfermizo, las profundas bolsas verdosas enmarcaron sus ojos amarillentos. Estaba flaco y sus mejillas hundidas. La piel embutida en el traje gastado era floja y grasienta. Llevaba la biblia bajo el brazo y una sarta de crucifijos en un maletín.
—Existe un poder desconocido en este mundo—contó su padre ante el enrejado herrumbroso que conducía al camino de la montaña. Una niebla tenebrosa cubría las lomas en un sudario de energía negativa—. En todos los mundos que existen, en el plano terrenal que percibimos con nuestros pobres sentidos, y en los bajos espectros... habitados por horrores indescriptibles. Existen seres invisibles que escapan a nuestra comprensión y entes, que dominan artes oscuras, capaces de deformar nuestra realidad—Jonathan se quitó el alzacuellos y desenfundó el revólver plateado. Era hábito quitarse la prenda sacra cuando iba a pecar—. Hijo, a lo largo de los evos... han existido hombres que pactaron con estos seres, a cambio de conocimiento y poder, plasmando sus secretos en los Libros Malditos de la Creación. Los medios para canalizar tales cúmulos de energía han devastado civilizaciones con caos y tragedias. Legiones de demonios aguardan tras las Puertas de Piedra, para usurpar nuestro mundo—un relámpago cruzó el cielo purpúreo y la centella llegó a ellos junto a un viento pestilente—. Los demonios podrán caminar entre los hombres sin que Dios se lo impida. Será un infierno: desastres naturales, guerras, hambrunas, sequías, enfermedades... ¿No entiendes? Se trata del Apocalipsis. Nacerá aquel que tiene vara de hierro para gobernar las naciones. Es nuestro deber... obrar en nombre de Dios para salvar a la humanidad.
El brujo terminó de clavar la aguja mojada en veneno anestésico y con un pincel, vertió la tinta rojiza, mezclada con la sangre. El dolor en su pecho se convirtió en escozor cuando esparció el ungüento hecho con emplastos de hojas y le dio de beber el elixir de los dioses, que crecía en la ladera del río pantanoso. Soñó con seres luminosos en templos estelares y una Puerta de Piedra que liberó abominaciones.
Llevaba dos meses en la selva colombiana junto a un grupo selecto, escogido por la Cumbre Escarlata, para desvelar los misterios de unas ruinas enterradas en la selva indómita y, las placas de oro inscritas con grabados arcaicos, conteniendo los secretos de los albores del mundo. Aquel rumor se extendió por el mundo ignoto como el hedor azufrado de las puertas del infierno. Había llegado al culto por medio de un hombre lóbrego con sombrero negro, que le ofreció un número telefónico, al cual acudir... para recibir una cuantiosa cantidad de dinero en una misión secreta.
José Marcano era un brujo de cabello oscuro, negro como el carbón y de andar desgarbado; tatuador, ritualista, adivino, santero, fumador y médico naturista. El hombre conocía los secretos de la selva y los ríos, sabía dónde conseguir comida y agua, manejaba el arco, la cerbatana y el machete. El brujo era el guía terrenal en la cruzada, le tatuó el símbolo alquímico del Rey Rojo en el corazón y realizó rituales de rezado en su cuerpo al cortar cruces en sus puntos cardinales con un cuchillo de hueso mediante rezos al Dios Yahve y su panteón de ángeles y santos, para resguardarlo de maldiciones. En algún punto, todos los integrantes se sometieron al Ritual de los Cruzados para protegerse de las balas que la guerrilla colombiana disparaba sobre ellos desde los matorrales.
María Montessori era la médico y cirujana del grupo, encargada de tratar la malaria y las diversas pestilencias de la selva. De ascendencia peruana y alemana, la mestiza parecía estar familiarizada con el culto. Ella le mostró un trozo tallado del fémur de su abuelo gabacho que llevaba incrustado en el bíceps, en Ritual de Adoración a la Santa Muerte.
John Blackwood, arqueólogo inglés y escultor, soñó con la ciudad perdida en la jungla. El hombre alto y rojo, de ojos azules, nariz aguileña y cabello gris, portaba una ferviente obsesión por las pirámides oscuras de una ancestral civilización de seres lampiños con piel ambarina, hijos de una serpiente emplumada que legó los secretos de las estrellas en tablillas de oro.
—Estos seudohombres construyeron pirámides con pórfido, obsidiana y materiales volcánicos que no proceden de ninguna región cercana—contó el arqueólogo en un machado español, acentuado con la lengua trabada. Por cada oración en español, dejaba escapar una sarta de palabras anglosajonas—. La ciudad de estructuras ciclópeas cayó del cielo y se alzó con un incendio masivo, que devastó las selvas indígenas. Aquellas pirámides titánicas fueron la gloria del mundo antiguo, evos antes de la colonización... y según los mitos indígenas: miles de años antes de que existiera el viejo mundo. Más antigua que Babilonia, Mesopotamia y la desconocida Ciudad Eterna de la que no existen registros. En ella, reinaron el conocimiento, la belleza y el placer: una metrópolis con acueductos, alcantarillado, estadios, plazas, torreones, lupanares de lujo y sanatorios... con capacidad para millares de migrantes, provenientes de las estrellas; hijos de la serpiente emplumada. Estos seres altos, lampiños y de ojos grises; poseían un intelecto sin igual, habilidades psíquicas, cristales mágicos y telequinesia.
—¿Y por qué desapareció esa majestuosa civilización moderna?
El inglés mostró sus dientes amarillentos en una mueca.
—Hubo una guerra contra las distintas razas de seudohombres que se disputaron el control de este mundo fértil, antes del triunfo de la humanidad. Los dioses, enfurecidos por la sangrienta batalla, bajaron de las estrellas en sus carrozas de fuego y liberaron enjambres de demonios... capaces de diezmar cualquier civilización antediluviana. En los restos de la ciudad debe existir evidencia arqueológica de la catástrofe que aconteció la desaparición de todo el pasado y el secreto de la humanidad.
Macías Cedeño era un brasilero moreno de rostro redondo y piel tostada. No llevaba la túnica escarlata por el calor y la humedad de la selva, y rehuía de la máscara de bronce con forma de zorro debido al sol inclemente. El hombre era bastante vicioso en cuánto al dinero y contaba los días con obsesión para encontrar la ciudad sin nombre, pérdida en el tiempo.
—La Cumbre Escarlata me permite tener la vida de ensueño: hoteles de lujo, las mujeres más hermosas de Brasil; alcohol, drogas y amigos—sonrió, mientras encendía un rollo de marihuana. Extendió una mano de ostentosas pulseras de cuentas y enseñó una protuberancia en el dorso de su palma. Dijo un par de frases en portugués y rió—. Insectos artificiales, creados por los alquimistas de la Isla Esperanza. Hace un par de décadas, el culto robó las investigaciones clasificadas: gusanos de fuego, sanguijuelas del diablo, parásitos capaces de multiplicarse y devorar a un hombre... en horas, avispas que transmiten la locura caníbal, musarañas blancas tan grandes como perros... cuyo veneno es un alucinógeno adictivo, y otras maravillas sacadas del supremo terror. Los Zánganos de Belcebú son híbridas de avispas africanas, controladas por ondas de pensamientos, son extremadamente agresivas, su veneno es capaz de paralizar y causar la muerte; pero, lo más horroroso es que sus aguijones esconden huevecillos hormonales—recorrió el bulto con un dedo. Había visto las asquerosas muertes de los guerrilleros, asediados por los insectos en colmenas—. Me implantaron la crisálida de una hembra, por lo que puedo controlar los zánganos machos que llevo adormecidos en mis recipientes.
Josefina Lasso era la líder designada por la Cumbre Escarlata para encontrar y desvelar los secretos arqueológicos de la ciudad. Vestía la túnica escarlata sin importar el clima, y solo se quitaba el yelmo de oro para comer: bajo la máscara de chivo era una rubia bastante envejecida y delgada, severa, de crueles ojos verdes y labios diminutos.
Después de la llamada, le respondió una mujer que le preguntó su nacionalidad y conocimientos, al parecer... conocían de antemano todo sobre su vida y aseguró una cita en un callejón del barrio de Caracas, donde residía. Para más incertidumbre, encontró una puerta metálica que conducía a un ascensor antiguo de luz intermitente y espejos convexos. Descendió una cantidad considerable de tiempo y espacio, al inframundo, y las puertas se abrieron con un chirrido para arrojar destellos a un... ¿bar subterráneo? Las sillas y las mesas vacías se apretujaron en la dimensión desconocida, bajo tenues guirnaldas de luces amarillas, verdes y violetas. En las paredes relucían cuadros y estampados de bandas y películas famosas. La música suave llenó la estancia con líricas soeces. Detrás de la barra de madera barnizada permanecía una chica delgada, joven y morena. La colección de licores y vinos era impresionante, y los armarios de madera rojiza brillaron aceitados, escondiendo secretos bajo llave.
Jonathan se sentó frente a la chica y le compró un paquete de cigarrillos. Era la misma persona detrás de la línea telefónica. Le mostró la colección extraída de cuentos de magos negros y hechiceros malignos, en posesión del culto: una colección de horrores de ultratumba y fragmentes del mundo ignoto. Vio un frasco con una crucifijo desvencijado envuelto en un zarzal estrangulador, botellas con insectos rarísimos, grimorios de magos muertos y armas de todas las épocas. En uno de los armarios descubrió un sin número de botellas con líquidos aceitosos, y en su interior, se removían criaturas extrañas: ciempiés de colores diversos, gusanos mágicos, salamandras, miembros amputados, elixires alquímicos con mutaciones de lo más espeluznantes, amuletos malditos por entes desconocidos, reliquias poseídas por egregores; y joyas coloridas que iban de la palidez, al rojo intenso y el fulgor acuoso.
—Estas joyas no deberían estar aquí—dictó la chica, examinando los armarios con su llavero plagado de formas retorcidas—. Es taumaturgia sacrílega, quintaesencia destilada y comprimida para Proyección y Evocación.
El cigarrillo se consumió hasta el final, y Jonathan terminó de recordar la travesía enredada en zarzales, que vivió durante la expedición a lo desconocido en las selvas colombianas. Nunca volvió a encontrar el misterioso ascensor viejo nunca en los callejones de la capital. Se desperezó en su cubículo y contó las balas que le quedaban. Aún tenía un par de joyas con hechizos contenidos de lo más espectacular, algunos objetos anómalos no tan peligrosos de Trinidad y... escuchó que tocaron la puerta. Jonathan empuñó la pistola y miró por la ventana: era Sebastián Landaeta.
—Tenemos que hablar—el joven lo escudriñó con aspecto inusual—. Ya no puedo continuar.
—¿Qué?
Sebastián se sentó, y miró con detenimiento los objetos que guardaba: los libros en la repisa, la espada japonesa, la barra de hierro cubierta de cinta y el armario empotrado. Las mesas era forradas por papeles y artefactos metálicos.
—¿Quieres una taza de café?
—Aleja esa maldita bebida de mí.
Jonathan se sirvió una taza caliente y bebió de espacio.
—Sé a lo que viniste—dijo, pausado—. Lo veo en tus ojos y te lo digo yo, que he vivido esto en mis otras vidas. Tienes que poner distancia entre tú y esa chica. La distancia mata el amor. Lo mejor es terminar y, dejar que el flujo del destino siga su camino
—Su novio le hizo algo.
Jonathan levantó las cejas.
—¿Tiene novio?
—No entiendes—las rodillas del joven castaño temblaron de rabia—. Ese chico la maltrata.
—¿Y por qué no lo deja?
—Está enamorada de él.
—¿Te das cuenta de lo que dices, Sebastián?
El chico desvió la mirada.
—Estoy enamorado de ella—musitó. Jonathan sintió unas manos espectrales cerrarse en torno a su garganta—. Voy a luchar hasta el final. Quiero salvarla... Desde un tiempo acá, me he sentido muy cansado y vacío. Voy a desertar del camino del Justiciero, y... espero algún día mirar atrás y que todo el paisaje de sueños rotos que me vio crecer... sea cubierto por flores coloridas de esperanza. Yo vivo con cientos de fantasmas. Sus sombras cubren mis sueños, alimentándose de mis penas. Soy un rompecabezas con piezas faltantes. ¿Tiene sentido, no? ¿Y si yo era la persona correcta para ella y, me dejó ir? ¿Se arrepentirá de haberme roto el corazón? Ella es mi Reina de Corazones... la buscaré en todas mis otras vidas, hasta que sea mía.
Jonathan apretó los dientes.
—¿Qué mierda, Sebastián?—Sorbió el café—. Te diré un secreto que te aliviará de muchos dolores: el amor... no todo lo puede.
—Ella, no se merece eso. ¿Y quién está allí cuando tu mundo se cae a pedazos? Es difícil estar siempre con uno mismo. Yo seré su amigo y le daré amor, no importa que no me lo regresé... Seré feliz, con tal de que ella me deje quererla.
—¿Qué?—Jonathan negó con la cabeza—. ¡¿Qué?! No serás feliz... ¿Quién te mintió tan descaradamente? No puedes abandonar ahora... esta ciudad te necesita. Somos los únicos que podemos encontrar el Libro de los Grillos antes que... ellos.
—No creo poder... esto va más allá—frunció los labios—. ¿Qué buscan esos magos en las catacumbas? Han matado a un hombre importante...
Jonathan terminó la taza, y estudió el contorno del rostro del joven delgado. Las mejillas hundidas del castaño no inspiraron confianza en su ser, pero... no tenía a nadie más. Todas las personas en las que confío, terminaron traicionando su voluntad. No podía creer en las palabras de nadie.
—Durante mi estadía en Trinidad, se me encargó el clasificar y recopilar los objetos anómalos en los contenedores de la fundación. Con especial atención, en manuscritos anómalos. Mi trabajo era comprobar la veracidad de los reportes más extraños registrados por los agentes internacionales. La fundación ha confiscado y contenido en sus contenedores, el poder de dos, de los Siete Libros Malditos de la Creación. El Séptimo, último escrito en nuestro era, es el Codex de Seraphinianus. Un libro que construye un mundo inexistente. Se describe una dimensión completamente surrealista en una lengua desconocida, es un comprendido que abarca flora, fauna, disciplinas científicas e incluso formas libertinaje. Se cree que el libro fue escrito en clave, podría tratarse de un redactado de alquimia, magia o astrología... ya que la mayor parte de sus enigmaticas ilustraciones son de plantas. Según el mito, fue escrito alrededor de 1976, por Luigi Serafini, tras ser poseído por una entidad sobrenatural, con tal de «observar... los distintos mundos posibles».
»La fundación resguarda en una celda de polímero el Libro de Dzyan, el Tercer Libro de la Creación. Este supuesto almanaque, fue transcrito por la bruja Helena Blavatsky al explorar los manuscritos secretos mostrados por monjes en el Tíbet. Según el doctor Félix, este libro cuenta de forma críptica y simbólica el origen del universo, la formación de la Tierra, y los distintos seres que la habitaron y dominaron en sus albores... antes de la aparición del ser humano. Saberes antiguos que solo permanecen en las ruinas de las cavernas milenarias.
»Un día, llegó un reporte de Italia, en el que un infiltrado detalló el encubrimiento del grimorio del Papa Honorio. Su título original es El Gran Grimorio, aunque también se le conoce como Evangelio de Satanás. El Quinto Libro, trata de uno de los textos más misteriosos y aterradores que existen y se encuentra a bien recaudo en los Archivos Secretos del Vaticano. Este manuscrito descubierto en la tumba del rey Salomón en Jerusalén, en 1750 aproximadamente. Aunque... probablemente fue escrito anteriormente por los sabios del imperio católico. Su autoría se atribuye a Honorio de Tebas Tercero, y la leyenda cuenta... que lo escribió cuando fue poseído por el propio Satanás. Algo que la Iglesia desmiente rotundamente. Uno de los elementos más extraños de este libro, es que utiliza conocimientos muy profundos del cristianismo y los transforma... para todo tipo de tradiciones satánicas, de ahí que se creyera que solo un Papa podía tener los conocimientos necesarios para escribirlo. Se dice que se puede invocar a Satanás en persona y a su Ministro, Lucifago Rofocale, a través de una Varita Destructora o férula fulminante, instrumento con el que se somete a esta deidad para hacer tratos. El Gran Grimorio contiene a detalle todo lo necesario para hacer conjuros, maldiciones, sanaciones o castigos gracias a la intervención de seres sobrenaturales.
»Trinidad sospecha que tres libros magnánimos se esconden en la Gran Biblioteca del Vaticano, junto a libros apócrifos, sacados de la Biblia... para no alterar la historia. He entrado en los archivos secretos y la fundación tiene conocimiento de los secretos de Roma: desde el libro de Enoc, hasta los manuscritos del mismo Jesucristo. En esa biblioteca han registrado cuantas veces a salido el chamuco del infierno y... quién será el Anticristo; el libro se María Magdalena, el libro de Josué... donde narra que los discípulos se enfrentaron a vampiros, la continuación de los Corintios, y muchos manuscritos... que podrían cambiar nuestra compresión del mundo.
»La fundación ocasionó conspiraciones de organizaciones científica y tiene responsabilidad en muchos genocidios para justificar medios. El mayor secreto que me encargó la Corte de Magiares, fue encontrar el Primer Libro Maldito de la historia, el antiquísimo e inmemorial Libro de los Grillos.
El joven castaño se pasó una mano por el cabello, confundido. Sus ojos moraron instintivamente la puerta, y pasearon por las esquinas de la habitación en busca de sombras inexistentes.
—¿Y para qué quieres ese poder oscuro?—Espetó Sebastián, de súbito, y se levantó. Se llevó una mano al pecho—. Entiendo, quieres encontrar el libro antes que las personas equivocadas, para... No sé que tengas en mente. Pero... ¡Yo también tengo derecho a perseguir mis sueños y ser feliz!
—¡El amor no es un maldito sueño!
—¡Todo lo que hacemos es por amor!—Negó el castaño—. ¡Es tiempo de madurar, Jonathan! Ella me ofreció su amistad y le devolví un ramo de flores envenenadas. ¡Abandona el victimismo de no querer tener una pareja! El amor ha sido cruel con todos. Nadie se salva de padecer sus catastróficas consecuencias. ¡Voy a renunciar! Es tiempo de volver a tener una vida normal: regresaré a la universidad, buscaré un trabajo y voy a luchar por Jazmín.
—¡Carajo!—Jonathan se llevó las manos a la cabeza—. ¡El amor no te va hacer feliz! ¡Cuando esa persona de verdad te quiere no tienes que luchar! ¡¡¡Mierda!!! ¡¡¡Eres un estúpido!!!
—¡Tú estás obsesionado con encontrar ese maldito libro y luchar contra enemigos imaginarios!
—No se trata solo de eso...
—¡Eres un cobarde que siempre huye y, abandonó todo lo que alguna vez significó algo importante!
—¡Maldita sea, Sebastián!—Gritó Jonathan, congestionado—. ¡Abre los malditos ojos: esa mujer no está enamorada de ti! ¡¿Por qué alguien se interesaría en un enclenque, pobretón y estúpido muchacho?! ¡Solo es adicta a la atención desproporcionada que le ofreces! ¡No te quiere a ti, ni al otro idiota! ¡No se quiere ella misma! ¡Trata de llenar su vacío manipulando tu corazón!
Sebastián le asestó un puñetazo en la nariz a Jonathan. El pelinegro sintió romperse el hueso del tabique con un escozor y la sangre no tardó en llenar su boca con lágrimas. Jonathan cayó, giró en descenso, apoyando un brazo y... levantó las piernas en una voltereta. Se levantó rápidamente y saltó a Sebastián con los brazos abiertos. El joven castaño intentó golpearlo, pero sus nudillos chocaron con la fuerza invisible de la canica. Sus dedos crujieron...
Jonathan le asestó un puño en el mentón y una patada en el estómago que lo lanzó sobre una mesa. Las patas cedieron con un crujido. Sebastián levantó una mano y los objetos metálicos fueron proyectados de sus rincones: la espada se arrastró por el suelo, los artilugios saltaron a su cuerpo y la barra cubierta de cinta voló a su mano...
Sebastián esgrimió la barra como un mandoble y Jonathan bajó la cabeza para evitar el arco de acero... dio un giro y lo derribó con una fiera patada lateral en el torso. El castaño se hundió en una mesa y una de las repisas cayó sobre él con el peso de veinte libros.
Jonathan se detuvo, de pie, frente al joven...
—Y te haces llamar Justiciero...
El joven saltó con la barra invisible en las manos y le golpeó la mandíbula. Sintió un batazo en el cuello. El golpe lo aturdió y la boca se le llenó de sangre... Ante sus ojos pasaron luces oscuras. No se derrumbó porque afianzó las piernas. Tomó uno de los artilugios rotos del suelo y sus dedos se llenaron de arena. Jonathan le lanzó aquella arenisca a los ojos y Sebastián gritó, cegado. Se levantó, aturdido por el golpe, y empujó al castaño. El joven soltó la barra y Jonathan le cruzó el rostro con un puño, tan fuerte, que los nudillos se le calentaron... Sebastián retrocedió, dejó escapar un grito, y lo abrazó por la cintura en una embestida. Jonathan chocó contra la puerta de entrada y los goznes se despegaron... Como la calle era cuesta abajo, rodaron por el suelo entre golpes y sus costillas crujieron ante las escaleras de mármol. En un momento, se separaron bruscamente y se irguieron: mojados por la llovizna, cubiertos de sangre y suciedad. Se miraron, exacerbados por las emociones y el letárgico cansancio de la pelea. Los reflejos arrojados por los faroles en los charcos sucios lanzaron dibujos de ondas, brumas coloridas y manchas sangrientas.
—Jonathan Jiménez—el espectro escarlata emergió del agua. El yelmo dorado de un carnero se alzó como un espanto macabro de aire ionizado—. Y, el Justiciero de Ciudad Zamora.
Sebastián levantó el cuello cuando el Perro y el Ratón de Bronce lo rodearon con dagas de oro, sin magnetismo. El Murciélago de Plata emergió de los espejos con el yelmo mojado y la túnica escondiendo el cuerpo de comadreja. El Venado y el Zorro de Plata emergieron a su vez, como nubes de gas líquido y se transformaron en espectros sólidos de túnicas sangrientas. La Cumbre Escarlata los acorraló, vulnerables, en aquella calle desolada y empapada.
—Te encontramos, traidor—reconoció el acento brasileño de Macías y el zumbido de bajo tono, de su túnica.
Los seis magos los rodearon bajo la luz pálida del anochecer. Jonathan buscó a tientas sus artilugios, pero no encontró nada útil en su jersey oscuro... El Carnero de Oro los cargó de grilletes hechos de mercurio sólido y los arrodillaron en la charca. El Murciélago de Plata paseó sus manos por el reflejo... y como si fuera un espejismo de otro mundo, las aguas turbulentas cambiaron a un abismo oscuro. Los faroles altivos perdieron energía...
—¿A dónde nos llevarán?—Sebastián estaba pálido, con la nariz y la camisa ensangrentados.
—Muy lejos—rió el Perro, gutural.
—Sebastián—confesó Jonathan, apesadumbrado—. Mi padre... fue poseído en la Montaña del Sorte por una de las entidades del Culto de los Huesos, quienes escribieron el Libro de los Grillos con sangre humana para un propósito horripilante. Se suicidó, tras revelarme la forma de destruirlo. ¿Esa chica vale la pena?
Sebastián asintió, sin pensar.
—Entiendo—corroboró el pelinegro—. Perdón por haberte dicho todas esas cosas. Eres un buen chico...
Jonathan saltó y empujó con el hombro al Ratón de Bronce. El Perro se lanzó con el estilete de oro y el joven, en un rápido movimiento de barrido, tomó el puñal y giró con todo el cuerpo para derribar al hombre. Le arrebató el cuchillo y levantó al mago con los grilletes de mercurio alrededor del yelmo.
—¡Recuerda esto, mi amigo!—Gritó Jonathan—. ¡Es aquel que habita en el dichoso, pero su existencia trae tinieblas! ¡No es un hijo de la Creación! ¡No hay palabras existentes en este plano para describirlo! ¡Nunca digas su nombre!
El Carnero de Oro levantó sus manos y el aire se llenó de partículas excitadas.
—¡Es un Usurpador!—Gritó Jonathan, como un demonio. Nunca olvidaría aquella profecía blasfema—. ¡Un devorador de realidades! ¡Su camino a este mundo contiene lazos de sangre! ¡De una copa incorruptible, pero llena de abominaciones! ¡Behemot se inclina temeroso! ¡Leviatán teme la audacia de sus palabras! ¡Será el inicio del Fin de los Tiempos!—Escuchó un millar de pájaros y el trino de la electricidad—. ¡La Caída del Más Alto!
—Un cielo negro lleno de brillantes estrellas azules—conjuró el mago con yelmo de oro y extendió sus manos enzarzadas de relámpagos cerúleos.
La centella de plata ardiente bañó el cuerpo del rehén con el aullido del metal derretido. La túnica escarlata saltó en jirones chamuscados y sintió la descarga de la energía atravesando su carne con un voltaje peligroso. Una jauría de perros embravecidos y un silbido sulfuroso...
Y al final del túnel sentía el orgasmo de Ana al derretirse sobre su cuerpo...