Capítulo 4. Cien Mil Días de Tinieblas
Capítulo 4: Los Mares del Fin del Mundo.
«26 de Octubre, 2032».
—¡Hay un rostro en la ventanilla!
Amanda Flambée levantó su revólver y le disparó al hombre en la cabeza. El cráneo se abrió con un estallido rojo de hueso y sesos, y las venas del cuello se tensaron, derramando sangre a raudales.
No hubo más protestas en el submarino. Los cadáveres silenciosos nadaban en la corriente sinuosa del mar aceitoso y la luz artificial adquiría tonalidades rosáceas ante las ventanillas negras. Los espectros de locura encontrados bajo la superficie del océano moribundo desamparaban inclemencias e infortunios. Cuatro de los quince oficiales al mando del submarino enloquecieron en el claustro, siendo aislados en cámaras de descompresión, y... uno de ellos yacía muerto con los sesos licuados junto a una ventanilla de vidrio templado, un poco salida del panel de oscurecimiento.
—¡Está prohibido acercarse a las ventanillas y ver la luz! —Dictó la mujer y levantó el revólver plateado—. ¡¿Quién es el siguiente?!
Sam continuó en su labor del radar, buscando las coordenadas de la isla en los mares negros infestados de seres desconocidos. «Latitud 47° 9' Sur, longitud 126° 43' Oeste». Kausell Courbet comandaba la expedición junto a Jessica Fonseca... y ambos parecían enzarzados en una esperanza fortuita de redención en las profundidades de la isla pérdida.
El traficante le sonrió, junto a su docena de cadáveres armados con fusiles y vestidos con túnicas escarlatas y máscaras de madera envejecida. El italiano fua alguna vez su padrino, aunque traicionó a su padre y lo vendió a la Cumbre Escarlata en Montenegro para hallar la Puerta de Piedra. No conocía mucho de aquel pasado que implicó el sacrificio de su madre, no le importaba... El Culto del Cadejo Negro se disolvió hace tantos años con las inclemencias de la luna congelada. Por lo que escuchó, Kausell sobrevivió al Colapso en sus refugios privados del llano venezolano y... apoyó a Jessica en el abastecimiento de la Ciudad Subterránea en los vestigios de la fundación Trinidad, tras la destrucción del movimiento Revelaciones.
—Samuel—a pesar de los años, no perdía su acento italiano, y la coloración rosácea de su rostro enjuto. Seguía usando los sombreros de copa y las camisas caras con cadenas de plata—. Han pasado años, hijo. Sin amores, ni rencores—le puso una mano en la espalda—. Lo que pasó con tus padres, es parte del pasado. Ya no importa.
—No me toque, señor Courbet—Sam se apartó y clavó sus ojos sangrientos en la sonrisa cínica del italiano—. Yo nunca olvido, y espero que usted tampoco. Kausell el Nigromante trajo de vuelta a mi padre como un perro rastreador. Tuve que volver a asesinar al hombre que me trajo al mundo y me cuido. Nunca olvidaré eso...
El italiano asintió, con las muelas apretadas.
Partieron en un viejo submarino brasileño de hojalata. Una prisión oscura que olía a hierro fundido y se adentraba en las aguas ensangrentadas de un mundo devastado. Para emerger al exterior de la Ciudad Subterránea, lo embutieron en un traje de cuarentena de numerosas capas, con un casco protector de vidrio oscurecido, y gafas negras. Afuera era un infierno desolado, poblado de enredaderas tubulares, calles habitadas por riachuelos de sangre pulposa, alimañas voladoras de alas escamosas y extrañas sombras sinuosas bajo el cielo rosáceo. Salieron al anochecer, pero aún así... la luz de la luna sangrienta era asquerosa y enfermiza. Recorrieron las calles en vehículos contenedores aislados y se toparon con jaurías de extraños animales rumiantes y estampidas de seres huesudos y bicéfalos. Las carreteras abandonadas era pobladas por criaturas mutantes y hambrientas...
Las voces de los condenados se alzaban en cúmulos miasmáticos de las lagunas pulposas. A veces se movían, tomados por conciencias abyectas. Durante el día... su actividad crecía hasta conformar seres débiles de naturaleza demoníaca, pero, en las noches muertas... volvían a formar parte del lecho gelatinoso. Esta gelatina carnosa era poseída por la luz, y era capaz de replicar la imagen y voz de seres humanos extraídos de los recuerdos... pero no eran tales, sus mentes formaban parte de una colmena asquerosa en manos de un ser maligna.
Los edificios ruinosos y las casuchas vacías eran habitadas por seres desconocidos y entidades inhumanas. En la alcantarilla se escondían los auténticos dueños del exterior, durmientes, pero al acecho durante los días nublados. Los vehículos avanzaron durante horas, y antes del amanecer... le pareció distinguir una sombra inmensa proferir un rugido que solo escuchó en pesadillas. Reconoció el llamado de aquel monstruo y rezó en silencio a algún dios muerto por la ineptitud de aquel ser amorfo. Escuchó el batir de seis alas membranosas y la sombra inmensa desapareció del cielo, como una nube de pestilencia sulfurosa. La luz emitida por la luna era rosácea y maligna... y adquiriría proporciones irreales a las superficies iluminadas por su mantilla.
El primero en perder la cordura fue un soldador de cubierta, de procedencia colombiana, que trabajó para la marina durante muchos años. Este hombre, blanco y perfilado, aseguró que vio un ojo amarillo pasar cerca de una ventanilla negra con un resplandor pálido. El marinero rompió en llanto, y lo sucedieron carcajadas estruendosas... proclamó que los muertos posaron sus ojos vacíos en el tubo metálico y quiso lanzarse por la escotilla. Entre seis personas lo inmovilizaron y encerraron en un claustro. Sus risas y gritos seguían consumando las pesadillas del resto... Un malestar general se acrecentó en la tripulación, y todos parecían deprimidos y cansados.
Una mujer descubrió un brote de extraños hongos azules en las esquinas de las habitaciones más próximas a la proa. Estos parásitos fosforescentes no parecían ser nocivos, pero los que entraban en contacto prolongado con ellos... empezaban a escuchar voces desconcertantes y ser perseguidos por sombras grisáceas. La locura se manifestó cuando el rumor de sueños sangrientos y mareas plagadas de cuerpos desmembrados se hizo frecuente... y comenzaron a sentir roces de manos fantasmas en las cabinas, y toques en las compuertas. Fantasmas empalados en lanzas oscuras...
El humor de Jessica solo empeoraba cuando, de tanto estar encerrada, perdía la paciencia y cambiaba la dirección del trasto. Lo que más aterraba a Sam era el hecho de que solo contenían la carga necesaria de combustible para el viaje de ida, los víveres y la electricidad no durarían mucho si nadaban en aguas desconocidas, sin rumbo. Para ese susodicho caso, tenía una pistola y una bala. Una muerte anunciada.
La infestación se hizo pandémica, y un marinero rompió a llorar y acribilló a puñaladas a su compañero cuando consumieron los histriónicos hongos fosforescentes. Ambos fueron arrojados por la escotilla y... lo peor aconteció cuando encontraron al electricista cercenado y a medio comer en un camarote ensangrentado. El caníbal yacía recostado en un pentagrama del suelo con la boca llena de vísceras y las manos ensangrentadas... Amanda lo frió con un relámpago y lo arrojó por la escotilla de desechos.
«Latitud 47° 9' Sur, longitud 126° 43' Oeste»... Pero, hacía una semana que navegaban en círculos junto a esa ubicación. Aquella era la fuente, que, según los cálculos del radio de activación captado por las antenas de trasmisión de la fundación... se había originado del Colapso. El mismo sitio inhóspito donde flotaba la Isla Esperanza, sede de la Corte de Magiares y los Sonetistas.
Los días de oscuridad y terror envolvían el tubo metálico con melindrosa viscosidad. Sam se sentía estático, consumido por pensamientos deprimentes y recorriendo los pasillos en búsqueda de cordura. A veces, recordaba fugazmente el pasado... viendo al Murciélago arrojar el cadáver descuartizado de Donna por el espejo líquido, la Puerta de Piedra abriéndose con gases miasmáticos, el Cadejo Blanco en la caverna tapizada de huesos y... Finch congelado, rodeado de flores de hielo.
Después del desastre sobrenatural en Montenegro, contactó al hombre del crucifijo y se encomendó a la lucha contra las fuerzas oscuras del mundo ignoto. Los vampiros encerrados en la tumba de Cristo por el movimiento Revelaciones. Las encrucijadas, y los viajes a las lunas muertas en civilizaciones negras. El secreto de la estrella pulsante, y los descendientes del Cometa de Sangre. Fueron diez años de persecuciones, egregores desfigurados y cultos macabros de magos negros que escapaban a todo razonamiento en los rincones más pobres del vudú y el paganismo inmortal...
—Llevamos quince días recorriendo aguas inexploradas—Kausell se desesperó. Se fumaba dos paquetes de cigarrillos al día. Apestaba a nicotina y sudor—. La máquina de desalinización purifica el agua demasiado lento, siempre tengo sed... Y estoy harto de comer hongos y ese potaje blanco.
Jessica meditaba con los ojos cerrados y las piernas cruzadas. Solía meditar por horas de ayuno, insomnio y deshidratación; en un comportamiento adictivo y destructivo.
—La levadura fue modificada genéticamente para aportar todos los nutrientes, minerales y calorías suficientes.
—Sabe a mierda.
—Estamos trabajando en el sabor.
—Estamos perdidos...
Sam se desperezó y se inclinó en el marco de la escotilla. El aire reciclado comenzaba a poseer un aroma almizclado y rancio. No solía acercarse mucho al camarote de Jessica, y la presencia de Kausell lo incomodaba... pero el estado deprimente de los marineros y su inquietud eran insoportables. Los meses de rectar en la oscuridad engullendo píldoras nutritivas y conviviendo con seres anómalos... lo trastornaron irremediablemente. Había contemplado la crudeza humana y la locura del aislamiento en los niveles más bajos, poblados por caníbales adoradores de dioses imaginarios y terribles. El cambio abrupto a un ambiente habitable y con personas, le producía escozor y malestar... No podía confiar en otros seres humanos, le parecía que todos guardaban oscuros secretos y tradiciones en una paranoia descarada.
—La leyenda de la Isla Esperanza es más antigua que Roma—Sam se sentía delgado y tembloroso—. En el pasado, las tribus Celtas habitaron el corazón del antiguo continente, en una mezcolanza de ceremonias, tradiciones y ritos en honor a dioses estelares, y... surgió un reinado ante la devastación de invasiones nómadas durante sangrientas incursiones. Las tribus se unieron para conformar una alianza y las guerras se sucedieron hasta que floreció la Ciudad Eterna. Una urbe del viejo mundo donde se conglomeró la magia y la ciencia. Sabios de todas las naciones habitaron la polis y su crecimiento trajo consigo innovaciones y filosofía trascendental. Avances tecnológicos sin precedentes, canciones e historias trascendentales... Todo eso se perdió en la tragedia sangrienta, la maldición, y los seres repulsivos que moran en sus restos devastados tras la Caída.
»El Rey Exiliado, de la dinastía Sisley, abrió el mar y condujo a las familias de toda la estirpe Celta a una isla habitada por pseudohombres reptiles. Aislada del resto del mundo y rodeada por corales espinosos, la isla sería el refugio de este pueblo devastado. Bautizó la isla como «Gobaith», que en su idioma extinto significa «esperanza». El sueño de redención de los Sisley, poblado por los últimos portadores de la quintaesencia. Eso, hasta la Eutanasia de Sangre.
Kausell guardó silencio y encendió otro cigarrillo. Jessica lo miró y sonrió...
—Has recorrido el mundo ignoto, recopilando las verdades de los Sonetistas.
—La historia de la isla fue escrita con sangre. Allí, habitaron mis ancestros, los Wesen, y allí... fueron masacrados.
—Existen ramificaciones de familias con sangre peculiar que sobrevivieron a las persecuciones en continentes desconocidos—se cruzó de piernas y se irguió—. Algunos de ellos, yacen perdidos en familias como los Salem, o los incognoscibles aborígenes de la India.
—Sé de donde proviene la quintasencia—dijo Sam y tanteó la oscuridad. Kausell dejó de fumar y lo escudriñó con ojos vacíos... La mujer dejó de meditar y le dedicó una mirada blasfema—. Me anticipé a sus reacciones... Existen teorías, ninguna esclarecedora: seres de otros mundos que llegaron en cometas y mezclaron su sangre con la humanidad, pactos con entidades desconocidas, mutaciones genéticas, caminos energéticos... Prevalece un gramo de verdad detrás de cada mito. Pero, esta verdad es aterradora, y el auténtico Origen Primordial del Todo, está entrelazado con el misterio de la quintaesencia. Va más allá de la Sinfonía de Vida y Muerte... Los espíritus cantan, incomprensibles, más allá del tiempo y las estrellas. Y ese descubrimiento que encontré en las ruinas mortuorias de la luna congelada es...
¡El tubo metálico se estremeció!
Un chirrido agudo seguido de un estallido de presión, desordenó el submarino de manera que Sam fue lanzado al suelo y Kausell se elevó al techo. Jessica fue empujada por una fuerza invisible hasta quedar atascada en una de las esquinas. Escuchó un grito espantoso, un caos húmedo, la presión del agua y una sirena espantosa vibrando dentro de su piel. Las luces se apagaron y la sangre cayó sobre ellos como luciérnagas rojizas. Las luces de emergencia lanzaron imágenes de espectros y palabras sin sentido.
Sam se levantó sin equilibrio, la fuerza lo lanzó contra una pared metálica fuera del camarote y lo zarandeó en el suelo. El agua salada llenaba unos dos dedos del submarino y crecía rápidamente. Saltó, con las manos pegadas a las paredes... Escuchaba plegarias, y una orgía demoníaca desatada en enjambres. Las fugas de agua a presión rompían las válvulas y faltó el aire en el espacio presurizado. El agua creció hasta llegarle a las rodillas y se sorprendió corriendo, hacía algún lugar de la escotilla mientras las fuerzas desconocidas impulsaban el trasto de hojalata a la superficie... Cientos de garras prominentes desgarrando el metal y mandíbulas prehistóricas aferrando y arrancando. Su mente se llenó de pletóricos seres abismales de naturaleza viscosa.
Avanzó a la sala de control con el agua hasta la cintura y las burbujas reventando en espuma devastadora. Los oficiales gritaban aferrados a los controles, vio como una fuga de agua creciendo en el techo, y... un ojo amarillo inmensamente repulsivo lo miró, por un segundo, antes que la cascada de destrucción hubiera inundado los controles, sepultando los cuerpos con un peso abismal. Sam sintió la succión del aire empujándolo hacía atrás con una fuerza devastadora... y, la corriente sinuosa lo arrancó a través de un río tormentoso del averno y los infiernos plutónicos. Agitó los brazos ante las luces rojizas, sin aliento y se aferró a lo único que encontró: una escalera metálica que conducía a la inmensidad. Luchó contra la corriente en constante crecimiento, sintiendo sus brazos estremecer y fue subiendo cada peldaño hasta que la crecida del agua sepultó las cámaras inferiores y no tuvo más remedio que seguir ascendiendo en la penumbra caótica.
Sam siguió escalando por el tubo mientras el agua subía a sus pies... y se topó con una escotilla que conducía al exterior. Pensó, solapadamente, que la luz del Sol Rojo licuaría su cuerpo en una masa gelatinosa. Todo se perdería, y quedaría destrozado... Finch y Nelson habrían muerto en vano. Jonathan desaparecería y sus sueños efímeros quedarían relegados a la soledad. Abrió la escotilla con el agua al cuello y salió al exterior... Ante el pesadillesco caos demoníaco que bullía alrededor del submarino: cientos de engendros quiméricos hervían devorando el trasto metálico en un frenesí vampírico. Un desquiciado escenario de apoteosis monstruosa en mares sanguíneos, tan espesos como gelatina asquerosa. Los seres cuadrúpedos eran... indescriptibles.
Los mismos Demonios de la Tierra que emergieron de la Puerta de Piedra formaron un remolino de destrucción, nadando en el mar de sangre con agallas y violando el cielo tormentoso con alas membranosas. Sus colas eran serpientes ciegas de ácido ponzoñoso, el pelaje hirsuto los cubría hasta las cabezas de león deformes y sus cuatro ojos amarillos veían al mundo con gula y caníbal destrucción.
Sam gritó, mientras la lluvia torrencial lo mojaba y la espuma hundía el submarino en su indetenible viaje a lo desconocido. En cataratas al borde del mundo, y las criaturas procedentes de abismos negros... Los demonios saltaban a la embarcación con garras de acero y sus rugidos eran presididos por truenos que caían sobre las turbulentas aguas rojas. La tempestad lo estremecía con un glorioso caos capaz de aniquilar civilizaciones... Los dioses reían a grandes voces desde remolinos de nubes y estruendosos gritos eléctricos.
Levantó sus manos al cielo, gritando ante la destrucción y el infierno. Los engendros volaban por el cielo en enjambres incontables y profanaban las aguas en números incontables. Tras diezmar toda criatura existente en la tierra y el mar, en su invasiva destrucción...
—¡¿QUÉ MÁS QUIERES DE NOSOTROS?!
Un relámpago cayó, cercano, sobre uno de los demonios quiméricos, y sus hambrientos congéneres se lanzaron, en la locura caníbal, hasta despedazar su carne. El remolino de tormenta emitía luz rosácea y los demonios escalaron el metal con las fauces rezumantes. Sobre el cielo se formaron cientos de círculos de nubarrones... y los panteones de deidades se congregaron para presenciar la destrucción.
Sam estiró su brazo con los dedos extendidos a la criatura próxima.
«Un relámpago rojo cortando en dos un cielo negro». Pensó en la Imagen Elemental de la Proyección junto al olor del roble quemado. Seguido de un relámpago a la distancia...
La energía ionizada alcanzó el estado plasmático calentando sus vías energéticas, y la expulsó en forma de ondas cortas y repetitivas, produciendo chispas de color bermellón. Las partículas hipercargadas destrozaron la carne, los ojos, el pelaje y los huesos del demonio... como parásitos frenéticos. Redujeron su parte frontal a un trozo de carne chamuscada y los demonios circundantes se lanzaron al frenesí hambriento...
El submarino se levantó con un crujido y un coral espinoso brotó del océano embravecido. Las olas se elevaron y descendieron como montañas enloquecidas. Un mástil huesudo seguido de una hilera destructiva y un caos depravado... La espuma reventó a su alrededor con lluvias devastadoras y se aferró a la cubierta, calado hasta los huesos y hundiéndose como piedra.
Lo último que recordó fue la promesa que le hizo a Nelson Arciniega, el llamado de Jonathan a través del velo de la realidad y el mundo onírico de los sueños.
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