Capítulo 4. Sinfonía de los Espíritus

 Capítulo 4: Un mundo de sombras y una isla de sueños...

Jessica jugueteó con la daga de galio que su padre le regaló en su graduación como Evocadora de Combustión. Era un hombre estricto, pero fue la única vez que lo vio sonreír de satisfacción. Siempre quiso ser una Sonetista. De niña, sus hermanos mayores jugaban a las peleas con fuegos artificiales, flores y sal. Cada uno se empeñaba en fungir su título de héroe.

—Soy Sir Cedric Scrammer—Gregorio lanzó la diminuta esfera de papel encerado a sus pies. Las chispas rojas saltaron—. El Dragón Escarlata.

Ámbar esgrimió su espada de madera.

—Yo soy Gerard Courbet y te convertiré en un muñeco de sal.

—¡Tonta!—El pequeño Gregorio debía tener unos ocho años, pero se comportaba como si tuviera cuatro—. Gerard y Cedric nunca se conocieron. 

—Pero Cedric mató al padre de Courbet.

—Estás escuchando mal la canción.

Jessica soltó una risita. Sus hermanos mayores se la pasaban peleando y jugando. Y... A medida que fueron creciendo se iban alejando. Gregorio se convirtió en el Castellano del Tercer Castillo para orgullo de la familia Fonseca, Ámbar se graduó como Mortificadora y se dedicó al estudio del alma y, Jessica... ella era una Sonetista.

Ese era el título que recibían al graduarse del Jardín de Estrellas los que prestarían juramento a la isla Esperanza. Tras hacer pasantías con los Magos Rojos del Séptimo Castillo y aprender durante ocho largos años los fundamentos del Misticismo de Evocación Elemental, la Corte de Magiares la asignó en misiones con personajes extraños que revelaron una realidad incierta. A veces cuestiona los motivos detrás de la corte.

Jessica guardó la daga de galio en el estuche con la inscripción: «Fonseca» en letras doradas. Hacía ya un tres que se graduó, y salió de la Isla Esperanza para recorrer el mundo conflictivo y desigual en el que vivía. Se dirigió al despacho del anciano y abrió la puerta, Corrodo Gini permanecía en su escritorio con un revoltijo de papeles desperdigado a su alrededor. Levantó las gruesas cejas grises para mirarla. 

—Pequeña Jessica. 

Gini tenía ochenta años, pero parecía de cincuenta; estaba bien conservado por los remedios alquímicos que bebía con puntualidad. Calvo, bigotudo, de traje beige y zapatillas de cuero... Era un hombre elegante que miraba el mundo con cierto aire de sabiduría. Ella sabía que era un arqueólogo de renombre por sus hallazgos míticos, pero no todos conocían sus más intrincados misterios: era un bailarín de soltura juvenil. Apasionado por todo tipo de música, le gustaba escuchar la radio de las poblaciones donde se concentraba. 

La radio vomitaba una melodía de cuerdas y tambores. Aún no entendía muy bien el español, no era uno de los idiomas que enseñaban en el Jardín de Estrellas. Tampoco era particular de aquella música nativa y rimbombante de gritos y puntas. No, la música de los llanos venezolanos no era para ella. Aunque a Gini le parecía fascinante. Uno podía conocer a profundidad el folclore de una cultura al interpretar su música: leyendas, historias, sensaciones y sentimientos. La música es el reflejo de una civilización.

La primera vez que vio al anciano le pareció un hombre taciturno y melancólico, se la pasaba mirándole el trasero y hablando con extraños. El único hombre en que Jessica confió fue en su abuelo Ludo, a diferencia de los estrictos Fonseca; los Louvre eran más ávidos y agradables. Su abuelo siempre la pellizcaba y la consolaba cuando le rompían el corazón. También era bailarín, pero se inclinaba más por cantar y emborracharse. A su madre y padre nunca les agradó el abuelo Ludo, a pesar de que era el único que estaba allí para sus nietos. 

Gini se parecía un poco, pero también veía un rastro de la amargura característica de los Fonseca en su ceño. Era un hombre muy inteligente, e indiferente de la Mano Derecha. Cuando se interesaba por un descubrimiento su obsesión crecía hasta el desbordamiento. Ojalá Jessica fuera así de apasionada, porque así como de sus efímeros amantes de juventud... ya estaba harta del calor y los mosquitos.

—¿Encontró algo?—Jessica se cruzó de brazos—. Está haciendo demasiado calor y este país se ha congelado en la miseria. Parece como si el tiempo se hubiera detenido: todo es viejo, gastado y aburrido. Es un país atrasado en todos los aspectos. ¡Y el calor! ¡Por los dioses! ¡Ni siquiera en verano sentí tanto calor!

Gini se mordió los labios. Los elixires a base de cinabrita blanqueaban los dientes de manera que los conservaba todos a su avanzada edad. 

—La isla Esperanza es extraña, ¿no lo crees?—El anciano limpió los lentes culo de botella—. El cambio climático calentó toda la tierra y ella parece no inmutarse ante las estaciones. Los glifos tallados en las cavernas subterráneas protegen la isla debido a que es un punto energético del planeta. Este país, en cambio, sufre un calentamiento excesivo por el efecto invernadero. 

—Venezuela es el país más aburrido del mundo—soltó Jessica, sudorosa. Siempre había sudado mucho, y no se llevaba bien con el calor—. ¡En este pueblucho ni siquiera tienen cine!

—Sé que te gustan las películas, Jessica —Gini se humedeció los labios con la lengua—. Pero solo tengo libros fascinantes. En mis tiempos no existían los cristales de memoria. Teníamos que aprender algo, no simulando; más bien, leyendo e interpretando.

—No puedo leer sin que me duela la cabeza.

El anciano se encogió de hombros.

—Tú no te dejas ayudar.

—Llevamos ocho meses en este país—dictó la chica—. Cuando me dijeron para viajar a América esperaba ver el mundo moderno, las calles hermosas, los palacios, los paisajes, los idiomas... y los hombres exóticos. 

Gini asintió, sin despegar el ojo del papel.

—Exótico.

—Solo hemos ido por pueblitos ribereños y caminos selváticos.

—Caminos...

—Aquí solo hay brujos hediondos a tabaco y esa montaña encantada.

—Tabaco.

—¡Gini!—Jessica se enfurruñó, exasperante—. ¡No me prestas atención!

El anciano levantó la mirada y le sonrió.

—¿Ya fuiste a la Montaña del Sorte?

—¡Ni hablar!—Se quejó—. Solo se puede ir por Chivacoa durante las fechas de la peregrinación. No puedo alejarme de usted.

—Sería estupendo ver el eclipse lunar desde el corazón de la montaña—Gini soltó una risita—. Encontré los documentos póstumos de Felipe de Andalucía en su viaje por el río Amazonas. Cuando llegó al actual Montenegro a través del río Arauca se encontró con una extraña tribu indígena... en guerra contra un misterio.

—¿Un misterio? 

—En el primer viaje negoció con los indios para encontrar el Dorado, pero ellos le dijeron que tuviera cuidado porque aquel camino era custodiado por unos misteriosos hombres que se convertían en bestias.

—¿Como los naguales?

—No—negó el anciano—. Los naguales utilizan fragmentos de su alma para usurpar mentes simples. No, esto es diferente. Hablamos de transformación física. Felipe escribió que los indios estaban en guerra contra estos hombres bestia extranjeros... Es decir, que no pertenecían a las tierras del río. También hablaban de hombres sin cabeza, caníbales, con el rostro en el pecho. 

—Que miedo—un sudor frío bajó por su mentón—. Se han encontrado Cambiantes en todo el mundo, pero ninguno en este continente. 

—Allí es el detalle, pequeña Jessica—Gini enderezó los documentos envejecidos—. En su segundo viaje, Felipe de Andalucía se encontró con un río diferente... No lo reconoció hasta que se topó con los nativos. Eran menos, y hablaban de puertas en la selva que se tragaban a las personas. Los hombres bestia desaparecieron, junto con los caníbales y auguraron que una Puerta de Piedra en las profundidades de las cavernas se había abierto para desatar uno de los males escondidos de los tierra. En cinco años, cuando Felipe había renunciado a su sueño de encontrar el Dorado, notó que aquellos indígenas habían desaparecido. ¡Se esfumaron de las montañas! Los buscó, pero no encontró nada... Solo chozas abandonadas.

—¿Está buscando los indicios de esa tribu desaparecida?

—No. Quiero encontrar las puertas.

—¿Puertas?

—Muy cerca de aquí se encuentra la Montaña del Sorte. Uno de los puntos energéticos más poderosos de este continente—se acomodó los lentes—. Hace años, los Sonetistas encontraron un fragmento del Milpiés en una de las cuevas del Catatumbo. Mataron a los magos negros y encerraron el artefacto de creencia mística en el departamento de Preservación. ¡El Millar era solo una leyenda hasta que se comprobó lo contrario! Hace meses corrió el rumor en la Corte de Magiares que una copia del Libro de los Grillos se encontraba en las catacumbas de Ciudad Zamora. Insisto, no, estoy seguro... de que las leyendas de Montenegro sobre esa tribu de hombres bestia que llegó desde ese otro mundo al nuestro sean reales.

»La teoría de los puntos energéticos dice que estos se desplazan con los movimientos de las placas tectónicas. La acumulación de energía en las placas y en el magnetismo hace que se concentren y abran caminos. ¿Nunca has atravesado lagunas de tiempo sin razón aparente? Cuando un punto energético de alta intensidad está a punto de colapsar, rasga el tiempo y el espacio. Los críptidos, los seres astrales, la quintaesencia, los Cambiantes... Puede que nuestra existencia misma se deba a estos fenómenos que aún no comprendemos.

—Cuando estudiaba no existían los Cambiantes, o al menos... no conocíamos su existencia—asintió Jessica—. De hecho, la Corte de Magiares creó un departamento para ellos y decretó su estudio, clasificación y regulación. No es la primera vez que salgo de la isla. Cuando estaba de pasantía con los Magos Rojos tuve encuentros con los Cambiantes en varias partes del mundo. Había una población en Rusia conformada por Cambiantes con Licantropía. Hay muchas clases de subespecies: de la más feroz a la más escurridizas Deportamos a centenares de personas de todo el mundo al departamento de Cambiantes.

—Y los muertos fueron diseccionados como animales—Gini se quitó los lentes gruesos—. Enseguida es descubierta su verdadera forma, pierde derechos humanos ante los ojos de los Sonetistas. Lo más importante, es saber que todos estos casos de grandes poblaciones de Cambiantes se dieron cerca de los puntos energéticos del planeta. Un día descubres que tu amigable vecino se convierte en un oso abominable por las noches y no podrás dormir tranquilo, sabiendo que convives con esa bestia. Hay Sonetistas en todo el mundo buscando a los Cambiantes, investigando y...

—Eliminando.

Gini bajó la mirada y sonrió, entristecido.

—Lo mismo que harían los gobiernos del mundo si descubrieran la verdad de la isla Esperanza—se encogió de hombros—. Es la naturaleza del ser humano juzgar al que es diferente; marginar al extranjero y matar al que te provoca temor desconfiado. Incluso, si el parecido es indistinguible, un solo rasgo extravagante es necesario para declarar la guerra. 

—La Corte no ha declarado la guerra.

—Sí lo hizo, solo que no lo ha confesado abiertamente.

—Pero... nuestra historia.

—Importa poco, querida Jessica. A la Corte de Magiares no le interesa conocer los orígenes de la quintaesencia en nuestra sangre. Después de la Purga de Sangre se aceptó la teoría de que somos descendientes de los dioses y los hombres. Una mezcla híbrida con genes piroeléctrectricos. Aquellas criaturas antiguas desaparecieron hace mucho. Tal es el caso de los Cambiantes: se esconden entre nosotros y aparentan ser humanos, pero no lo son... Se dejan llevar por impulsos animales. Son peligrosos si no se regulan. Se acercan tiempos peligrosos. Los cultos de magos negros usarán a nuestros enemigos para confrontar el poderío.

Jessica asintió, cansada.

—Tiempos turbulentos. 

—Por eso solicité un escolta—sonrió Gini—. Estoy muy viejo, y tú eres muy aburrida. Es peligroso permanecer cerca de un punto energético con el secreto de la existencia de Cambiantes ante las puertas de la verdad. Vamos a encontrar las puertas selladas y veremos las ruinas de ese otro mundo. La razón de su destrucción, y la razón del nuestro. Vivimos en un mundo de sombras...

Jessica sonrió, burlona.

—Y provenimos de una isla de sueños. 


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