Capítulo 25. Soneto del Amanecer
Capítulo 25: ¿Es una propuesta indecente?
—Tenemos que hablar—lo confrontó Louis.
—¿Por qué querría hablar contigo?—Se negó Alphonse.
—Necesito saber la verdad.
Alphonse la miró con aquellos ojos azules, demenciales. Su familia entera también fue asesinada durante el Tratado del Valle de Gigantes, pero él sobrevivió. Aunque, parecía un poco muerto con el cabello descuidado y las ropas arrugadas. Durante largo rato, pensó que la iba a rechazar.
—Ven a mi habitación está noche.
Louis se ruborizó. No podía evitar una oportunidad como aquella.
—¿Es una propuesta indecente?
—Ven, si quieres saber la verdad.
A la medida.
Solo hallarás lo que cabe en tu corazón.
Buscando afuera.
Es más certera una triste desilusión.
Creo que venimos.
A este mundo nada más para aprender.
Y sin pensarlo.
Tarde o temprano, alguien te lo hará entender.
—¡Ya cállate, Jorell!—Louis se cruzó de brazos en el asiento. En la silla tenía un pastel a medio comer.
—¿Por qué no te gusta cuando canto?
—Porque cantas horrible.
—¿No te gustan las canciones?
—¡No me gusta tu voz!
Al principio, era tierno cuando Jorell la abrazaba y cantaba, pero últimamente, solía cantar en todos lados. Era insufrible y besaba terrible: insistía en morder su boca; le gustaba que se los mordisquearan con suavidad, pero Jorell quería arrancarle los labios. Al fondo del amplio salón nadie los escuchó conversar mientras el profesor Avelino Pinto exponía el redescubrimiento de la Maeglafia en las cuevas del Paraje y la razón de que los glifos funcionen cuando son escritos con un propósito, de lo contrario, solo estarás haciendo garabatos. Se prolongó por una hora extraordinariamente larga.
Cuando la clase terminó, se liberó del brazo de Jorell y se marchó con el abrigo de zorro agitándose por el frío. Caía una llovizna blanca sobre los cúmulos de nieve del jardín. Jorell la siguió, y Louis aceleró la marcha. Ya estaba harta de él. Faltaba poco para el almuerzo. Quiso tenerlo por capricho. Al final del verano, Jorell le pidió que fuese su novia e intentó besarla y Louis no quería involucrarse con nadie por el luto de su madre y hermana. Pero al ver a Jorell tomado de la mano con Matilda von Mouton unos celos irracionales crecieron en su estómago. Esa misma tarde se le acercó a Jorell cuando estaba solo y lo besó con pasión. Lo besó con ferocidad y lo atrajo con una risita.
Le encantaba ver la expresión de Matilda cuando pasaban junto a ella, tomados de la mano. Aunque la diversión estaba terminando. Toda la institución parecía sumergida en un mar negro de tristeza. El aguanieve caía melancólica sobre los edificios de piedra desvencijada. Lo único que quería era que alguien la abrazara por las noches. Pero los hombres eran unos idiotas y no tenía amigas verdaderas. Los demás la miraban, acusadores, como fieras salvajes, esperando que se diese vuelta para atacar.
¿Cómo podías tener tantos amigos y sentirte tan sola? Puede que Jorell estuviera enamorado por la forma en que lo trataba, pero ella solo buscaba emociones. Emociones que la hiciesen olvidar lo sola que estaba. Compartía la habitación con Amanda Flambée, que cada noche tenía un amante diferente. Menos mal que tenían el té de las hojas de duende, porque cada una, tuviera ya una buena camada de muchachitos. Quería estar sola. Por fortuna, Amanda estaba en las cantinas bebiendo té caliente y tragando pasteles. Jorell quiso pasar, pero lo ahuyentó diciendo que tenía malestar.
Louis Leroy sacó el retrato de su madre a carboncillo y habló sola durante horas. Cuando se despidió de su madre muerta tenía los ojos hinchados. Así se sentía la verdadera soledad. Las sombras proyectaron nubes negras en la habitación. Las velas olían a perfumes gastados. Quizás, así se sintió Annie Verrochio, la niña que nunca conoció a su verdadera madre. Nunca tuvo esas largas conversaciones con su madre cuando vivió. Todo había sido muy formal desde el momento en que aprendió a hablar. Melissa Leroy era huraña, apartada de cualquier mirada. Tenía dos hijas de diferentes padres y un tercer marido que envenenó para quedarse su fortuna.
Una mujer malvada por dentro y suave en los bordes. El primer marido fue el que le dio el nombre Leroy, su título nobiliario y dos hijas, lo envenenó con cianuro, pero todos creyeron que se ahogó con una espina de pescado. Al segundo lo sedujo con un afrodisíaco brujeril, era un Mago Rojo de renombre que les inculcó el camino del Misticismo, sobretodo a Claude, lo quería mucho. Fue un buen padre por un tiempo, hasta que su corazón explotó cuando bajaba por las escaleras, o... eso dijo Melissa. El último esposo fue un mercader adinerado de telas y especias, por un largo tiempo fue un padre cariñoso y devoto.
Al principio su madre fue feliz a su lado, aunque se aburrió de su risa prominente y su tripa de buey. Vio con lastima a su tercer padre desaparecer ante sus ojos, de sus viajes comerciales llegaba gordo y sonrosado. En la residencia de los Leroy enfermaba de gravedad, perdía color y peso en un delirio febril que se podría prolongar por varias semanas hasta que se iba como podía. En una de sus visitas de tres días, se quedó un año postrado en cama. Melissa Leroy bajaba de las escaleras con los ojos colmados de lágrimas y le servía un abundante té medicinal. Nunca se levantó de aquella cama rancia. El arsénico tardó en matarlo, pero lo consiguió... como un amante paciente.
Nunca le deseó la muerte a su madre. Solo quiso apartarse de ella por un tiempo. Hasta que la matanza en el Campo de Gigantes le arrebató la vida a la distante Claude y la huraña Melissa. Odiaba sentirse abandonada en el mundo incierto. Los pies le temblaban de frío. Le contaron que el mago negro Gerard Courbet enloqueció y atacó a los nobles durante el armisticio. Una mañana cargada de pesadillas, el Hijo de la Sal convirtió en estatuas a su familia. Los Scrammer y los Verrochio fueron asesinados por aquella oscura figura. La Reina Escarlata y su mejor amiga, la Princesa Annie, acabaron en una fosa antes de que llegará Damian Brunelleschi y el Homúnculista, seguidos de la Cumbre Escarlata para darle muerte a Gerard Courbet.
No podía creer que no vería otra vez a su amiga desaparecida. ¿Cómo fue posible que un mago negro pudiera aniquilar a un ejército? Una parte de ella se negaba a creer aquella farsa y la otra parte estaba deprimida, necesitaba atención y cuidado. Pobre Annie. Tuvo que pasar muchas tribulaciones durante la Guerra Larga para ser asesinada durante el Tratado de Paz.
Odiaba a Courbet. Odiaba todo.
Amanda Flambée entró media borracha para cambiarse de ropa, la invitó a la cantina a tomar vino caliente y especiado, pero no quiso. Le gustaba divertirse entre risas con la mente nublada, pero no tenía ganas de nada. Últimamente, las clases rutinarias y Jorell la asfixiaban. Lo único que hacían los profesores era divagar sobre las cuestiones políticas de la Sociedad de Magos. No entendía las clases. No asistiría a las audiencias de los Magos Rojos. No quería saber de departamentos. Ni siquiera quería levantarse de la cama. El futuro incierto la abrumaba.
Salió de la habitación cuando Amanda empezó a vomitar. Atardecía y caían los últimos copos de nieve del invierno. El frío sepulcral silbaba a través de los grandes edificios departamentales. Estaba pensando en unirse al departamento de Preservación para evadir por un poco de tiempo más, sus responsabilidades como Lady Leroy. El encargado de la fortuna y las tierras de su madre era un escribano llamado Miguel que manejaba perfectamente las cuentas y le enviaba cartas. Damian Brunelleschi lo tenía en estima y era el nuevo tesorero del reino.
Fue a la cantina por unas empanadas de carne y luego al baño a orinar. Asistió a una clase de matemáticas y tocaba otra de Conversión. Regresó a su habitación en búsqueda de la varita de arce y encontró a Amanda dormida en el suelo, la ayudó a levantarse, bañada en vómito, y la recostó en su cama.
Cuando el profesor Pierre le preguntó por ella, le dijo que tenía su menstruación, lo comprendió, con aquella naturalidad pasiva que tenían los hombres ante temas desagradables y ajenos. Pasó el resto de la tarde amasando toneles de arcilla roja y modelando hombrecillos. El profesor les enseñó el método para infundirle energía a la sustancia mediante puentes invisibles de quintaesencia. Jorell no asistía a Conversión, así que estaba a salvo. Pocos alumnos tomaban aquella cátedra, aunque era fundamental para los Magos Escultores.
Francis Melchiorri logró que su pajarillo describiera círculos en el aire con unos cuantos ademanes de la varita, el profesor la aplaudió por ser la primera. El salón estaba un poco vacío, algunos alumnos del tercer curso se marcharon por el invierno y la situación que atravesaban sus familias. Corría el rumor de que el Rey Sangriento estaba conformando un pueblo entero de familias de sangre peculiar. La pregunta era: ¿qué pasaría con los desgraciados por la esencia? Algunos decían que finalmente serían marginados y otros, murmuraban la posibilidad de campos de exterminio. Eran ideas retorcidas que aceptaban con ladeos de cabeza. Otros pocos se negaron a creer que Damian Brunelleschi quiera depurar la sangre de los Celtas, que su objetivo era terminar con la desigualdad en que vivían los más pobres respecto a los nobles de sangre peculiar.
El gato de arcilla de Pedro Corne d'Or meneó la cola y se irguió, se quedó inmóvil y cayó al suelo... deshaciéndose en trozos endurecidos.
—No puede ser.
El profesor Pierre se acercó al joven con una sonrisa burlona en el rostro enjuto.
—No te preocupes, Pedro—lo ayudó a recoger los restos del gato y lo armaron otra vez, humedeciendo la arcilla con agua—. La Conversación es una de las ramas más diversas del Misticismo. Debes encontrar tu camino.
Pierre tocó la cabeza del gato con la punta de la varita y la estatua cobró vida. El gato saltó a la mesa de Marie Crosse y jugó con el ratón que esculpió. El profesor la miró, severo.
—Por favor, concéntrate... Louis.
Todos la miraron. Tenía un par de modelos de hombrecitos... se sintió apenada. Cerró los ojos, asintió y quiso impresionar a todos con sus cualidades. Inclusive Alphonse—el mejor del curso—, tenía problemas con la Conversión Energética. Recordó la metodología expuesta anteriormente.
«La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma».
El primer paso era la Transformación Energética. Imaginó una proyección: «Un perro blanco, su pelaje mojado en sangre». El segundo paso era la Transmisión. Señaló al hombrecillo con la varita, imaginó un calor que salió de su brazo, formando un camino invisible y fundiéndose con el sulfato de la arcilla. Imaginó que la arcilla brillaba de un color azul. La Instrucción fue sencilla: «Baila en círculos». Debía imaginarlo con precisión.
El hombrecillo se irguió con lentitud, se agitó, describió una vuelta prominente y balanceó los brazos extendidos. Louis sonrió y el muñeco explotó. La arcilla le manchó el abrigo y el cabello. El profesor sonrió y se tapó la boca con la mano cubierta de arcilla, ahora tenía una barba roja. Una risa silenciosa recorrió la sala.
—¿Cuál proyección usaste durante la Transformación, querida Louis?—El profesor se limpió la barba de barro con un pañuelo.
Pensó por un momento.
—La Proyección Volátil, profesor—recordó.
—Ah, por eso—asintió. Se dirigió a Francis—. ¿Cuál usaste tú?
—La Proyección de Calor.
El pajarillo de Francis cayó al suelo, rompiéndose en fragmentos. La arcilla se calentó tanto que se secó y se resquebrajó. El profesor asintió y miró en derredor las mesas con esculturas.
—¿Entonces cuál es la proyección adecuada para ejecutar la Transformación?—Preguntó Javier Curie, otro de los alumnos que permanecía en la cátedra. Tenía los brazos cubiertos de sulfato.
—Estoy segura de que no es un maleficio—bufó Marie Crosse, refiriéndose a la Proyección Volátil de Louis.
Pedro Corne d'Or soltó una risita al captar la pulla.
—Estoy segura de que es una Proyección de Calor—reiteró Francis. Recogió los restos de su estatuilla—. Pero hay que tener control sobre el flujo durante la Transmisión, de manera que, no se caliente demasiado la sustancia.
—Podría ser—el profesor se sujetó el mentón, manchando de nuevo su barbita—. Pero, mientras más lejos se dirija la sustancia menor será el flujo energético.
Pedro acarició al gato de arcilla, resplandecía con un débil brillo plateado.
—¿Una Proyección de Luz?
—Sensato.
El profesor se despidió de ellos porque tenía reunión. Louis recogió los restos de sulfato. Su trabajo para el invierno era descubrir la proyección adecuada para la Trasmisión. Cuando Pierre se fue, hicieron carreras con las estatuas por pequeñas apuestas. Alphonse se llenó el bolsillo con estrellas de cobre y Francis le quitó un par de oriones a Pedro.
Afuera estaba atardeciendo. Jorell y Melquíades Grosseur entraron en el salón buscando a Alphonse. Pedro y Marie Crosse ayudaron a Francis a limpiar el salón mientras discutían cuál sería la proyección misteriosa. Louis limpió con ellos el salón, ajena a su conversación. Todos se marcharon a la cantina a buscar la cena antes de ir a sus departamentos. Javier Escamilla le sonrió, tenía las mangas de la camisa recogidas hasta los hombros.
Louis se separó de ellos mientras se acercaba a la habitación de Alphonse en el edificio Amarillo. Su habitación estaba en el edificio Azul, al otro lado de la institución, así que tuvo que caminar una larga distancia entre los departamentos de Alquimia e Investigación. Los profesores tenían una reunión en el salón de Maeglafia unido al despacho de Asociación. Los prefectos iban de aquí para allá con los brazos colmados de papeles. Clemente Bruzual desapareció y se discutía quién se encargará del departamento de Preservación.
Cuando llegó a la puerta sintió un terror antinatural. Nunca había ido a visitar a un hombre. Apartó aquellos pensamientos nauseabundos y abrió la puerta. Dentro, la esperaba Alphonse en penumbra. El joven encendió unas velas aromáticas y un par de camas desordenadas aparecieron en la oscuridad, tenía una gran mesa cubierta de papeles, libros y curiosos artefactos de metal. Louis frunció el ceño y revisó bajo las camas.
—¿Dónde está tu compañero de habitación?
—¿Por qué Jorell estaría aquí?
—Por nada... Olvídalo.
Alphonse cerró la puerta con llave y se sentó junto a ella en la suave cama. No supo explicar por qué sentía tantas ganas de besarlo y lanzarse encima de él. Se controló, mirando fijamente uno de sus ojos de hielo. Malditas hormonas. No ayudó mucho porque las rodillas le temblaron. Se estremeció ligeramente con un hormigueo en el estómago. Hacía frío en la habitación, pero tenía mucho calor.
—La verdad, no se la contaría a nadie—confesó con un gesto extraño. Parecía melancólico—. No sé si pueda confiar en ti. Tu familia se vio involucrada y...
—Está bien—Louis tomó una de sus manos—. Vine hasta aquí, porque quiero saber qué le pasó a mi madre y hermana.
«No voy a llorar» se prometió.
Alphonse asintió reviviendo aquel horrible recuerdo con los ojos congelados. Relató, con pesar, aquella matanza. No podía creer que Damian Brunelleschi y Giordano Bruno—ni siquiera sabía quién era el Homúnculista—asesinaron a todos los nobles en el Valle de Gigantes junto a la Cumbre Escarlata. Culparon a Gerard Courbet después de matarlo. Sintió mareos y vomitó mucho cuando le reveló la verdad sobre Francis Melchiorri. Alphonse le hizo jurar que no le confesaría la verdad a Annie. ¡A su mejor amiga! La mente fracturada de la Princesa Verrochio fue borrada por Sam Wesen para que viviera. Louis lloró amargamente escuchando las muertes de su hermana y madre, a manos de los magos de máscaras doradas. Un odio ciego fue creciendo en su estómago. Alphonse la abrazó después de contarle toda la verdad.
—Sam conformó la Secta de las Sombras para proteger a Annie de sus recuerdos—dijo Alphonse con los ojos enrojecidos—. Clemente y y, nos quedamos en la institución mientras el mago investiga a la Cumbre Escarlata. Pero, Clemente desapareció junto a Michael Encausse. La Orden de la Integridad persigue a Sam en los poblados del norte. La última reunión de profesores exigía a la Orden de la Integridad mantener distancia del Jardín de Estrellas. Me dijo, que la Sociedad de Magos estaba decayendo. Estoy asustado. Temo que me ocurra lo mismo que a Clemente.
—Yo te ayudaré—dijo Louis. Los ojos cansados del joven brillaron—. No tienes que ser el único miembro de la Secta. La quiero proteger.
—No quiero hacerte esto.
—Annie siempre fue mi amiga, aunque yo no siempre estuve para ella. No es por mí o mi familia, es por ella...
—Louis, perdiste a tu familia—el cabello negro de Alphonse relucía aceitado—. Has perdido amigos, y sigues adelante.
—A veces no sé cómo seguir adelante—sonrió y se apartó los mechones rebeldes de las mejillas—. Necesito que me digan que hacer. Necesito que me cuiden.
El joven clavó sus ojos de hielo en los suyos.
—Vamos a cuidarnos mutuamente.
Louis acercó su rostro al de Alphonse. Cerró los ojos y sus labios se fundieron en un beso que se prolongó... demasiado. Sus labios tenían un sabor terroso. Alphonse la apartó y salieron a la cantina, la noche dominaba el cielo invernal, anochecía muy rápido en invierno. Las lámparas de hierro iluminaban, débilmente, los edificios de piedra fría. La oscuridad invernal escondía atrocidades. Desfiló por el jardín cubierto de nieve clara. Miró el vacío que existía entre el edificio Amarillo y el departamento de Preservación, las sombras escarlatas deambularon trémulas. Louis se asustó y buscó la mano de Alphonse.
—¿Qué pasa?
—Vi fantasmas escondidos entre los edificios.
Alphonse se río y la llevó hasta la cantina a cenar.
El departamento de Preservación fue saqueado esa misma noche por un grupo de estudiantes desconocidos, posiblemente veladores. Muchos libros con conocimientos prohibidos fueron robados. La situación fue caótica durante días, pero el asunto estaba comenzando. Un grupo numeroso de estudiantes se disfrazó con túnicas escarlatas y máscaras de animales, y maltrataron a los estudiantes que se opusieron a la filosofía impartida por la Cumbre Escarlata. Llegaron a raptar a estudiantes que no pertenecían a la Sociedad de Magos y los dejaron malogrados en la azotea de los edificios. Nadie sabía quiénes eran los Zorros infiltrados en la institución, pero los profesores mantenían vigilados a todos los estudiantes.
El invierno terminó cuando, después de dos días glaciares, finalmente salió el sol y la nieve se derritió, dejando un erial pantanoso. Louis debía soportar que todos se mirasen con desconfianza. Los profesores comenzaron exhaustivos interrogatorios infructuosos, se sentaban durante largas horas haciendo preguntas que no sabía cómo responder. Ninguno de los alumnos quiso hablar. Por supuesto, expulsarían a los involucrados.
La mañana que el departamento de Investigación apareció destruido, la hierba estaba retoñando en el jardín. Las mariposas volaban, trémulas, en los árboles frutales. Un sol amable pintaba la hierba verdusca y las flores violetas con colores vivos. Mesas repletas de instrumentos fueron volcadas, artilugios desaparecieron y muchas investigaciones se perdieron con el incendio del almacén. El material perdido era invaluable.
Eusebio Desiderio, Jefe del departamento de Investigación, se paseaba por la institución echando chispas. Desde el principio, se opuso firmemente al mandato del Rey Sangriento y, lo atacaron por ello. Alphonse lo ayudó a interrogar a los estudiantes del edificio Azul, pero todos negaron su culpabilidad. La mayoría de residentes eran escribas, filósofos y contadores; desinteresados de la Sociedad de Magos.
Los profesores se turnaron para vigilar los edificios, aunque la mayoría de los ataques pasaron desapercibidos. Un incendio en la biblioteca a mitad de la noche demostró que los atacantes confabulan con algunos profesores. Todos los libros del conjunto de Misticismo fueron incinerados por un figura misteriosa. El rector Cassini Echevarría apenas salía de su despacho, sin duda, no quería que la Sociedad de Magos fuera asimilada por la Orden de la Integridad y muchos profesores lo apoyaban en su oposición. Pero otros... no.
Las peticiones del rey eran negadas, una detrás de otra. Una parte de los profesores se inclinaba por derrocar al Rey Sangriento y disolver la Orden de la Integridad con una guerra, y la otra, quería que la Cumbre Escarlata tomase a la institución como una parte fundamental para el gobierno de la isla y que los de sangre peculiar se impusieran sobre los desgraciados. Como siempre debió ser desde la época de los Magiares y la Primera Orden. Como en los tiempos antiguos de la Ciudad Eterna.
Louis le suplicó a Alphonse que hiciera algo contra los Zorros—así les decían a los atacantes nocturnos—porque eso querría Sam Wesen. El joven se negó, cansado. No quería formar parte de las rencillas entre facciones. Ella tampoco podía hacer gran cosa, los ataques a estudiantes se volvían cada vez más atrevidos. Muchos no magos abandonaron la institución a mediados de la primavera, asustados por la situación política.
En esos días era normal que los estudiantes llevasen las varitas escondidas en los bolsillos para defenderse. Últimamente, Louis seguía a Alphonse a todos lados. Compartían las mismas cátedras de primavera. Estaba asustada de lo que pudieran hacerle los Zorros, ya que también se metían con los neutrales. Amanda Flambée estaba asustada, su familia había sido separada en el Paraje y reubicada en un pueblito llamado Saignée. La joven aterrorizada solía hablar como loca del Rey Sangriento y sus misteriosas intenciones. El día del desastre ocurrió al final de la primavera.
Un par de alumnos agredió a otro en medio del jardín, a plena luz. Una multitud se reunió en torno al conflicto. Los profesores estaban en una acalorada reunión donde las sillas volaban y las maldiciones atravesaban las paredes. Marie Crosse y Pedro Corne d'Or, habían agredido a Jorell de Cortone porque estuvo diciendo que el Rey Sangriento iba a traer esperanza a la isla. Alphonse se les acercó, echando chispas. Louis lo siguió, como mediadora.
—¡¿Qué creen que hacen?!
Jorell se levantó con su varita en alto.
—Son magos, en su sangre existe la quintaesencia, pero se niegan al cambio.
—¡Se llevaron a mi madre!—Gritó Amanda, incorporándose—. ¡Esos sucios magos negros están separando familias!
—Les están dando un lugar fuera de la Sociedad de Magos—anunció Francis desde la multitud, imponiéndose por encima de Jorell—. Un lugar aparte del registro. La mayoría hemos vivido de forma injusta durante mucho tiempo. Oprimidos por nuestra naturaleza como en los tiempos de los Sisley. La Sociedad de Magos no es mejor que aquel sistema deprimente. Nos limita. Nos ponen grilletes en el cuello desde que entramos a estos edificios de piedra y nos hacen trabajar por miserias.
Amanda Flambée tomó el brazo de Louis, cogió valor y habló fuerte. Los estudiantes murmuraban.
—¡La Sociedad de Magos nos brindó una oportunidad de aprender y crecer, Melchiorri!
—Por supuesto—replicó Francis, con una sonrisa socarrona—. Quieren que formes parte de la cadena de injusticias que los gobierna. ¡El sistema que tienen está mal! Solo los de sangre peculiar salen beneficiados mientras los demás caen en la desesperación. Es una institución retorcida que oprime a los que piensan diferente. No es solo eso. He vivido en pésimas condiciones. Trabajando para un departamento de mierda, sin poder cambiar eso. Es lo más cercano a la esclavitud. ¡Yo quiero un cambio radical!
Louis se acercó a Annie, enfurecida. Se sintió intimidada tan cerca de su amiga, había crecido mucho. Era tan alta como ella y sus azules eran translúcidos, intimidantes.
—¡Cállate, no sabes lo que dices!
La joven dio unos pasos hasta posarse frente a ella. Las estatuas los observaron de forma horrorosa. Pedro Corne d'Or apretaba la mandíbula y Marie Crosse se mordía el labio. Jorell tenía la varita en alto, detrás de Francis.
—¡Quieres que el mundo cambié, pero te niegas a cambiar tú!—Francis la empujó. Louis cayó de costado sobre un puñado de flores—. ¡Si no puedes olvidar lo que te enseñaron, nunca vas a aprender nada!
Alphonse la ayudó a levantarse. Una rabia sin sentido crecía en su interior, aquella no era Annie Verrochio, su pequeña amiga inocente, era otra persona... Una joven terrible y cruel. Louis se puso de pie con el vestido blanco cubierto de hierbajos y no se contuvo.
—¡Estúpida, la Cumbre Escarlata está conformada por magos negros y asesinos!—Ladró, furiosa. Estaba asustada y excitada por la ira contenida.
—¡La Sociedad de Magos está conformado por mentirosos!—Francis la apuntó con la varita. Louis tomó la suya por instinto—. ¡Te enseñaron a creer sus mentiras!—Miró a su alrededor—. ¡Todo esto es una mentira! ¡Toda su realidad es falsa!
Louis no pudo contener las lágrimas.
—Annie... por favor.
Los estudiantes murmuraban sorprendidos, miraban a Francis y a Alphonse, esperando. Ambos grupos estaban en medio del jardín de estatuas, rodeados de estudiantes tensos. Pedro y Marie apuntaron con sus varitas a Alphonse cuando sacó la suya. Jorell y Francis no se quedaron atrás. Los seis se apuntaron, nerviosos. Las rodillas le temblaron.
—Entonces... escogiste a los Zorros—recalcó Alphonse, afligido—. Tienes razón. La Sociedad de Magos no ha cambiado desde hace doscientos años, ni lo hará nunca... Pero, esto es diferente. ¿Estás segura del camino que elegiste, Annie?No. Eres Francis Melchiorri.
Francis pensó por un momento. Una máscara de dolor se formó en su ceño, pero se resquebrajó al instante. La joven apretó los dientes y una lágrima única bajó por su ojo derecho.
—Alguien me dijo una vez... que todos podemos elegir el tipo de persona en que nos convertiremos.
Alphonse y Francis recitaron al mismo tiempo proyecciones y alzaron las varitas. Los chorros de luz de Pedro y Marie fueron más rápidos. Alphonse no se cubrió con su reflejo a tiempo y rodó por el suelo con un aullido. Louis levantó la varita, inmediatamente, con el corazón acelerado. Pensó en una proyección con los ojos cerrados.
«Un perro blanco, su pelaje mojado en sangre». Un escalofrío recorrió su brazo y la sustancia salió de su varita con un ardor en los dedos. Respiró el aroma a pelo quemado.
Louis sentía las rodillas tensas.
Escuchó un grito y un estallido viscoso, el lugar se llenó de alaridos tenebrosos. Abrió los ojos y Marie Crosse se desplomó con las entrañas afuera, como serpientes azules, chorreando sangre a borbotones. El olor a sangre le revolvió el estómago y Louis cayó de rrodillas, la varita se le resbaló de los dedos cuando se tapó la boca para vomitar un caldo amarillento.
Alphonse se levantó de sobresalto, cubierto de hierbajos, y derribó a Pedro con una pulso que le asestó en la frente. El joven de desmayó como un plomo. Jorell se arrastró hasta Marie y le dio vuelta, las vísceras de su vientre salían, asquerosas. El cuerpo de la chica reposaba en un charco rojo.
—¡Está muerta!
—¡La mataste!—Chilló Francis con lágrimas en los ojos. Apuntó con la varita a Louis, sus ojos azules ardían de rabia—. ¡El cráneo de una cabra blanca con cuernos negros!
Francis dio un tajo con la varita y un zarcillos dorado voló a Louis, silbando como muchas serpientes. La sustancia plasmática cortó el viento. Cerró los ojos, alphonse la abrazó y la proyección impactó en su espalda con un crujido húmedo. El silencio se prolongó. El joven se derrumbó, llorando, y gritando de dolor. Retorciéndose como un gusano. Roja. Sanguínea.
—¡Mis piernas!—Gimió. Palideció al no poder moverlas. Regó la hierba de rojo. Los jóvenes gritaban, asustados.
Las estatuas profanas aullaban como lobos perdidos. No los escuchaba. Louis tosió y la bilis amarga envolvió su boca. Le faltaba el aire. Alphonse gritaba, arrastrándose en la hierba roja.
—¡Un cielo pálido se vuelve dorado con el amanecer!
Escuchó la voz de Annie, se dejó llevar por la rabia. Su figura desapareció en un estallido.
Louis quiso levantar a Alphonse cuando un chorro de oro hirviendo le cayó en el pecho. El ardor la envolvió como un velo de amanecer. El mundo desapareció con un relámpago y el dolor la sumergió en un estado deplorable. La piel de su torso se derritió y sus senos desaparecieron, dejando sus costillas expuestas. Ardió en llamas doradas y gritos de dolor. Era una bailarina de fuego y la envolvían colores dorados, naranjas, rojos, azules, blancos.
Francis Melchiorri trazó un círculo de flamas con su varita y un pájaro dorado voló al cielo con un millar de chispas.