Capítulo 15. Canción de Medianoche de Courbet
Capítulo 15: La locura de escribirte...
El Segundo Castillo se convirtió en un caos, reinaba una atmósfera desesperada. Las lágrimas se le salían de los ojos. La negatividad viajaba por las paredes. Cubría como polvo las alfombras... Miedo, angustia. Todos lloraban porque sabían que atacarían el pueblo. Inclusive el espectro de Seth se había marchitado y se escondía en su rincón del mundo.
Nadie quería hablar con ella. Todos estaban frustrados. No hacía falta leer los pensamientos para saber que todos llegaban al final de su vida... Y no podían huir del pueblo, porque... había días de camino a través de la oscuridad... antes de llegar a Pozo Obscuro. Eran prisioneros del paraíso. Los demonios poblaban el valle sombrío y siempre estaban hambrientos...
«Ninguno está listo para morir—pensó mientras leía el diario de Monet. Había aprendido mucho sobre la peculiaridad de ionizar la energía del cuerpo—. Nadie nunca lo ha estado, por eso tienen tanto miedo».
Eran días espantosos. Veía a los criados ojerosos servir comidas de mal gusto, cada una peor que la anterior. Lucca, que ahora vivía embutida en una gruesa armadura y con una larga espada, les dijo a todos, que los que no podían pelear se quedarían en el castillo. Un montón de niños llorones y ancianos de ojos dulces y tristes, atestaron el lugar.
Buscó a Elias, pero no lo encontró. Un anciano esquelético llamado Bael, que decía era guérisseur, le dijo que el niño entrenaba a los granjeros y mujeres a usar un arma que mataba con la mirada. Por lo que una docena de madres, disparaban flechas en el patio a sacos rellenos de paja.
—Yo también pelearé—le dijo a una mujer castaña y regordeta con una lanza y una armadura sencilla: constituida de una malla y algunas protecciones recicladas de distintas armaduras.
La granjera se rio, así que Annie le tocó una protección de acero del muslo. La mujer gritó al sentir la descarga de partículas cargadas y le asestó un golpe en la cabeza a Annie, llamándola bruja.
Los guardias del castillo eran madres preocupadas por sus hijos. El ejército heterogéneo que protegía al pueblo, lo consistían hombres preocupados por sus esposas. Vio a Jean Ahing, con un saco de arpillera lleno de pertenecías y la capa negra cargada de angustia. Por la dirección en que iba, se marchaba del castillo, o del pueblo. Annie lo siguió hasta la entrada.
—¿Adónde vas?
Jean nervioso, intentó escabullirse, pero Annie corrió y se colocó frente a él.
—Lejos de aquí—intentó apartarla, pero Annie no se movió—. Debo conocer a alguien. No lo entenderías, quítate.
—Llévame contigo.
Jean se irritó con lo que dijo.
—Donde voy no necesito una niña.
—Por favor...
El alquimista la apartó de un manotazo, Annie se tambaleó y cayó... Jean desapareció. Tenía que irse. Jean se iría por la noche a escondidas, iría a Pozo Obscuro. Annie debía llevarse la llave del pueblo antes del ataque. Escapar con la confusión. Camielle no había regresado. El gato naranja seguía rondando las habitaciones. Los otros niños lo acariciaban, pero a Annie le daba repulsión. Se iría esa noche... Estaba robando sábanas, cuando se encontró con muchos niños zarrapastrosos.
—¿Qué haces?—Le preguntó un niño diminuto con la cabeza muy grande.
—El rey me ordenó juntar todas las sábanas del castillo, para envolver el pueblo y así los enemigos no nos verán.
Los niños se maravillaron.
—Queremos ayudar al rey—dijo una niña pecosa.
—Reúnan todas las sábanas que encuentren.
Así, juntó un montón de sábanas y al caer la noche tenía una larga y fuerte cuerda hecha de un millar de telares entretejidos.
—¿Tú crees que papá regrese?—Le preguntó el niño cabezón a la pecosa
—El Tarasque nos salvará de la guerra.
—¿Tarasque?
—Es el dragón del río que fluye por el pueblo, cada vez que orina el nivel del agua sube. Y desde que el rey de los dragones se asentó en el pueblo y la tierra estéril volvió a dar frutos... El agua hierve a mediodía y cada vez, crece más el Aguamiel.
Annie frunció el ceño.
—Los dragones dejaron de existir hace milenios, se convirtieron en humanos y fundaron nuestro pueblo—se rio de la niña— . Lo mismo sucedió con muchas criaturas de los cuentos: tomaron forma de hombre y mujer, y nos heredaron la quintaesencia antes de desaparecer.
La niña no supo que decir, sus labios formaron una línea fina. Con una larga falda morada, improvisó una bolsa de viaje, porque la suya estaba muy desgastada. Metió toda su vieja ropa, bastante usada y lavada. De la cocina robó unas grandes hogazas de pan medio hecho, un cuchillo bien amolado, un trozo de queso, dos manzanas, un melón no tan maduro, una zanahoria y un frasco de sal; del diario aprendió a dibujar círculos místicos con sal, además... no volvería a tomar sopas sin sabor. Guardó la comida en una sábana desteñida, la ató con una cuerda y la bajó con cuidado por la ventana de la biblioteca, junto al bolso morado.
Los niños la miraban sin pronunciar palabra.
Se calzó unas botas altas que encontró en una habitación, porque las suyas estaban llenas de agujeros, tenía dos pares de medias para el frío, un abrigo de piel de zorro y pantalones de lana gruesa. La redecilla dorada atada al interior de su muslo seguía allí... Vibrando. Tomó la larga trenza de sábanas, la amarró a una columna y lanzó el resto por la ventana.
—¿Adónde vas?—Preguntó la niña con tono molesto.
Annie se aferró a la tela y bajó por el alféizar con el viento de la noche agitando su cabellera.
—Donde voy... no necesito niños.
Siguió bajando, pesé a los males de altura... La brisa de la noche retumbaba en sus oídos. Su vida era como el viento, siempre estaba en constante movimiento. Nadie se preocuparía por ella hasta el amanecer... Llegó a tierra con el corazón embotado. Bajó por la montaña a oscuras. Los árboles se retorcían y entidades negras gritaban susurros descarados, las sombras la seguían... Los ojos de pequeños animales brillaban desde la copa de los árboles. Ni siquiera había luna. No existía ninguna vida, excepto ella... o eso creía. Recordó lo dicho por Arlyn. Las creaciones del Homúnculista, que aguardaban cuando salía la noche...
No podía ver. Si se perdía, sería muy malo, tarde o temprano saldrían a buscarla y tenía que fugarse mientras estuviera en la oscuridad.
«Niccolo».
Debía buscar al escribano. Él también estaba harto y juntos podrían seguir a Jean hasta Pozo Obscuro. Reunió el valor y dispersó sus pensamientos. «Una losa de mármol blanco con restos de ramas chamuscadas». Visualizó la imagen de una esfera muy caliente y sintió como, poco a poco, la energía de su cuerpo se ionizaba. Proyectó una luz que danzaba entre el azul claro y el verde intermitente. Sentía el calor agradable de la esfera en sus manos.
El aire denso cargado de sereno se impregnó de canela y otras especias... Caminó centrada, cuesta abajo. Un extraño frío sepulcral atravesaba su abrigo como un cuchillo. Y donde mirase, veía una extensión cubierta de espesa niebla... Antes de entrar en aquella niebla, pensó, había guardias por todo el pueblo. No podía correr con todo el equipaje... así que dejó la luz suspendida en el aire. Se subió a un árbol y colgó el bolso. Cuando bajó, realizó el hechizo térmico con el que había creado la luz y ionizó la energía en su palma... Grabó el árbol con su mano, sin quemarse la piel. Así podría volver por sus pertenencias después de encontrar a Niccolo. Siguió avanzando, hasta que descubrió una sustancia robusta, sólida... que se extendía donde mirase.
«Parece algodón blanco—cubría todo el pueblo como una cúpula de desolación—... Huele a incienso... y a gas ionizado».
Al pie de la colina, una muralla de niebla crecía hasta ocultar las casas de madera a menos de diez varas de distancia. Cuando entró en ella, sintió una leve descarga en todo el cuerpo. El cabello rubio se le erizó... Aquella niebla no era natural. Era creada con Evocación Elemental... Se ayudó con la bola de luz, buscó el frasquito de sal y tomó una pizca en un puño cerrado, teniendo mucho cuidado de no exponerla... Abrió la mano y el humo morado subió en jirones hasta desaparecer. Era irrefutable que esa niebla no era natural.
Dos ojos dorados saltaron hasta ella, perdió la concentración y quedó inmersa en la niebla, a ciegas... Un animal pequeño maulló junto a sus pies y Annie tenía el corazón en la garganta. «Camielle».
No lograba ver su mano con claridad, en aquel humo blanco. Las casas de madera se veían muy lejos. Sentía una presencia, apestaba a la lluvia sobre la hierba. Era el gato, Camielle la veía a través del maullido... Aquellos ojos dorados se reían de ella. Sintió como la rabia y el miedo crecían en su interior. Odiaba a Camielle, odiaba a su estúpido gato.
—Un cielo blanco se vuelve naranja con el amanecer—murmuró.
Una corriente energética recorrió su brazo con un hormigueo. Levantó una mano. Un resplandor dorado se desprendió de su cuerpo, una oleada de calor y... Un maullido que parecía un grito. Un estallido de dolor con chisporroteos de fulgor. Olía a pelo quemado... Carne chamuscada. Se acercó lo suficiente ante la pantalla brumosa... vio pequeños huesos carbonizados, negros, expuestos. La respiración se le aceleró. Siguió caminando, recto, debía encontrar a Niccolo. Escuchó un llamado, los rayos de sol atravesaban la niebla como agujas. Sonó un cuerno. Una nota larga y lúgubre... La guerra, guerra, guerra...
El caballo relinchó y pasó delante de ella como un relámpago, si no se hubiera movido, los cascos del animal la habrían pisoteado. El jinete de capa verde gritaba mientras se perdía entre las casas de madera.
—¡Arriba todos!—Se convirtió en un murmullo mientras se alejaba—. ¡Están atravesando el bosque!
Dentro de aquella niebla, un montón de seres vivos despertaron y corrían sin importarle atropellarla. Había soldados en la niebla, sus pisadas resonaban en la grava. Intentó salir de aquella masa violenta de caballos, hombres asustados, madres con hijos... Chocó con un corcel a toda velocidad, tropezó y cayó en la tierra húmeda. Escuchó un grito lejano, un resplandor pasó volando sobre su cabeza. Un hombre fundido en niebla cayó con un chisporroteo en un charco de desperdicios. Gateó en aquella blanca oscuridad, viendo luces coloridas aparecer y desaparecer en la niebla... Una pequeña casa negra apareció ante ella, cubierta de tentáculos blancos. Se levantó junto a una pared de madera. Una sombra roja surgió de la niebla, tenía una varita negra y lanzaba destellos que sonaban como trompetas de muerte. Retumbando en la niebla. Apuntó a Annie, caminando a zancadas... La niña se levantó asustada y rodeó la casa, escondiéndose. Un destello y las tablas volaron hechas pedazos. La figura roja apareció al doblar la esquina. No podía ver su rostro por la capucha calada. Levantó la varita y una proyección voló hasta ella. Annie volvió a esconderse detrás de la casa y la sustancia candente zumbó junto a ella. El viento sopló arrancando un objeto pesado del suelo... La figura roja desapareció con un huracán, siendo estampada contra la casa de tablas negras. Las astillas volaron, cubriendo su cabello. La niebla fue cortada y los rayos del sol bañaron las casas de madera. Miró el cielo, la niebla se disolvía en el azur profundo del cielo. Los tejados eran lamidos por llamas.
—¡Levántate, niña!—Ordenó una voz imperiosa—. ¡Corre al castillo!
—Tengo...
Una túnica malva se esculpió ante ella con una varita de avellano. Era el hombre que asesinó a Collete, a una mujer que fue amable con ella. Peligro. Era el líder del Gremio de Magos. Annie levantó las manos.
—¡Aléjese!
—Te van a matar aquí, niña estúpida—la tomó del brazo con violencia—. ¡Vamos al castillo!
—¡Suéltame!—Chilló mientras forcejeaba.
Pisarro la soltó cuando la casa que los escondía estalló en llamas. El resplandor lo cegó y Annie se escabulló mientras las astillas volaban... Corrió tanto como podía, mientras la niebla desaparecía... mostrando casas destartaladas de madera y cadáveres ensangrentados. Una proyección paso rozándole la mejilla. Vio a Elias, junto a otros hombres sobre una casa... disparando flechas contra un grupo de magos rojos. Las flechas se clavaban en una cobertura invisible, ante las manos de uno de ellos. Un reflejo. Uno de los magos disparó una sustancia plateada a la casa. El techo bajo los pies de los arqueros, explotó en astillas, levantándolos en vuelo... Annie corrió, cubriendo sus ojos. Escuchó una de las murallas de tierra derrumbarse... Los gritos se alzaban en la niebla ardiente. Hacía mucho calor.
«Niccolo», pensó Annie. ¿Dónde estaba?
Un par de soldados pasó frente a ella, gritándole cosas. Miró en derredor, la niebla se estaba dispersando. Las tiendas y casas eran consumidas por las llamas. El humo crecía. Los soldados gritaban, con las armas en las manos y los rostros pálidos. Comenzó a asfixiarse.
—Niccolo—llamó entre lágrimas. Olisqueó una brizna de menta... Lo siguió. La madera que ardía. Los gritos desesperados... Una casa se derrumbó con un estallido plateado, enterrando a una mujer. Otra mujer intentó sacarla del derrumbe, cuando fue alcanzada por múltiples proyecciones que la despedazaron como una estatua abatida... El olor se intensificaba. Descubrió un perfume de menta y lavanda. Una brizna de tierra mojada. Libros viejos y un amor perdido. Surgió entre las casas ruinosas como una silueta desfibujada en la niebla. Niccolo estaba envuelto en una elegante capa azul, resplandecía. Al doblar la calle, unas sombras rojas le lanzaban proyecciones. El escribano se ocultó tras un edificio de arcilla. Los destellos hicieron volar trozos... El cabello cobrizo brillaba con el resplandor de una gran casa de madera que ardía con vigor. Camielle asomó el cuerpo, escondido en una pared de madera agujereada. Lanzó una proyección con su varita.
—¡Niccolo!—Gritó desde el fondo de la calle, corrió hacía él con los ojos ofuscados de lágrimas.
Niccolo se veía confuso. Murmuró una imagen y lanzó un haz de chispas azules a los magos enemigos al final de la calle de gravilla. No lo podía creer. Niccolo aprendió Misticismo... Lo abrazó, olía a menta, lavanda, tierra mojada, recuerdos, melancolía
—Annie tienes que esconderte en el castillo—Niccolo sudaba, nervioso.
Annie negó con la cabeza.
—No... No quiero separarme de ti otra vez.
—No puedes estar aquí, Annie.
Camielle sonrió desde el otro lado de la calle. El cabello plateado revoloteó en sus hombros cuando corrió hasta el edificio de arcilla... Las proyecciones pasaron junto a él y antes de llegar a la cobertura, cayó de bruces porque una le alcanzó en la cintura. Niccolo se lanzó al descubierto, levantó un brazo, protegiendo a Camielle. Los destellos estallaron contra su reflejo, haciéndolo tropezar con el retroceso. Se mantuvo en pié, mientras los magicians se acercaban, sagaces, disparando con sus varitas, rápidas descargas de esencia. Lo reducían con cada paso que dadan.
Annie tragó saliva.
«Un cielo blanco se vuelve naranja con el amanecer» proyectó en su mente. Salió a la calle con el puño extendido y la Proyección de Calcinación le derritió el rostro a uno de los magicians con un resplandor dorado. El hombre cayó al suelo, agarrándose el rostro ensangrentado.
El otro apuntó a Annie con su varita, maldiciendo. Camielle se levantó de salto y su varita vomitó una bola de chispas verdes, sin decir palabra... El hombre de capa roja se derrumbó con un agujero humeante en el pecho. Un animal hecho de llamas rugió desde el fondo de la calle, entre el humo, y se acercó a toda velocidad como un incendio hambriento... Niccolo tomó de la mano a Annie y juntos corrieron a otra calle, seguidos de Camielle. La bestia de fuego embistió la gran casa negra, esparciendo polvo y astillas por el aire, derribó el edificio de barro y los persiguió. Se tragó a una mujer pelirroja con la pierna atrapada en un derrumbe...
Annie no quería ver... Niccolo horrorizado, corría con el calor pisándole los talones. Doblaron una esquina y se detuvieron bañados en sudor tras una casa con el techo derrumbado. Su estructura estaba chamuscada. Camielle jadeaba por el esfuerzo... Niccolo tenía el rostro manchado de hollín. A lo lejos, un hombre gritaba siendo consumido por las llamas, se retorcía en el suelo. Annie miró a las casas devastadas, otros intentaban apagar el fuego del hombre. Los soldados luchaban echando tierra y con sus capas... Estaban heridos, cubiertos con protecciones ensangrentadas. La bestia de fuego saltó sobre ellos y se tragó la cabeza del hombre en llamas...
Annie se escondió, asustada... Sentía mareos. Los gritos de los hombres le llegaron seguidos del crepitar de las llamas.
—Es un demonio... de fuego—murmuró. Tenía las rodillas heridas y el abrigo quemado en distintas partes.
Camielle se apoyaba a la pared chamuscada, la capa negra se le había soltado mientras corría y de sus hombros colgaban hilos quemados. Respiraba con dificultades por el humo. Niccolo se sentó, su rostro estaba perlado de sudor. Su capa azul estaba sucia.
—¿Qué es eso?—Preguntó, la voz le salió aguda—. ¿Está vivo?
—Es una Evocación Elemental—suspiró Camielle—. Es un ser creado con fuego transmutado.
—¿Puedes destruirla?
—Niccolo—Camielle se apretaba la cintura, allí donde había recibido el impacto. La gotas de sangre corrían por su pierna—. Quemé la esencia que tomé de las rupturas... Si sigo así, acabaré consumiendo mi propia sangre.
Uno de los soldados corrió por la calle, junto a la casa donde se escondían, huyendo. El demonio saltó sobre él entre gritos, clavó sus colmillos en su espalda y lo agitó, hasta que dejó de moverse. Camielle suspiró, pensativo y se incorporó con la varita en ristre...
—Un cielo negro esta lleno de brillantes estrellas azules—vociferó a todas voces. Su varita brilló morada y expulsó un chorro de plata brillante, bañando a la bestia con una centella.
El demonio de fuego se retorció, chillando... Retrocedía mientras Annie escuchaba a muchos perros ladrar en lo profundo de su cerebro. El fuego perdía forma mientras luchaba. Respiró el aroma a hierro caliente, cuando el demonio desapareció... estallando con un siseo. Dejó una pila de miembros chamuscados que despedía un olor sulfuroso. Camielle sangraba por la nariz, tropezó y cayó con el rostro en el barro. Parecía quedarse dormido. A lo lejos, se escuchaba como caían del cielo proyectiles. Los gritos de los heridos estallaban desde lo profundo del cielo...
—Camielle—Niccolo le dio vuelta y arrastró a Camielle hasta el escondrijo. El joven se limpió la sangre de la nariz y se levantó. Tenía el rostro cubierto de cenizas, barro y cortes sangrantes.
Annie lo ayudó a incorporarse.
—Tenemos que irnos...
El fuego crecía consumiendo los toldos. La pared de tablas estalló en llamas, enviándolos al suelo... El brazo de Camielle le golpeó la cabeza, arrancándole lágrimas. El incendio llegaba desde el fondo de la calle. Una silueta roja surgió del fuego como un demonio en el infierno... Salió de la pared de llamas. La capa rojo sangre le colgaba de los hombros. Era un hombre alto, fuerte, calvo, tenía una fea cicatriz en un ojo ciego y empuñaba una larga varita de hueso. Realizó un floreo y las llamas se levantaron girando en espiral, se reunieron formando una gran serpiente... que se arrastró a ellos con rapidez. Annie se encogió de miedo. Estaba cubierta de barro y orina. Los tres en el suelo se paralizaron. El calor los envolvió con unos largos colmillos... Pero las llamas no los tocaron. No los podían tocar. Niccolo se levantó con las manos extendidas. Su reflejo era una muralla.
—Annie... Huye.
Las llamas los envolvían como animales enardecidos. Su reflejo cedía por momentos. El fuego bailaba lamiendo a Niccolo. La serpiente se contrajo a su alrededor, cubriéndolos con sus anillos de flamas. Su capa azul empezó a humear... Annie se acercó a Niccolo.
«Restos de ramas quemadas sobre mármol blanco».
Sus miembros se calentaron, las fiebres la hicieron sudar. Lanzó un impulso energético a su alrededor. Su esencia estalló y la serpiente se consumió deshaciéndose en mil pedazos como lluvia infernal. Camielle jadeaba, adormecido. Niccolo se tambaleó... El magician evocó una esfera de fuego, disparó contra el escriba. El reflejo se agitó mientras se cubría la cabeza con los brazos. Retrocedió empujando a Annie mientras otras esferas de fuego estallaban ante él. Sus pies tropezaban. Su reflejo se deshizo y las flamas lo mandaron al suelo, quemando sus ropas.
Annie salió al encuentro...
—Un cielo blanco se vuelve naranja con el amanecer—pronunció. La Proyección de Calcinación brotó de su puño... El magician levantó su varita y la sustancia dorada chisporroteó ante él, deshaciéndose como un vendaval de ascuas.
El hombre de la cicatriz señaló mientras blasfemaba Imágenes Elementales, su varita de hueso vomitó una nube de llamas hacía ellos... Niccolo en el suelo se lanzó a ella con su abrazo protector. Camielle se lanzó a ellos con los brazos extendidos... Cerró los ojos. Escuchó gritos que la llamaban. Las llamas silbaron como mil serpientes. Destellos les llegaban desde todas direcciones... Un hombre de cabello y túnica morados los cubrió con su Evocación de Líquidos. El agua humeaba ante la nube de llamas... Ante ellos, parecía un bufón morado. Annie se pasó una mano por el rostro ennegrecido.
Magicians enemigos aparecieron detrás del hombre de la cicatriz. Disparaban proyecciones desde sus reflejos, ocultos entre el derrumbe de casas... Del otro lado de la muralla de tierra, en la extensión de cosechas que ardían, aparecieron algunos miembros del Gremio de Magos. Niccolo la levantó entre sus brazos y corrió huyendo de los magicians, perseguido por destellos de destrucción. Un joven pelirrojo con una capa sucia de hollín los cubrió con su reflejo en la huida... Las proyecciones lo impactaban con silbidos. El joven continuó siguiéndolos entre las luces y las astillas... Camielle corría desgarbado, sujetando su cadera lastimada.
—Renoir—llamó Niccolo al joven pelirrojo...
—El señor Julius no podrá solo contra todos los magicians—bramó Renoir enseñando la varita.
Pisarro dominaba desde la colina del pozo derruido, disparando proyecciones junto a Mia, al final de las casitas de madera destartalada. Niccolo jadeó por el esfuerzo. Sus brazos temblaban, un destello pasó rozándolo e hizo astillas una casita frente él. Renoir se atrincheró con ellos detrás de una casa agujereada junto al pozo seco... Una llamarada dorada iluminó el cielo. Annie miraba desde los brazos de Niccolo, se sentía incapaz de correr. Pisarro atraía la atención de los magicians, al otro lado de la muralla derruida. El gremio se batía en el puñado de casas contra los magicians. Argel tenía una herida en la pierna y se escondía en una casa que era azotada por proyecciones.
Renoir disparada y se escondía simultáneamente en su cobertura de madera, que estallaba cada segundo, cada vez más pequeña. Se escondieron detrás de una casa, al fondo, mientras el valle ardía. Annie se asomó por el borde de la pared, los magicians disparaban a cubierto desde el centro del pueblo... Una mujer de túnica negra se arrastraba en medio de la calle, un destello arrancó una explosión de carne y sangre de su espalda. Annie se resguardó y un resplandor destrozó el borde de la casa, donde instantes atrás tenía la cabeza... Intentaban matarla.
—Quítate de allí, Annie—sugirió Niccolo cubriéndose las orejas—. No quise involucrarte en esto. Pero te prometo que llegarás viva a casa.
Todo lo que se escuchaban eran estallidos mientras volaban astillas en todas direcciones. Lejos, cerca, dentro de ella, en lo profundo de su mente. Los cañonazos retumbaban en su cerebro con dolorosas punzadas de frustración.
Un nube de fuego lamió el techo de la casa donde se escondían... Volvió a mirar al pozo. Pisarro expulsaba ventiscas poderosas que reventaban techumbres y paredes. Una serpiente de fuego voló hasta el pozo y se fundió en el reflejo de Mia. La túnica malva de Pisarro estaba ennegrecida y una manga se había chamuscado. Camielle se abrazó las rodillas con los ojos cerrados... temblaba, las lágrimas brotaban de sus ojos, soltó un grito y se retorció en el suelo, apretándose las tripas con los brazos. Niccolo lo sujetó mientras se agitaba entre espasmos...
—¡Me quemo!—Gritaba como un maniático. Renoir dejó de disparar con el cabello revuelto, su capa estaba llena de agujeros... Camielle abrió los ojos llenos de lágrimas, su nariz volvió a sangrar—. Estaba en el cuervo... y el mago de la cicatriz me cubrió de fuego... Mató al cuervo... ¡Yo estaba dentro!
Annie volvió a mirar la calle. El cuervo de Camielle ardía junto a la maga muerta. Parecía una masa de plumas carbonizadas. Julius retrocedía con una cobertura de agua que controlaba con la varita. El magician de la cicatriz lo abatía con zarcillos de llamas... mientras los otros impactaban la cobertura con sus proyecciones... buscando un punto ciego. Desde lejos, se escuchó el grito ahogado de
Julius.
—Julius está enfrentando solo a todos los magicians—replicó Renoir. La casa donde se cubrían se tambaleaba con destellos—. Su particularidad es la Evocación Elemental de Líquidos... Pero hay muy poca humedad en el aire como para crear más líquido.
Pisarro fue golpeado y cayó sobre una rodilla. Mia lo cubrió detrás del pozo derruido mientras su reflejo era reducido... Argel parecía muy cansado, en su escondrijo reducido. Una nube de fuego despedazó la mitad de su trinchera...
—Renoir—dijo Niccolo como si se le ocurriera algo ingenioso—. ¿Camielle, puedes continuar?
El joven de cabello plateado sonrió lobuno, se veía vulnearable.
—¿Qué tienes en mente, Niccolo?
—¿Puedes cubrirnos?—Niccolo sacó un cristal colorido de su capa y se lo tendió.
Camielle lo pensó mientras se sentaba. Miró su varita de sauce... asintió tembloroso. Cogió el cristal con los dedos y se concentró... El cristal perdió rápidamente su color.
—Renoir vamos al pozo—pidió Niccolo, miró a Annie—. Tú también.
No quería hacerle caso, pero se mostraba muy convincente. Se levantó tomando a Annie de la muñeca, Renoir y Camielle se levantaron, erigiendo reflejos. Niccolo corrió hasta la pequeña colina mientras estallidos de luz los rozaban, los jóvenes los cubrían con inmensos escudos invisibles. Camielle salió al descubierto, disparando cargas de esencia. Renoir pudo cubrirlos con su reflejo mientras subían. Se ocultaron detrás del pozo despedazado. Pisarro estaba tendido en la hierba, había recibido una proyección en el hombro y su piel estaba chamuscada hasta el cuello.
—Señor Pisarro—llamó Niccolo, con la cabeza baja.
Mia disparaba sin dudar, junto a Renoir. El hombre de rostro cansado levantó los ojos... Annie se escondió lo mejor que pudo. Camielle en la colina, recibió un impacto en el pecho y cayó de espaldas, rodando por la hierba como un cadáver sin vida.
—Escóndanse, huyan—dijo Pisarro, sangraba, manchando su túnica malva. Un destello impactó junto a su cabeza y les llenó el cabello de piedritas—. Nos han masacrado, perdimos la guerra.
—Aún no perdemos—sentenció Niccolo—... Levántese y peleé junto a Julius y Argel. Salga al encuentro...
—No puedo—Pisarro tenía lágrimas en los ojos—. Vi como mataban al gremio. Nunca pudimos ganar, Seth Scrammer nos mintió.
—¡Levántese!
—¡No!—Gritó. Niccolo calló—. No tienes idea, eres un niño ingenuo. Llámame cobarde, si gustas... Pero al final... no importa si mueres como héroe o como cobarde.
No respondió.
—Annie—la llamó Niccolo.
Mia fue abatida y cayó rodando por la colina. Renoir seguía cubriéndolos, pero se estaba quedando sin fuerzas... Annie se arrastró en la hierba. Un hechizo impactó el suelo, retumbando en sus oídos. Se llenó de tierra y hierbajos. Las piernas le temblaban...
—Evoca al agua, Annie—le pidió Niccolo—... En el pozo.
Fue hasta ella y la abrazó, protegiéndola. Annie asintió, se acercó al pozo mientras Renoir la cubría. Tendió una mano al negro vacío... Camielle no se movía. Mia respiraba con dificultades, tenía los brazos cubiertos de quemaduras.
—Un estanque congelado—recitó Annie, su esencia siguió un camino, sus dedos goteaban... En la boca sentía el sabor a «paja mojada»—. Agua sucia debajo de un fino cristal.
Los pájaros cantaban. Un chorro de agua brotó y se desvaneció en los profundo del pozo. Pensó en las batallas. En los niños con padres muertos. En los cuervos ansiosos de carroña. En los huesos. Niccolo sacó una bolsa de semillas que olían a rosas, a energía... Les susurró un secreto y vació el contenido en el abismo. No paso nada. Un silbido gutural atravesó su cabeza. Niccolo la arrancó del pozo, antes que estallara en mil pedazos. Un trozo de ladrillo le dio en la cabeza y se le cubrió de sangre la frente. Niccolo la envolvió en sus brazos y su capa.
«Tierra, aire, agua negra—¿Eran los pensamientos de Niccolo?—... Un mar de llamas». El reflejo los cubrió como una brisa sabor menta y lavanda... Las proyecciones estallaban por doquier.
—Lo siento—imploró Annie. Lloraba a mares mientras se despedía—. Lo siento de verdad...
Allí en el suelo, protegidos por la mente frágil de Niccolo... Solo pudo abrazarlo. Renoir rodó por el suelo escupiendo sangre, debía tener los huesos rotos por la forma de arrastrarse. Niccolo besó su frente y cerró los ojos... Sintió como la sangre le mojaba el costado, era cálida. El agua la mojó completamente. Un manantial brotaba de aquel agujero donde estuvo el pozo.
—¡Niccolo, mira!—Se levantó y aquella fuente se desbordó por la pequeña colina. Arrastrándolos en una poderosa corriente.
Desde el pueblo, Julius estaba siendo reducido por una docena de magicians. Levantó su varita hasta el torrente y una enorme serpiente de agua describió una curva hasta el magician de la cicatriz... La serpiente marina engulló al hombre, destrozando un montón de casas. Persiguió a los magicians y los devoró entre gritos y estallidos... El cuerpo de agua se llenó de astillas mientras inundaba el pueblo en una ola demoledora. Julius trazaba círculos con su varita. Arrastraba heridos, caballos, casas enteras... que apenas se mantenían erguidas. Chocó contra una muralla de tierra. La serpiente de agua arrastró en su corriente tormentosa, todo lo que encontraba... El agua subió hasta arrastrarlos. Niccolo la agarró con fuerza mientras la corriente los envolvía. Annie tragó agua, toda su vista se convirtió en líquido y escombros. Contuvo el aliento mientras eran arrastrados, dando vueltas en espirales desenfrenadas. El nivel del agua bajo. Estaba empapada. Camielle surgió del agua, le llegaba hasta la cintura mientras el nivel descendía, su cabeza sangraba.
Del pequeño pueblo solo quedó un puñado de casas, cada una alejada de la otra. Un puñado de islas sobre un océano devastador. Cuerpos flotaban entre los restos de tablas, caballos y heridos que se levantaban empapados. El agua estaba teñida de rojo oscuro. Vino negro. Julius subió hasta la colina ayudando a Argel a levantarse. El mago morado chorreaba y su túnica estaba teñida de sucio, su cabello perdía tintura y volvía al negro natural. Niccolo salió del agua junto a ella.
Annie escupió. Camielle estaba cubierto de tablas, se había aferrado a los restos de un establo mientras la corriente lo arrastraba. El cabello de Mia chorreaba. Renoir, dolorido, vomitaba un agua verdosa. El hombre de la cicatriz saltó del agua con un puñal. Envolvió a Camielle. Ambos forcejearon en el agua. El hombre sometió a Camielle, ahogando al joven mientras retenía el puñal. El magician soltó el puñal con una expresión de incertidumbre... Un destello azul cubrió su rostro con un estallido sanguinolento. Niccolo había disparado, le sangraba el dedo con el que apuntó. El mago volteó a mirarlos, llorando sangre por la fisura en su cara. Parecía que los maldecía justo antes de sumergirse en el erial.
Niccolo la ayudó a subir por la montaña embarrada. El vestido morado de Mia estaba rasgado. Camielle a penas podía moverse, pero ayudaba a levantarse a Pisarro. Julius le reprochaba la impulsividad a Renoir de exponerse. Argel Cassio parecía cansado, su capa verde lucía agujeros chamuscados. Dos caballos se acercaron al trote desde el bosque. Eran Lucca embutida en una armadura y el Rey Dragón con una coraza roja y un yelmo de dragón. Tenían las espadas manchadas de sangre y las armaduras cubiertas de saetas.
—Seth—Pisarro se levantó, dolorido.
Seth miró al pueblo devastado con el ceño fruncido. El agua formaba un estanque pantanoso cubierto de cuerpos malolientes, moscas y destrozos. Un niño se levantó cubierto de mugre. Las moscas alzaban el vuelo al acercarse. Sobre el festín de carne se alzaba una bandada de cuervos ruidosos. Annie se apretó a Niccolo, asustada.
—Hemos luchado contra los alquimistas en el valle—replicó el Rey Dragón. Sus piernas inútiles estaban cubiertas de saetas sangrantes y el caballo rojo apestaba—. Han exterminado a casi todos los soldados... Tienen armas salidas de leyendas. Necesito al Gremio de Magos para una arremetida contra el destacamento.
Una bestia rugió con un ruido estremecedor, al otro lado del bosque. Una bola de fuego azul se extendió por el cielo mientras a sus pies el mundo se sacudía... Habían liberado a una abominación de las profundidades de la tierra.
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