Capítulo 13. Sinfonía de los Espíritus

Capítulo 13: Prometimos ser amigos por siempre. 

—«Y ahora cuando cierre mis ojos, recordaré mis labios fríos besando tu rostro y te amaré mientras me ahogo en lágrimas»—Finch guardó aquel papelito en su bolsillo—. ¿Qué les pareció mi poema?

—Deberías escribirle a María y decírselo.

—No, es mejor así... Me lastima el destino que nos ha separado.

—Finch...

—Es una señal de los tiempos—Finch señaló los nubarrones oscuros—. Tenemos que alejarnos de aquí.

—Ojalá pudiera volar y sobrepasar la atmósfera—Nelson se reclinó con la lata de gaseosa en la mano—. Todo se vería tan maravilloso desde allí arriba.

—¿Nelson?—Sam lanzó su lata a uno de los basureros de aquella plaza y falló—. ¿Por qué no tienes novia?

El moreno se encogió de hombros.

—Soy muy peludo.

Sam y Finch intercambiaron una sonrisa.

—Ya vendrá alguien que te querrá—Finch se lamió los labios—. Aunque tengas que afeitarte tres veces al día.

—Creo que no necesito una novia—Nelson se cruzó de brazos—. Con ustedes soy muy feliz, y a las chicas de aquí solo les gustan los hombres con mucha pasta. 

Finch buscó un cigarrillo en su bolsillo y una caja de fósforos. 

—¿Quieren fumar conmigo?

—No.

—Ni hablar.

Finch sonrió con el cigarrillo en los labios.

—Son buenos muchachos—lo encendió y miró los nubarrones que se precipitaban sobre los lomas—. Gracias... por ser amigos de este desastre.

Sam tensó sus piernas, sintió la corriente energética alimentando las fibras musculares de sus músculos con un hormigueo... y saltó tan fuerte que el hielo crujió.

Finch levantó sus manos huesudas, los tatuajes de sus brazos brillaron con destellos plateados y expulsó una telaraña de relámpagos azules. Sam giró en el aire y se deslizó por las rocas a toda velocidad, esgrimió el aire con sordidez y su cuerpo se deslizó como si fuera de algodón. Los relámpagos lo perseguían como aves furiosas.

Todo se teñía de rojo y sabía a canela y ajenjo. 

Pisó una roca y esta se partió en trozos.  Los huesos de sus piernas crujieron con otro salto y la niebla de sangre lo rodeó... Estaba mareado, adormilado y adolorido. Viró en el aire y aterrizó a tres metros del joven con las piernas entumecidas. Vio un destello y el cuerpo de Finch se iluminó de súbito. La varita se le escapó de los dedos y los relámpagos lo envolvieron. Sintió la túnica escarlata arrugarse y chisporrotear... Sam gritó, azotado por diez mil voltios de energía iónica. Creyó que moriría y la luz de sus ojos desapareció.

Finch cortó la descarga energética, pálido.

La caverna se oscureció e iluminó intermitente hasta que el aire se desvaneció. Sam se encogió sobre las piedras chamuscadas y el aguanieve derretida. Su piel estaba muy caliente, y parecía inmerso en un delirio febril. Sus músculos agarrotados se movían en contracciones espasmódicas. Vio un niño llorando en un rincón y una madre inmersa en pastillas y alcohol. Esa imagen desapareció rápidamente de su mente.

Sam abrió los ojos y olvidó aquella visión furtiva. Apretó los dientes y se arrastró con la túnica escarlata deshilachada y chamuscada. 

—¡Finch!

El joven delgado remango su brazo derecho hasta el hombro y mostró los tatuajes inconexos en su piel pálida y pegada a los delgados músculos. Los glifos indescriptibles eran negros como la tinta; soles, lunas y planetas. Un brillo incandescente refulgía en cada uno de ellos cuando se activaba. Su olor a ozono eléctrico le erizó los vellos del cuerpo... Parecía, una antena de energía. Finch miró la montaña de nieve rojiza, ahora un charco sanguinolento y pestilente... dónde su madre había sido congelada por Anastasio. Le pareció ver un asomo de incertidumbre y... miedo.

Sam levantó la mirada y escupió el exceso de sangre en su boca.

—¡No vas a decir nada!

Un chorro de fuego dorado llegó al techo congelado y los trozos de aguanieve cayeron sobre sus cabezas como una lluvia nostálgica. Jessica estaba enfrentando a los otros magos de la Cumbre Escarlata para llegar hasta la Puerta de Piedra. 

Sam buscó la varita en el suelo y la levantó con el ceño fruncido.

—¡La corriente de un río deshace una gran piedra!—Descubrió que si pensaba en el color rojo podía activar su esencia. Los sabores y olores imaginarios eran usualmente favorables.

Imaginó que el color rojo brotaba de la punta de la varita como un torrente y la serpiente de agua se desprendió con un rugido acuoso. Escuchó la corriente del río... El hielo se estaba derritiendo.

Finch estiró un brazo, los tatuajes brillaron y se encontraron con las fauces de la serpiente látigo. Finch opuso resistencia con un silbido de energías y un estallido de agua comprimida lo aturdió. Sam volvió a imaginar el color rojo extendiéndose dentro de sus piernas y su nariz sangró... Saltó, triturando las piedras bajo sus pies y...

Finch bajó los brazos. Sam aterrizó sobre el hielo con un crujido viscoso.

Escuchó un cuerpo caer a su lado y se encontró con el rostro amoratado y descompuesto de Nelson. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando miró a Joel y sus garras ensangrentadas por encima de su hombro. El rubio volvió a su forma humana y se lamía los dedos, pegoteados de trozos de carne y sangre.

—No podrás vencerme, ni en quinientos años—se acercó. Joel tenía un moretón sangrante en el pómulo izquierdo y una dentellada copiosa en el hombro—. Esto ya no me divierte—se retiró hasta la profundidad de la caverna, perdiéndose en el hielo derretido y la gravilla oscura.

Nelson yacía en el suelo, abatido y con los intestinos dispersos a su alrededor. A su rostro le faltaba un trozo de carne y... las marcas de garras habían ennegrecido, supurando un regusto verdoso y sulfuroso. Nelson estaba más oscuro, su piel se desprendía y sus mucosas exhibían un amarillo enfermizo. Recordó a la chica envenenada que Joel Arciniega devoró en las cavernas. 

Escuchó un fogonazo lejano y del techo se desprendieron trozos de aguanieve y tierra. La nube de llamas se alzó con un cantar rezumante y se desvaneció. Un relámpago purpúreo retumbó en la lejanía. Sam sintió un chasquido y sus piernas se rindieron. Un peso abismal lo aplastó y se desparramó en el suelo. 

—¡No te acerques!—Se interpuso frente a Nelson con la varita estrujada en los dedos—. ¡Aléjate de nosotros!

Finch sacó una daga plateada con... granates en su empuñadura; era la daga de los Wesen que había perdido en las cavernas. Con un movimiento... se abrió profundamente la muñeca hasta el hueso. La sangre brotó abundantemente de esa línea oscura... El joven se arrodilló y dejó caer su sangre en los labios del moreno. Nelson tembló y bebió con debilidad.

Sam notó un crujido de frío y descubrió una flor rojiza de hielo profundamente incrustada en el vientre de Finch. La flor crecía y se abría paso en su sangre. Escuchó un sollozo y un resuello áspero.

—Mi sangre debe tener un sabor horrible a nicotina y porquerías—dijo el joven, pero su voz era ronca y...

—Finch...

Nelson abrió sus ojos amarillentos y la carne de sus heridas volvió a crecer. Finch palideció como un papel mórbido.

—Muchachos—nunca había visto llorar a Finch—. Yo no soy nada sin ustedes—sollozó y las lágrimas cayeron de sus ojos cansados—. Son mi razón de ser y los quiero muchísimo. Ustedes... me dieron fuerzas para seguir adelante, a pesar de no querer vivir. 

La flor de hielo crujió y Finch exhaló una nube de aliento congelado.

La imagen de una habitación tapizada con dibujos extraños lo sobresaltó... Vio un hombre muy alto y encorvado trabajando con miembros amputados cubiertos de tatuajes y baterías eléctricas. El pequeño veía a su madre atrapada en el delirio del alcoholismo y las pastillas. La habitación desapareció otra vez y vislumbró a Finch besando a María con un piquete tímido en la parada de autobuses. La chica abrió la boca, sorprendida y no dijo nada... Aquel lugar se desvaneció nuevamente. Estaban corriendo bajo la lluvia y el joven lloraba de felicidad... aunque sus lágrimas eran escondidas por las gotas. Llegó hasta un lugar abundantemente iluminado de mármol blanco y pilares de cristal... Finch estaba sentado en una escalera plateada con la túnica escarlata impecable, el cabello cubierto de sangre y fumando un cigarrillo. Eran los recuerdos de Finchester a través del camino de la quintaesencia. 

—Lo que más quiero en la vida es un hogar al que pertenecer. No necesitas un hogar todo el tiempo, a menos que vivas en la calle o algo... pero, cuando estás ahí afuera en el mundo un hogar te impediría hundirte. Así que construí uno con mis amigos. No tengo muchas cosas que sean mías. A veces las cosas son muy difíciles para mí. No es perfecto, pero ellos son mi hogar. ¡Y me encanta ser su amigo! 

Nelson apretó la muñeca de Finch con su mano. El moreno parecía inconsciente de su estado enfermizo y moribundo.

—¡Estás perdiendo mucha sangre!

—Mi padre era un investigador que intentaba replicar el flujo energético—Finch miró el vacío con los ojos incoloros. Sus tatuajes perdieron brillo y desaparecieron en la piel lechosa—. Los Sonetistas se lo llevaron a esa isla... y nunca regreso. Mi madre tuvo que salir adelante trabajando para la Cumbre Escarlata. Mi madre... Ella... me golpeaba cuando era niño.

Finch tembló con los labios amoratados y cayó. Sam lo atrapó y lo atrajo a su cuerpo... 

—Lo siento, Finch—dijo el pelirrojo y notó un nudo en su garganta—. Nunca fuimos sinceros con nosotros.

Nelson le apartó el pelo pegado al rostro frío.

—Prometimos ser amigos por siempre. 

Finch tembló violentamente y el hielo crujió. Parecía ahogarse al intentar desprender los labios... Estaba tan frío que parecía una estatua de plata.

—¿Muchachos?—Finch hundió la nariz en el pecho de Sam y miró a Nelson—. Tengo... miedo.

Sam intentó decir algo y se le quebró la voz con un sollozo.

—Puedes tener miedo—Nelson Intento hacerse el fuerte—. No te preocupes... Nosotros no vamos a dejarte.

—No quiero... despedirme—Finch tosió y un hilo de sangre salió de su boca. Sus lágrimas se congelaron en escarcha y su piel se tornó de un azul pálido—. Quiero... volver a verlos.

Sam lo abrazó y reprimió el llanto.

—Podremos vernos de nuevo, en algún lugar lejos de aquí.

Finch no respondió, exhaló una nube rojiza de aliento congelado y dejó de temblar. Su cuerpo se enfrió en un trozo de hielo con el cabello reluciente de escarcha. Una esfera de fuego impactó en la techumbre y una llovizna de aguanieve los acarició. Los labios de Nelson temblaron y escuchó un sollozo ahogado...

Sam no pudo aguantar el nudo en su garganta, despegó los labios para decir algo y gritó... Con todas sus fuerzas y dolor. Escuchó una campanada que recorrió la superficie de la cueva y se adentró en sus entrañas... La nieve cayó en pedazos y un trozo de hielo se desprendió con un crujido. La capa de aguanieve sobre la que estaban posados crujió y bajo sus pies apareció la sombra del agua luminosa en su corriente espumosa.

Jessica intentó penetrar en aquel túnel, defendiéndose de fogonazos y chorros de plata hirviente. Solo podía imaginarse lo que estaba detrás de esa Puerta de Piedra.


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