Capítulo 10. Soneto del Amanecer
Capítulo 10: Conoce tu lugar.
Yo pienso que...
No son tan inútiles, las noches que te di.
Te marchas, ¿y qué?
Yo no intento discutirtelo, lo sabes y lo sé.
Jorell de Cortone cantaba con su voz de tenor mientras Pedro Corne d'Or tocaba tonos agudos con su arpa. Ambos cantaban a dueto en el comedor, junto a un populacho de estudiantes risueños. Ahora le tocaba a Pedro cantar con su voz potente.
Al menos quédate solo esta noche.
Prometo no tocarte, estás segura.
A veces que me voy sintiendo solo.
Porque conozco esa sonrisa, tan definitiva.
Tu sonrisa que a mí mismo, me abrió tu paraíso.
Los dos jóvenes se miraron, expectantes. Jorell se sentó en la mesa, junto a Pedro y entonó su voz melodiosa. Los rizos negros caían en cascada sobre sus hombros.
Se dice que...
Por cada hombre, hay una como tú.
Pero mi sitio, lo ocuparás con algunos.
¡Igual que yo o mejor, lo dudo!
Los dos jóvenes cantaron a dueto, uniendo sus voces con una esplendorosa melodía. El arpa, las risas, la emoción y los aplausos hacían llorar a los que escuchaban.
¡Porque esta vez agachas la mirada!
¡Me pides que sigamos siendo amigos!
¡¡¡¿Amigos para qué?!!!
¡¡¡MALDITA SEA!!!
A un amigo lo perdono, pero a ti te amo.
Pueden parecer banales, mis instintos naturales.
¡Hay una cosa que, yo no te he dicho aún!
¡Que mis problemas sabes qué, se llaman tú!
¡Solo por eso, tú me ves hacerme el duro!
Para sentirme un poquito más seguro.
¡Y si no quieres ni decir en que he fallado!
¡Recuerda que también a ti, te he perdonado!
¡En cambio tú, vives diciendo no te quiero!
Y te me vas, con esta historia entre tus dedos.
Jorell dejó cantar y le aplaudió a Pedro. El comedor reventó en aplausos y vítores. Francis se levantó de la silla y se marchó, consternada. Matilda von Mouton abrazó a Felipe Cerrure, echándole los brazos al cuello, cuando intentó besarlo, el joven se sonrojó y se apartó.
El tigre serpiente andaba sobre las cuatro patas con una gracia felina, contoneándose como la prostituta más cara de la isla. Su boca era negra, espectral. Una figura alargada, amarillenta, con rayas negras y una larga cola.
—El tigre serpiente es muy raro de ver—explicó Benjamín Farrerfor. A su lado, era un hombre alto y maduro. Con lentes grandes y gruesos como culos de botella—. Este es el último. Me causa pesar, el hecho de que los cazaron indiscriminadamente por la funesta creencia de que eran nahuales. En realidad, es un marsupial, y no un felino.
Annie frunció el ceño, curiosa.
—¿Eso quiere decir que es como un lémur?
Benjamín se mordió los labios.
—Yo diría que pertenecen a la misma familia.
El zoológico del Jardín de Estrellas era un conjunto de jaulas que simulaban distintos hábitat de animales que tenían en cautiverio. Habían lémures, un tigre serpiente, roedores, osos y lobos albinos en la zona de mamíferos. La reserva de reptiles contenía una inmensa colección de serpientes extintas en botellas de conserva, estanques de salamandras y guaridas de murciélagos tan grandes como perros. Todo el instituto era un conjunto de departamentos dedicados a diversos estudios. Desde lo más cotidiano como la matemática o la astrología, hasta el complejo arte de la Proyección y la Alquimia.
Annie llegó escondida con una capucha junto a Claude Leroy. El profesor de Evocación las escondió en su despacho porque era allegado a los Leroy, quienes lo cobijaron de las calles debido a sus facultades. Las chicas permanecieron ocultas en el despacho del profesor hasta que el rector Cassini Echevarría fue a verlas. La identidad de Annie fue escondida por la Sociedad de Magos, dirigida por los Echevarría.
Claude Leroy regresó al departamento de Investigación mientras curaba sus heridas físicas y mentales. Le escribía con frecuencia a su madre Melissa. La misma que traicionó a su padre, ahora vasallo de los Scrammer. Annie seguía resentida con el rey Seth por no perdonar a su padre. A veces, soñaba que se convertía en un monstruo gigante y aplastaba Valle del Rey con sus enormes pezuñas negras.
Annie Verrochio se escondió bajo la facha de Francis Melchiorri, la noble hija de los antiguos propietarios del banco Urano. Claude le regaló algunas ropas para el verano: camisas coloridas, pantalones desteñidos y un par de zapatos de punta. Nada llamativo. Antes de poder entrar en algún departamento y trabajar por un sueldo, Benjamín le dio una manutención para la comida y le prestó una habitación privada en el edificio Amarillo.
Debía empezar de cero hasta que se le ocurriera una forma de vivir. Estaba pérdida.
Francis Melchiorri estudiaba todos los cursos básicos, manejando todo con facilidad gracias a las enseñanzas de Niccolo: un complicado Cálculo Avanzando, Geografía, Historia, Geología, Minería, Astronomía y Astrología por igual, Anatomía y Biología. La Sociedad de Magos enseñaba a los hijos de las familias con sangre peculiar el camino del Misticismo a través de sus ramas básicas. Los círculos de Conversión, Maeglafia y Proyección eran cuidados con recelo de las otras casas de estudio, pertenecientes a desgraciados por la esencia.
Su mayor proeza fue que durante una semana en Fundamentos I, la promovieron a Fundamentos II gracias a su dominio de los conceptos de la magia simpática y contagiosa. Necesitó una varita, así que el profesor Benjamín le regaló una de arce que le daba ligeras descargas eléctricas cuando tocaba la punta. Durante su estadía, junto a un montón de niños talentosos capaces de agujerear muñecos a más de veinte varas con sus proyecciones, tuvo que ser competitiva. Los profesores la aclamaban cada vez que derribaba algún pájaro a más de cien varas o desviaba las proyecciones de sus oponentes con formidables reflejos.
Estaba terminando el curso de Fundamentos II, a mediados del caluroso verano.
Luego, entraría al tercer curso junto a los otros aprendices de su edad y se uniría a algún departamento para dedicarse al estudio de una de las ramas del Misticismo. También podría ingresar a algún Castillo, para vestir con orgullo la capa roja del Héroe Rojo y servir al reino, para proteger a los débiles de las fuerzas del caoísmo. Vestir el rojo era símbolo de autoridad.
La Sociedad de Magos era regulada por el departamento de Asociación, allí los magos de alta categoría se disputaban los cargos y el presupuesto de sus departamentos. El rector Echevarría era el juez y administrador de los departamentos. No poseía un control absoluto como un rey, pero su influencia era de renombre en la isla.
El primer rector del instituto fue Zacarías Echevarría hace unos doscientos años. Un mago talentoso que reunió a los círculos de magos de la época y le declaró una guerra al rey Joel. El rey Sisley no dudó en dejar que los magos reformarán los castillos y se congregaran en una institución apartada de la sociedad. Los castillos ocupados por los Magiares de antaño, eran idílicos para la preservación del Misticismo. Los escribanos la llamaron la Guerra sin Sangre, porque no hubo ninguna muerte.
Por supuesto, los niños del segundo curso le tenían pavor y sus riñas, que pocas veces terminaban en accidentes, eran ajenas a ella. En el tercer curso tendría que participar en clases más avanzadas. Los jóvenes nobles eran famosos por ser despiadados y ególatras.
Tuvo problemas con una joven llamada Marie Crosse de tercero, cuando pasaba por el departamento de Alquimia. La joven vestía un traje negro con una insignia. Se le quedó mirando de forma desagradable, Annie no supo porqué, pero le preguntó de manera hosca que le sucedía.
Marie Crosse abrió la boca con arrogancia.
—Está estrictamente prohibido que los estudiantes regulares se paseen por las instalaciones del departamento de Alquimia—pronunció con voz mandona. Era una chica pecosa de ojos verdes y cabello castaño. En sus brazos llevaba una caja de vidrio llena de cristales brillantes—. ¿No me estás escuchando? ¡Aléjate del departamento antes que tenga que sacarte a patadas!
Marie Crosse estaba alterada, y era comprensible su estado, ya que transportaba una carga de minerales altamente tóxicos. Pero lo que empeoró todo fue la insolencia de Annie, no controlaba sus acciones, ni medía sus palabras. Tenía mucha rabia escondida y no pensaba al momento de liberar a la bestia. Así pasó con Camielle Daumier.
—¡Cállate, ¿quién te crees para hablarme de esa forma?!
Las lágrimas saltaron a los ojos de Marie Crosse. Se movía nerviosa. Bufó, enfadada, apretando la caja de vidrio contra su cuerpo.
—¡Eres una...!
—¡Señoritas!—Marie du Vallée, la profesora de Alquimia se acercó, echando chispas—. ¡Que decepción tan grande Lady Crosse, después hablaremos de su castigo! ¡Usted no pertenece al departamento, así que retírese!
—¡Bonita, ven acá!
—¡Mi amor!
Francis Melchiorri se marchó, digna. Annie Verrochio estaba rabiosa como una fiera enjaulada. No soportaba como la miraban los de tercero, con sus ojos grasientos atacando su vientre sin misericordia. Eran nobles, pero sonreían al verla de forma grotesca y le hacían invitaciones indecorosas.
—¡No me digas así!
Los muchachos se echaron a reír, escudriñando su rostro. Ser una mujer era difícil, debía aguantar tantas miradas deseosas. Lluvias de proposiciones asquerosas. Al que más odiaba era a Alphonse Dumond, un joven castaño con complejo de soy mejor que tú. No podía evitar ver al despreciable Camielle cada vez que caminaba frente a ella. Lo seguían dos jóvenes risueños: Melquíades Grosseur, pelirrojo, hijo del dueño de los viñedos más grandes de Pozo Obscuro y Jorell de Cortone, el retoño de una antigua familia de magos, olvidada por su falta de descubrimientos en la última centuria.
Annie se acercó a zancadas furiosas y la punta de su varita de arce se hundió en la nuez de Alphonse. El joven ensanchó su sonrisa lobuna.
—¿Podrías quitar eso de allí?
Los jóvenes sacaron sus varitas sin vacilar, al parecer estaban acostumbrados a los enfrentamientos. Ella no se echó para atrás.
—¿Cómo fue que me dijiste?
Annie clavó su varita en el agujero de su garganta hasta que aquel cuello pálido se tornó rojo. Los ojos cafés de Alphonse brillaron. Una corriente eléctrica le adormeció las manos... y una fuerza la empujó, se tambaleó.
—Conoce tu lugar—bufó Alphonse Dumond. Las manos en los bolsillos de la túnica púrpura. Era el único que tenía una insignia de departamento en el grupo. Podía leer el ogham que significaba «Investigación»—. Que te miremos debería ser un halago para ti. Los Melchiorri son una familia de marginados desde que apoyaron la causa de los Wesen. Nadie querría mezclarse con los suyos.
Annie levantó la mano para abofetearlo, pero un reflejo le devolvió el golpe, una pared invisible le entumeció la mano. Ni siquiera sintió el cambio en el aire o algún pensamiento. Alphonse era muy hábil en la Proyección.
En un día, se ganó a dos enemigos mucho antes de empezar el tercer curso. Se encontró a Louis Leroy frente a la biblioteca del gigantesco edificio central. Estaba hablando con dos jóvenes del departamento de Preservación. Tragó saliva y pasó junto a ella, ya era de su misma altura y tenían casi el mismo cuerpo.
—¿Quién eres?—Notó su presencia. Si Louis descubría su identidad, no tendría un lugar para escapar de los perseguidores que mandaría Seth Scrammer.
Francis realizó una amplia reverencia, Melissa Leroy se convirtió en la señora de Rocca Helena. Lo que hacía a Louis una posible heredera de un cuantioso título.
—Un gusto, Lady Leroy—dijo, evitando que la chica mirase sus ojos—. Soy Francis Melchiorri, curso Fundamentos II en la Sociedad de Magos. Espero que podamos ser amigas.
—Ah—Louis apretó los labios—. Los de segundo no deberían importunar a los miembros de departamentos.
La biblioteca era un torreón redondo con las paredes colmadas de estanterías, forradas de libros. Las secciones estaban perfectamente acomodadas. Había largas mesas repletas de estudiantes. Pergaminos enrollados en los baúles, certificados antiguos y cuadros de honor. La sección de estudios superiores era la más importante de todas en el último piso. Debías aprobar el primer curso de Fundamentos para poder retirar libros. Incluso, los libros de Proyección y Evocación de la biblioteca eran regulados por la sociedad.
El diario de Monet Leblond que perdió durante la batalla de Rocca Helena, era más interesante que las viejas pilas de libros con contenidos monótonos. Por lo que había escuchado, el departamento de Preservación se encargaba de clasificar y esconder los conocimientos que guiaban hasta el caoísmo. En ningún lugar encontró información sobre las rupturas o los Rituales de la Vida que implicaban sacrificios humanos. No existían tales cosas cuando le preguntaba al estudiante de tercero que tenía el turno de la biblioteca.
A duras penas encontró un libro o dos, sobre nahuales. La sección de la Asociación parecía una colección de cuentos para niños, donde solo existían Proyecciones, Evocaciones Elementales, Maeglafia rudimentaria y Alquimia de tercera. La magia del caos estaba vetada de la biblioteca. Como si el mundo y sus misterios fuesen construidos por los postulados de la Sociedad de Magos y, no al contrario. Los documentos que de verdad importaban eran los que estaban clasificados bajo llave en el departamento de Preservación.
Annie apretó los labios y salió del edificio. Últimamente hacía mucho calor. Los bloques de piedra de cada departamento tenían en su centro un mineral llamado galeno que absorbía el calor, así que el ambiente siempre estaba fresco dentro de cada departamento. Corrientes de aire acondicionaban los edificios.
Entró en el despacho de Benjamín Farrerfor y lo encontró escribiendo una carta. Levantó los ojos verduscos bajo los gruesos cristales. A su lado estaba Claude Leroy más serena.
—Francis Melchiorri—la punta de la pluma rasguñaba el papel—. Podrías darnos un momento, querida.
Claude Leroy frunció el ceño.
—¿Qué es tan importante que no puedes contarme también?
Benjamín sonrió con inocencia y negó con la cabeza.
—Es sobre una propuesta departamental para nuestra amiga.
La chica apretó los labios, pero salió del despacho orgullosa. Annie se sentó junto al escritorio del profesor... olía a libros viejos. Miró en el cajón y vio una máscara de oro con forma de tigre.
—Claude está en deuda contigo, Francis—dijo Benjamín con tono lúgubre. Terminó de rasguñar la carta con la pluma mojada en tinta, la sopló y derritió cera roja con un extraño sello—. Pero los Leroy buscan a Annie Verrochio para eliminarla. Ella no dirá nada sobre tu identidad mientras esté en el Jardín de Estrellas. El segundo curso de Fundamentos terminó para ti, así que partiremos esta tarde.
Annie no entendió.
—¿Claude le dijo a su familia que sigo viva?
—No. Por ahora, no. Los gobernantes saben que el descontento por la muerte de Friedrich, enloqueció a los Verrochio. Tienen muchos aliados que se oponen al régimen de los Scrammer.
Los Verrochio la buscaban, era evidente. Por algo Pisarro le ordenó a Camielle matarla, no querían otra revuelta. El hecho de que Annie siguiera viva era una espina para el rey Seth. Querían matarla, tan cruelmente, como a su padre. Annie contuvo las lágrimas. Empacó su bolsa con la ropa de Leroy, ya que la suya estaba desvencijada y le quedaba pequeña.
Partieron en el carruaje de Benjamín, escoltados para su pesar por un miembro del departamento de Investigación, del cual Benjamín formaba parte. Alphonse Dumond la esperaba en el carruaje con una expresión impertinente.
—¿Por qué tiene que venir él?
Benjamín sonrió como un niño mientras se llevaba un puñado de pastas dulces a la boca.
—Es mi prefecto en el departamento de Investigación—masticó con los labios llenos de migajas—. Los Dumond tienen una deuda antigua con los Verrochio. Ya que, fueron ellos quienes les regalaron las tierras ricas en minerales a sus ancestros. Como te dije, los Verrochio fueron muy influyentes en su gestión—se acercó y le susurró al oído a Annie—. Además, sus padres lo obligaron a unirse al departamento de Investigación y a obedecerme en todo; ni siquiera sabe quién eres. No te preocupes. Solo nos lleva a un pequeño valle no muy conocido a realizar un muestreo de las propiedades energéticas de los dólmenes en el sitio.
Alphonse Dumond condujo los caballos mientras discutía con Benjamín sobre los puntos de energía de la Tierra, de la especulación sobre los seres invisibles, sobre las proyecciones más versátiles y el origen de la quintaesencia.
—Tengo un amigo que quiere unirse al departamento de Preservación para estudiar sobre los diferentes rituales de Sublimación. Aquellos que les confieren las propiedades piroeléctricas que contiene la sangre peculiar a los desgraciados por la esencia.
Benjamín se quitó los lentes y los limpió con un pañuelo fino.
—Estoy seguro de que el señorito Jorell de Cortone posee una noble causa de investigación, para orgullo de su familia. Pero muchos de esos rituales son inútiles o cuando mucho, ineficaces. Replicar la quintaesencia de la sangre peculiar se ha intentado durante tiempos inmemoriales con centenares de fracasos y pérdidas.
»Es propio de los magos negros inclinarse por la tentadora magia del caos. Los rituales malditos solo ocasionan problemas. Por eso, no debemos dejar que cualquiera descubra que el mundo es mucho más de lo que ve. No soportaría saber que vivimos en una jaula. Ese es el mensaje que la Sociedad de Magos imparte a sus adeptos.
Alphonse calló por un momento mientras miraba el camino.
—¿Entonces han existido rituales capaces de replicar la quintaesencia en ciertos individuos?
—¿Tú nunca te rindas, verdad?—Benjamín se cruzó de brazos. Aunque, parecía contento por la insistencia del joven—. La probabilidad de que un ritual de Sublimación funcione es muy escasa, incluso con las mejores condiciones. La transferencia energética necesaria para replicar la esencialina en la sangre conllevaría el sacrificio de otra persona. Un sacrificio en un ritual solo puede ser tachado como caótico y concebido por un ser maligno. No conozco a nadie que haya sido beneficiado con un ritual de Sublimación. Al contrario, un cuerpo que no está concebido como recipiente para la quintaesencia se deteriora rápido. El más famoso fue de estos magos negros fue el Sumo Pontífice de la Iglesia del Sol, Asdrúbal Corne'Or, mejor conocido como Azazel el Loco, sí; el tío de tu amigo Pedro el arpista. Usó a sus creyentes en sacrificios humanos para convertir su sangre en quintaesencia. Lo consiguió, su ritual lo convirtió en un recipiente de la esencia. Pero este poder se debilitaba. Mató a la madre de Pedro, para seguir alimentando su sangre. Ofrenda para los Dioses Muertos que idolatro. Cultos como el Sol Negro o la Cumbre Escarlata, sirven a dioses malignos que les prometen poder a cambio de tributos de sangre. Sin saber, que sus cuerpos se pudren con el deterioro de las fuerzas oscuras.
Annie permaneció callada todo el trayecto. Sin duda, el departamento de Investigación se reservaba gran parte de sus conocimientos, incluso entre sus miembros, pero... no se pudo resistir.
—¿Y si se frena el deterioro del cuerpo con un elixir?—Soltó y los hombres la miraron asombrados—. Como el elixir de Cinabrio o...
—Querida, las investigaciones de las panaceas y elixires de longevidad son reguladas por el departamento de Alquimia—aclaró Benjamín, parecía nervioso—. Inclusive, en la Casa de Negro los acólitos guardan aquellas sustancias bajo llave. Debido a los conflictos de interés con ambas sedes, las investigaciones fueron suspendidas. Actualmente, los alquimistas del departamento están trabajando en la creación de nuevas sustancias y su aplicación en distintos campos.
Annie se encogió de hombros.
—Pienso que la Sociedad de Magos se equivoca en ciertos aspectos.
Benjamín le escudriñó el rostro con los ojos sombríos. Quizás estuviera hablando demasiado. Un rostro curioso se ocultaba bajo aquella nube de misterio. Sus ojos verdes brillaron bajo los culos de botella.
—Por supuesto que nos equivocamos, querida—comentó el profesor. Eliminando la tensión con una sonrisa cómplice—. No somos dioses, somos humanos. Nos arrastramos por el suelo siguiendo cada lineamiento, pero incluso nosotros, podemos realizar proezas con mucho esfuerzo.
—Estamos llegando al Valle de Gigantes, tierra de los Dumond—apuntó Alphonse.
Bajaron por una pendiente hasta un conjunto de elegantes casas de madera. Los caballos de tiro agitaban las melenas por el cansancio.
Un gran palacio se avistaba desde el centro del valle, un puñado de casas grandes de madera lo rodeaba. Tenían almacenes, establos, invernaderos y monumentos de piedra con diseños finos de dioses olvidados. Un riachuelo se extendía por el este, bastante seco por el verano. Varios pozos solicitados.
El palacio era un edificio de ladrillos pastel con numerosas habitaciones y salas. Los Dumond los recibieron con cortesía. Eran una familia extensa y adinerada gracias a los descubrimientos minerales encontrados en sus terrenos.
Tenían numerosos vasallos que se encargaban de los invernaderos de especias y las extracciones de recursos de las tierras que los Verrochio les regalaron, gracias a su vieja alianza durante el último levantamiento de los Wesen contra la corona. Alphonse era el hijo mayor de cinco hermanos, la mitad de ellos con facultades peculiares. Su madre Renata Dumond poseía la sangre de los Curie y su padre Nicolás, era el heredero de la riqueza de los Dumond.
—Un gusto conocerla princesa Annie Verrochio—la saludó Renata besando sus mejillas—. Es mucho más hermosa de lo que escribió mi hijo.
Annie se sonrojó y miró de reojo a Alphonse que perdió su color.
—No... No sabía que eras una princesa.
El joven hincó una rodilla con la cabeza escondida. Nicolás Dumond lo imitó. No sabía que ocurría. La condujeron hasta un salón amueblado donde esperaban el resto de los tíos de Alphonse, sus hermanos y los Verrochio. El corazón le latió a toda velocidad mientras las figuras vestidas de negro con los brillantes ojos azules se inclinaban para abrazarla. La habitación color pastel tenía un montón de pinturas adornando las paredes y muebles llenos de exquisiteces. La alfombra era violeta con diseños dorados. Los pies le temblaban.
Una mujer con el cabello dorado la abrazó, sus ojos azules brillaban solemnes mientras se le salían las lágrimas. Tenía arrugas en el cuello y los ojos nublados, aparentando mucha edad, pero ni una sola cana.
—Mi hijo siempre fue tan apático con nosotros—sollozó. Annie sintió un dolor en la garganta. Una obstrucción en el pecho—. Fue mi culpa. Todos estos años le eché en cara sus acciones. Nunca lo perdoné... pero no pasa un día que no piense en él—Lady Roselle la soltó—. Vourbon, tu tío. Está ocupado en altamar, instigado una nueva insurrección. Annie... sé que te pedimos demasiado, pero queremos que nos apoyes.
Annie se limpió las lágrimas.
Por primera vez veía a su abuela, a su viejo tío Basilio de barba pálida, a su tía viuda Fleur de ojos llorosos y a sus primos pequeños Antoine y Cassandra, casi de su edad. Era su familia... la encontró. Todos tenían los ojos azules como estrellas.
—¿Apoyarlos?
Basilio Verrochio era un tipo alto de complexión recia, tenía el rostro enjuto y sus ojos eran como el cielo azur.
—Sí, querida—se vestía con un elegante traje negro y llevaba el relicario de una ninfa de plata en el cuello—. Mi hijo será tu comandante de guerra. No descansaremos hasta que se haga justicia por Friedrich y recuperemos nuestro castillo.
—Yo—Annie tomó una decisión. Era aquella bestia que pisotea la ciudadela—. La última vez que lo vi, le dije que lo odiaba porque quería mandarme con ustedes. Cuando los Daumier me contuvieron. Tuve que ver a mi padre en la horca y él me reconoció. Renunció a su honor para suplicarle a Seth Scrammer una oportunidad para disculparse—sentía que la rabia le quemaba. Zarcillos de fuego en su pecho—. Le rogó en el suelo, los guardias lo patearon. Nunca había visto a mi padre llorar— los ojos se le enrojecieron y la voz se le cortó—. Aquel demonio en la silla de ruedas lo ahorcó, sin piedad. Me sentí tan impotente que me clave las uñas en las palmas. No pude hacer nada por mi padre en sus momentos finales.
—Nosotros conocemos las intenciones de Seth Scrammer—confesó Fleur con los ojos enrojecidos. La histeria al hablar, hacía que su cuello temblase—. Al principio, quería independizar el sur, pero sus planes cambiaron cuando asesinó a tu padre y fue coronado rey de la isla. Seth Scrammer está tratando con fuerzas que desconoce... oscuridad y caos. Lo están corrompiendo. Recibimos información de sus atrocidades en Rocca Helena. Existe un mago diabólico, oculto en su consejo que le susurra rituales macabros. Una figura altiva y siniestra. Es una persona cercana al rey que se rodea de sombras escarlatas. Los han visto por toda la isla, realizando rituales sangrientos. Ellos quieren tomar la isla con sus garras y sumergirla en una época de oscuridad y muerte.
Lady Roselle la abrazó y lloró con ella.
—Friedrich salió de mis entrañas. Pero nunca lo conocí. Lo que viste, fue una atrocidad. Vamos a reclamar la corona que nos pertenece en nombre de tu padre. Construiremos una sociedad liberal, donde proliferen la libertad, el respeto y la igualdad.