Capítulo 10. Sinfonía de los Espíritus

 Capítulo 10: La Cumbre Escarlata.

Vera estiró la mano hasta el zarzal espinoso que florecía estrangulando la cruz de sinople y... una de las espinas se enterró profundamente en la carne de su palma. Vio desaparecer aquella espina escurridiza en un hilo de sangre...

—¿Por qué, Finch?—El rostro del moreno no albergó ira ni por asomo... solo tristeza—. Creí que éramos amigos.

Finch bajó la mirada. 

El pelirrojo fue retenido por dos Cambiantes de la familia Gonzalez. Estaba rabioso como un perro y sus ojos no dejaban de llorar. Gritaba sin parar y lo golpeaban cada diez minutos en un ataque de cólera.

Soñó que caminaba por un desierto infinito, a su derecho había un mar lleno de plagas y su izquierda vio plantas desconocidas que consumían todo aquello caía un su voracidad caótica. Aquel camino no tenía final... Lo único que logró avistar a través de la oscuridad era una Puerta de Piedra. 

Extendió su zarzal de espinas por las cavernas de Montenegro como una pestilencia a través de las entrañas de un gigante dormido. Podía sentir cada membrana espinosa como una extensión de su piel. Kausell envió a sus cadáveres para recorrer los túneles, pero no encontraron nada.

Los Cambiantes nativos se disgustaron con aquella intromisión y tuvieron que ser sesgados como hierbas malignas. El zarzal negro se alimentó de su carne y sangre, de los cual nacieron nutritivos frutos amarillos. 

Verónica Daumier llevaba ocho años trabajando recurrentemente para la Cumbre Escarlata. Llegó a ellos por necesidad, la pobreza cayó sobre ella desde que su esposo fue vaporizado por los Sonetistas, dejando muchas deudas de su investigación. Se las arregló para cumplir con las complicadas misiones del culto: viajando por el mundo, robando objetos y mercancías secretas junto a desconocidos, secuestrando personas influyentes, saqueando laboratorios de complicados experimentos y sepultando a algunos involucrados. No sabía si la Cumbre Escarlata tenía una sede en algún castillo misterioso o era un grupo incógnito descentralizado; pagaban muy bien como para quejarse de su secretismo. El culto manejaba miles de agentes por todo el mundo y reclutaban jóvenes de los bajíos para moverse entre las sombras en sus afanes de poder. Pero como todo, tenías que ceder una parte de ti. 

Los superiores la contactaron desde líneas encriptadas y establecieron puntos de encuentro muy metódicos. No era un trabajo honrado, pero hacía lo mejor que podía como madre soltera.

—Ese zarzal está maldito—aquel hombre usaba una máscara de plata con rasgos de halcón—. En San Agustín apareció un demonio de baja categoría, cuentan que para conceder deseos a cambio de almas se estableció en un bar a beber agua ardiente en seco. Dicen que al atardecer después de sellar cientos de tratos, ese anciano de traje negro y sombrero de copa... se detuvo frente a la capilla del pueblo y orinó una de las cruces del suelo. 

Vera miró la maceta de tierra fértil que contenía la cruz cubierta del zarzal negro de frutos amarillos. Parecían ciempiés horripilantes enroscados alrededor de una vieja cruz de madera podrida. Aquella maceta estaba guardada dentro de una cúpula de vidrio bañado en agua bendita.

El Halcón también le mostró un brebaje espumoso que olía a clavo... pero siempre hirviendo, una joya pálida con forma de aguijón, un nido de avispas rojizas que zumbaba con violencia dentro de una botella cubierta con una sábana negra, una daga imbuida en veneno maldito, muñecos vudú, un espejo que no reflejaba personas vivas, joyas de sustancias alquímicas, botellas majestuosas, jarrones con sellos demoníacos, varitas de diversos materiales, anillos malditos, bastones encantados y pergaminos más antiguos que la civilización conocida. En aquella guarida de ventanas negras y velas aromáticas existía el arsenal secreto para una guerra de brujería.

—Elige, Verónica Daumier—el Halcón poseía un relicario de plata con una joya opalina—. Puede que la suerte en tu sangre te sonría y formes parte de esta sinfonía de vida y muerte.

Salió de aquel escondrijo en un callejón desolado, asediada por pesadillas de diablos negros y tinieblas... y bajo la oscuridad veía cuerpos sufriendo... siendo consumidos por espinas malditas. No volvió a regresar, pero... un día que pasó cerca de aquel callejón fue presa de una morbosidad extraña y se adentró, pesadamente y... la puerta de madera gastada había desaparecido. En su lugar permanecía aquella pared de ladrillos como si nunca hubiera existido ese escondrijo.

Sus espinas recorrían túneles estrechos, cámaras colapsadas, bifurcaciones profundas y pequeños acuíferos subterráneos... alimentándose de la vida proliferante de tan nefastos senderos. Tenía miles de dedos tocando cada rincón de las cavernas.

Y no habían encontrado indicios de la Puerta de Piedra.

En agosto comenzó a extender sus redes y para comienzos de septiembre ya había invadido cada espacio de aquellas cavernas legendarias. Kausell liberó sus cadáveres, y los nativos se disgustaron. Joel Arciniega los mantuvo a raya con su poder hipnótico de sumisión. La alcaldesa Juliana Guzmán parecía pertenecer a ese círculo de familias monstruosas... y no metió las narices en los intereses de la Cumbre Escarlata. 

En cambio, los Gonzalez, fieras felinas e incontrolables; opusieron resistencia ante los extranjeros que infestaban los túneles con sus plagas de hongos y sus... «zombies». Se libró una sangrienta batalla en las cavernas que mató a seis personas y acabó con la rendición de esos gatos salvajes.

Joel los redimió bajo un mando unificado de Cambiantes que proponían continuar con su libre albedrío. Verónica no confiaba en esas bestias mentirosas, pero se sirvió del banquete de la victoria cuando le trajeron a los Wesen maniatados.

Freduar Wesen tenía el rostro deformado por los golpes y una mancha de sangre recorría su chaqueta oscura. Julio Gonzalez lo pateó en el trasero para que se arrodillara ante la Serpiente. 

—Sangre de los Primigenios—soltó el mago escarlata y levantó el mentón hinchado al hombre—. O lo más parecido a ella: sangre de los Wesen. Sal de los cometas, capaz de encontrar el salón antiguo que se esconde en las profundidades de este mundo.

—Jódete—sonrió Fred, le faltaban varios dientes y la hinchazón de su rostro lo hacía parecer un payaso intrépido—. Nunca llegarán a esa maldita puerta. El eclipse es mañana y en mi sangre no hay una gota de quintaesencia.

—Tenemos a su hijo—Rebeca Santa Cruz empujó al joven de manos atadas. En la penumbra su cabello rojo sangre parecía castaño oscuro... pero sus ojos portaban un brillo maligno que le recordó los pozos de sangre de las licuadoras de destilación. El rasguño en su mejilla le cruzaba la mitad del rostro con un aspecto desaliñado—. Y varias barras de oricalco llenas con su sangre peculiar. 

Kiara Fueguechi y Joel Arciniega trajeron a un moreno velludo que apestaba a sangre y pelo mojado. Debía de ser otro lobizón por la claridad de sus llamativos ojos amarillentos al revelar su verdadera naturaleza. El moreno se debatió cuando el rubio Joel le puso una túnica escarlata por la cabeza.

Finchester se colocó una túnica escarlata para soportar el frío. Verónica corrió a abrazar a su hijo, de quitó la máscara de chacal y lo besó en la mejilla; era mucho más alto que ella. Se parecía a su padre cuando era más joven.

—Este será mi último trabajo, Finchester—le susurró, conspirativa—. Vamos a mudarnos a Francia y no nos preocuparemos más por dinero. 

Finch sonrió y asintió, despectivo.

—¡Mierda, Sam!—Fred se congestionó y una vena en su cuello palpitó—. ¡No debiste dejar que te capturaran!

—¡Si me hubieras dicho la verdad no estarías solo contra todos ellos!

—¡Ahora ellos podrán llegar a la Puerta de Piedra!

—¿La Puerta de Piedra?—Sam entornó los ojos y palideció—. ¿Qué se encuentra detrás de esa puerta?

La Serpiente emitió un sonido gutural.

—Ha llegado hasta allí—lo escudriñó con sus ojos verdosos, sondeando en lo profundo de su mente—. Ya veo... Interesante. El camino se va a desenvolver a nuestros pies mientras la quintaesencia vaya con nosotros. Es una llave automatizada.

—¡Ni hablar!—Sam se irguió con el rostro severo. Vera se dio cuenta que era solo un niño, no era mayor que su hijo—. ¡Nunca llegarán a ese lugar!

La Serpiente levantó una mano y el joven de encogió, chillando de dolor. Vera cerró los ojos para no ver como se retorcía de dolor ante el estallido de sus neuronas. Sam gritó, presa de aquel dolor reventando en su sistema nervioso y su nariz comenzó a sangrar. Fred intentó defenderlo y un Cambiante lo pateó en la cabeza, dejándolo aturdido.

—No importa si estás vivo o muerto; eres solo un saco de sangre—la Serpiente cortó la conexión—. Sigues vivo por convicción. Anda, ve al frente para que el camino se abra. Permítete vivir un poco más, prolongando tu efímera existencia todo lo posible hasta que la muerte ses inevitable.

Sam obedeció a regañadientes, dio un paso y... los encaró a todos.

—¡¿Quién de ustedes mató a Donna?!

Una joven de cabello negro se adelantó. Era la chica que guió a los Gonzalez hasta Freduar Wesen. El hombre opuso resistencia y le disparó a un Cambiante en la cabeza antes que lo sometieran.

—¿De verdad te importa esa traidora?

Sám frunció el ceño y escupió el exceso de sangre en su boca.

—Melissa, yo te veía como mi hermana.

—¿Amabas a esa chica?—Vera se quitó la máscara—. ¿Aunque fuera una Cambiante y nunca vieras su verdadera forma?

—¡Yo amaba a Donna!—Sam intentó romper las cuerdas en sus manos. Apretó la mandíbula y enrojeció—. ¡Ella no merecía ese final!

—¿Incluso si te mintió para engatusarte?—Melissa frunció los labios—. ¿Y le ordenarán sacarte crías como una perra en celo?

—¡Cállate!—Sam cambió de color y la herida en su rostro se abrió por la tensión—. ¡No le digas así, gata mentirosa!

Melissa estalló en carcajadas violentas. 

Sam embraveció como un potro y se lanzó, saltó a la chica con una rodilla en alto y fue a descargar una patada... Escuchó una vibración y el aire se agitó. Un pulso lanzó al chico lejos de Melissa. Sam rodó por el suelo y se cubrió de arena rojiza. 

Marie Fleur du Vallée bajó su pequeña mano.

—Que chico más desastroso.

El pelirrojo se levantó con la camiseta vuelta jirones y clavó sus ojos en Kiara.

—¡Murciélago!

Vera tomó una de las túnicas y se la puso al joven por la cabeza. Se sintió abrumada al ver como temblaba de frío, mojado completamente. Sam apretó los dientes y pensó que se lanzaría nuevamente contra todos. Pero, no quiso confrontar a la mujer de los espejos. Se mordió el labio y reprimió un sollozo. Enfiló la procesión de magos y Cambiantes a través de aquel túnel de roca, cabizbajo, Vera lo escuchó emitir un débil quejido al esconder las lágrimas en su rostro. Sobre sus cabezas comenzó a abundar la techumbre de espinas negras y frutos amarillos. Kausell avisó por la radio que estaba acercándose a ellos. Llegaron a una bifurcación de tres vías y el italiano se unió, acompañado de una docena de cadáveres con armas rudimentarias.

Se acercó a Fred y le besó la frente hinchada.

—¡Mi hermano!

—Vete al carajo.

—Han pasado años, querido Freduar—miró a Sam—. ¡Ese es el muchacho! ¡Está muy grande! ¡Hola Samuel, yo soy tu padrino Kausell!

Sam se sentó sobre una roca, impasible. El moreno en manos de Joel no dejaba de protestar. Kausell les ofreció tortas de chocolate, y por mucha hambre que tuvieran los cautivos... no pudieron resistirse. Después de las merienda emprendieron la búsqueda... Sam eligió una de las bifurcaciones rocosas y no pasó mucho hasta que el enjambre de zarzales desapareció sobre sus cabezas. Estaban pisando arena grisácea en cavernas nunca antes exploradas...

—Esto no es arena—recalcó la Serpiente—. Son cenizas y huesos pulverizados. 

Sam se adentró en un camino sin fin que subía y bajaba sin piedad. Estaban descendiendo por gruesas rocas desprendidas y Rebeca se le acercó. Finch estaba detrás de todos, sumergido en un silencio impasible.

—¿Usted sabe qué significa esa Puerta de Piedra?—La joven se quitó la máscara de bronce para respirar—. Con cada túnel que atravesamos... el palpitar en mi cabeza se hace más incómodo. Debe estar anocheciendo y pronto... llegaremos al lugar que hemos visto en nuestros sueños.

Kiara Fueguechi se quitó la máscara de murciélago y mostró su rostro de ojos rasgados.

—El lugar al que conducen todas las cavernas del mundo.

La formación se detuvo y Vera observó al joven pelirrojo confrontar a la Serpiente al final del descenso rocoso. Las paredes pétreas brillaban cubiertas de un aceite rancio. Le pareció distinguir la forma de bloques oscuros enterrados en la gravilla.

—No voy a seguir caminando si no hacemos un trato.

—¿Cuál es tu precio, sombra de dragón?

—Quiero respuestas—miró a su alrededor con las manos en la espalda—. Por cada camino a elegir, voy a hacer una pregunta.

—¿Tú no lees mucho, verdad?—La Serpiente levantó las manos—. Nunca hagas tratos con magos negros. Pero, para tu agonía... lo voy a permitir.

—¿Qué es la Puerta de Piedra?

—Camina, Wesen, y lo sabrás—la Serpiente anduvo detrás del joven en descenso por un camino de arena grisácea y rocas sueltas—. ¿Qué es aquella puerta que todos los habitantes de Montenegro han visto al menos una vez en sus sueños? ¿Por qué las personas sensibles son presas de su energía e incertidumbre? La Puerta de Piedra es un monumento que se remonta al origen del hombre y los cimientos de la civilización. Solo queda una en nuestro mundo y es la clave del enigma del tiempo...

Sam siguió caminando hasta el final del descenso y un túnel de gravilla los envolvió. Parecían los orificios excavados por un gusano gigante durante una época primigenia. Pensó en monstruos antiguos de una existencia pasajera en épocas anteriores, y sus vestigios en aquellas cavernas selladas.  A lo lejos se escuchó la afluencia de agua. El camino se partió en dos y las paredes negras lanzaron reflejos soeces. Llegaron a un túnel de vidrio oscuro y un palpitar altivo la sobresaltó... Las paredes se abrían y cerraban con uns vibración reverberante.

—¿Qué es la Cumbre Escarlata y por qué se oponen a los Sonetistas?—Sam chasqueó la lengua—. He conocido a Sonetistas, y tengo entendido que mi alcohólico padre fue uno de ellos. Y ahora... no entiendo su cruzada. Ellos representan la fuerza de equilibrio en este mundo de naciones incompetentes. Son esa justicia que trabaja desde las sombras para mantener funcionando la sociedad, postergando un colapso inminente.

—Puede que aún no lo notes—la Serpiente levantó sus manos de largos dedos pálidos—. Pero el mundo se está yendo al carajo. En décadas venideras la sociedad se volverá insostenible y la Corte de Magiares tomará su decisión. La misma decisión que se tomó en aquella isla hace muchísimos años por uno de nuestros líderes. Será un exterminio de parte de los Sonetistas: guerras, pestes, hambrunas y masacres. Somos parte de su historia innegable; la Cumbre Escarlata y el Sol Negro ocasionaron la última Purga de Sangre, y la Corte de Magiares envolverá el mundo con incienso y cenizas encendidas. Es hipócrita hablar de justicia, cuando estás tratando con genocidas.

Kausell sacó un pequeño cuaderno y lo levantó para leer. Le sonreía a Sam.

—«Han trabajo con niños la mayoría del tiempo... Sobre todo, con niños que poseen un tipo particular de sangre. Estos niños son secuestrados o criados en granjas humanas con el único propósito de proveer esta sustancia. Este grupo elitista ha sodomizado a las sociedades de la pirámide con tal de posicionarse en la cúspide de la jerarquía, utilizando un elixir de propiedades misteriosas para chantajear a líderes políticos y económicos. El principal ingrediente de este elixir es un compuesto en la sangre de una procedencia anómala». Mierda, puede que el estúpido del padre de ese muchacho no sepa de lo que está hablando—Kausell sonrió, malévolo—. Soy un hombre curioso, creo que por eso he llegado hasta donde estoy... Y sé mucho sobre elixires y quintaesencia. ¡Malditos Sonetistas y su isla de mierda!

Lo único que quieren es poder para una revolución planetaria.

Sam tomó un camino, indeciso, y subieron por una pendiente abrupta de rocas resbaladizas. Uno de los cadáveres de Kausell trastabilló y derribó a uno de los Gonzalez en su caída. Escuchó un grito seguido de un crujido viscoso. El joven moreno se partió la cabeza con una roca y de su cráneo fluyó una masa grisácea que enrojeció al instante. Joel soltó una carcajada y empujó al moreno llamado Nelson. El joven no cayó por la pendiente, pero se ensució de arena gris al rodar por las piedras.

—Camina, estúpido—replicó Joel y lo levantó por el hombro—. Si te matas, no habrá nadie a quien torturar.

—¿Torturar?

—¿No sabes nada de rituales?—El rubio se lamió el labio superior—. Así se libera más energía que en un sacrificio.

Llegaron a la cima y pasaron por un desfiladero abrupto del que discurría un río cristalino de corriente embravecida. Vera miró la caída y se preguntó cuál sería la profundidad del río. Un puente de piedra unía el desfiladero a un camino de varios túneles cavernosos.

—Tengo otra pregunta—Sam se detuvo y desafió a la Serpiente—. ¿Qué se esconde detrás de la Corte de Magiares? Para manejar agentes de control sobre la población de Cambiantes y establecer su dominio sobre los gobiernos; debe ser bastante influyente.

—Camina, muchacho—le exigió la Serpiente—. Tu querido padrino te otorgó las respuestas que querías. No me vuelvas a preguntar más nada o...

—Quiero saber la verdad de mi madre y de ti—miró a su padre—. Posiblemente moriremos esta noche, pero...

El agua reventó en lo profundo de aquel desfiladero. Fred se detuvo, uno de sus ojos estaba tan hinchado como una manzana amoratada. La Serpiente suspiró y esperó, pacientemente... Vera sonrió bajo la máscara, debía ser un hombre muy sentimental.

—Naciste con una malformación en el flujo energético—contó el padre—. Tu madre era una Corporista que investigaba el misterio de la vida, y usó todo su talento para curarte y... la vi caer en aquella depresión por salvar tu vida. En la Isla Esperanza, la Corte de Magiares nos indica con quién debemos casarnos mediante una carta cuando cumplimos veinte años. Nuestra obligación es procrear y trasmitir la quintaesencia pura. Es nuestro deber. La primera vez que vi a tu madre fue durante la ceremonia de casamiento. Y mierda... me enamoré de esa mujer y ella se enamoró de este asesino cruel. Hice cosas terribles como Sonetista, y los superiores me decían: «la próxima será la última». Te vi enfermar, languidecer y esperaba el día que amanecieras muerto... para poder descansar. Alquimia, drogas, tratamientos... los doctores veían tu cuerpo debilitarse por el flujo energético anormal y te restaban días de vida con cada teoría propuesta. Supongo que tantos años de asesinatos y matanzas me volvieron alguien frío, porque... solo quería que te murieras. Lo siento, tu madre contactó con su primo Kausell Courbet para ponerse en contacto con el Culto del Cadejo en Venezuela. La Institución prohíbe los tratos con demonios, y... me ordenaron, como último trabajo: eliminar a una renegada. Tu madre te entrego al culto en medio de su desesperación por salvar tu vida—Fred sorbió por la nariz rota—. El precio de la vida es la muerte.

Sam se lamió la sangre de su labio. Sus ojos habían perdido todo brillo...

Fred carraspeó.

—La Corte de Magiares me condenó al exilio después de sellar el flujo energético en mi cuerpo. Estoy condenado a este pueblo con un niño del milagro.

—¿Mataste a mi madre?

—No hay día que no piense en ella—una lágrima brilló en la mejilla del hombre—. Esa noche tuve que renunciar a todo lo que alguna vez me importó. Hasta que... te vi crecer y ser parte de este mundo desordenado, y sonreír con inocencia infantil. Lo siento tanto, Samuel... No fui un buen padre, pero aún puedo hacerlo. Un padre no necesita razones para proteger a sus hijos.

Fred cayó de rodillas y esperó... Julio Gonzalez lo tomó de los hombros para levantarlo y el hombre lo golpeó con la cabeza. El moreno retrocedió con la nariz aplastada. Nelson se giró, saltó y empujó con sus dos piernas el torso de Joel. El moreno cayó al suelo y rodó... Un millar de estallidos de luz iluminó el espacio reducido de la caverna. La tierra y el polvo volaron en cúmulos. 

Vera se inclinó para ver mejor. Marie descargó un potente disparo de esencia con su varita. El fogonazo alcanzó al moreno en la espalda y la túnica saltó, envueltos en llamas... El lince plomizo saltó mostrando sus colmillos. Fred lo pateó en el hocico dos veces y lo hizo sollozar. Sam volteó a verlo por última vez y corrió al desfiladero.

El pelirrojo y el moreno saltaron al vacío, hasta la corriente espumosa de las profundidades de aquella caída. Fred se posó firme frente al puente de piedra, una de sus piernas estaba hinchada y una Proyección Punzante lo alcanzó en el pecho... atravesando sus costillas con un reguero sanguinolento. 

—¡Ustedes nunca podrán vencerme!—El hombre los miró a todos, severo—. ¡Yo no moriré! ¡No importa que mi cuerpo sea destruido por completo! ¡Mis ganas de pelear me levantarán porque son muy grandes, y después de eso...! ¡Los derrotaré sin importar qué!

Marie Fleur du Vallée susurró una proyección y la maraña de chispas brotó de su varita con un silbido. Fred se encogió con una mueca ante el estadillo en su pecho, y el agujero creció rápidamente hasta que su corazón desapareció. El hombre murió arrodillado, con las manos atadas a la espalda.

Finch corrió hasta el desfiladero y Vera pensó que también saltaría con el corazón descontrolado. El joven miró al abismo y la brisa espumosa le agitó el cabello negro. La túnica escarlata lo hacía parecer mucho más robusto. 

—¡Desaparecieron!

La Serpiente se acercó al risco.

—Morirán—anunció—. Si la corriente no los mata, posiblemente sean presas de monstruos desconocidos. Habitantes de otros mundos más allá de nuestra comprensión. 

—Ay, Freduar—Kausell se acercó al cadáver y le encajó un cristal en el pecho abierto. Uno de sus cadáveres le acercó una barra de oricalco de diez centímetros y el nigromante se la clavó en el vientre con un estallido acuoso—. La sangre de tu hijo nos va a guiar a la Puerta de Piedra—Fred abrió sus ojos pálidos—. ¿Quién sabe? Quizás te vuelvas a encontrar con él.


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