Capítulo 1. El Jardín de los Lamentos

Capítulo 1: Padre nuestro que «no» estás en los cielos...

—¿Y quién reza por nosotros? ¿Quién le ha dedicado una plegaria a aquellos que no le importamos a nadie? Aquellos cuya existencia se redujo a un puñado de recuerdos dispersos. Nadie reza por los demonios, aquellos que con más necesidad pidieron redención y los olvidaron.
Jonathan levantó el revólver plateado, José Silva abrió la boca y sus papadas se cubrieron de sudor grasiento.
—¡¿Creí que eras un hombre de Dios?!
—Por supuesto que soy un misionero de Jesús—Jonathan interpuso la pistola en la mesa. Sacó una cajetilla de cigarrillos y encendió uno mientras miraba el malecón y las aguas fangosas del río—. La gente a la que persigo, usualmente termina conociendo al creador.
José estaba pálido y se rascó las entradas del cabello poblado.
—¿Qué quieres de nosotros?
El joven de jersey oscuro señaló la ventanilla empotrada en el elegante marco de madera y resopló el néctar de la nicotina.
—Tienes buena vista del río y el malecón desde acá—caló profundamente el cigarrillo y reparó en el cielo cerúleo sobre la corriente turbulenta—. Puedo apreciar el Puente de la Angostura, las aguas turbulentas del Orinoco y el Malecón de paseadores. Ciudad Zamora es bastante anticuada y decepcionante: parece que esta parte histórica se congelo en el tiempo para preservar el legado de nuestro sangriento pasado.
Los ojos negros de Francis se salieron de sus cuencas. Las paredes temblaron ante las palabras de ultratumba del sacerdote... La niña gritó, retorciéndose como una serpiente en la cama desvencijada.
—¿Quién eres, demonio?
—Aquél que habitó en Caín—anunció salido del abismo—. Meridiano, él que mora en la Tierra del Silencio.
Fumó para apartar aquellos pensamientos y el fragor del cigarrillo lo cobijó con extraña semblanza. El templo de la Logia Asilo de la Paz era una vetusta casa en la calle Santa Ana, separada del río por la Placita de la Libertad. En ese templo, en cuyo jardín hay una estatua pedestre del Libertador, se observan signos de la vieja tradición que parecen inmortales y que se confunden con todos los orígenes atribuidos a la masonería: las columnas del templo de Salomón, las espadas de Las Cruzadas, los signos del paganismo, el compás, la escuadra y el mandil del albañil. Por allí han pasado militares, guerreros, acaudalados hombre de negocios, benefactores, filántropos, líderes de la libertad y fraternidad; que dejaron enmarcadas sus historias en bustos de piedra y retratos de todas las épocas en los rincones poblados de aquella estructura. Jonathan sabía reconocer los pasadizos secretos de una mansión, y aquella contenía más de una docena de secretos. Con sus años viajando por el mundo, podía leer la historia de los lugares como si viese el pasado a través de un crisol.
En un pedestal pulido sobresalía un enorme y pesado libro donde una caligrafía fluida y esmerada habla de la vida de la Logia durante ciento treinta y siete años de existencia. Allí, grabaron sus nombres e historias los padres y abuelos de la masonería guayanesa. De uno de los muros cuelga un cuadro descomunal ictericiano por el tiempo, donde apenas se lee la lista de los fundadores y primeros iniciados comenzando por «John Ambrose». Al final y en lo alto, un largo salón donde predomina el color escarlata, de techo azul y estrellado como un cielo. Un estrado al cual se sube por escalones y en el centro, un mueble de madera debajo del cual se sienta el Venerable Maestro provisto de collar, sombrero y mazo. A ambos lados las figuras del Sol y de la Luna; hileras de sillas barnizadas, espadas aceitadas con floretes de plata y otros símbolos de la liturgia masónica.
Al salón de liturgia se llega internamente por una angosta, zigzagueante, crujiente y empinada escalera de madera asociada al misterio del Gran Arquitecto. Al subir cada escalón se percibe el despertar de una fuerza desconocida que atrae seres invisibles. Según la Torre de la Victoria, cada escalón representa un estrato de la conciencia, y cada peldaño subido es un nuevo nivel de existencia que se debe trabajar en vida hasta alcanzar el último grado y trascender a un plano superior. Viejos tratados sobre la materia revelan que la francmasonería existió desde antes de la era cristiana. Viene posiblemente de la misma época de los Faraones, por lo que sus raíces estarían en el antiguo Egipto... unos tres mil o cinco mil años atrás.
En la leyenda del Hiram, el arquitecto fenicio que dirigió los trabajos de construcción del Templo de Salomón, décimo siglo antes de Cristo, se habla de la división de los obreros en aprendices, compañeros y maestros; así como de palabras y signos secretos. La masonería remonta su origen en los misterios iniciáticos del paganismo, en las corporaciones obreras creadas por el legendario rey romano Pompilio Numa, en las sociedades ocultistas que prevalecieron en las islas británicas después de la retirada de los romanos, en Las Cruzadas militarmente organizadas para la conquista de los santos lugares caídos en poder de los musulmanes y en la Orden de los Templarios cuyos acaudalados miembros fueron llevados a la hoguera por Felipe El Hermoso, deseoso de aprovecharse de sus riquezas. Su ascensión continúa siendo un arcano secreto haciendo que el templo se vea desde fuera envuelto en una atmósfera de misterio consagrado al Gran Arquitecto. La fraternidad filosófica extiende sus ramas por todo el mundo con método para obrar y hacer, en nombre del Venerable Maestro.
Jonathan contempló el rostro pétreo de José y esbozó una sonrisa torcida. Pensó en hombres de auténtico talento, forjados en las fraguas del ocultismo como el florentino Dante Alighiere, autor de la Divina Comedia; Montesquieu, autor del Espíritu de las Leyes que echó las bases del moderno parlamento; Francisco de Miranda, precursor de la Independencia americana; Simón Bolívar, Libertador de medio continente cuyas tácticas militares aterrorizaron a los españoles; José Garibaldi, unificador de Italia; George Washington, libertador de Norteamérica; Winston Churchil artífice de la victoria aliada; el mariscal francés Jean Bernadotte, convertido en Rey de Suecia; el héroe argentino José de San Martín; y Andrés Bello, paladín de las letras americanas. Todos bajo las influencia y el sincretismo religioso de aquella sociedad hermética. Contaban que la masonería ha sido siempre un instrumento de liberación.
Siglos atrás, cuando el hombre era tiranizado, hostigado y perseguido por los dictadores que promulgaban el concepto errado de que el hombre no podía pensar por sí mismo, vino la hermandad masónica y levantó las banderas de la liberación.
Un retrato en marco de plata mostraba los envejecidos colores de un hombre de uniforme y sombrero marino posado sobre una quilla con un florete en su brazo y las arrugas de un rostro curtido por la sal tensando su cuello y rostro. El susodicho capitán John Ambrose, llegado a Ciudad Zamora comandando «El Hunter», uno de los barcos fletados en Londres para transportar armas y pertrechos, fue el iniciador de la primera Logia que tuvo la ciudad. Las paredes narraban una historia rica y fechada a través de cuadros e insignias con nombres grabados en letras doradas.
En aquella secta bautizada «La Concordia» se iniciaron el general Tomás Montilla, Gobernador de la provincia; el Capitán José Padilla, oficial de la Escuadra Republicana y un grupo de comerciantes de la plaza, entre ellos, James Hamilton, traductor del Mensaje del Libertador en la instalación del Congreso de Angostura e introductor de la navegación de vapor por el Orinoco.
Jonathan descubrió una antigua pintura en marco dorado de la Logia Lautaro de Londres sobre la formación piramidal de aquella secta donde aparecían Francisco de Miranda, Simón Bolívar y San Martín, como Venerable, Maestro y Secretario, respectivamente. Pero un personaje fuera de lugar en aquel lienzo le erizó el vello de la espalda: un hombre desaliñado, de túnica escarlata ceñida con un nudo y un yelmo de lobo labrado en oro macizo; parecía una deidad extraña antropomorfa, desconocido por la inscripción, portando bajo su brazo un grueso libro más grande de lo habitual, encuadernado en piel rojiza y ofreciéndolo... al mítico Libertador de Cinco Naciones. El hombre de túnica escarlata parecía inmerso en un incuestionable misterio y aquel extraño libro... creyó haberlo visto en los documentos clasificados de Trinidad sobre objetos anómalos peligrosos.
—Creí que la Concordia había sido extinta por los avatares de la guerra.
El gordo José Silva tragó saliva al ver la pistola y sus manos temblaron sobre la mesa de madera. Jonathan se reclinó en la silla con un chirrido, sacó una moneda de su bolsillo y la lanzó al aire... la atrapó y miró el resultado: cara. Volvía a lanzarla: cara. Probó su suerte otra vez: cara. Sonrió, malévolo... pensando que aquel objeto anómalo iba a ser fundido por Trinidad si no lo hubiese robado.
Jonathan lanzó la moneda.
—¿Quién es el Gran Maestro de Venezuela?
—Eso es secreto de la sociedad—palideció el masón—. ¿Tú eres el Justiciero de Ciudad Zamora?
—No—Jonathan tomó el revólver y jugó con el seguro—. No me interesa desestabilizar mafias o apresar criminales. Me parece una visión muy infantil de lo que significa la verdadera justicia social. He escuchado de él: dicen que es un fantasma que salta los tejados y desaparece en las calles en búsqueda de venganza por la corrupción en la ciudad. Muchos dicen que es un espíritu vengativo que permanecerá atado a este mundo hasta que las calles sean limpiadas de las mafias chinas y rusas que libran sus guerras territoriales.
—¿Sabes quién es?
—Debe ser algún loco disfrazado al que matarán pronto—levantó el arma—. No he escuchado de él, desde que ocurrió el temblor en Montenegro.
José estaba blanco como un papel y las bolsas de sus ojos adquirieron tonos amarillos.
—¿Y tú quién eres?
—Ustedes fungen como un ministerio jerárquico. Tú eres la máxima autoridad de Ciudad Zamora, por ende, tienes conocimiento de los secretos de esta logia masónica. Quiero saber dos cosas—Jonathan apuntó la pintura de Bolívar—. Primeramente, la verdad detrás del Libertador.
José frunció el ceño y las arrugas de sus mejillas se tensaron cuando abrió y cerró la boca. Las venas en su cuello palpitaron, desconcertado.
—¿Nunca has leído un maldito libro de historia?
Jonathan negó con la cabeza.
—¿Cuál era el secreto del éxito de Bolívar?—Sonrió, despectivo y miró de súbito la piedra que ascendía del agua fangosa en el centro del río—. Sé que los masones tienen prohibido divulgar secretos que expongan la verdad del mundo. Dímelo, y te dejaré vivir para que me persigan tus compañeros sectarios.
—Estoy listo para morir.
Jonathan asintió.
—Entiendo—reflexionó y lanzó la moneda—. Todos llegamos a un punto en el que estamos listos para morir, sin temor a lo desconocido. ¿Pero, cómo se manifiesta el miedo al dolor? ¿Qué tanto puede sufrir el cuerpo humano antes de morir? —El joven extrajo un cartucho negro de su bolsillo, presionó un botón y desplegó la hoja de un puñal de diez centímetros, peligrosamente afilado—. ¿Cuántos dedos te puedo cortar antes de que mueras por la hemorragia? ¿Te han apuñalado alguna vez?
Jonathan sucedió las preguntas, cada una más horrorosa que la anterior mientras el rostro del masón perdía color. El joven clavó el puñal en la mesa y se ajustó el alzacuellos blanco de la camisa negra. Símbolo de sacerdocio católico.
—Sería difamatorio que se supiera que los masones en el pasado han pactado con cultos de magos negros—señaló la pintura y al mago de extraña túnica sanguínea y máscara de oro—. He viajado desde muy lejos. Soy lo que se conoce como un buscador de la verdad. He descubierto los secretos del mundo, y sus misterios desconcertantes en antiguas ruinas, en leyendas de supuestas deidades y en crípticos; ocultos por sociedades secretas. Simón Bolívar: un masón y ocultista.
José de Silva suspiró y trazó círculos en la mesa con sus palmas. Aquel salón cobró una inusitada vida y los retratos en los lienzos parecían escudriñar lo que sucedía con sus ojos de pintura antigua. El busto de Bolívar adquirió un semblante descompuesto y amenazante. El masón se levantó y paseó la mirada por las pinturas y las repisas de aquel recibidor. Negó con la cabeza y exhaló, aventurado en secretos legados a reducida estirpe.
—Ocurrió en el año 1800, el barón Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland visitaron lo que era conocido como Angostura. Eran expedicionarios y cartógrafos que bautizaron nuestro país y recorrieron sus lomas, cavernas, mesetas y... en la ribera del río Orinoco, enterrado en el fango, hallaron un misterioso libro que no exhibía el mínimo deterioro a pesar de que llevaba años en el lecho fangoso. Aquellos hombres de ciencia, insensibles a los misterios del universo, cedieron el libro a John Ambrose, el iniciador de la primera Logia de Ciudad Zamora. El fundador descubrió que el libro ejercía un poder hipnótico en los hombres de letras, poemas y artes... Nadie podía descifrar la complejidad plasmada en la escritura inconexa y sus ilustraciones sacadas de pesadillas; pero aquel poder atrayente obsesionó a los masones de la época hasta el punto del delirio fanático y el alumbramiento de ideas siniestras. Muchos hombres sabios perdieron la cordura, decían soñar con los secretos revelados del libro. Se hablaba de poderes místicos capaces de doblegar la naturaleza y la mente de los gentiles. Incluso, hubieron hombres que en su obsesión por descifrar los misterios, replicaron ser perseguidos por entidades desconocidas que flotaban en el aire vacío y las paredes sólidas. En una carta pérdida se hizo un llamado a la Gran Logia Masónica de Londres y Westminster para solicitar hombres de letras, inculcados en lenguas arcanas y de todo el mundo: arqueólogos, historiadores, científicos, lingüistas, médicos, psíquicos, metafísicos y ocultistas famosos—José acarició el busto del Libertador con las yemas de los dedos—. El conocimiento que extrajeron de aquel libro maldito desató locura y corrupción en la época: plagas, brotes de enfermedades desconocidas, profanación de mausoleos, círculos de brujería y santería, orgías satanistas, episodios de histeria colectiva, manicomios a rebosar y hospitales atestados de personas que creían ver luces en el cielo y terrores nocturnos. No se sabe mucho de lo que ocurrió en el pueblo, porque muchas de las traducciones y pergaminos fueron quemados por órdenes sacerdotales. El libro desapareció y aquel caldo de investigación cerró sus puertas a los científicos que migraron de todo el globo para desenterrar los poderes oscuros del manuscrito.
»Todo se mantuvo en secreto, y solo el Gran Maestro del País esconde los documentos con la información de aquellos años de nubarrones tenebrosos. El libro maldito fue encerrado en las catacumbas de Ciudad Zamora, hasta que en 1818, «La Concordia» funcionaba en los bajos de la Casa del Congreso de Angostura y a la misma, se supone que asistía el Libertador, pues este era masón desde agosto de 1810, iniciado en la Logia «La Gran Reunión Americana», fundada en Londres por el Generalísimo Francisco de Miranda. Se dice que los masones de la época le ofrecieron las traducciones y pergaminos extraídos del libro maldito, que sobrevivieron la purga, y apoyados por fuerzas oscuras... se lograron proezas generales sin igual y se consiguió con éxito la campaña del Libertador. El poder de aquellas investigaciones nunca dejó de generar fanáticos descarriados que cayeron en la corrupción de la magia negra y el caos—el masón se perdió en cavilaciones y detalló el papiro amarillento con los nombres de cientos de hombres ilustres—. El poder puede enloquecer, y los secretos que esconde ese libro sobre la verdadera naturaleza de nuestro universo... es suficiente para perturbar la mente y la razón. El solo imaginar los terrores exteriores que escapan a nuestros primitivos y atrofiados sentidos de percepción—frunció los labios en negación—... Descubrir todo eso, es suficiente para que el hombre más fuerte se quite la vida.
Jonathan lanzó la moneda y la atrapó: «cara». El centavo plateado formaba parte de los misterios del mundo, lo llevaba consigo para recordar lo poco que sabemos de la realidad.
—¿Qué fue del libro maldito?
—¿Para qué lo buscas?—El masón señaló el crucifijo del rosario en su cuello. Aquella madera era extraña: era rojiza y parecía desprender un sacrosanto brillo dorado—. La Orden no comparte su fanatismo por dioses tiranos. ¿La Iglesia Católica busca el libro maldito con qué fin? ¿Para recuperar el poder que tuvo tras el vacío que dejó Roma? Esos días de gloria, sangre y conquista... se han terminado.
—No he sido un hombre devoto a Dios, pero soy un enemigo diligente del Diablo y las fuerzas oscuras. He decidido ser bueno por voluntad, sin el soborno de un cielo.
—Lo que voy a contarte es un secreto de la historia que solo unos pocos han llegado a conocer. Me juzgarán si esta verdad sale a la luz, por eso pido compromiso de vuestra parte para esconder el secreto—José paseó por la estancia y le dedicó una larga mirada a la corriente fangosa bajo el enorme puente moderno de cables metálicos—. En 1823, el Libertador ascendió al grado treinta y tres: la máxima jerarquía de la masonería. Bolívar, ordenó la destrucción del libro creyendo que la divulgación de sus secretos era un peligro para la humanidad. La Concordia refutó esta decisión y escondió el libro... Utilizar aquellas fuerzas oscuras cobró un alto precio en los próceres de la época: Bolívar murió pocos años después de una tortuosa tuberculosis, dejando su nació, la Gran Colombia, sin propósito... causando su disolución; Francisco de Miranda fue apresado y fusilado tras numerosas torturas por sus propios aliados; el argentino José de San Martín enloqueció y fue internado en un manicomio hasta que se pegó un tiro en la cabeza; Andrés Bello estudió por muchos años las traducciones que conservó del libro, los académicos que lo acompañaron en sus últimas horas escribieron que se lo veía más retraído y nervioso... y, que recitó un pasaje en latín en voz alta, miraron una sombra negra que cayó sobre él como una cortina y cayó muerto... El médico no pudo descifrar la causa de muerte. La maldición del libro se cobró un sin número de vidas, años después de ser utilizado... El llamado que poseían esas páginas era poderoso, y por muchas traducciones que desaparecían en las llamas, otras las remplazaron en un ciclo de desesperación.
»En 1854, José Gabriel Ochoa fue el primer Venerable Maestro de La Logia Asilo de la Paz, luego de que «La Concordia» prácticamente se extinguió en una disputa por el libro que terminó en un baño de sangre. Las traducciones habían desaparecido, y el poder oscuro volvía a su letárgico encierro... El Maestro se negó a destruir el último manuscrito del mundo, y lo escondió en Ciudad Zamora para que su poder no volviera a corromper a los hombres ilustres. Hasta nuestros días, nadie sabe dónde se esconde el libro.
José de Silva suspiró y tembló, conteniendo el llanto para proseguir su discurso:
—Los masones del progreso del hombre y de su desarrollo filosófico, espiritual y filantrópico. Cuyos principios de libertad, igualdad y fraternidad impulsaron la Ilustración y la Revolución Francesa. Tantos hombres sabios cayeron en las garras de aquel poder demoníaco y terminaron volviéndose locos y suicidas.
Jonathan lanzó la colilla del cigarrillo consumido por la ventana, guardó el cuchillo y la pistola en su jersey negro. Se ajustó el alzacuellos blanco y la reliquia santa de la cruz. Miró por la ventana abierta la corriente sinuosa y los remolinos de aquel río inmemorial, las lanchas motorizadas desfilaban soltando espuma sobre el fango marrón y la formación rocosa conocida como la Piedra del Medio se alzó imponente. Leyó que durante la época colonial fue utilizada como destino a las personas que padecían de lepra, para no contagiar al resto del poblado. Aunque, el mito más conocido sobre la Piedra del Medio es uno indígena que antecede la llegada de los españoles, y detalla que a los pies de la Piedra habita una serpiente gigante de siete cabezas que al engullir todo el agua, provoca grandes torbellinos que hunden canoas y barcos... e incluso arrastran a personas que pasean por la orilla del río.
—Es difícil deducir dónde se escondió el libro maldito—confesó el hombre con la mirada pérdida—. Puedes matarme, si gustas... Mi alma inmortal vivirá para siempre. Los tiempos se han vuelto turbulentos, haya afuera, en el mundo... Estamos condenados a desaparecer bajo las fraguas de una batalla que se aproxima.
Jonathan frunció los labios.
—Dígame la verdad detrás de la serpiente.
El hombre soltó una risotada.
—Estás loco—miró largamente al joven y pestañeó—. La Piedra del Medio, es solo una leyenda. El explorador Humboltd la bautizó como «orinocómetro», pues los habitantes de la ciudad la usaban para llevar el registro de las subidas y bajadas del agua—hizo una pausa, pensativo—. Cuentan que bajo la piedra existen galerías que se desparraman por toda la ciudad, y que en ellas habita el monstruo místico y seres escamosos parecidos a los humanos. La corriente es impredecible y ha causado hundimientos, nunca se logra recuperar los restos de las víctimas ni los vehículos, y los buzos enviados a las labores de rescate, aseguraron... que era imposible llegar al fondo del río en cercanías de esta piedra.
»Una chalana se hundió allí en la zona de arremolinamientos, el 27 de febrero de 1952 y dio validez a la leyenda. Cuentan que iba un cargamento de oro, por eso el gobernador de la época contrató a buzos, pero estos aseguraron no querer regresar más al fondo del río y menos cerca de esa piedra. Luego, la compañía propietaria de la chalana contrató a un buzo profesional para que realizase una búsqueda en las profundidades del río y determinar la ubicación exacta de la embarcación. El buzo minutos después de sumergirse cerca de la piedra, haló desesperadamente para que fuese subido al bote que se encontraba en la superficie. De retorno, contó que en ningún momento logró visualizar la chalana hundida y en vez de eso... logró ver a una extraña criatura de ojos rojos, casi brillantes que lo miraban y lo atraían a las profundidades.
»Se dice que el animal resguarda la Piedra del Medio y protege a la capital del estado desde la época de la colonia. Además, existe la versión de que las cabezas de la serpiente están ubicadas en siete lugares icónicos de la ciudad: La cabeza central yacería en la Piedra del Medio, mientras que el resto ocuparía secciones de túneles inundados y mausoleos desde la Catedral Metropolitana hasta la Casa San Isidro—chasqueó la lengua—. Estudios realizados por el Instituto Oceanográfico de la Universidad de Oriente indicaron que existe una profunda depresión de doscientos metros de profundidad en forma de embudo, que nace desde la punta occidental de la Piedra del Medio y... descubrieron una artefacto anómalo enterrado en las profundidades que podría devastar los cimientos de nuestra arqueología y comprensión del mundo. Esta historia se parece mucho a la contada en la mitología griega: la historia de la Hidra relata la presencia de un animal, una serpiente de siete cabezas, que habita y protege las entradas subacuáticas a los inframundos El Monstruo del Orinoco despertará de su profundo sueño cuando la piedra quede completamente bajo el agua, cosa que se cree imposible, ya que la piedra cuenta con una longitud aproximada de trescientos cincuenta metros y un ancho de cien metros. Sin embargo, en este mes de agosto, el río Orinoco ha sufrido una crecida de carácter histórico... en la que la Piedra del Medio está a punto de quedar bajo el agua. La comunidad hace hincapié en que este gran animal resguarda un secreto primordial, yace en un profundo letargo y cuando despierte... la ciudad se hundirá.
José buscó en una de las repisas cerradas con llave y sacó una caja de madera con candado. Mientras esperaba y veía el río, pensó en Ana y su beso húmedo... que ahora sabía a soledad. Al abrir la caja extrajo una tabla de piedra pesada y cubierta de limo azulado. El joven contempló el bajorrelieve con estupor y le pareció escuchar un llamado en aquellos glifos desconocidos. La figura central era una serpiente de siete cabezas, cuyos cuellos escamosos discurrían por la tabla como afluencias. Las cabezas de dragón abrían sus fauces repletas de colmillos ante glifos de trazados desconcertantes...
—La datación de la piedra arrojo fechas de hace treinta mil años... Anterior a cualquier civilización conocida, cuando esta región yacía bajo aguas pantanosas y habitaron seres desconocidos—José recorrió los caracteres curvilíneos parecidos a remolinos, sigilos y constelaciones—. Los científicos que encontraron el bajorrelieve no consiguieron identificar la fuente de aquel alfabeto remoto. Pero yo lo reconocí, cuando era más joven sostuve el fragmento de una traducción del libro maldito en mis manos, y aquellos caracteres quedaron grabados en mis sueños. No sabemos qué se remueve en el fondo del río, o si los terrores del libro permanecen en algún rincón escondido de Ciudad Zamora.
En su bolsillo guardó la carta amarillenta que aquel brujo de túnica escarlata y máscara de bronce defendió con su vida. No comprendía del todo lo que contenía el mensaje encriptado, pero con lo que el masón le contó... un mundo subterráneo de catacumbas y seres viscosos se abría ante sus pies.
Jonathan miró largamente la tablilla erosionada por el agua y el texto desconocido en su relieve... y pensó en su padre en la quebrada hirviente con el revólver de plata en la cabeza. Recordó los ojos malignos de Francis en su posesión, los signos de la Cábala y la calidez del abrazo de Ana. Los recuerdos enterrados de la Montaña Sorte regresaban a él cuando miraba el pasado en su encuentro con la muerte.
Jonathan Jiménez acarició el crucifijo desvencijado en su cuello: era caliente al tacto y vibraba cuando flotaban presencias oscuras en las cercanías.




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