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Capítulo 4. La Corte de los Degenerados

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 IV.  «Gerardo Steinfeld» —Si Eva no se hubiera comido la manzana—canturreó Jonás al encajar el cartucho en el fusil—. La vida fuera sin malicia y mucho más sana—alineó las miras del Catatumbo y lo calzó en el trípode—. Pero como esa cabrona se comió la fruta—amartilló la palanca de la recámara y la munición subió—. Por eso es que hoy en día hay mujeres tan putas—comprobó su posición sobre el tejado de aquella perfumería, cercana al pequeño puente sobre la afluencia que corría hasta el corazón de las montañas—. Se visten enseñando los muslos y las tetas—reparó en la caja de municiones  granadas para el mortero—. Se viran de espalda y se le ven las nalgas—consultó la radio en su pechera, solicitando visión panorámica de la primera línea defensiva—. Entonces dicen que uno es un bellaco y no respeta, puñeta. —¿Podrías callarte? —Sugirió Okeanos desde el balcón. Se había vestido con una túnica color ciruela con bordados plateados de lunas menguantes—. Me pones nervioso. El jo...