Cuatrocientos Opúsculos de Terror, Prólogo

 Prólogo

—Escribo este último manuscrito para dejar testimonio ante el terror premeditado... de que el universo sea, como he presenciado en mis aterradores sueños, una argamasa superpuesta de sustancias residuales a la expansión del Origen Divino del Todo. Las masas negativas y pulposas, conforman la membrana de las dimensiones como los pólipos de un río de sangre. Desconozco la razón para las entidades anteriores al Caos Primigenio de la Creación... el haberme mostrado la verdadera naturaleza de las deidades que consumen el vacío cósmico. Pero, he errado al confiar en los entes que me revelaron la conductos de aquellos parásitos, construidos para...

Melissa levantó la mirada del texto, enferma, y Verónica arrugó la nariz. El altar era una mescolanza de sangre, vísceras y carne chamuscada... El cadáver de la bruja yacía desparramado  en el caldero de cobre, los altares de ónice repletos de deidades quiméricas y los bocetos horrorosamente ilustrados de demonios negros y necrófagos purulentos. La chica morena limpió la sangre que salpicó el desprolijo opúsculo encuadernado en piel curtida.

Verónica Flambée extrajo un cigarrillo del bolsillo del jersey negro y lo encendió con la punta de los dedos.

—Teresa Santa Cruz—fumó, inmersa en cavilaciones—. Difamada maga de los sueños, una niña malcriada que creció en el seno de una sarta de brujos en la Montaña del Sorte—caló el cigarrillo, y el humo grisáceo le salió por la nariz—. Es peligroso exponerse a la posesión de los espíritus de esa montaña. Y esta mujer... descubrió un secreto enterrado en las profundidades del mundo onírico. La materia en la que se convirtió su cuerpo llamó la atención del mundo ignoto... y el Culto de Meridiano la convirtió en su sacerdotisa de sangre.

Melissa releyó la caligrafía de la susodicha difunta y pensó en los terrores exteriores que se escondían detrás de las puertas del mundo onírico, solo aisladas por la dulce melancolía del mundo vigil. El rostro de la bruja conservó un descarado rictus de dolor y terror, unida al torso abierto... cuyas vísceras brotaban como gusanos rosáceos. Los brazos y las piernas fueron desparramados en tiras largas y sanguíneas...

Melissa reprimió las horcadas. Había presenciado hechos horribles junto a los Sonetistas, pero este asesinato era...

—Horroroso—sonrió la alta y delgada Verónica. Sus ojos eran dos esferas híbridas y escrupulosas: un iris era cerúleo y pálido como una canica de hielo efervescente; y el otro... de un viscoso verde oscuro y profano—. El asesino borró las huellas y robó gran parte de las epifanías de la bruja delirante... El único pensamiento flotante es el indescriptible dolor, y un olor a tinta repulsivo—consumió el cigarrillo en cavilaciones depravadas—. La Cumbre Escarlata podría estar involucrada... pero sería inoportuno culpabilizar a los señores de la oscuridad, por un asesinato en un culto menor. ¿Un ajuste de cuentas entre misas negras? ¿Enemigos del bajo mundo? ¿Qué significa el Demonio con Cabeza de Ciempiés que espera desde el ocaso septentrional?

La Sonetista terminó de liar el cigarrillo y suspiró ante el exceso de nicotina. Se acercó al cadáver desmembrado y, subrepticiamente ante las presencias de los cosmopolitas taumaturgos del Culto de Meridiano... se inclinó para palpar el rostro de la fallecida. Verónica era una Mortificadora de Primer Nivel, y sus poderes psíquicos eran aterradores... El simple tacto de las yemas de sus largos dedos, ocasionó que su rostro se deforme en un rictus doloroso y repulsivo. La mujer se dobló por la cintura y vomitó sus costosos zapatos de cuero negro... El charco de líquido verdoso contenía líquenes fosforescentes por su dieta.

—¿Qué viste?—Melissa palideció al contemplar el temor inscrito en los ojos heterogéneos de su compañera—. ¡Verónica!

—¡Lee el maldito manuscrito!

La morena estudió el opúsculo con los dedos temblorosos, y le pareció que las sombras taciturnas del recinto se materializaron en formas horripilantes y sinuosas de seres miméticos. Las estatuas volcadas de dioses extintos la juzgaron al escudriñar los secretos que desenterró aquella profana mujer al adentrarse en las bifurcaciones impías del incognoscible mundo onírico, pletórico de pesadillas y puertas a reinos atemporales donde imperan egregores desfigurados en panteones de caos reptante. Los dioses salven a los que presencian la brutalidad del ser antropomorfo que habita en el desorden liminal, y sus diez mil caras enloquecedoras; y en su poder... el monstruoso libro maldito de las cigarras y los grillos a la medianoche.

—Cada vez estoy más cerca de romper la barrera de la realidad con los sueños. Es peligroso adentrarse en las bifurcaciones del mundo onírico... Mientras más profundo bajes, más te costará salir. Una luna bañada de sangre. He descendido hasta el caos pletórico que permanece en los espacios vacíos que los dioses abandonaron durante el flagrante Origen Primordial del Todo. Existen aberturas...—Melissa levantó sus ojos oscuros—. No puedo entender los garabatos, y el idioma ilegible que prosigue. Solo hay bocetos extraños de figuras horribles y la palabra «puerta» se repite docenas de veces.

Verónica extendió una mano y sus largos dedos nunca fueron más desiguales. Se sentía tentada por una súcubo demonio en un pacto por su alma... Melissa estiró los dedos, y tomó la mano de la Mortificadora. 

La habitación desapareció con un chasquido de polvo brillante y nebulosas incandescentes. Las paredes ensangrentadas se deshicieron en cera viscosa y el sueño se desmaterializó, tragando el cuerpo desmembrado y las estatuillas de dioses muertos. Sus pies volaron por el vacío cósmico, en un confín de estrellas, púlsares, cúmulos de galaxias y caminos violáceos que encerraban la materia oscura y el vacío. Mientras más rápido se movían, le parecía que eran perseguidos por seres mutilados desde los espacios vacíos de sus percepciones sensoriales. Las estrellas quedaban atrás, y los planetas errantes eran devorados por monstruosos tentáculos de oscuridad. La negra inmensidad era infestada por criaturas desconocidas cubiertas de alas membranosas, y las almas translúcidas flotaban en cúmulos miasmáticos execrables de entidades sobrenaturales. Luceros de energías se concentraban en torrentes de polaridades opuestas, y los fragmentos de los precursores eran condenados a la sinfonía dionisíaca de la vida, la muerte y la reencarnación. El ciclo de las emociones y experiencias purificaba estas esencias para su retorno infausto al Origen Primordial. 

Las estrellas nacían, crecían y explotaban en instantes efímeros que creaban sustancias anímicas en sus calderos alquímicos. Los seres que nacían de este polvo cósmico debían legar sus conciencias a la oscuridad, y el espectro septentrional ejercía su voluntad como pinzas depravadas sobre el mayor acto de piedad y amor llevado a cabo por la Concepción. Los rumiantes habitantes de las regiones plutónicas, nacidos de la negatividad, ejercían un baile al ser materia de esta fuerza exterior que contaminaba el río plasmático de la purificación. 

En cúmulos, se concentraron los hijos del fuego solar y por evos, soñaron con pleitesía los secretos desmesurados de la magia, la ciencia y la alquimia; y se difuminaron por la existencia dando luz a razas secundarias con sangre de cobre, hierro, estaño, mercurio... Ajenos a la supremacía de la sangre del oro. Las Puertas de Piedra entretejieron el mundo vigil y el onírico, transgrediendo los límites del espacio y el tiempo.

Por milenios, sobrevolaron la órbita de los anillos de Júpiter, revoloteando los asteroides y lunas errantes inmersas en hielo inmaculado. Las pléyades bajaron entonando un himno horripilante de flautas y silbidos ásperos... erigiendo monumentos pétreos bajo los océanos congelados, hirvientes de leviatánes acorazados y pólipos luminosos de largas espinas. Los anfibios sapienciales, hijo del cobre, de sangre azul... libraron una guerra para evitar el exterminio de los Primordiales, y fueron esclavizados. 

Una antiquísima ciudadela, yace escondida en las profundidades de una selva indomita, rodeada de macizos de piedra... y sus secretos podrían revolucionar la comprensión que tenemos del universo visible. Las ruinas son custodiadas por violentos grifos gigantes que sobrevuelan la noche como tormentas eléctricas. El palpitar de un órgano carcomido por el cancerígeno basalto, yace enterrado y agonizante, en los misterios ignotos de un portal de portones vetustos... y las entidades rumiantes que se esconden en su inmensidad.

Las reencarnaciones del Sol Maldito están condenadas al retorno eterno hasta que sean purificadas, y sus fragmentos contaminados componen la Entidad Primaria. El Dragón Blanco es la encarnación física de esta entidad destructora...en la sinfonía del retorno al Origen Primordial. La constelación desconocida del Devorador se extiende, consumidora, de toda la existencia... y las sustancias de los Caídos no pueden escapar de su gula caníbal.

Melissa despertó de la alucinación inducida por los espectros de Verónica, desmayada, cubierta de sudor frío y rodeada de acólitos de túnicas oscuras. Sus rostros turcos y mongólicos eran acentuados por las sombras terribles de las esquinas y los candelabros.

Y Verónica había desaparecido de la faz del planeta, ante la profecía del caos monstruoso azotando sus cadenas oxidadas desde la dimensión oscura.

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